La traducción de la Biblia debe evitar toda modernización
injustificada del texto
Héctor
B. Olea C.
Una cosa es asumir hoy una necesaria postura
crítica y de sospecha frente al contexto sociocultural patriarcal de un texto bíblico
(ambiente natural, contexto vital de dicho texto, y que explica la forma en que
el mismo asume, describe y plantea la relación hombre-mujer); y otra, el
sustraer dicho texto, y traducirlo en una forma (modernización injustificada) en
que éste refleje más el contexto sociocultural del sujeto hermeneuta actual (y
la crítica que éste le plantea al contexto original del texto), en lugar de
reflejar, como se espera, el contexto original de dicho texto.
En tal sentido, sin importar lo que pensemos
hoy del nacimiento de un niño o de una niña; la traducción acertada del Salmo
127.3 no debe reflejar una inclusividad que jamás estuvo en la mente de su
autor. En consecuencia, la palabra hebrea «baním» (Septuaginta: «juiói») debe
ser traducida «hijos varones». Luego, la traducción acertada de la frase
completa debe ser: «Herencia de YHVH son los hijos varones».
Ahora bien, esta traducción no implica que
nosotros hoy concordemos con el pensamiento del Salmista, y que no asumamos una
postura crítica a tal forma de pensamiento. La traducción que planteo se
justifica sencillamente porque es la que refleja lo que en realidad dijo el
autor del Salmo 127.3 en el texto hebreo, y en conformidad a su marco sociocultural.
En realidad el autor del salmo 127 no es una persona del siglo 21.
En esta misma línea, sin importar lo que
pensemos nosotros hoy del liderazgo eclesial de la mujer y su ordenación; lo
cierto es que el hecho de que el autor de 2 Timoteo haya empleado la expresión «tus
ándras» (acusativo plural de «anér»: varón, marido, esposo, el que engendra),
demanda la traducción: «los varones». En consecuencia, 2 Timoteo 2.8 no apunta a
los hombres como colectivo sinónimo de “el ser humano”, “los seres humanos” (modernización
injustificada), sino que hace referencia estrictamente a “los varones”. Por supuesto,
que esta es la idea del autor de la epístola en
cuestión, se pone de relieve cuando consideramos la relación entre el
versículo 8 (respecto de los varones) y el versículo 9 (respecto de las
mujeres), y finalmente, en conjunto, los versículos 8-15. Sin duda, a
diferencia de nosotros, no parece que el autor de 2 Timoteo (considerando la epístola
como un todo) favoreciera la ordenación de la mujer.
Finalmente, es preciso poner de relieve que es
inadmisible el traducir la expresión «las Escrituras» (griego «tas grafás», acusativo
plural de «je grafé»: la Escritura), con la palabra «Biblia», como erróneamente
lo hizo (modernización injustificada) la
versión «Traducción en lenguaje actual» (TLA año 2000: («Ustedes
estudian la Biblia»).
Obviamente, con el empleo de la palabra
«Biblia» en la referida versión de la Biblia, en Juan 5.39, ésta induce al lector
actual a pensar, erróneamente por cierto, que el concepto que tenemos hoy de la
«Biblia» (que las ideas que nosotros asociamos a la palabra «Biblia»), fue un
concepto conocido por el autor del Evangelio de Juan, incluso por el mismo Jesús,
y común a Jesús, al autor del cuarto Evangelio y a nosotros. Por supuesto, no fue el autor del cuarto
Evangelio una persona siquiera del siglo V de nuestra era.
¡Hasta la próxima!
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