Una perspectiva crítica y no
reduccionista
Héctor
B. Olea C.
De entrada
debo admitir que la pregunta planteada y que he puesto de título a este breve
artículo, a muchas personas les puede parecer sin sentido, ilegítima, innecesaria,
irrelevante; sin embargo, como pienso demostrar, creo que la misma es demasiado
legítima, amerita ser tomada en serio, y demanda una respuesta seria y bien
argumentada.
Luego,
desde mi punto de vista, creo que el intento de darle una respuesta seria, consistente,
no reduccionista y adecuada a la pregunta planteada; demanda, ante todo, que no perdamos de vista el hecho de que la
Biblia en realidad está conformada por dos grandes secciones, cada una con sus
particulares y especiales características tanto desde el punto de vista
estrictamente lingüístico, histórico y sociocultural, como desde el punto de
vista relativo a los marcos ideológicos y teológicos desde los cuales se
escribieron el canon judío (el Tanaj, Biblia Hebrea, canon judío y no cristiano)
y el canon cristiano (el Nuevo Testamento Griego, canon cristiano y no judío).
Además,
especialmente en relación al canon cristiano (comúnmente llamado Nuevo
Testamento por los mismos cristianos), hay que tomar en cuenta y en serio la
que fue la principal vía de acceso a los textos del canon judío (Tanaj, Biblia
Hebrea) para los autores del canon cristiano (el NT griego), la Septuaginta
(una traducción griega del Tanaj), así como la perspectiva cristológica desde
la cual leyeron e hicieron suyo el canon judío (el Tanaj o Biblia Hebrea).
En todo
caso, una realidad incuestionable es que el hebreo (en sus distintas etapas) es
la lengua principal (sine qua non) y de mayor importancia para la lectura, exégesis
y traducción del canon hebreo, la Biblia Hebrea, el Tanaj, pero no así para la
lectura, exégesis y traducción del NT Griego.
Luego,
en virtud de que algunas pequeñas secciones del Tanaj fueron escritas originalmente
en arameo, y además por las traducciones que se hicieron del hebreo al arameo
de prácticamente toda la Biblia Hebrea (Tanaj), excepto de Esdras,
Nehemías y Daniel; es el arameo (en sus distintas etapas) la segunda lengua en
importancia para el estudio y exégesis de la Biblia Hebrea, y una vez más
insisto, pero no así para la lectura, exégesis y
traducción del NT Griego.
De todos
modos, me parece oportuna aquí la siguiente observación de Julio Trebolle
Barrera para la Crítica Textual de la Biblia Hebrea: “El estudio de los manuscritos
bíblicos de Qumrán ha afianzado el valor del texto hebreo masorético, pero ha
supuesto también la revalorización del texto de las versiones, en particular de
la traducción de los LXX (y de la Vetus Latina), que en muchas ocasiones
reflejan fielmente un texto hebreo diferente y más antiguo que el masorético” («La
Biblia Judía y la Biblia cristiana», página 55).
Por otro
lado, es el griego koiné (en el marco de las distintas etapas de la lengua
griega) la lengua principal para la lectura, exégesis y traducción del canon
cristiano, el Nuevo Testamento Griego (NTG); esto así a pesar de la
hipótesis de que al menos algunos libros del Nuevo Testamento fueron escritos
en hebreo o arameo.
De todos modos, un
hecho incuestionable desde el punto de vista del estudio científico y académico
del canon cristiano (el Nuevo Testamento), es que el griego koiné es la lengua
original (sine qua non) y principal para la lectura, exégesis y traducción del
canon cristiano (el Nuevo Testamento Griego).
Además, la
importancia del griego koiné es doble para la exégesis cristiana, para la
exégesis del NT, en virtud de que fue la Septuaginta (una traducción del Tanaj
al griego koiné), la principal vía de acceso a los textos del Tanaj para los
autores del canon cristiano (NTG).
En consecuencia, sin
menospreciar el valor del hebreo y el arameo para la exégesis académica y científica
del Tanaj o Biblia Hebrea; no es menos cierto que es el griego koiné el que nos
permite leer y tener acceso al Tanaj relativamente en la misma forma y condiciones
que los autores (hagiógrafos) del canon cristiano.
En tal sentido, si
bien es hoy hemos de estar en guardia frente a todo intento de traducir el
Tanaj en conformidad a las particulares y exclusivas perspectivas cristianas,
privilegiando la traducción griega (Septuaginta), en detrimento del texto
hebreo y arameo; no es menos cierto que para poder comprender la lectura que
los autores del canon cristiano hicieron del canon hebreo (el Tanaj), se impone
que podamos tener la competencia y la oportunidad de leer el Tanaj en la forma textual
en que lo leyeron los autores del canon cristiano: en griego.
En tal caso, por
ejemplo, se comprende que sólo leyendo el texto de Isaías 7.14 en griego, tal y
como lo hizo el autor del Evangelio de Mateo, podemos comprender la forma en
que él elaboró su relectura de dicho texto, y por qué hace referencia a María
como una muchacha virgen (Mateo 1.23).
Consecuentemente, no
parece metodológicamente justo cuestionar la lectura que hace de Isaías 7.14 el
autor del Evangelio de Mateo, con base en el texto hebreo, ignorando que el
mismo sustenta su relectura en un texto distinto al texto hebreo: la versión
griega de Isaías 7.14.
Luego, una cosa es
insistir en que Isaías 7.14 debe ser traducido en las versiones de la Biblia en
conformidad al texto hebreo, que la exégesis y traducción de Isaías 7.14 debe
supeditarse (como exégesis de la Biblia Hebrea misma) al texto hebreo de Isaías
7.14, y no a la Septuaginta, como para legitimar Mateo 1.23 (como hasta ahora
ha sido dominante en las versiones cristianas de la Biblia); pero otra cosa muy
distinta es insistir en que la exégesis y traducción de Mateo 1.23 debe
conformarme al texto griego del canon cristiano (el Nuevo Testamento), por
supuesto, poniendo de relieve la dependencia de Mateo 1.23 de Isaías 7.14 según
la Septuaginta, y no según el texto masorético.
En suma, la lectura,
exégesis y traducción de Isaías 7.14 no debe supeditarse a Mateo 1.23, sino al
texto hebreo mismo de Isaías 7.14; pero la traducción y exégesis de Mateo 1.23,
no debe supeditarse al texto hebreo de Isaías 7.14, sino al texto griego de Mateo
1.23, y a la traducción griega que leyó Mateo de Isaías 7.14.
En resumen, el hebreo
y el arameo son las dos lenguas vitales, principales e imprescindibles para la lectura,
exégesis y traducción del Tanaj (Biblia Hebrea, AT), como exégesis propiamente
judía.
Es el griego koiné la
lengua vital e imprescindible para la lectura, exégesis y traducción del canon
cristiano (el NTG), en primer lugar, como lengua original del canon cristiano,
y en segundo lugar, como la lengua propia de la que fue la principal y habitual
vía de acceso a los textos del Tanaj o Biblia Hebrea, para los autores o hagiógrafos
del NT: la Septuaginta (la clásica traducción griega del Tanaj), así de sencillo.
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