Dígrafos, fonemas y grafemas ¿Qué fue lo que realmente pasó con la «ch» y la «ll» a partir de 2010?


Dígrafos, fonemas y grafemas

¿Qué fue lo que realmente pasó con la «ch» y la «ll» a partir de 2010?

Nociones de lingüística y gramática española

Héctor B. Olea C.

Para tener la mejor comprensión de lo ocurrido con la «ch» y la «ll» a partir del año 2010, con la llamada Nueva Gramática y nueva ortografía de la Lengua española; tenemos que familiarizarnos con algunos aspectos vitales del estudio científico de la lengua, la lingüística.

En tal sentido, es preciso tener en cuenta que el estudio científico de la lengua involucra tres aspectos esenciales: el fónico (estudiado por la fonética y por la fonología), el formal o gramatical (estudiado por la morfología y la sintaxis), y el sémico (estudiado por la lexicología y la semántica).

Luego, en el plano fónico (el de los sonidos), que es el que nos interesa aquí, se habla de los «fonemas», que no son más que las unidades lingüísticas más pequeñas, aislables y conmutables, carentes de significado.

Consecuentemente, con relación a los fonemas hay algunos principios vitales que se deben tener en cuenta:

En primer lugar, cada lengua tiene un número específico y limitado de fonemas (el español general, por ejemplo, tiene veintidós o veinticuatro fonemas, diecisiete o diecinueve consonánticos y cinco vocálicos).

En segundo lugar, hay más letras que fonemas.

En tercer lugar, hay letras que no representan, que no coinciden con fonema alguno (por ejemplo, la v, q, h, w).

En cuarto lugar, los fonemas son abstractos (no son físicos o materiales), pero se representan al nivel fónico por los sonidos lingüísticos y a nivel gráfico por las letras, grafías o grafemas, y por los dígrafos.

En quinto lugar, el alófono o sonido que es la realización del fonema, no tiene significado ni cambia el de la palabra, pero varía y no es precisamente el mismo dependiendo de la posición del fonema en la palabra o cadena hablada, y de la procedencia geográfica del hablante, entre otros actores.

En tal sentido, es preciso decir que una palabra puede ser sometida a tres tipos de análisis interno: el análisis fonemático (que procura establecer los fonemas y la cantidad de fonemas empleados en la conformación de una palabra); el análisis silábico (que procura establecer el tipo y la cantidad de sílabas que tiene una palabra), y el análisis morfemático o morfológico (que procura determinar la cantidad de morfemas que conforman una palabra).

Las letras, grafías o grafemas

Las letras, grafías, grafemas en incluso los dígrafos, constituyen la representación de los fonemas al nivel gráfico (en la escritura).

Pero letra o grafía y grafema no son precisamente lo mismo.

Por un lado, los «grafemas» son las unidades más pequeñas de la escritura que no pueden ser divididas. En tal sentido, son grafemas la «be» (b), la «pe» (p), la «eme» (m); en fin, todas las letras o grafías simples que no resultan de la combinación de dos grafemas previamente existentes de manera individual en el alfabeto de la lengua.

Pero la «letra» o «grafía», puede ser simple (como los «grafemas») o compuesto, o sea, el resultado de la combinación de dos grafemas (como los dígrafos o digramas).

Luego, el alfabeto o abecedario no es más que la presentación ordenada de los todos grafemas de una lengua.

Los dígrafos o digramas

Pero la lengua no sólo dispone de los «grafemas» o unidades simples para representar gráficamente los fonemas; también dispone de una serie de combinaciones de letras o grafías (fonemas consonánticos) para representar ciertos fonemas.

Dichas combinaciones (dígrafos o digramas) pueden resultar de combinar o juntar dos grafemas independientes, o de repetir (duplicar, geminar) un mismo grafema, pero representando un solo sonido, un solo fonema.

El español cuenta con las siguientes cinco combinaciones de fonemas consonánticos (dígrafos o digramas):  

El dígrafo «ch» para representar el fonema «ch», como en chorro, concha, chula, etc.

El dígrafo «ll» (duplicación o geminación de la letra ele), para representar el fonema «ye», como en: calle, callar, llama, etc.

El dígrafo «gu» para hacer posible que la «g» represente el fonema «g», como en gato, seguido por el fonema vocálico «e» (como en: guerra, guerrero, guepardo, etc.); y cuando es seguido por el fonema vocálico «i» (como en: guiso, guitarra, guiño, etc.).

El dígrafo «qu» para hacer posible que la «q» represente el fonema «k», seguido por el fonema vocálico «e» (como en: queso, quemar, querer, etc.); y cuando es seguido por el fonema vocálico «i» (como en: quiero, quitar, quimera, etc.).

El dígrafo «rr» para representar el fonema «r» fuerte (fonema vibrante múltiple) dentro de la palabra (como en: carro, cerrar, chamarra, etc.).

Lo que realmente pasó con los dígrafos «ch» y «ll» a partir del año 2010

Lo que realmente sucedió con los dígrafos «ch» y «ll» para el año 2010, es que la Real Academia Española y la Asociación de Academias de Lengua Española (ASALE), optaron por considerarlos como lo que en realidad son y siempre fueron:  dígrafos o digramas (combinación de dos letras o grafemas ya existentes en el alfabeto de la lengua española) que representan un fonema, un solo sonido; y no simples grafemas.

Por supuesto, la Real Academia Española misma y la ASALE pusieron de relieve que los dígrafos «ch» y «ll» fueron considerados letras, o sea, como si fueran grafemas, desde 1754.

Consecuentemente, a partir del año 2010, a la luz de las disposiciones de la RAE y ASALE, los grupos consonánticos «ch» y «ll» se han de considerar como lo que en realidad son, dígrafos, pero no letras o grafemas (unidades simples e indivisibles).  

Concluyendo, el estudio de los fonemas en el ámbito del estudio de las lenguas bíblicas es importante:   

En primer lugar, porque nos permite conocer las características propias y peculiares de las lenguas involucradas en el plano fónico (de la lengua materna o propia de los estudiantes) y de las lenguas objeto de estudio (las lenguas bíblicas).  

En segundo lugar, porque favorece una mejor comprensión de la relación que existe entre los fonemas, los sonidos lingüísticos (alófonos) y las grafías o letras (grafemas y los dígrafos).

En tercer lugar y, finalmente, porque, por un lado, nos permite tener una mejor comprensión de la naturaleza y las formas de los significantes (expresiones) de los signos lingüísticos en las lenguas involucradas.

Por otro lado, porque nos ayuda a poder realizar con propiedad una transcripción (transliteración) adecuada de las palabras en conformidad a los fonemas y grafías propios de las lenguas involucradas.

En todo caso, no es posible negar que, mientras más elemental sea el estudio de las lenguas bíblicas, menos notable se hará la necesidad de tener un buen dominio de la lengua materna (la lengua propia); pero más mientras más abarcador, completo y ambicioso sea el estudio de las lenguas bíblicas, más notoria se hará la necesidad de conocer de la mejor manera posible la lengua propia, la lengua materna, en fin, estar familiarizado con el estudio científico de la lengua (la lingüística); así de sencillo.

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