Una perspectiva consciente pero crítica
Héctor B. Olea C.
Pienso que Mateo 5.9
es un excelente punto de partida para asumir el tema de la relación domínico
haitiana como un tema teológico, como un inevitable asunto que debe formar
parte de la llamada “voz profética” de la iglesia, en este caso, de las
comunidades cristianas y evangélicas.
Pues bien, Mateo 5.9,
como parte del muy conocido “Sermón de la montaña”, nos regala la afirmación de
Jesús: “Bienaventurados (dichosos) los pacificadores, porque ellos serán llamados
hijos de Dios”.
Ahora bien, «los pacificadores»,
es la traducción de la expresión (frase, sintagma) griega «joi eirenopoiói»,
que consiste en un participio articular (con artículo) en tiempo presente, voz
activa, caso nominativo masculino plural (con valor de un sustantivo), del
verbo «eirenopoiéo» (hacer, construir la paz), que significa: constructores de
paz, hacedores de paz, personas que luchan por el establecimiento de la paz, y
no precisa y curiosamente, personas que oran o rezan por el establecimiento de
la paz.
Consecuentemente, me
parecen obvias las implicaciones sociales, y sociopolíticas de la frase «joi
eirenopoiói» (constructores de paz) en el contexto del “Sermón de la montaña”,
y hoy en nuestro contexto histórico, político y sociocultural, para nuestra lectura
bíblica contextual, para nuestro desafío hermenéutico.
En tal sentido,
pienso que justa y precisamente asumimos el compromiso de identificarnos como «joi
eirenopoiói» (constructores de paz) cuando asumimos abierta, sobria y
responsablemente, el tema de la relación domínico haitiana como un inevitable, pertinente
y persistente tema teológico.
Entonces, desde
nuestro punto de vista, pensamos que el abordaje del tema de la relación
domínico haitiana como tema teológico, aunque fuere de manera tentativa o
provisional, debe ir en la siguiente línea.
En primer lugar, debe
mostrarse comprometido con poner de relieve la llamada soberanía y autodeterminación
(conceptos hoy esencialmente relativos) de los pueblos, en igual medida y
proporción tanto respecto de República Dominicana, como de Haití.
En segundo lugar, mostrar
su compromiso con una migración legal y responsable, tanto respecto de Haití
como de República Dominicana. Consecuentemente, el abordaje de la relación domínico
haitiana como tema teológico ha de poner de relieve el derecho de cada nación,
de toda nación, de tener una política migratoria clara, justa, coherente y
consistente, en el contexto de su marco jurídico vigente, y en conformidad a
los tratados internacionales de los que ambos países sean signatarios.
Por supuesto, se
espera que tanto República Dominicana como Haití sean consistentes en su
política migratoria, de forma que no reciban los nacionales haitianos en República
Dominicana, ni los nacionales dominicanos en Haití, un trato vejatorio, ilegal,
discriminatorio, precisamente al margen de legislación migratoria vigente, al
margen del marco jurídico vigente en ambas naciones.
En tercer lugar, debe
exigir que el estado dominicano proteja y garantice los derechos adquiridos de
toda persona de nacionalidad haitiana que entre al territorio dominicano de
manera legal, cumpliendo con las exigencias formales y legales que tiene el
marco jurídico vigente, incluyendo la ley de migración. Por supuesto, lo mismo
se le ha de exigir a la República de Haití respecto de los nacionales
dominicanos que entren de manera legal al territorio haitiano.
En tal sentido, una
postura cristiana responsable debe exigirle al estado dominicano el actuar con
diligencia y responsabilidad, sin miramientos, cuando algún sector o persona de
la sociedad dominicana pretenda atentar contra cualquier persona de nacionalidad
haitiana sólo por el hecho de ser haitiana, al margen de la ley, y violentando
sus derechos adquiridos en el contexto del marco jurídico vigente en la República Dominicana.
Sin duda, no es
posible que se pretenda legitimar que nacionales dominicanos, de manera
personal o en especie de turba, pretendan hacer una aplicación particular de la
ley frente a nacionales haitianos (legales o no), sólo por el hecho de que en
la comisión de un determinado delito se sospeche la participación de una
persona de nacionalidad haitiana.
Tampoco es posible
pretender legitimar que nacionales dominicanos con competencia legal o no,
procuren que algún o todo nacional haitiano debe pagar (ya fuere parte del
conflicto o no), debe sufrir al margen de la ley (y en diversas maneras, por
supuesto), por el simple hecho de que haya existido un conflicto aislado entre un
nacional dominicano y un nacional haitiano.
Además, en caso de
que una persona de nacionalidad haitiana con presencia legal o ilegal en
territorio dominicano, que violente alguna ley o disposición vigente en el
marco jurídico dominicano, dicha persona merece un juicio legal, justo, sin que
se atente contra su integridad física y moral, sin que se actúe al margen del marco
jurídico vigente. Evidentemente, no es, pues, una turba de nacionales
dominicanos la que debe decidir (y sin consecuencias penales para dicha turba) la
penalidad o castigo que se le debe de imponer, en este caso, al nacional haitiano.
En cuarto lugar, el
abordaje de la relación domínico haitiana como tema teológico, debe exigir el
compromiso de las autoridades dominicanas, como de toda la población, de darle a
los nacionales haitianos en territorio dominicano (legales o no), el mismo
trato justo, respetuoso y solidario que deseamos y esperamos que se le brinde a
nuestros compatriotas dominicanos (legales o no), en cualquier y toda parte del
mundo.
En quinto lugar, ciertamente
tiene el estado dominicano (como el estado haitiano) el derecho de repatriar a
toda persona que haya entrado de manera ilegal al territorio dominicano; sin
embargo, esto no significa que en dicho proceso se justifique el que no se
respete la normativa legal al respecto, ni que se violenten ni dejen de garantizarse
los derechos fundamentales de la persona de nacionalidad haitiana, como de
cualquier otro ser humano.
Por supuesto, las
autoridades dominicanas, la población dominicana en general, así como los
distintos grupos religiosos, deben estar atentos para que sea la ley, y no el
prejuicio histórico y racial el que determine el trato que debe recibir todo
nacional haitiano en territorio dominicano.
En sexto lugar, no es
posible ni legítimo que el estado dominicano asuma las consecuencias tristes y lamentables
de la inestable y crítica historia democrática del vecino y hermano país Haití;
sin embargo, tampoco es imposible que, como en efecto lo hace y ha hecho (de
manera formal e informal), la República Dominicana, de manera clara, responsable
y en una proporción adecuada, le extienda un brazo solidario y compasivo a la
hermana República de Haití.
El séptimo lugar, el
sector religioso de la República Dominicana, como el que propiamente
representan las comunidades evangélicas, debe comprometerse a hacer mucho más que
sencillamente “orar” o “rezar” por el tema de la relación domínico haitiana. En
realidad deben los sectores religiosos nacionales comprometerse a que, como
muchos otros temas relevantes, el tema de la relación domínico haitiana tenga
una presencia perenne y notoria en el ejercicio de la llamada “voz profética”
de la iglesia.
En octavo lugar, deben
comprometerse las comunidades evangélicas a tener una voz activa por la defensa
de la garantía de los derechos humanos, de la integridad física, de los
derechos adquiridos, de las propiedades adquiridas por personas de nacionalidad
haitiana, como del nacional de cualquier otro país, con presencia legal o
ilegal en territorio dominicano.
Además y, en tal
sentido, Mateo 7.12 (“Así que, todas las
cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”) nos
provee un interesante y valioso referente (el de la reciprocidad), para que
nosotros, los dominicanos, le ofrezcamos a los nacionales haitianos, como al
nacional de cualquier otro país del mundo, el mismo trato que esperamos que se
le dé a nuestros compatriotas dominicanos en todo y cualquier país del mundo.
En conclusión, este
es, pues, mi granito de arena al tema en cuestión. Ojalá muchas otras personas
también se animen y se atrevan a plantear y a exponer su contribución de manera
sobria, y sin prejuicios; asumiendo el ser “constructores de paz” como un
compromiso ineludible, en el marco del testimonio cristiano, como parte de la
ética social cristiana. Después de todo, no habrá paz social, sin justicia
social, así de sencillo.
“Clama a
voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo
su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado. 2Que me buscan cada
día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que
no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren
acercarse a Dios. 3¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso;
humillamos nuestras almas, y no te diste por entendido? He aquí que en el día
de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a todos vuestros
trabajadores. 4He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para
herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea
oída en lo alto. 5¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija
el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y
de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?6¿No es
más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las
cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo
yugo? 7¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres
errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te
escondas de tu hermano? 8Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu
salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de
Jehová será tu retaguardia. 9Entonces invocarás, y te oirá Jehová;
clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo
amenazador, y el hablar vanidad; 10y si dieres tu pan al hambriento,
y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad
será como el mediodía. 11Jehová te pastoreará siempre, y en las
sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de
riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. 12Y los
tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación
levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas
para habitar” (Isaías 58.1-12).
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