De la lengua al texto, del texto a la lengua, y del texto a la teología
El procedimiento adecuado y recomendado
Nociones de las lenguas bíblicas
Héctor B. Olea C.
Una realidad indiscutible es que, si bien la Biblia es de naturaleza teológica y religiosa, no es menos cierto que consiste en una comunicación lingüística y es literatura, con todas sus implicaciones.
Consecuentemente, si queremos establecer lo que en realidad dice un texto bíblico, lo que en verdad quiere decir, y cómo lo dice en su lengua original; es imprescindible estar al tanto de las características y de los mecanismos de funcionamiento de la lengua original de dicho texto.
Esto así porque en realidad, no es la teología, no son los simples presupuestos teológicos los que han de determinar las que se entienden características y mecanismos de funcionamiento de las lenguas bíblicas; sino y más bien, las lenguas bíblicas, sus características como tales, y su funcionamiento, las que sientan las bases para cualquier argumento de naturaleza teológica con base en un texto bíblico (el que fuere) en su lengua original.
En tal sentido, a manera de ilustración, pongo algunos ejemplos concretos de aspectos y construcciones características de las tres lenguas bíblicas que, definitivamente, no pueden ser explicados con argumentos teológicos (los que fueren).
En primer lugar, no es la teología la que determina los fonemas y las características de las lenguas bíblicas en el plano fónico, morfosintáctico, y semántico.
Es más bien el análisis bíblico con preocupación teológica el que ha de estar al tanto de las peculiaridades y de cómo funcionan las lenguas originales de la Biblia, las lenguas a través de las cuales nos ha llegado el mensaje de la Biblia.
En segundo lugar, cualquier persona que tenga un conocimiento no elemental de la lengua hebrea, ha de saber que las características de una «cadena constructa» no son determinadas por presupuestos teológicos: 1) La forma del estado constructo; 2) El funcionamiento del sustantivo o sustantivos en «estado constructo» y del sustantivo en «estado absoluto»; 3) Que el sustantivo o sustantivos en «estado constructo» jamás han de llevar el artículo determinado, y que su determinación depende más bien del sustantivo en «estado absoluto»; 4) Que nada puede interponerse entre los sustantivos que forman una «cadena constructa»; 5) Que los adjetivos que aparezcan en el contexto de una «cadena constructa» siempre se han de colocar al finalizar la «cadena constructa», y que la relación de estos con los sustantivos de la «cadena constructa» se ha de establecer con base en la concordancia de género y número que exista entre dichos adjetivos y los sustantivos que conformen la «cadena constructa».
En tercer lugar, no es
la teología, no es ningún presupuesto teológico el que explica que el artículo
determinado en hebreo y en griego se coloca delante del sustantivo (en griego
delante, pero como morfema gramatical independiente; pero en hebreo como
prefijo), mientras que en arameo se coloca como sufijo.
En cuarto lugar, no es ningún presupuesto teológico el que determina el funcionamiento de la construcción sintáctica griega conocida como «genitivo absoluto».
Es el «genitivo absoluto» una construcción sintáctica autónoma y que proporciona una información adicional a la oración principal, que gira en torno a un participio (con sus propios complementos) en cualquier tema temporal, en voz activa o pasiva, en caso genitivo, de cualquier género, de cualquier declinación, singular o plural, sin artículo, y que concuerda en caso, género y número con un sustantivo o palabra sustantivada que funciona como «sujeto agente» o «sujeto paciente» del participio que aparece en dicha construcción.
En quinto lugar, no es ningún presupuesto teológico el que determina y explica que, en una oración copulativa o atributiva en griego, cuando el atributo es un «adjetivo», debe concordar en caso, género y número con el sujeto (sustantivo o palabra sustantivada), pero que, si el atributo es un «sustantivo», sólo debe concordar en caso.
En sexto lugar, no es ningún presupuesto teológico el que determina que en hebreo exista una redacción específica para una «prohibición temporal» o «inmediata», y una redacción distinta para una «prohibición absoluta» o «permanente».
En séptimo y último lugar, tampoco es la teología o algún presupuesto teológico el que explica las diferencias semánticas entre una prohibición empleando el modo imperativo en el tema de presente (que procura el cese de una acción verbal ya en desarrollo), y una prohibición con el modo subjuntivo y en el tema del aoristo 1ero o 2do (que procura evitar el inicio de una acción verbal).
Además, el estudio propiamente crítico y exegético de un texto, supone, en primer lugar, el procurar establecer el mejor texto posible a la luz de la critica textual (en conformidad a la «evidencia documental o externa», y la llamada «evidencia interna»); en segundo lugar, llevar a cabo un serio y detenido análisis filológico, lingüístico y morfosintáctico del texto (como comunicación lingüística y como literatura), por supuesto, a la luz de las características propias de la lengua bíblica involucrada; en tercer lugar, concluir con una traducción que procure comunicar de manera íntegra y completa (sin disminución ni ampliación) el mensaje del texto bíblico en su lengua original, en conformidad a su contexto vital (histórico y sociocultural).
En conclusión, una seria preocupación por establecer lo que en realidad dicen los textos bíblicos en sus lenguas originales, al margen de cualquier conveniencia teológica; ha de procurar estar al tanto de la naturaleza y las características de las construcciones sintácticas empleadas en las lenguas bíblicas para redactar su mensaje, así como lo que dicta y establece en particular la gramática de cada lengua bíblica respecto de dichas construcciones, su funcionamiento, y de cómo se han de asumir e interpretar (sus implicaciones semánticas).
En suma, la Biblia es de naturaleza religiosa y teológica, pero el estudio de la lengua como tal, incluso el estudio de las lenguas bíblicas, es un estudio científico, no teológico per se.
Además, respecto de la labor de traducción: si bien la naturaleza de la Biblia es religiosa y teológica, no obstante, la labor de traducción como tal, no es una disciplina teológica.
Finalmente, al momento de hacer referencia a la redacción y a las características morfosintácticas de los textos bíblicos en sus lenguas originales, se ha de distinguir la simple argumentación teológica (la que fuere), de la argumentación propiamente lingüística, gramatical y científica, así de sencillo.
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