«Dios no es un ser humano para que mienta, ni un descendiente del ser
humano para que se arrepienta».
Héctor B. Olea C.
Si bien por años Números
23.19 se ha leído en la Reina Valera con las palabras: «Dios no es hombre para
que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta»; pienso que a pesar de
que la palabra «hombre» puede tener un uso genérico, apuntando a la humanidad,
al ser humano racional y mortal como tal, sin distinción de sexo; sin embargo,
dado que la palabra «hombre» también se usa comúnmente como la contraparte de
la mujer, apuntando estrictamente al varón; creo que se hace necesario traducir
el pasaje en cuestión haciéndole justicia al verdadero sentido que tiene el
texto hebreo.
Una versión católica muy
conocida y de mucho prestigio que también ha traducido de manera semejante a la
Reina Valera 19960, es «La Biblia de Jerusalén 2009», cito:
«No es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Es
que él dice y no hace, habla y no lo mantiene?».
Ahora bien y, en primer
lugar, la palabra que se ha traducido «hombre» en la primera parte del versículo
en cuestión, es «’ish». Ahora bien, por un lado, la palabra «’ish», siguiendo
el «Diccionario bíblico hebreo español» de Luís Alonso Schokel, puede apuntar a
un hombre o varón contrapuesto a otro (uso genérico). Por otro lado, también se
emplea en el marco de una establecida polarización y contraste entre Dios y el
ser humano, o sea, «’ish» señalando al ser humano mortal como lo opuesto al ser
de Dios («’el»).
En segundo lugar y, evidentemente,
en Números 23.19 se emplea la palabra «’ish» como lo opuesto al ser de Dios, y
no en el sentido genérico. Consecuentemente, si ese es el sentido del texto
hebreo, lo ideal es que se ofrezca una traducción que comunique con precisión dicho
sentido.
En tercer lugar, otros
dos textos donde también se plantea la misma polarización entre la palabra «’ish»
(ser humano) y «’el» (Dios), son: Oseas 11.9; Job 32.13; 35.8 (véanse).
En cuarto lugar y, con
relación a la traducción de Números 23.19 en la Septuaginta; es preciso decir
que ésta se preocupó en poner de relieve la metáfora que involucra el pasaje en
cuestión, empleando la palabra «jos» (partícula de comparación “como”).
Consecuentemente, la
expresiones que usó la Septuaginta son: «ouj jos ántropos jo theós» (“Dios no
es como el ser humano”, “Dios no es semejante al ser humano”); «udé jos juiós
anthrópu» (“ni como el descendiente del ser humano”, “ni semejante al
descendiente del ser humano”).
Finalmente, no quiero
dejar de lado el que el mismo contraste que plantea Números 23.19, lo plantea
también 1 Samuel 15.29. Ahora bien, una vez más, mientras que el hebreo afirma «porque
él (Dios) no es un ser humano» («ki lo ’adám»); la Septuaginta insiste en usar
la partícula comparativa («jos»): «jóti uj jos ánthropos estin» («porque no es
semejante al ser humano», «porque no es como el ser humano»).
En suma, una traducción
más precisa y acertada de Números 23.19 es: «Dios no es un ser humano para que
mienta, ni un descendiente del ser humano para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo cumplirá?».
En tal sentido, una muy buena y acertada traducción de Números 23.19
nos la ofrece la Versión Popular Dios Habla Hoy (DHH, 1996), cito: «Dios no es como los
mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando
hace una promesa, la cumple».
Concluyo trayendo a colación la observación que plantea el «Comentario
Bíblico San Jerónimo» al comentar a Números 23.19, cito: “Se ha observado (Albright, JBL 63 [1944], 224, n. 119) que afirmaciones
semejantes eran conocidas en Egipto durante los siglos XIII y XII. En la estela
de Bet-San, de Ramsés II, se decía del faraón: «Lo que dice su boca lo hacen
sus manos». Y de Ramsés III se decía: «Las cosas que él anuncia [promete] se cumplen»”.
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