La Biblia en el centro de
un gran conflicto
Héctor B. Olea C.
Aunque desde la perspectiva del Cristianismo es
común y prácticamente un axioma la presumida “perfecta unidad” de la Biblia,
como si toda ella habría surgido en un ambiente cristiano y con la finalidad de
legitimar al Cristianismo como tal; en realidad, la Biblia como la asume al Cristianismo
y es conocida hoy (compuesta por 66 o 73 libros) implica dos secciones bien
delimitadas y con características y teologías muy propias e irreductibles.
El llamado por los cristianos «Antiguo Testamento» es ante todo un conjunto o cuerpo de literatura propiamente judía, y
esto tiene serías y decisivas implicaciones para su traducción, lectura,
exégesis, teología y aplicación.
Es el «Nuevo
Testamento» el verdadero y propio conjunto o cuerpo
literario estrictamente cristiano, y esto ha de tener serias y decisivas
implicaciones para su traducción, lectura, exégesis, teología y aplicación.
Es más el concepto de «Antiguo Testamento» es una invención cristiana. Se explica
su surgimiento cuando el cristianismo llegó a crear su propio cuerpo literario
a la luz del cual se configuró y entendió que podía explicarse. Esto supuso a
la vez la utilización del Tanaj (los 39 libros que según los cristianos
conforman el «Antiguo Testamento») con fines básicamente apologéticos.
La razón para considerar el Tanaj como un «Antiguo Testamento», se explica, por un lado, por la interpretación esencialmente cristológica
que hace el Cristianismo del mismo; y por otro lado, basado en la idea de que
así como el Cristianismo constituía una superación del Judaísmo, igualmente el
cuerpo de literatura cristiana constituía igualmente una superación del
conjunto de literatura del mismo (considérese en este sentido y, por ejemplo,
el enfoque y perspectiva de la epístola a los Hebreos).
Ahora bien y, de todos modos, desde la perspectiva
judía, el Tanaj (la llamada Biblia hebrea) no necesariamente da origen al cristianismo,
no es en algún sentido cristológico; no es el llamado «Nuevo Testamento» una legítima continuación del Tanaj, y
mucho menos su superación.
Por lo tanto, desde la perspectiva judía, no existe
tal cosa como una Biblia compuesta por un «Antiguo Testamento», y por un llamado «Nuevo Testamento» como continuación y superación del Tanaj. Para la concepción judía, lo
que podría llamarse Biblia (que es un concepto cristiano) es sólo y nada más
que el Tanaj.
En resumen, el Cristianismo pretende explicarse a
partir de la historia judía y de su cuerpo de literario, pero con la pretensión
de ser no sólo su legítima continuación, sino también su pretendida superación.
El Judaísmo, por su parte, no ve que su historia y
cuerpo de literatura conduzcan de manera legítima al Cristianismo, tampoco ve
la historia cristiana y el cuerpo de literatura cristiana (el llamado «Nuevo Testamento»), como una continuación de la suya, y mucho menos su superación e
invalidación de la fe judía.
La persona que como cristiana asume la tarea de la
lectura, exégesis, y aplicación de la Biblia, debe ser consciente de las
características peculiares de las dos grandes secciones que la integran. No
debe ignorar la forma y la perspectiva de interpretación mediante la cual el
Cristianismo hace suya la historia y el cuerpo de literatura judía (el Tanaj). Debe
ser consciente de las implicaciones que tienen la visión judía y cristiana del
concepto de Biblia, y de las pretensiones propias y peculiares de estas dos
particulares e irreductibles religiones.
¡Hasta la
próxima!
¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de