Una reflexión crítica en torno a Marcos 12.35-37
Héctor
B. Olea C.
Llama la atención cómo, según la tradición
sinóptica (apelando al Salmo 110.1 en la Septuaginta, mediante una lectura
evidentemente cristológica), Jesús se sirva de la tradición de evitar la
pronunciación de «YHVH», para, por un lado, restarle importancia al linaje
davídico del Mesías, de no considerarla decisiva, y por otro lado, para
resaltar la relación especial que habría de tener el Mesías con «YHVH», obviamente,
en el marco de la noción cristiana del Mesías, al margen de las expectativas
judías mesiánicas aún vigentes.
En Marcos 12.36 (lo mismo que en Mateo 22.44;
Lucas 20.42) en la expresión «eipen kúrios to kuríu mu» («dijo el Señor a mi
Señor»: «kúrios» (nominativo masculino singular) hace referencia a «YHVH», el
Dios del Tanaj (vocalizado «YeHVaH», en el Códice de Leningrado B19, como un
«quere perpetuo»). Por otro lado, «to kurío» (dativo masculino singular), hace
referencia al Mesías, en Marcos 12.36 (y los paralelos: Mateo 22.41-46; Lucas
20.41-44).
Ahora bien, es «to kurío» (dativo singular masculino)
exactamente la traducción que hizo la Septuaginta en el Salmo 110.1, de la
expresión hebrea «la’doní», expresión
compuesta por la preposición «le» (a, para), por el sustantivo «’adón»
(Señor), y por el sufijo de la primera persona común singular «i» (yo): «a mi
señor».
De todos modos, no puedo dejar de poner de
relieve que mientras que Mateo, Marcos y Lucas, citando la Septuaginta, los
tres consistentemente dicen «éipen kúrios to kuríu mu» (un señor dijo a un señor
mío); en cambio, la Septuaginta más bien dice «éipen jo kúrios to kuríu mu» (el
señor dijo a un señor mío), o sea, empleando la palabra «kúrios» (señor), en la
primera mención (en caso nominativo) con el artículo definido «jo», o sea, «jo
kúrios» (el señor).
Ahora bien, con relación a cómo se ha
comentado el pasaje de Marcos 12.35-37, traigo a colación lo que plantea el
«Comentario Bíblico San Jerónimo», cito:
“La pregunta de Jesús es simple en sí misma,
pero se han propuesto tres maneras distintas de entenderla: 1) Jesús pone en
duda el origen davídico del Mesías. Por ser galileo, «hijo de un carpintero»,
él no podría ser el Mesías; en consecuencia,
trata de probar que el Mesías no pertenece necesariamente al linaje de
David. 2) Jesús insinúa que el Mesías es mucho más que un simple descendiente
de David, pues tiene un origen trascendente, más alto que el mismo David. Se
trataría de un nuevo paso en la autorrevelación de Jesús. 3) Se supone que
Jesús alude indirectamente a la visión del Hijo de hombre (Dn 7,13);
efectivamente, es Hijo de David, pero también algo más: Hijo de hombre en un
sentido excepcional. De las tres interpretaciones, sólo la segunda resulta
convincente a la larga (cf. J. A. Fitzmyer, «Concilium» 20 [1966], 434-48). La
pregunta que hace Jesús no va tanto a negar que el Mesías sea Hijo de David
cuanto a declarar que es eso y mucho más” (Comentario al Evangelio de Marcos,
12.37, página 132).
Por supuesto, lo que plantea el «Comentario
Bíblico San Jerónimo», está supeditado a la conclusión a la que lleguemos
respecto de si la figura histórica de Jesús se llegó a considerar así mismo el
Mesías, y además, en qué sentido.
En este punto, creo que no debemos perder de
vista la oportuna observación de Raymond E. Brown: “Hay muy pocas razones para
apoyar la opinión según la cual, aunque Jesús afirmó claramente que él era el
Mesías, los oyentes no lo entendieron porque eran torpes y duros de corazón.
Más bien se necesitó tiempo después de su muerte para que las ideas judías
sobre el Mesías se modificaran o adaptaran para ajustarse a la historia de
Jesús, de suerte que los creyentes pudieran reconocerle sin reservas como el
Mesías en todas las fases de su vida («Introducción a la cristología del Nuevo
Testamento», Sígueme, página 94, nota al pie de página # 16).
“En particular, sigue Raymond E. Brown,
aunque la esperanza judía del Mesías estuvo muy idealizada, no hubo la espera
de un Mesías divino en el sentido en que Jesús es declarado Hijo de Dios.
Además, en cualquiera de las etapas del desarrollo precristiano del pensamiento
mesiánico nunca faltó un tinte nacionalista, así como el mismo concepto
veterotestamentario de salvación nunca estuvo desprovisto de aspectos terrenos
y nacionalistas. Es erróneo e injusto decir que los judíos del tiempo de Jesús
habían corrompido la idea del Mesías como salvador espiritual convirtiéndolo en
secular y nacionalista, y que Jesús devolvió el concepto a su significado
originario. La comprensión cristiana de un Mesías espiritual con un reino que
no es de este mundo fue más un cambio que una restauración, un cambio que los
cristianos creen que hizo que la expectativa mesiánica alcanzara un brillante
cumplimiento, pero al fin y al cabo un cambio (obra citada, pagina 179, nota al
pie de página #5).
Concluyo, pues, citando lo que E. P. Sanders
(«La figura histórica de Jesús», Verbo Divino, 2005) en relación al título de “Mesías”,
cito:
“Como la cuestión del significado del término
“Mesías”, aplicado a Jesús, es compleja, voy a enumerar las ideas principales a
modo de resumen:
1) La
literatura judía anterior a Jesús, o contemporánea suya, no dio una definición
única de la palabra “Mesías”.
2) Jesús,
probablemente no consideró “Mesías” como el título más adecuado para describir
quién era él.
3) Después
de su muerte y resurrección, sin embargo, los discípulos de Jesús decidieron que
este título, uno de los más honoríficos que podían imaginar, le pertenecía.
4)
En
un sentido muy general, correspondía a la visión que tenía de sí mismo: sería
el jefe en el Reino venidero.
5) Los
discípulos también podían recordar, sin embargo, que rechazó la ambición
mostrada por Pedro a cuenta suya, y que, después, tres de ellos (Pedro, Jacobo
y Juan) tuvieron una visión en la cual lo vieron glorioso con Moisés y Elías
(Marcos 9.2-13). Según la Biblia, Elías fue llevado en cuerpo al cielo, y la
tradición judía a menudo confirió el mismo honor a Moisés. La presencia de Jesús
en medio de ellos, en la visión de los discípulos, da testimonio de una categoría
verdaderamente alta –una vez más, no precisamente la de “Hijo de David” o “Mesías”-.
Ambos, Elías y Moisés, eran profetas.
6)
Al
final, los cristianos primitivos conservaron el título “Mesías”, pero le dieron
una definición nueva para que concordara con su experiencia: Jesús se convirtió
para ellos en una nueva clase de “Mesías”, un “Mesías” que había actuado como
taumaturgo y profeta durante su vida, pero que era también Señor celestial que volvería
al final. Esta definición de Mesías -profeta, taumaturgo y Señor celestial- es post factum (en retrospectiva): los cristianos primitivos lo veían
así y además lo llamaban “Mesías”. Por lo que sabemos, el término “Mesías” no
se había definido de esa manera con anterioridad” (páginas 265-266).
¡Hasta la próxima!
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