La Biblia como comunicación lingüística, como literatura


Algunas observaciones pertinentes

Héctor B. Olea C.

Aunque el conjunto de los textos bíblicos (la Biblia) es asumido como texto sagrado, como conjunto de textos sagrados; la Biblia consiste, es ante todo, una comunicación lingüística (por medio de la palabra, con todas sus implicaciones gramaticales, sintácticas y morfológicas, morfosintácticas). Esta incuestionable realidad supone que la persona que pretenda interpretar la Biblia de manera adecuada, debe tomar en serio los factores vitales de una comunicación lingüística con todas sus implicaciones, y las características propias y peculiares de los idiomas bíblicos, de los idiomas originales en que fueron escritos los textos bíblicos. 

En segundo lugar, la Biblia consiste en una comunicación lingüística, pero no oral, sino escrita; es literatura, implicando toda una serie de géneros literarios, de distintas formas de producción y elaboración literaria. Por supuesto, también refleja y nos trasmite la Biblia toda una serie de actos de comunicación que originalmente se concretaron en el plano de la comunicación oral.  

En tercer lugar, como comunicación lingüística, como literatura, la Biblia tiene las marcas inevitables e indelebles de sus propios contextos lingüísticos originales, históricos, socioculturales y sociopolíticos, de su tiempo.

En suma, toda teología que aspire a ser bíblica, no puede hacerse, construirse al margen de la verdadera historia de la Biblia, al margen de las características vitales de la Biblia como comunicación lingüística, como literatura, como hija de su propio tiempo y contextos vitales. No es, pues, la teología la que nos dice qué Biblia tenemos, es más bien la Biblia que tenemos la que debe trazar las pautas para la elaboración de la teología bíblica a la que podemos aspirar.

De todos modos, es lamentable ver que con tanta frecuencia se sacrifica lo que realmente dice la Biblia, lo que en realidad dicen los textos bíblicos en sus idiomas originales, en sus propios marcos históricos, socioculturales y sociopolíticos, con tal de levantar y justificar una teología considerada necesaria y a todas luces sencillamente conveniente.  

Finalmente, si la teología institucional y popular hace una determinada afirmación con base en un determinado texto bíblico; pero el texto bíblico en cuestión en su idioma original (no en una determinada traducción o versión), entendido en su debido contexto histórico, sociocultural y político, dice otra cosa; pienso que es obvio cuál es el camino a seguir; así de sencillo.


¡Hasta la próxima!


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?         

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