Héctor
B. Olea C.
Parece que es el orgullo y, tal vez,
la necesidad misma de sentirse seguro y de concebirse como trascendente, esos
factores clave que no le permiten al ser humano reconocer que en definitiva no
sabe cómo y cuándo inició la trama de su historia, ni cómo ni cuándo habrá de
terminar, aun cuando apele a la filosofía, a la ciencia o a la religión para
darle un soporte con cierta pretensión de validez. Por otro lado, llama poderosamente
la atención la idea de que la necesidad de amarnos, respetarnos, aceptarnos, convivir
armoniosa y pacíficamente, son unos imperativos vitales y siempre presentes, y
no los simples valores agregados o colaterales de un determinado sistema religioso
o escatológico, así de sencillo.
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