«Oiréis de guerras», y el valor
aspectual del verbo griego
Cuestiones de lingüística,
gramática y traducción bíblica
Héctor B. Olea C.
Toda forma verbal griega supone dos variables vitales: el tiempo en que se supone que ocurre o se realiza la acción verbal (valor temporal), y el aspecto (valor aspectual) que indica la forma en que la persona hablante concibe o visualiza la acción verbal.
Por supuesto, el análisis morfológico completo de toda forma verbal griega abarca siete factores o categorías accidentales: 1) el tiempo (tiempo y tema temporal), 2) el modo, 3) la voz (diátesis), 4) la persona, 5) el número, 6) la forma léxica y 7) el valor aspectual (en realidad determinado sobre todo por el tema temporal, en todos los tiempos y en todos los modos).
En tal sentido, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el sistema verbal griego tiene cuatro temas temporales: 1) el presente, 2) el futuro, 3) el aoristo (1ero y 2do) y 4) el perfecto.
Luego, vale decir que cada tema temporal tiene un valor actual específico: en el presente la acción es de aspecto durativo o en desarrollo, en el aoristo la acción es de valor aspectual puntual e ingresivo, y en el perfecto el valor aspectual de la acción verbal es perfectiva o resultativa (denota que la acción verbal ha llegado a su máximo, señala el efecto permanente de una acción ya cumplida).
En cuanto al futuro, si bien hay quienes piensan que en este tema el valor aspectual es durativo (acción durativa), en realidad el tema de futuro, en lo que respecta al valor aspectual de la acción verbal, es más bien neutro.
En otras palabras, si hay un tema temporal (y tiempo) en el que sobresale el valor temporal (el momento en que se supone que se realiza la acción verbal) es el futuro.
En consecuencia, una forma verbal en el tema de futuro, sencillamente sitúa la acción verbal como por realizarse (deseada, con un valor desiderativo), por supuesto, sin ninguna garantía de que tal acción se pueda llegar a realizar.
Así, la forma verbal «comeré», no sugiere que la acción de «comer» se realiza de manera permanente, que es una acción verbal continua y durativa, sin límite (ad infinitum); es más bien una acción verbal que la persona hablante confía, desea o espera poder realizar en un momento posterior al tiempo en que se habla.
Ahora bien, yendo al texto de Mateo 24.6, llama la atención la forma verbal empleada en el texto griego del referido pasaje bíblico.
Observamos, pues, que el autor de Mateo no empleó una forma verbal simple, en tiempo futuro, del verbo «akúo» (oigo, escucho), verbo que aparece 428 veces en el Nuevo Testamento, según el «Nuevo Léxico Griego Español del Nuevo Testamento», Mackibben, Stockwell y Rivas (Casa Bautista de Publicaciones, 2002).
En realidad, el autor de Mateo empleó una forma perifrástica (forma verbal que involucra más de un verbo, pero que funcionan como uno solo).
En tal sentido, la perífrasis verbal empleada por el autor de Mateo es: «melésete akúein».
Consiste, pues, «melésete», en una forma verbal en tiempo futuro, voz activa, modo indicativo, 2da persona del plural, del verbo «mélo», el cual es explicado por el «Diccionario del griego bíblico, Setenta y Nuevo Testamento», en la siguiente manera: “estar a punto de, ir a, con infinitivo presente, futuro y aoristo, para indicar un acontecimiento que ocurrirá, o que se espera que ocurra en el futuro próximo” (Amador Ángel García Santos, Verbo Divino, 2016).
En tal sentido, es preciso poner de relieve que el segundo elemento de la perífrasis verbal empleada por el autor de Mateo, «akúein», es un infinitivo presente y activo del verbo «akúo» (oigo, escucho, obedecer, etc.).
Consecuentemente, la perífrasis verbal «melésete akúein», en la frase: «melésete de akúein polémus», indica una acción que Jesús considera que va a tener lugar en un futuro cercano, en su propio tiempo, y no una acción que se proyecta hacia el futuro de manera infinita, sin límite (ad infinitum): “ustedes pronto escucharán”, “están a punto de escuchar”, “en breve van a escuchar”.
En este punto me parecen muy oportunas las palabras de Andrea Marcolongo: “Una de las palabras más hermosas del griego es «mélo», la simple idea del futuro, traducible por un simple presente: «estoy a punto de». Y basta. «Estoy a punto de» en presente, y punto…” («La lengua de los dioses, nueve razones para amar el griego», Taurus, 2017, página 47).
Concluyo estas breves líneas con las palabras de Gerd Theissen:
“De los tres terrores apocalípticos - guerras, terremotos y hambre- sólo el último no puede demostrarse directamente; pero hay indicios de dificultades en el suministro de víveres…”
“Los sucesos que el apocalipsis sinóptico llama «comienzo de los dolores»: guerras, terremotos y hambre, pueden referirse por tanto, a los sucesos del año 36 y 37 (hay quienes los ubican entre los años 66 -70 d.C.). En este tiempo pudo surgir en grupos judíos de tendencia apocalíptica (incluidos los cristianos) la impresión de que el fin del mundo era inminente. En efecto, en un corto lapso de tiempo se dio un cúmulo nunca conocido de desgracias: guerras con partos y nabateos, muerte de un emperador, terremotos, la intervención visible de Dios en favor de un profeta que había anunciado el final próximo”.
“A escala general pudo haber sido un año tranquilo; pero el que vive en constante espera de fin del mundo, puede ver fácilmente en pequeños fenómenos de crisis el comienzo de ese fin. Por eso advierte el apocalipsis sinóptico que todavía no es ese fin (Marcos 13.7). Tanto la guerra nabatea como la guerra de Partia acabaron pronto, y la historia siguió adelante. Se habían equivocado” («Colorido local y contexto histórico en los evangelios», páginas 176 y 177, Sígueme, 1997).
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