La palabra abominación en relación a Sodoma y Gomorra

¡Que no panda el cúnico! ¿Pero qué juicio, ni que juicio? Si ni Sodoma ni Gomorra fueron destruidas por homosexualidad alguna; nuestra sociedad tampoco. Por supuesto, el error que ha caracterizado a la por lo general opinión cristiana y evangélica respecto de la desaparición de las dos ciudades en cuestión, induce a cometer el mismo error en relación a la forma en que se entiende que la homosexualidad ha de impactar las sociedades de hoy.

Ahora bien, la debida coherencia y consistencia metodológica demanda el que una vez se ha constatado que definitivamente las dos referidas ciudades jamás fueron destruidas teniendo a la homosexualidad como causa; se impone o al menos se nos induce a repensar la forma en que entendemos que la homosexualidad habrá de impactar las sociedades modernas, incluso la idea que tenemos de la homosexualidad misma.

Esto así, pues es innegable que uno de los soportes de mayor peso para el argumento religioso, cristiano y evangélico en contra de la homosexualidad es precisamente el supuesto castigo divino del que fueron objeto las dos mencionadas ciudades, con base en su supuesta, sospechada y descarada homosexualidad.

Ahora bien, Sodoma y Gomorra, ¿abominables en qué sentido? (Ezequiel 16.50). Llama la atención que si bien el coito homosexual estaba entre las catorce causales de “abominación” en el código mosaico; lo cierto es que ningún autor o redactor en la tradición bíblica acusa a Sodoma y Gomorra de haber cometido abominación teniendo como causa el coito homosexual. Repito, ningún autor o redactor bíblico hizo esa asociación, ni siquiera la figura  histórica de Jesús de Nazaret.  

Sin duda alguna, podemos decir que la palabra “abominación” es aplicable a Sodoma y Gomorra en varios sentidos, pero no necesaria y únicamente, en relación y apuntando al coito homosexual. Es más, por todas las evidencias, factores y textos considerados, es el coito homosexual el que menos sobresale y el que menos salta a la vista en la lista de pecados de estas dos ciudades.  

Además, es preciso tener en cuenta que la palabra “abominación” no se usa en la Biblia en conexión a Sodoma y Gomorra de manera directa, y mucho menos en conexión al coito homosexual.

Pero, si por encima de todo y en contra de todas las evidencias se insiste en que la palabra “abominación”, en lo que a Sodoma y Gomorra se refiere, apunta ante todo, y de manera estricta y particular al coito homosexual; ¿se atreverán a sostener la deducción lógica, los que insisten en esa idea y, sin sacarle el cuerpo a la perspectiva del profeta Ezequiel, de que el coito homosexual habría sido más practicado y abundante en Israel y Judá que en Sodoma y Gomorra? ¿Se atreverán a ser coherentes y consistentes?

“Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las abominaciones que tú hiciste. 52Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión, por cuanto has justificado a tus hermanas” (Ezequiel 16.51 y 52)

Finalmente, y como evidencia a considerar seriamente, es imposible obviar en este análisis que el profeta Jeremías al plantear toda una seria de males que estaba caracterizando a los profetas de Judá (y que a Dios hacía recordar a Sodoma y Gomorra), no se encontrara entre ellos el coito homosexual. Cito: “Y en los profetas de Jerusalén he visto torpezas; cometían adulterios, y andaban en mentiras, y fortalecían las manos de los malos, para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra” (Jeremías 23.14)

Por supuesto, este pasaje de Jeremías plantea que los pecados de Sodoma y Gomorra eran similares y prácticamente los mismos que los de Israel y Judá, así de sencillo.

Al final y, en sentido general podemos decir que cualquier cosa (concepto, idea, hecho, etc.) que se entienda contraria a la voluntad de Dios, y que vaya en perjuicio del prójimo; muy bien puede considerarse “abominación” (considérese Proverbios 11.20; 12.22; 15.8, 9, 26; 16.5; 17.15; 24.9).


¡Caso cerrado!

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