«Jará» («hará») en Isaías 7.14, ¿verbo o sustantivo? Nociones de morfosintaxis (gramática) hebrea


 
«Jará» («hará») en Isaías 7.14, ¿verbo o sustantivo?
Nociones de morfosintaxis (gramática) hebrea

Héctor B. Olea C.

Reaccionando en contra de la traducción en futuro, «concebirá», de la versión Reina Valera1960, en más de una ocasión he escuchado decir que en el texto hebreo de Isaías 7.14 el verbo «concebir» está en tiempo pasado.

Ahora bien, ¿es esto cierto? ¿Qué tanto dominan la gramática hebrea las personas que dicen esto?

Veamos.

Por un lado, la traducción «concebirá» (RV 1960) es la traducción de la palabra hebrea «jará» («hará»).

Pero, no es posible negar que la palabra «jará» («hará») puede ser una forma verbal (de la tercera persona masculina singular, con un sujeto masculino singular) o un sustantivo femenino singular (que funciona como un adjetivo, como un atributo).

Por otro lado, ¿a cuál de estas dos opciones favorece la sintaxis hebrea?

En nuestra opinión, para responder adecuadamente esta pregunta, es preciso tener en cuenta las siguientes consideraciones.

En primer lugar, cuando la palabra «jará» («hará») es verbo, que tiene de sujeto nominal un sustantivo de género masculino y singular, y como sujeto pronominal a la tercera persona masculina singular; pero cuando es un sustantivo (y que funciona como un adjetivo o atributo en una oración atributiva o nominal, estará sintácticamente relacionado con un sujeto femenino singular (que es el caso de Isaías 7.14).

En tal sentido, cuando la palabra «jará» («hará») funciona como verbo, ha de tener de sujeto a la tercera persona masculina singular (aunque en sentido figurado, como se puede observar en el Salmo 7.14, o 15), o a un sustantivo masculino singular; jamás a la tercera persona femenina singular o un sustantivo femenino singular, que es el caso de Isaías 7.14.

Consecuentemente, «jará» («hará») como verbo (en el Salmo 7.14 o 15) tiene de sujeto a la tercera persona masculina singular, la misma tercera persona masculina singular de la forma verbal que la precede, «yejabel», un imperfecto de la conjugación piel, tercera persona masculina singular del verbo «lejabél» (concibió).

Nota: En lo que al hebreo bíblico respecta, la raíz «lejabél» puede tener tres sentidos distintos: 1) tomar algo como garantía o fianza, actuar como fiador o empeñarse; 2) concebir, en sentido literal (una mujer), en sentido figurado (un hombre; 3) hacer daño, perjudicar, destrozar.

Obviamente, no es posible olvidar que en hebreo el género gramatical es uno de los accidentes gramaticales del verbo, cosa que no ocurre en griego ni en español.

En consecuencia, la palabra «jará» («hará») no puede ser asumida en Isaías 7.14 como una forma verbal, pues allí no está conectada sintácticamente con un sustantivo masculino singular (sujeto nominal) ni tiene como sujeto pronominal a la tercera persona masculina singular.

Insisto, en Isaías 7.14 la palabra «jará» («hará»), como verbo en el perfecto cal (qal) de la tercera persona masculina singular, no puede tener un sujeto femenino singular, pues, como verbo, es una forma verbal de la tercera persona masculina singular.

Luego, la forma verbal femenina y contraparte de la forma masculina «jará» («hará»), es «jaratá» («haratá»), que sí ha de tener un sujeto femenino singular, como se puede observar en Génesis 16.4 y 5, teniendo de sujeto nominal a Agar, un sustantivo y sujeto femenino singular.

Consecuentemente, como verbo que ha de tener un sujeto femenino singular, «jaratá» (ella concibió), no «jará» («hará»), no está presente en Isaías 7.14).

La palabra «jará» («hará») en Isaías 7.14 es un sustantivo (que funciona como adjetivo)

Después de poner de relieve que, gramaticalmente (morfosintácticamente) «jará» («hará») no puede ser una forma verbal (verbo conjugado) en Isaías 7.14, porque como verbo habría de tener un sujeto masculino singular (como en el Salmo 7.14 o 15; pero como en Isaías 7.14 está conectada sintácticamente con un sustantivo femenino singular, «ja-almá» (la joven, la muchacha, la mujer joven), no queda otra opción que asumir que «jará» («hará») en Isaías 7.14 es un sustantivo (que funciona como un adjetivo) en una construcción oracional atributiva o nominal.

Pero, ¿cómo funciona «jará» («hará»)? ¿Cómo un adjetivo atributivo o como un adjetivo predicativo?

En virtud de que en Isaías 7.14 la palabra «jará» («hará») aparece conectada sintácticamente a un sustantivo femenino determinado, sin embargo «jará» («hará») está indeterminado; tenemos que concluir que en Isaías 7.14 está presente una oración atributiva (nominal) en la cual «ja-almá» (la joven) funcionan como sujeto (femenino singular), y «jará» («hará») como un atributo (femenino singular).

Por supuesto, se ha de tener siempre presente que las oraciones atributivas o copulativas (nominales), desde el punto de vista temporal son más bien neutras o atemporales. En otras palabras, que no expresan por sí mismas un valor temporal específico, pues su valor temporal depende más bien del contexto.

Es decir, las oraciones atributivas, copulativas o nominales, se sitúan temporalmente en el tiempo o esfera temporal (del presente, del pasado o del futuro) que indique o sugiera el contexto.

En suma, como oración atributiva o copulativa (nominal) que realmente es, la expresión hebrea «ja-almá jará» («hará»), contextualmente, muy bien puede ser traducida: la joven está embarazada, la joven estaba embarazada, la joven estuvo embarazada (concibió), la joven estará embarazada (concebirá).

En conclusión, independientemente del tiempo en que se sitúe la oración atributiva (nominal) «ja-almá jará», una cosa es cierta e indiscutible: en Isaías 7.14 «jará» («hará»), no es verbo (y estrictamente de la tercera persona masculina singular), sino un «sustantivo» (sintácticamente un atributo femenino singular).

Como siempre, invito a considerar la imagen anexa con la cual espero hacer más comprensibles estas líneas.

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«Vence el mal con el bien» o «Sigue venciendo el mal con el bien» en Romanos 12.21, cursos de griego


«Vence el mal con el bien» o «Sigue venciendo el mal con el bien»

¿Cuál de las dos traducciones refleja mejor el texto griego de Romanos 12.21?
Una pregunta que me fue planteada

Héctor B. Olea C.

Leído en la versión «Reina Valera 1960» y otras, Romanos 12.21 dice: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal».

Pero leído en la versión «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras», dice: «No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien».

Luego, la pregunta que se me ha planteado es: Profesor, ¿cuál de estas dos versiones refleja mejor el texto griego de Romanos 12.21?

Y he aquí mi respuesta.

Pero para ofrecer una respuesta objetiva y bien fundamentada a la pregunta plateada, pienso que se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones.

En primer lugar, el texto griego de Romanos 12.21 consiste en una oración compuesta por coordinación, conformada por dos proposiciones adversativas y cada proposición tiene como núcleo verbal un imperativo de presente: la primera proposición involucra un mandato negativo o prohibición con un imperativo de presente, pero la segunda proposición un mandato positivo con un imperativo de presente.

En segundo lugar, en griego los mandatos positivos (no prohibiciones) redactados con un imperativo de presente, en situaciones particulares o específicas, procuran la continuación de una acción verbal ya iniciada, en proceso, en desarrollo: «estudia», con el sentido de: «sigue estudiando», «continúa estudiando».

Pero si la acción verbal que se exige todavía no ha iniciado, se pide que dicha acción inicie y continúe (permanezca) en el futuro: «estudia», pero con el sentido de:
«comienza a estudiar y sigue estudiando».

En tercer lugar, en griego, también en situaciones particulares o específicas, los mandatos negativos (o prohibiciones) redactados en el tema de presente indican la demanda del cese de una acción en proceso, ya iniciada: «no estudies», con el sentido de «deja de estudiar», «no sigas estudiando».

En cuarto lugar, pero también las normas o preceptos generales (en forma de mandatos positivos o prohibiciones) también se expresan con el modo imperativo en el tema temporal del presente.

En quinto lugar, en el texto en cuestión (Romanos 12.21) las traducciones «no seas vencido de lo malo», «no te dejes vencer por el mal», son el reflejo de un mandato negativo (prohibición) en el texto griego, conformado por el negativo «me» y por la forma verbal «nicó» («nikó»), un imperativo de tiempo presente, en voz pasiva, de la segunda persona del singular, del verbo «nicáo» («nikáo»): yo venzo, yo salgo victorioso en un combate o en una competición. competencia.

Observación: El modo imperativo griego existe en tres temas temporales (presente, aoristo y perfecto) de los cuatro con que cuenta el sistema verbal griego (presente, aoristo, futuro y perfecto) y en las tres voces del sistema verbal griego (voz activa, voz media y voz pasiva), aunque expresando más bien el valor aspectual del verbo (la forma en que se concibe la acción verbal), no su valor temporal (el tiempo en que se supone que ocurre la acción verbal: presente, pasado, futuro).

En todo caso, en el Nuevo Testamento Griego sobresale el imperativo de presente y el imperativo aoristo, y en la voz activa (según Roberto Hanna, el imperativo en voz pasiva sólo está presente en 154 veces en todo el NT: «Sintaxis exegética del Nuevo Testamento Griego», Editorial Mundo Hispano, 1997, páginas 160 y 161).

En sexto lugar, el texto griego de Romanos 12.21, reflejado en las traducciones «sino vence con el bien el mal», y «sino sigue venciendo el mal con el bien», tiene como núcleo verbal la forma verbal «níca» («níka»), que consiste en un imperativo de presente, segunda persona del singular, del mismo verbo empleado en la primera parte del versículo en cuestión, o sea, «nicáo» («nikáo»): yo venzo, yo salgo victorioso en un combate o en una competición. competencia.

Ahora bien, una decisión que tiene que tomar la persona exégeta o traductora es si el texto de Romanos 12.21 plantea una situación particular y específica o si representa una normativa o precepto general.

Implicaciones de asumir a Romanos 12.21 como una situación particular o especifica

¿Será posible proponer una traducción acertada (no absurda) de Romanos 12.21 asumiendo que describe o presenta una situación particular o especifica?

A nuestro modo de ver, asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») como un mandato negativo que hace referencia a una situación particular o específica, un mandato negativo que procura ponerle fin a una acción ya en proceso: «no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal», hace imposible asumir el imperativo de presente «níca» («níka») como también haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza vencer y sigue venciendo el mal con el bien».

Por supuesto, lo contrario también es cierto, o sea, asumir el imperativo de presente «níca» («níka») como haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza vencer y sigue venciendo el mal con el bien», también hace imposible asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») como un mandato negativo de presente que hace referencia a una situación particular o específica, un mandato negativo que procura ponerle fin a una acción ya en proceso: «no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal».

En efecto, el problema con la traducción «sino sigue venciendo el mal con el bien», de la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» es que asumió el imperativo de presente «níca» («níka») como haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza a vencer el mal con el bien, y sigue haciéndolo» (opciones legítimas a la luz de la gramática griega); pero no tomó en cuenta que el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó»), asumido como también haciendo referencia a una situación particular o específica («no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal»), no permite tal traducción sin caer en un absurdo.

Romanos 12.21 debe ser asumido como haciendo referencia a un principio, norma o precepto general

Después de poner de relieve la imposibilidad de asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») y el imperativo de presente «níca» («níka») como como haciendo referencia a una situación particular o específica; la única opción posible y que evita una traducción absurda del texto en cuestión, es asumir a Romanos 12.21 como haciendo referencia a un principio o precepto general: «Nunca te dejes vencer por el mal; antes bien, procura siempre vencer el mal con el bien».

En conclusión, a la luz de los factores aquí analizados, a la luz de la gramática y sintaxis griega, la traducción «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (de la versión Reina Valera 1960 y muchas otras), ha de preferirse a la traducción de Romanos 12.21 que nos regala la versión «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras»: «No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien».

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La Biblia Hebrea y las dos formas del pronombre personal de la primera persona del singular en el libro de Jonás


 
La Biblia Hebrea y las dos formas del pronombre personal de la primera persona del singular en el libro de Jonás

¿Una forma para un sujeto divino, y otra para un sujeto humano?

Héctor B. Olea C.

El hebreo, como el español, tiene seis personas gramaticales: tres del singular (yo, tú, él, ella), y tres personas del plural: nosotros (as), ustedes, y ellos (ellas).

Por supuesto, por nuestro contexto, siempre priorizo las formas del español latinoamericano.

Luego, es preciso poner de relieve que, como en español, cada una de las seis personas gramaticales en hebreo, posee un pronombre personal (sujeto) propio.

Además, no es posible dejar de lado el hecho de que, exceptuando el pronombre personal de las primeras personas (primera persona común singular y primera persona común plural); el hebreo tiene una forma propia y específica para el pronombre personal de cada género, o sea, una forma propia para el género masculino de las segundas y terceras personas, y una forma propia para el género femenino de las segundas y terceras personas: un «tú» masculino, y un «tú» femenino; una forma para el pronombre personal de la tercera persona masculina singular: «él», y otra forma para el pronombre personal de la tercera persona femenina singular: «ella»; una forma propia para el pronombre personal de la segunda persona masculina plural y otra para el pronombre personal de la segunda persona femenina plural: un «ustedes» de género masculino, y un «ustedes» de género femenino; una forma para el pronombre personal de la tercera persona masculina plural (ellos), y otra para el pronombre personal de la tercera persona femenina plural (ellas).

En consecuencia, tanto respecto de la primera persona del singular, como en relación a la primera persona del plural, se dice que dichas formas son «comunes», o sea, que son formas que se pueden emplear, por lado, haciendo referencia a una persona gramatical masculina (de género masculino), por otro lado, haciendo referencia a una persona gramatical femenina (de género femenino).

Por eso hay que hablar en los siguientes términos: pronombre personal de la primera persona común singular (yo, masculino, yo femenino), y pronombre personal de la primera persona común plural (nosotros, nosotras).

En todo caso, en este breve artículo nos vamos a concentrar en el uso del pronombre personal de la primera persona común singular (yo masculino, yo femenino) estrictamente en el libro de Jonás.

Las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular

Tiene el hebreo de la Biblia Hebrea dos formas distintas (dos morfologías) para el pronombre personal de la primera persona común singular: «anojí» (la forma, larga, la más antigua) y «aní» (la forma corta o breve, la más reciente).

Luego, se considera que «anojí» es la forma primitiva, y que «aní» es la forma que se encuentra especialmente en los libros tardíos de la Biblia Hebrea, y que en el hebreo postbíblico y en el hebreo moderno ha desplazado a la forma primitiva «anojí».

Sin embargo, el análisis estadístico del empleo de ambas formas del pronombre personal de la primera persona común singular en la Biblia Hebrea, nos proporciona los siguientes resultados:

La forma «anojí» (la forma primitiva) se emplea en las tres secciones de la Biblia Hebrea, pero sólo aparece en 358 ocasiones (según Jenni y Westermann: «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», Cristiandad), sin obviar el hecho de que en unos cuantos versículos se emplea en dos y hasta en tres ocasiones (por ejemplo, en Amós 7.14 está presente en tres ocasiones).

La forma «aní» también se emplea en las tres secciones de la Biblia Hebrea, pero en una proporción mucho mayor, en 870 ocasiones (según Jenni y Westermann: «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», Cristiandad), por supuesto, sin perder de vista que en no pocos versículos aparece dos y hasta tres veces (por ejemplo, en Isaías 48.12 está presente en tres ocasiones).

Ahora bien, ¿será cierto que el hebreo de la Biblia Hebrea reserva una forma específica del pronombre personal de la primera persona común singular para cuando el sujeto implicado es una deidad, o una persona de una posición social elevada, y otra forma específica para cuando el sujeto implicado no es una deidad, sino un ser humano común?

El uso de «anojí» y de «aní» en Jonás

En el libro de Jonás el pronombre personal de la primera persona común singular, se emplea en siete ocasiones, y en la siguiente manera.

En dos ocasiones la forma del pronombre es «anojí» (la forma larga): Jonás 1.9 (Jonás es el sujeto) y en Jonás 3.2 (el sujeto es Dios, el Dios de Jonás, YHVH).

Pero en las otras cinco ocasiones, la forma del pronombre personal de la primera persona común singular es «aní» (la forma breve o corta).

Y de estas cinco veces en que se emplea la forma «aní» (la forma breve o corta), en cuatro ocasiones el sujeto es Jonás, un simple ser humano: Jonás 1.9; Jonás 1.12; Jonás 2.4; Jonás 2.9; y en una única ocasión Dios es el sujeto (Jonás 4.11).

En resumen: En el libro de Jonás se emplea el pronombre personal de la primera persona común singular en siete ocasiones, pero en cinco de ellas el sujeto es un ser humano común, empleando la forma «aní» (cuatro veces) y la forma «anojí» (una vez).

Pero en dos ocasiones el sujeto es una deidad, empleando la forma «anojí» en una ocasión, y en la otra la forma «aní».

Conclusión: En el libro de Jonás se emplean indistintamente las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular, «aní» y «anojí», pues ambas se emplean para hacer referencia a un sujeto humano, a un simple ser humano, como para hacer referencia a un sujeto divino, un Dios, una deidad.

En consecuencia, no es posible concluir que en el libro de Jonás se haya reservado una forma específica del pronombre personal de la primera persona común singular para hacer referencia a un sujeto divino, un dios (Dios), una deidad, y otra para cuando el sujeto es un simple ser humano.

Consecuencias y recomendaciones:

Los resultados que arroja el análisis aquí presentado, de la presencia y empleo de las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular en el texto hebreo del libro de Jonás, invitan a considerar seriamente las siguientes recomendaciones:

En primer lugar, no es posible proyectar indebidamente las conclusiones de este análisis al resto de la Biblia Hebrea, sin realizar un estudio similar respecto del resto de la misma.

En segundo lugar, este mismo tipo de análisis se puede realizar en el resto de la Biblia Hebrea, ya sea por sesión (Torá, Neviím y Ketuvím), por género literario, incluso libro por libro.

En tercer lugar, tampoco es posible obviar, ignorar o pretender descartar los resultados evidentes y comprobables de este análisis, sencillamente porque en otro libro de la Biblia Hebrea la situación pudiera ser diferente.

En cuarto lugar y, en todo caso, el tipo de análisis aquí realizado y las conclusiones que ha arrojado, pueden servir muy bien como punto de partida y de comparación para la constatación de la verdadera situación en el resto de la Biblia Hebrea respecto del empleo de las dos formas (la larga y la breve) del pronombre personal de la primera persona común singular (yo masculino, yo femenino).

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Cuestiones de gramática griega y traducción, clases online e intensivas


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«Santo, santo, santo», una traducción cuestionable, pero favorable


«Santo, santo, santo», ¿una traducción acertada?

Nociones de sintaxis hebrea y griega

Héctor B. Olea C.

Sólo dos veces, sólo en dos textos bíblicos en toda la Biblia (Biblia Hebrea y Nuevo Testamento Griego) aparece la expresión «santo, santo, santo» (una vez en la Biblia Hebrea: Isaías 6.3, y una vez en el Nuevo Testamento Griego: Apocalipsis 4.8).

Sin embargo, la pregunta obligada es: ¿Qué quiso decir el texto hebreo de Isaías 6.3 con el triple uso del adjetivo – sustantivo hebreo «santo» («cadósh»)?

Pero antes de responder a la pregunta planteada, quiero volver a insistir en que cada lengua posee características propias tanto en lo relativo a los fonemas (unidad lingüística mínima carente de significado), los morfemas (unidad lingüística mínima con significado) y en cuanto su sintaxis (las distintas formas de ordenar y combinar las palabras en la elaboración de un mensaje lingüístico).

Luego, es preciso comprender que el hebreo y el griego (como el español) tienen sus propias formas de expresar el «grado superlativo» del adjetivo (o la excelencia del sustantivo).

En tal sentido, es preciso poner de relieve que la forma más dominante que tiene el hebreo bíblico para expresar el «grado superlativo» consiste en emplear un adjetivo seguido de la palabra «meód», a veces repetida (que tiene varios usos, pero siguiendo un adjetivo o una forma verbal expresa el grado superlativo del mismo). Por ejemplo: «tov meód» (buenísimo) en Génesis 1.31.

Otra forma común y que le es equivalente consiste en repetir el adjetivo. Por ejemplo: «raá raá» (malísimo), Proverbios 20.14.

Sin embargo, llama la atención que nunca se empleó en la Biblia Hebrea el uso repetido del adjetivo- sustantivo «cadósh» para expresar el grado superlativo (santísimo).

En cambio, aunque en una única ocasión, lo empleó repitiéndolo tres veces, en Isaías 6.3, por supuesto, para expresar el grado superlativo (santísimo).

Por otro lado, no podemos obviar el uso de la cadena constructa conformada por el adjetivo-sustantivo «santo» («códesh») «estado constructo singular», seguido del mismo adjetivo-sustantivo («códesh»), pero en plural: «qódesh qodashím» («el santísimo», «el más santo»), Daniel 9.24.

Y en esta misma línea, es preciso decir que la forma dominante de nombrar el lugar santísimo del Tabernáculo, en hebreo, es con la cadena constructa «qódesh ja-qodashím» («el lugar santísimo»), considérese Éxodo 26.33, 34; Números 4.4, 19.

Sin embargo, otra forma de hacer referencia al lugar «santísimo» es «devír» (y «ja-devír»): 1 Reyes 6.19, 20, 21, 23, 31; 7.49; 8.8; 2 Crónicas 4.20; 5.9.

Consecuentemente, si bien el triple uso de un adjetivo para indicar el grado superlativo es raro en la Biblia Hebrea, sin embargo, pienso que lo más natural es de asumirlo como una forma “hiperbólica” del adjetivo repetido para indicar el grado superlativo. 

En tal sentido, el uso triple del adjetivo-sustantivo «cadósh» (santo) en Isaías 6.3, debe asumirse, por un lado, como una forma peculiar y única de indicar el «grado superlativo» en hebreo; por otro lado, como especie de «jápax legómenon» (porque técnicamente no lo es), o sea, una redacción o situación, un caso excepcional presente una sola vez en toda la Biblia Hebrea, lo mismo que su traducción griega en la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX), lo mismo que en el Nuevo Testamento Griego, en su alusión en Apocalipsis 4.8.

Luego, asumiendo que el uso triple del adjetivo-sustantivo «cadósh» (santo) en Isaías 6.3 comunica de manera única y excepcional el grado superlativo (santísimo), lo que se espera es que cualquier traducción al español del texto de Isaías 6.3, emplee la forma que tiene el español de señalar el superlativo: «el Señor de los ejércitos es santísimo» («santísimo es el Señor de los ejércitos»).

Ahora bien, como por siglos ha sido dominante la traducción por equivalencia formal (popularmente conocida como «traducción literal»), en las versiones de la Biblia ha prevalecido y dominado la traducción: «santo, santo, santo», al traducir a Isaías 6.3.

Luego, respecto del Nuevo Testamento Griego, la única vez que se empleó el uso triple del adjetivo «santo» (griego «jáguios»), es en Apocalipsis 4.8 («jáguios, jáguios, jáguios») que, precisamente, se considera un influjo de Isaías 6.3, una alusión a Isaías 6.3.

La traducción griega (Septuaginta) de Isaías 6.3

¿Qué tan griega fue la forma de traducir el uso triple del adjetivo-sustantivo «cadósh» en la clásica versión griega de la Biblia Hebrea?

Si bien la clásica traducción griega de la Biblia Hebrea muchas veces se aparta de la clásica y dominante traducción por equivalencia formal, no obstante, llama la atención que aquí la Septuaginta (Los LXX) tradujo en conformidad a la traducción por equivalencia formal: «jáguios, jáguios, jáguios» (santo, santo, santo).

Obviamente, una traducción más griega, más acertada y en conformidad a la forma propiamente griega de señalar el grado superlativo, hubiera sido: «jaguiótatos»: «santísimo» (superlativo nominativo masculino singular de «jáguios»).

Es más, es tan evidente que la clásica versión griega tradujo con una exagerada traducción por equivalencia formal, que, incluso, transliteró (no tradujo) la palabra hebrea «tsevaót» o «tsevaóz» («ejércitos», absoluto plural de «tsavá») con la forma «sabaóz» («sabaóth»), palabra o expresión que carece de sentido en griego.

En efecto, una real y precisa traducción griega del hebreo «tsevaót» o «tsevaóz» («ejércitos»), sería «stratión» (genitivo femenino plural de «stratiá»: «ejército», palabra presente en la Septuaginta), y «stratón» (genitivo masculino plural de «stratós»: «ejército», palabra también presente en la Septuaginta).

En todo caso, no es posible negar lo conveniente y provechosa que ha resultado la cuestionable traducción del triple uso del adjetivo – sustantivo «santo» en Isaías 6.3 y en su alusión en Apocalipsis 4.8, para el dogma cristiano de un Dios trino, y para la doxología de varías tradiciones protestantes y evangélicas.

En tal sentido, a manera de ilustración, traigo a colación un himno muy conocido (con algunas variantes) en la doxología e himnarios de diversas tradiciones protestantes y evangélicas que, al inicio de cada estrofa, repite como estribillo la expresión «santo, santo, santo».

A continuación, el himno número 96 del tan popular «Himnario de gloria y triunfo» (de Editorial Vida), titulado: ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Señor Omnipotente,

Siempre el labio mío loores te dará;

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! te adoro reverente,

Dios en tres personas, bendita Trinidad.

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! en numeroso coro

Santos escogidos te adoran con fervor;

De alegría llenos y sus coronas de oro,

Rinden ante el trono glorioso del Señor.

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! la inmensa muchedumbre

De ángeles que cumplen tu santa voluntad:

Ante ti se postra, bañada con tu lumbre,

Ante ti que has sido, que eres y serás.

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! Por más que estés velado

E imposible sea tu gloria contemplar;

Santo tú eres sólo y nada hay a tu lado,

En poder perfecto, pureza y caridad.

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!,  la gloria de tu nombre

Vemos en tus obras, en cielo, tierra y mar;

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! te adorará todo hombre,

Dios en tres personas, bendita Trinidad.

De todos modos, que la cuestionable traducción «santo, santo, santo» haya venido a ser teológicamente conveniente para un sector fe la fe cristiana (que ha considerado que el uso triple del adjetivo «santo» apunta a la idea de un Dios trino); no es menos cierto que más bien se trata de una problemática propia de la traducción bíblica.

Esto así porque incluso una conocida versión de la Biblia que procede de un ambiente teológico que no comulga con la idea de un Dios trino, como la llamada «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escritura» (la de los Testigos de Jehová), ha traducido a Isaías 6.3 y Apocalipsis 4.8 como cualquier versión de la Biblia que proceda de un ambiente teológico que profesa el dogma de un Dios trino (la trinidad), o sea, empleando el triple uso del adjetivo «santo», cito:

Isaías 6.3 “Y con voz fuerte se decían uno a otro: “Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos. Toda la tierra está llena de su gloria”.

Apocalipsis 4.8 “Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas, que estaban llenas de ojos por fuera y por dentro. Y constantemente, día y noche, dicen: “Santo, santo, santo es Jehová Dios, el Todopoderoso, que era y que es y que viene”

En resumen, en conclusión, la traducción de Isaías 6.3 y de Apocalipsis 4.8 reflejando literalmente el triple uso del adjetivo – sustantivo «santo», es desacertada y cuestionable precisamente por no transmitir el valor del grado superlativo que tiene en hebreo el triple uso del adjetivo - sustantivo «santo».

Por supuesto, como hemos demostrado, no sólo han errado las versiones españolas de la Biblia (al no emplear el superlativo español equivalente al triple uso del adjetivo y sustantivo «santo» en los dos textos citados).

También ha propuesto una traducción cuestionable de Isaías 6.3 la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los Setenta), al no emplear el esperado superlativo griego del adjetivo «jáguios», o sea, «jaguiótatos» («santísimo», superlativo masculino singular).

En honor a la verdad, una traducción al español que procure reflejar el superlativo sugerido en Isaías 6.3 y en Apocalipsis 4.8 (con el triple uso del adjetivo «santo»), debería emplear al español, la forma propiamente española del grado superlativo: «santísimo» («Santísimo es el Señor de los ejércitos», Isaías 6.3; «Santísimo es el Señor Todopoderoso», Apocalipsis 4.8), de la misma manera en que se esperaba que una traducción del hebreo al griego hubiera empleado la forma propiamente griega de transmitir el grado superlativo (en este caso, un superlativo masculino singular: «jaguiótatos»: santísimo).

Finalmente, como siempre, invito a considerar la imagen anexa, con la cual espero ilustrar y hacer más comprensibles estas líneas.

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Cambios en la estructura silábica y sintaxis en el hebreo bíblico, curso de hebreo bíblico (clásico)


 

Cambios en la estructura silábica y sintaxis en el hebreo bíblico

Nociones de hebreo bíblico (clásico)

Héctor B. Olea C.

Por años he venido insistiendo en que cada lengua posee características propias tanto en lo relativo a los fonemas (unidad lingüística mínima carente de significado), los morfemas (unidad lingüística mínima con significado) y en cuanto su sintaxis (las distintas formas de ordenar y combinar las palabras en la elaboración de un mensaje lingüístico).

En tal sentido, este breve artículo me he propuesto poner de relieve la manera en que un cambio en la constitución silábica de una palabra (reducción o ampliación) tiene indiscutibles implicaciones sintácticas.

Ejemplo de reducción silábica y cambio de categoría morfosintáctica formal en español

Un ejemplo de una reducción silábica con decisivas implicaciones sintácticas y cambio de categoría morfosintáctica formal en español, lo constituye el empleo del adjetivo numeral «primero».

La gramática española establece que cuando «primero» es «adjetivo» (categoría morfosintáctica formal), y va colocado delante de un sustantivo masculino singular, se debe emplear la forma apocopada, reducida «primer»: primer libro, primer estudiante, primer curso.

Pero cuando funciona como «adverbio» (categoría morfosintáctica formal), haciendo referencia más bien a una acción verbal (y no a un sustantivo), se emplea en su forma plena «primero»: José llegó primero, María leyó primero.

En todo caso, es preciso admitir que este tipo de reducciones y con tales implicaciones morfosintácticas, no son muy numerosas en español.

Ejemplos de cambios silábicos (reducción y ampliación) y cambios de función y posición sintáctica   

En el hebreo bíblicos hay notables casos, tampoco muy numerosos, de reducciones silábicas, y con indiscutibles implicaciones sintácticas.

Un claro ejemplo lo constituye la palabra hebrea «báyit», «báit»: casa, morada, vivienda, domicilio, familia, corte, dinastía, y con un determinante étnico o nacional, designa a un grupo humano, a una colectividad (casa de Judá, casa de Israel): «Diccionario bíblico hebreo español», Luis Alonso Schokel, TROTTA, 1999.

Pues bien, resulta que el estado absoluto de la palabra «báyit», «báit» es una palabra de dos sílabas, pero su estado constructo singular, «bet», consiste en una forma acortada o reducida del estado absoluto, o sea, «bet» (casa de), palabra de una sola sílaba (palabra monosilábica).

Por otro lado, mientras que el estado absoluto del sustantivo «av» (padre), consiste en una palabra de una sola sílaba (un sustantivo monosilábico), por otro lado, adquiere una sílaba adicional para conformar su estado constructo, o sea, «aví» (padre de), que viene a ser una palabra de dos sílabas.

Por supuesto, la forma acortada o reducida de «báyit», «báit», o sea, «bet», sirve para formar cadenas constructas, y para recibir los sufijos pronominales (ya que éstos se adhieren estrictamente al estado constructo del sustantivo, jamás al estado absoluto).

Y en la misma línea, la forma extendida del sustantivo «av» (padre), o sea, su estado constructo, «aví» (padre de), es la forma que aparecerá formando cadenas constructas, y la que recibirá los sufijos pronominales.

Por supuesto, todo lo dicho respecto del sustantivo hebreo «av» (padre), vale para el sustantivo «aj» (hermano), como lo muestro en la imagen anexa.

Como siempre, invito a considerar con detenimiento la imagen anexa, con la cual espero hacer más comprensibles estas líneas.  

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Sobre la acentuación griega en el Nuevo Testamento Impreso, Nociones de griego (clásico y koiné)


Sobre la acentuación griega en el Nuevo Testamento Impreso

Nociones de griego (clásico y koiné)

Héctor B. Olea C.

El tema de la acentuación griega es uno de esos aspectos que en la mayoría de los cursos de griego se le pasa por encima, se evita adentrarse mucho en él, y por lo general se le presta muy poca atención.

Las razones son varias. Una de ellas (y clásica) es que los principios que rigen su uso y aplicación son muy complejos.

En todo caso, pienso que una obra que representa y explica muy bien la actitud que por lo general se asume frente a la acentuación griega, es la obra: «Curso de Griego Bíblico», de Jeremy Duff, publicada por CLIE en 2019.

Pues bien, la referida obra explica su tratamiento y actitud frente a la acentuación griega en la siguiente forma, cito:

“No se enseñan los acentos en este libro, por tres razones importantes:

La primera: En la época en que se escribió el Nuevo Testamento no había acentos.

La segunda: Las reglas sobre el uso de los acentos son complicadas, y usted tiene suficiente qué aprender

La tercera: Los acentos no le ayudan a traducir ni a entender griego.

Sin embargo, clara: “El tercer punto no es completamente verdad, pues en un número muy pequeño de situaciones pueden distinguir los acentos entre dos palabras similares o idénticas” (páginas 17 y 18).

En todo caso, a nuestro modo de ver, es preciso hacer las siguientes precisiones.

En primer lugar, toda versión impresa del Nuevo Testamento incluye los tres acentos clásicos griegos (el agudo, el grave y el circunflejo), así como los signos de la llamada «aspiración inicial».

En segundo lugar, según el profesor Ignacio Rodríguez Alfageme (gramática de griego clásico), el sistema de acentos griego lo creó Aristarco (cerca del año 211-145 a.C.), originariamente, para ayudar a leer el texto de Homero («Gramática griega», Ediciones Complutense, 2017, página 32).

Pero según el profesor Amador Ángel García Santos («Introducción al griego bíblico»), el sistema de los acentos griegos fue inventado por Aristófanes de Bizancio (maestro de Aristarco), alrededor del año 200 a.C., como ayuda para la pronunciación de un griego extendido entre muchos pueblos extranjeros (Verbo Divino, 2003, página 6).

En tercer lugar, en nuestra opinión, un curso de griego que procure ayudar a usar y a comprender cómo funciona el Nuevo Testamento Griego Impreso, debe tomar en serio el tema de la acentuación griega, y le debería dedicar un espacio de calidad para explicar el uso y las funciones de los acentos griegos empleados en el Nuevo Testamento Griego Impreso, y cómo impactan la forma de leer el griego, y la forma en la que pueden ayudar a distinguir ciertas palabras que, incluso, pertenecen a distintas categorías formales y funcionales.

Nota: En lo personal imagino el caos que debe implicar un curso de griego donde cada quien lee el griego a su manera, como mejor le parezca, aplicando incluso la ley del mínimo esfuerzo, sin tomar en serio la acentuación griega.

En tal sentido, debo decir que, antes de entrar a flexión nominal (declinación) y a la flexión verbal (conjugación), en nuestros cursos de griego siempre dedicamos un espacio para explicar el uso y las funciones de los acentos griegos, además de que insistimos en su correcta aplicación en todo el curso.

Además, en diversos artículos publicados he llamado la atención sobre el hecho de que hay ciertas palabras griegas empleadas en el Nuevo Testamento que se pueden interpretar y traducir de forma distinta con base en la acentuación que exhiben.

Es más, nosotros hemos diseñado e impartido un curso estrictamente sobre la acentuación griega.

En cuarto lugar, ciertamente hay casos en los que por el acento podemos distinguir palabras de una misma categoría formal, palabras que incluso comparten el mismo segmento desinencial.

En quinto lugar, a manera de ilustración (en la imagen anexa), quiero poner de relieve la forma en que participios griegos de temas temporales distintos, pero que comparten la misma desinencia por cada caso de la flexión nominal griega; se distinguen precisamente por el acento, además de por el lexema o base morfológica de cada tema temporal, y por la voz gramatical.

En efecto, en la imagen anexa demuestro la forma en que un participio de presente, de futuro y aoristo 2do activos, en el mismo caso de la flexión nominal griega (el nominativo masculino plural) y que comparten la misma desinencia, pero se distinguen precisamente por el acento (por supuesto, además de la base morfológica o lexema): el presente y el futuro activos llevando el acento, de manera regular, en la antepenúltima sílaba, pero el aoristo 2do activo llevando el acento en la penúltima sílaba (en el mismo caso nominativo masculino plural).

También pongo de manifiesto que el participio aoristo pasivo (1ero y 2do) llevan el acento en penúltima sílaba, en el mismo caso nominativo masculino plural, así como el participio del perfecto activo, en el mismo caso nominativo masculino plural.

Por supuesto, como siempre, invito a considerar con detenimiento la imagen anexa.

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