Algunas observaciones pertinentes
Héctor
B. Olea C.
Las personas que vana
y erróneamente quieren insistir en que: 1) el Cristianismo no es una religión
gentil (sino hebrea en algún sentido); 2) que el Nuevo Testamento no tuvo como
idioma original el griego (sino el hebreo o arameo); 3) y que éste (el Nuevo
Testamento) debe entenderse en clave judía, y que, por lo tanto, hay que volver
a las raíces hebreas de la fe cristiana; no deberían perder de vista el que de
manera deliberada y consciente, el cristianismo, la fe cristiana, toma
distancia de la fe judía en cuatro aspectos vitales de la misma, y con la
presunción además, de ser la legítima continuación, incluso superación y el
ideal e indiscutible reemplazo de la fe y esperanza judía.
Consecuentemente, la
fe cristiana reniega y toma distancia de la fe judía, en primer lugar, en la
manera en que de forma deliberada y consciente el Nuevo Testamento evitó hacer
suyo el «Shemá‛» (Deuteronomio
6.4; Marcos 12.29, 32; Mateo 23.9), pues dicho lema pone bajo serio cuestionamiento
la concepción cristiana de la deidad como una trinidad, ya sea en forma
modalista, ya en forma ontológica. De hecho, en el Nuevo Testamento mismo sólo
la figura de Jesús (que por cierto no fue cristiano) puso en sus labios y de
relieve el papel, vigencia y continuidad del «Shemá‛» en el marco de la fe
judía.
En segundo lugar,
cuando de manera deliberada y sin remordimiento alguno desechó y sigue
desechando la circuncisión como señal del pacto de Dios (YHVH) con Abraham, a
pesar de los cristianos considerarse por igual (como y junto a los judíos)
herederos legítimos de Abraham (compárese Génesis 17.10-14; 21.4; Hechos 9.8
con la forma en que por lo general el Nuevo Testamento abordó el tema de la
circuncisión, por ejemplo Romanos 2.25-29 como caso ilustrativo). Por supuesto,
en la misma línea va la característica postura cristiana y evangélica frente al
«séptimo día»,
como «Día de reposo» (marca
indeleble de la fe judía), en contraste con el «primer
día» de la semana como «Día
del Señor» (marca indeleble de la fe cristiana y
evangélica).
En tercer lugar,
cuando de manera deliberada, sin pesar y con orgullo sustituye la función de la
«Toráh»
por la de Jesucristo, a quien, según la perspectiva estrictamente cristiana,
apuntaba la «Toráh» (Romanos
10.4; Gálatas 3.24-25; Juan 1.1-3, 17).
En todo caso y, para
ser consistente, no puedo ni debo dejar de lado una influencia innegable del
vocabulario judío, aunque vía la corriente judío mesiánica, en el vocabulario
de muchos líderes y comunidades cristianas y evangélicas que, sin duda y,
curiosamente, tienen diferencias radicales con el pensamiento judiomesiánico.
En este punto, hago referencia específica al uso ya habitual y recurrente de la
frase o expresión «El Eterno», en lugar, en sustitución de la palabra «Dios», en
frases o expresiones tales como “Dios te bendiga”, “Dios esté contigo”, “Dios
te siga usando”, “Gracias a Dios”, etc.
Ahora bien, lo cierto
es que en realidad la expresión «El Eterno», es, por un lado, una forma de hacer
referencia a «YHVH», evitando
la cuestión de su pronunciación supuestamente original, y enfatizando su
carácter de “nombre sagrado”, así como con el empleo de la expresión «Hashém»,
tanto en el vocabulario teológico, judío, como incluso en traducciones del
Tanaj hecha por eruditos judíos, como por ejemplo, «La
Biblia Hebreo–Español» (dos volúmenes),
de Moisés Katznelson.
En suma, la expresión
«El Eterno» tiene
un fuerte e indiscutible trasfondo en la Biblia Hebrea y en el vocabulario
teológico judío, no así en el Nuevo Testamento y en vocabulario teológico
cristiano, donde de manera estricta sólo un texto del Nuevo Testamento refleja
ese trasfondo hebreo, a saber, Romanos
16.26. De todos modos, la expresión o frase «El
Eterno», tiene el ADN de la tradición textual y teológica
judía, y no propiamente de la fe cristiana, como lo demuestra el Nuevo
Testamento mismo, así de sencillo.
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