Consejos prácticos para
las personas que pretendan emitir un juicio de valor respecto de cualquier
versión de la Biblia
Héctor B. Olea C.
A modo de introducción:
Una de las razones por
la que, no recomiendo ninguna versión de la Biblia en específico, no es porque
no admita que, en cierto sentido y en una forma relativa, las haya mejores que
otras.
Es más bien porque es
posible que en el estudio de algún texto bíblico en particular y de interés
especial en un momento decisivo de investigación bíblica, reflexión o
curiosidad teológica, quizá se dependa de ella sola, con base en una excesiva
confianza en su buena «imagen pública», en lo mucho que es recomendada.
Sin embargo, con todo,
es muy posible que, en ese caso particular, la versión de la Biblia que goce de
una muy buena «imagen pública», no sea precisamente la mejor, y sí
probablemente la peor, o una de las peores.
Es más, la simple mejor «imagen
pública» (por demás relativa) de una determinada versión de la Biblia respecto
de otras versiones, no impide que en la traducción de ciertos textos específicos
coincidan y sean precisamente desacertadas en el mismo sentido, en el mismo
nivel y en la misma proporción.
También me he resistido a
identificar con facilidad y ligereza la supuesta «mejor versión de la Biblia»,
afirmación a todas luces demasiado relativa y cuestionable en muchos
sentidos.
En todo caso, un
ejemplo ilustrativo que pone en evidencia lo relativo que resulta la «imagen
pública» (buena o mala) de las versiones de la Biblia, lo constituye la
traducción de muchísimos textos bíblicos en cuya traducción coinciden
perfectamente “las mejores versiones de la Biblia”, las versiones de la Biblia
con “mejor imagen pública”, con las versiones con una imagen pública un tanto
cuestionada, y las versiones de la Biblia con “peor imagen pública” (al menos a
los ojos de ciertos sectores).
Esto así, además de que
existe en algunos casos, en muchos casos, una especie de “consenso” entre todas
o casi todas las versiones de la Biblia tendente a impedir u obstaculizar y
dificultar (aparentemente inconscientemente) el que las personas lectoras de la
Biblia se enteren de lo que en realidad dicen los textos bíblicos en sus
idiomas originales.
Consecuentemente, a la luz de mi experiencia,
de mi trabajo de muchos años en este campo; pienso que la persona que pretenda
expresarse con acierto respecto de cualquier versión de la Biblia, debería
considerar lo siguiente:
En primer lugar, toda versión de la Biblia
es «inocente» hasta que se pruebe lo contrario (la culpabilidad de la una
versión de la Biblia debe demostrarse, no simplemente sospecharse o darse por
sentada).
En segundo lugar, la «errada traducción»
de al menos algunos textos bíblicos en una determinada traducción de la Biblia,
debe ser demostrada, no simplemente sospechada.
En tercer lugar, la evaluación de una
versión de la Biblia, la que fuere, debe realizarse considerando la traducción
de textos específicos, no con base en una supuesta «buena imagen pública» (lo
mucho que sea recomendada al menos por algún sector), o con base a su supuesta
«mala imagen pública» (lo mucho que es criticada, al menos por ciertos
sectores).
En cuarto lugar, el juicio que se emita
sobre una versión o traducción de la Biblia (a favor o en contra), no debe
sustentarse en el previo rechazo o aceptación de otra versión de la Biblia; no
debe tener como fundamento la supuesta o demostrable calidad de otra versión de
la Biblia, la cual se asume como marco de referencia vital y como parámetro
para juzgar otras versiones de la Biblia.
En realidad, toda versión o traducción de
la Biblia no es más que eso, una versión, y por lo tanto desde el punto de
vista de la labor de traducción, ambas están a un mismo nivel, y una como la
otra ameritan un juicio justo y sustentado en algo más que simples presuposiciones
(de la naturaleza que fueren).
Además, no es posible perder de vista que
una cosa es la «calidad textual», la calidad de los textos que le sirven de
base a una determinada versión de la Biblia, y otra la calidad de la misma como
traducción, como obra de traducción como tal.
En quinto lugar, la persona que emita un
juicio de valor respecto de una o cualquier versión de la Biblia, debe dar muestras
de que, en efecto, no es sencillamente una persona que está repitiendo el
cuestionable y desgastado discurso de ciertas comunidades de fe que, a la luz
de sus particulares presuposiciones teológicas, se expresan a favor o en contra
de una determinada versión o traducción de la Biblia, o al menos sobre la
traducción de uno, dos o tres textos bíblicos en particular en una determinada
versión de la Biblia.
Insisto, la calidad, las virtudes y
desaciertos de toda, de absolutamente toda versión de la Biblia, es un asunto a
demostrarse caso por caso; no es un asunto a darse por sentado con base en una
declaración general a favor o en contra.
En sexto lugar, la buena calidad o virtudes
de cualquier versión de la Biblia no puede sustentarse en un tipo de
razonamiento deductivo, según el cual, la buena imagen generalizada que tenga una
determinada versión o traducción de la Biblia, es una evidencia suficiente,
irrefutable de su buena calidad en su conjunto, respecto de la traducción de
cada texto bíblico en lo particular.
En séptimo lugar, que una versión de la
Biblia sea acertada en la traducción de algunos textos específicos, no es una
garantía de que también será acertada en todo su conjunto, de principio a
fin.
En octavo lugar, la supuesta «mala calidad»
de una versión cualquiera de la Biblia, no puede sustentarse en la negativa imagen
generalizada que tenga dicha versión de la Biblia.
En noveno lugar, los desaciertos de una
versión de la Biblia respecto de la traducción de algunos textos específicos,
no es una prueba ni garantía de que también será desacertada en su conjunto (de
principio a fin).
En décimo lugar, la persona que piense
emitir un juicio de valor sobre cualquier versión de la Biblia, con la
aspiración de que su discurso sea tomado en serio; debería ser una persona con
conocimientos sólidos de las lenguas bíblicas, y de la lengua receptora, a la
que se hizo dicha traducción.
En décimo primer lugar, debe ser una
persona que muestre estar al tanto de lo que es la labor de la traducción como
labor profesional, y conocer con propiedad los métodos de traducción aplicados
a la Biblia, y en particular del método empleado en la traducción o versión de
la Biblia respecto de la cual pretende emitir un juicio de valor con acierto.
En décimo segundo lugar, en virtud de la
innegable falta de perfección de toda versión de la Biblia; la persona que
aspire a conocer con propiedad (y poder ver con sus propios ojos) lo que en
realidad dicen los textos bíblicos en sus lenguas originales, qué quieren decir
y cómo dicen lo que dicen; debe proponerse realizar estudios serios y completos
de las lenguas bíblicas, y no simples introducciones elementales.
Por cierto, debe procurar realizar serios
y decididos estudios lingüísticos de las lenguas bíblicas, y no simples
«estudios teológicos» con base en la consideración de ciertos aspectos de los
textos bíblicos en sus lenguas originales que, mas bien y realmente, consisten
en estudios teológicos con el ropaje de verdaderos estudios lingüísticos.
Finalmente, como ejemplo de un estudio
comparativo de versiones de la Biblia, voy a considerar dos ejemplos, uno en el
campo de la Biblia Hebrea, y otro en el ámbito del Nuevo Testamento Griego.
La traducción de los últimos cinco (5) mandamientos
del Decálogo Deuteronomio 5 (17-21)
Al respecto, comenta Félix García López: “En
la versión del Deuteronomio, los cinco últimos mandamientos / prohibiciones se
hallan engarzados mediante la conjunción «y» (eh hebreo «ve»), trasluciéndose
de este modo el deseo del redactor de aunar en un solo bloque la última parte
del decálogo, a partir del sexto mandamiento. En la versión del Éxodo faltan
dichas conjunciones, indicio de su independencia original” (El Decálogo,
Cuaderno Bíblico 81, Verbo Divino, 1994).
Consecuentemente, una versión de la Biblia
que muestre una acertada traducción de Deuteronomio 5.17.21, debe ir en la
siguiente línea:
17) “Y no
matarás. 18) Ni cometerás adulterio. 19). Tampoco robarás. 20). Y no darás
falso testimonio contra tu prójimo. 21) Ni codiciarás la mujer de tu prójimo, tampoco
desearás la casa de tu prójimo, su campo, ni su siervo ni su sierva, su toro ni
su asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
¿Cuántas versiones de la Biblia conoce
usted que hayan traducido los últimos 5 mandamiento del Decálogo en la versión
de Deuteronomio 5, en esta línea de traducción?
Por lo menos les voy a mencionar dos, el
resto se las dejo a ustedes.
En primer lugar, la prestigiosa, pero para
nada perfecta, «Nueva Biblia Española», de Luís Alonso Schokel y Juan Mateos (Ediciones
Cristiandad, 1975)
En segundo lugar, la muy criticada y cuestionable,
incluso considerada «versión sectaria», «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas
Escrituras», de los Testigos de Jehová, versión para nada perfecta.
Ojo: Que no se pierda de
vista la notable coincidencia en ser acertadas, y en una misma proporción, una
prestigiosa versión de la Biblia, una versión con una excelente «imagen pública»,
con una versión con una «pésima imagen pública».
La traducción de la
expresión griega «me mu jáptu» en Juan 20.17
La problemática de la expresión griega «me
mu jáptu»
En griego hay dos tipos
de prohibiciones, las que se de redactan con el modo imperativo en el tema
temporal del presente, y las que se formulan con el modo subjuntivo en el tema
temporal del aoristo (1ero o 2do).
Las prohibiciones que se
redactan con el modo imperativo en el tema temporal del presente, procuran el
cese o finalización de una acción ya en proceso, en desarrollo («no sigas
estudiando», «deja de estudiar»).
Pero las prohibiciones
redactadas con el modo subjuntivo y en el tema temporal del aoristo, procuran
evitar el inicio de una acción («no te pongas a estudiar», «evita ponerte a estudiar».
Ahora bien, ¿qué tipo de redacción exhibe la expresión
griega «me mu jáptu»?
¿Una prohibición o mandato
negativo con el modo imperativo y en el tema temporal del presente?
¿Una prohibición con el modo subjuntivo y en el tema
temporal del aoristo?
Efectivamente,
«jáptu» consiste en una forma verbal en tiempo presente, modo
imperativo, en la segunda persona del singular («tú»).
Con relación a la
diátesis o voz de la forma verbal «jáptu», es preciso hacer algunas observaciones.
Por un lado, según el
«Léxico griego español del Nuevo Testamento», de Alfred E. Tuggy, «jáptu» sería
una forma verbal con la morfología de la voz media, pero con el sentido de la
voz activa, pues su forma léxica sería «jáptomai» (tocar, alcanzar, poner la
mano sobre, acometer, atacar, emprender, relacionarse con, ofender, injuriar),
o sea, una forma verbal de un verbo deponente.
Sin embargo, a la luz
del «Diccionario del griego bíblico, Setenta y Nuevo Testamento», 2da revisión,
de Amador Ángel García Santos, el «Diccionario griego español del Nuevo
Testamento», de Inmaculada Delgado Jara y del «Diccionario griego español de
griego clásico VOX», de José M. Pabón, «jáptu» sería una forma verbal en voz
media, del verbo «jápto», que en voz activa significa “encender”, “iluminar”
(regido por el acusativo); y que en la voz media (regido por el genitivo) significa: “tomar”, “agarrar”, “coger”, “tocar”, “tomar
para sí”, “perjudicar”, “injuriar”.
Luego, debo decir que
el punto de vista del diccionario de Amador Ángel García Santos, del
diccionario de Inmaculada Delgado Jara y del diccionario José Pabón, es el
acertado.
En consecuencia, la
expresión griega «me mu jáptu» (prohibición o mandato negativo en el tema temporal
de presente y con el modo imperativo, no en el tema temporal del aoristo y con
el modo subjuntivo), ha de traducirse: «No me sigas tocando», «deja de
tocarme», «suéltame, «deja de aferrarte a mí», «deja de retenerme» (un mandato
negativo que demanda el cese una acción ya iniciada, en pleno desarrollo).
Luego, una vez
más, coinciden en ser acertadas y en una misma proporción, una prestigiosa
versión de la Biblia, una versión con una excelente «imagen pública» (la quinta
edición de La Biblia de Jerusalén, 2018: «Deja
de tocarme»), y una versión con una «pésima imagen pública», La «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» («Deja de
colgarte de mí»).
¿Conocen ustedes otras
versiones de la Biblia que sean acertada aquí como la prestigiosa, pero no
perfecta, «Biblia de Jerusalén» (2018), y la tan cuestionada, pero tampoco
perfecta, «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras»?
Finalmente, a manera de
ilustración, anexo tres imágenes con los textos a los que aquí he hecho
referencia.
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y eclesiástico), traducción bíblica, gramática española aplicada, etc., todo el
año, año por año.
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