Jesús opuesto a la cultura de lo gratis
Héctor B. Olea C.
Una realidad incuestionable es que no hay
forma de controlar la apelación que muchas veces se hace a la persona o
supuesta enseñanza de la figura de Jesús, a la persona del Jesús de los
Evangelios del Nuevo Testamento.
En todo caso, pienso que cualquier
extrapolación de la figura de Jesús y su enseñanza no puede, no debería perder
de vista lo que en verdad nos dicen los evangelios, la evidencia que aportan
los Evangelios en conjunto, la tradición sinóptica y el evangelio de Juan.
En tal sentido y, en relación a la cuestión
que nos ocupa, cabe preguntar:
¿Es legítima la apelación a la figura de
Jesús (el Jesús de los evangelios del Nuevo Testamento), para sustentar un
discurso que plantee que todo debe ser gratis, que incluso la propiedad
intelectual no debe tener algún precio?
Y mi respuesta a esta pregunta va en la siguiente
línea:
En primer lugar, no es posible obviar que el
Jesús de los evangelios reconoció que el obrero es digno de su salario (Lucas
10.7).
“Y posad en aquella misma casa, comiendo y
bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario”
Compárese Mateo 10.10: ni de alforja para el
camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es
digno de su alimento”
En segundo lugar, con la parábola de «El buen
samaritano» (Lucas 10.25-37).dejó ver que comprendía, que estaba consciente de
que el atender a alguien en el mesón, que el servicio del mesón tenía un costo,
un precio que no se podía evadir:
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los
dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo
pagaré cuando regrese” (Lucas 10.35)
En tercer lugar, con la parábola de «El hombre
que salió a buscar obreros para trabajar en su viña» (Mateo 20.1-16), dejó que
ver que estaba consciente de que la contratación de una persona para que haga
un trabajo con su capacidad, con su preparación y fuerza física, demandaba un
pago por dicho servicio, por dicho trabajo.
“Porque el reino de los cielos es semejante a
un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para
su viña. 2Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió
a su viña” (Mateo 20-1-2).
En cuarto lugar, con la parábola de «El
hombre que arrendó su viña a unos labradores» (Mateo 21.33-46), Jesús también
puso de relieve que estaba consciente de que en este tipo de transacción,
acuerdo o convenio; era demasiado natural que el dueño de la viña en el tiempo
acordado recibiera el pago o beneficio acordado con los labradores que le habían
arrendado su viña.
“Hubo un hombre, padre de familia, el cual
plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre,
y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. 34Y cuando se acercó el tiempo
de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus
frutos” (Mateo 21.33-34).
En quinto lugar, con la parábola de «Los
talentos» (Mateo 25.14-30) también demostró estar consciente de que el señor
que entregó una determinada cantidad de talentos a sus siervos, debía esperar
un rendimiento, y producción (ganancia) natural de dicha inversión, o sea, un
informe financiero positivo de sus siervos.
“Después de mucho tiempo vino el señor de
aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos” (Mateo 25.19).
En sexto lugar, con la parábola de «El hijo
pródigo» (Lucas 15.11-32), también puso de relieve, Jesús, que sabía que un jornalero
era digno de su salario, y que de su trabajo debía obtener su sustento y el de
su familia.
“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros
en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18Me
levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti. 19Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros” (Lucas 15.17-19).
En séptimo lugar, si bien en cierta forma Jesús
cuestionó el impuesto para el templo, que se cobraba localmente (compárese
Éxodo 30.13-15); no obstante, no tuvo reparos en pagarlo (Mateo 17.24-27).
“Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar,
y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca,
hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti” (Mateo 17.27)
En octavo lugar, hay evidencia en el Nuevo
Testamento del que ministerio itinerante de Jesús tenía un costo que había que cubrir,
que había que solventar.
En tal sentido quiero considerar dos
factores.
Por un lado, como nos dice E. P. Sanders: “Los
evangelios ocasionalmente presentan a Jesús, y a veces a los discípulos,
cenando en casa de alguien. Este es el caso de Marcos 2.15-17. En Lucas 7.36-50
Jesús come con Simón, un fariseo; en Lucas 11.37-44 con otro fariseo, y en
Lucas 19.1-10 se hospeda en casa de Zaqueo, el recaudador de impuestos. No
sabemos si estos detalles son exactos, pero debemos aceptar la idea clave común
a esos pasajes: cuando Jesús y sus seguidores se trasladaban de una aldea a otra
encontraban a una o más persona dispuestas a proporcionarles una comida y un
sencillo alojamiento” («La figura histórica de Jesús», Verbo Divino, 2005,
página 132).
Por otro lado, en Lucas 8.1-3 leemos que el
ministerio itinerante de Jesús contaba con la participación de muchas mujeres que
contribuían, sustentaban el ministerio de Jesús con sus bienes.
Ahora bien, como de manera acertada apunta E.
P. Sanders, si bien “es posible que en Lucas 8.1-3 el autor exagere el grado en
que Jesús y su grupo recibían apoyo de mujeres, entre ellas una de cierto rango
(la mujer del administrador Antipas)” obra citada; página 133; no es menos
cierto que podemos decir que aquí hay una evidencia, un sustento histórico de
que el ministerio itinerante de Jesús contaba con un grupo de personas (hombres
y mujeres) que lo apoyaba financieramente.
En todo caso, llama la atención que el grupo
de Jesús contaba con una especie de tesorero, el cual velaba y administraba el
dinero del grupo. En tal sentido, me parecen muy pertinentes las palabras de
Raymond E. Brown sobre el texto de Juan 12.4-6 (compárese Juan 13.29), cito:
“Es posible que Juan nos transmita una
noticia histórica que no se ha conservado en los restantes evangelios, al
informarnos de que Judas guardaba los fondos comunes. Esta noticia hace más
verosímil el diálogo de 13.27-29 y explica el puesto de honor que Judas ocupaba
junto a Jesús durante la Última Cena. Los sinópticos parecen dar a
entender que Judas podía tener en su poder treinta piezas de plata sin levantar
sospechas; ello resultaría explicable si realmente guardaba la bolsa común. No
es imposible que la identificación joánica del discípulo irritado en Betania se
deba a la tendencia de presentar a Judas como un personaje siniestro. Sin
embargo, tampoco es imposible que, precisamente porque administraba el dinero
del grupo, Judas fuese el discípulo que protestó en Betania y que este recuerdo
se perdiera en la tradición sinóptica” («El evangelio según Juan», Ediciones Cristiandad,
1999, tomo I, página 782).
Al
final, un detalle que no podemos dejar de lado, es que según los cuatro
evangelios del Nuevo Testamento, Jesús defendió y justificó que una mujer
derramara sobre su cuerpo un perfume de muy alto precio, en lugar de venderlo y
usar ese dinero en favor de los pobres (Mateo 26.10-11; Marcos 14.7; Lucas
7.41-47; Juan 12.7-8).
Además, si bien en una ocasión aconsejó a un
fariseo que lo había convidado a su casa, a organizar comida o banquetes pero
para invitar a personas que no pudiesen devolverle el favor; lo hizo consciente
de que, por un lado y, en estos casos, alguien costeaba la comida que
recibirían los indigentes; por otro lado, que este servicio también ameritaba
su recompensa, su remuneración, incluso en el marco de la resurrección escatológica
(Lucas 14.12-14).
“Dijo también
al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos,
ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a
su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13Mas cuando
hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; 14y
serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será
recompensado en la resurrección de los justos”
Finalmente, después de toda esta evidencia,
¿es verosímil concluir que la enseñanza de la figura del Jesús de los
evangelios del Nuevo Testamento ofrece algún fundamento, sirve para justificar
la cultura del «todo gratis», y nada por cobrar?
Es más, según el Evangelio de Juan, Jesús
mismo estaba consciente de que las cosas pueden ser distintas si en lugar de
recibir algún beneficio sin costo alguno, hay que pagar algo por dicho
servicio, o si no hay algún beneficio gratuito de por medio: “Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí,
¿cuándo llegaste acá? 26Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de
cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque
comisteis el pan y os saciasteis” (Juan 6.25-26).
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