El uso de la palabra “tradición” en la Biblia Cuarta y última parte

El uso de la palabra “tradición” en la Biblia
Cuarta y última parte

Por Héctor Benjamín Olea Cordero

2) En el Antiguo Testamento (Biblia Hebrea y la Septuaginta)

En Jeremías 32.4 (Septuaginta 39.4) y 34.2 (Septuaginta 41.2), encontramos que la Septuaginta tiene tanto el sustantivo “parádosis”, como formas del verbo “paradídomi” traduciendo formas del verbo hebreo “natán”, que significa “dar”, “entregar”, “instituir”, “nombrar”, etc.

Por otro lado, es importante el uso del verbo “natán” al hacer referencia al recibimiento por parte de Moisés, de las dos tablas de la ley escritas por el mismo Dios (Deuteronomio 5.22). En este pasaje la Septuaginta tiene el verbo “dídomi”, verbo base de “paradídomi”.


Quiero concluir esta breve sección destacando que el contexto en que Dios le da su ley al pueblo de Israel, por medio de Moisés, es precisamente en el contexto de una “tradición” (como algo que se recibe y que, por su valor e importancia, debe conservarse, practicarse y transmitirse de generación en generación; véase por ejemplo, Deuteronomio 5.22; 6.1-9; Éxodo 18.19 y 20; Levítico 18.4, 5). Es más, si algo que habría de darle unidad, identidad y cohesión al pueblo de Israel como un todo, sería precisamente la ley (la Torá), en el sentido y contexto de una “tradición”.

Una observación adicional sobre la relación entre texto bíblico, canon, interpretación bíblica y tradición

No son pocas las personas que al hablar de la interpretación bíblica presumen que el texto bíblico es leído en el vacío, con una absoluta independencia de elementos fuera del texto que marquen, determinen y fijen la manera en que éste es leído, interpretado, asumido, y aplicado. No obstante, esta concepción de la labor de interpretación está muy lejos de la realidad. Por ejemplo, el (la) exégeta o intérprete del Tanak (llamado AT sólo por los cristianos) no puede ignorar que este cuerpo literario es actualmente reclamado por lo menos por cuatro principales tradiciones distintas, que tienen concepciones muy distintas de muchas cosas, y que al final se consideran irreductibles. Estas cuatro tradiciones son: el judaísmo ortodoxo (de corte fariseo), el cristianismo, el caraísmo, y los movimientos nazarenos o judíos mesiánicos. Por otro lado, dentro del cristianismo mismo hay que admitir que la Biblia completa (el Tanak y el NT) es leído e interpretado de manera un poco distinta (si no es que demasiado distinta) e irreductible también por las distintas corrientes o tradiciones que se han desarrollado en la historia a lo interno del cristianismo mismo.


Miguel Pérez y Julio Trebolle (Historia de la Biblia) destacan un hecho que muy a menudo es ignorado, la esencial relación entre canon, texto, libro y tradición, cuando afirman: “El texto bíblico nació inmerso en toda una corriente de tradiciones orales y ha estado acompañado siempre de un cuerpo de comentarios orales… Los rabinos (digo yo, del judaísmo ortodoxo) siempre entendieron que la transmisión de la Torá no consistía sólo en la entrega de un libro; se requiere el libro en su tradición” (páginas 240 y 241).

Destacando precisamente la subjetividad que envuelve la aceptación de una determinada “tradición”, el estar situado (a) en ella, el compromiso con ella y su defensa, y el juicio que desde ella se emite frente a las demás, Héctor D. Mandrioni nos recuerda la máxima que dice “Todo lo que se recibe, se recibe al modo del que lo recibe” (El tiempo y la historia, reflexiones interdisciplinares, Paulinas, 2001, página 48).

Luego Mandrioni también plantea: “Paul Ricoeur propone distinguir tres conceptos referentes a la noción de tradición: La tradicionalidad, las tradiciones y la tradición. Mientras la «tradicionalidad» designa un estilo del encadenamiento de la sucesión histórica, y las «tradiciones» significan que nosotros no nos hallamos nunca en posición absoluta de innovadores, sino, más bien, en primer lugar, en situación relativa de herederos; la «tradición» implica una proposición de sentido y al mismo tiempo una pretensión a la verdad” (El tiempo y la historia, página 49).
Ahora bien, como ya he dicho otras veces, el definirse como pentecostal, adventista, reformado, bautista, presbiteriano, católico, calvinista, arminiano, arminiowesleyano, dispensacionalista, no dispensacionalista, amilenialista, premilenialista, postmilenialista, etc., tiene serias y profundas implicaciones al momento de leer la Biblia y hacer reflexión teológica. Dichas denominaciones no sólo son formas específicas de concebir y vivir la fe cristiana, sino también vías y maneras específicas, distintas (y hasta contradictorias) de acercarse a la Biblia y de reflexionar teológicamente con base en la misma. Está demás decir que cada una de estas vías o tradiciones tiene sus propias y peculiares presuposiciones. Esto así, sin dejar de lado el hecho de que la persona o comunidad hermeneuta además se autodefina o asuma una postura “conservadora” o “liberal”.


Obviamente, cada tradición se ve a sí misma como la correcta y legítima; sin embargo, es cuestionable que los y las exponentes de cada corriente o tradición hablen en términos absolutos, como si a propósito ignoraran que existen otras tradiciones que, por igual, tratan de explicar los mismos fenómenos, pero a la luz de otros marcos de referencia. Lo ideal es que cada corriente exponga su conclusión, los resultados e implicaciones de su interpretación, reconociendo que la Biblia, según su lectura (repito e insisto, según su lectura), da apoyo o no a una determinada conclusión.

Conclusiones:

1) La palabra “tradición” no connota o expresa de por sí un sentido negativo en el diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española.
2) Por el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza se puede demostrar que tampoco en la Biblia la palabra “tradición” conlleva un sentido y uso bíblico negativo de por sí.
3) El uso bíblico específico de la palabra “tradición” se limita al Nuevo Testamento, pues no ocurre en el Antiguo Testamento.

4) Aunque la palabra “tradición” no ocurre en el Antiguo Testamento, hay pasajes en los que los elementos de una tradición se aluden o están presentes, véase, por ejemplo, Isaías 29:13.

5) El Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento también fortalece la explicación respecto a la concepción y uso de la palabra “tradición” en la Biblia, que comunica el Nuevo Diccionario Bíblico Certeza.

6) El uso explicado tanto del verbo “paradídomi” como del sustantivo “parádosis” en pasajes en los que no se nota su uso bíblico en la versión Reina Valera de 1960 (y generalmente en las distintas versiones de la Biblia), demuestra su sentido y uso positivo en la Biblia y en la historia de la fe cristiana.

7) La palabra que se traduce “tradición” en Mateo 15, Marcos 7, Gálatas 1.14, Colosenses 2.8, es la misma que se traduce “instrucciones” en 1 Corintios 11.2; “doctrina” en 2 Tesalonicenses 2.15; y “enseñanza” en 2 Tesalonicenses 3.6.

8) Es imposible vivir sin “tradiciones”, pues ninguna persona vive o existe en el vacío y sin ninguna conexión con el pasado. Cuando hablamos de cultura e idiosincrasia, subyace indefectiblemente la idea de la “tradición” y las “tradiciones”. Al respecto, Héctor Mandrioni apunta: “Nacemos, nos movemos y existimos en el seno de un legado de contenidos que nos fundan y al que desde el inicio pertenecemos” (El tiempo y la historia, página 47).

9) La palabra “tradición” adquiere un uso negativo cuando la comunidad de fe (e interpretativa, hermeneuta) entiende que hay elementos de las distintas culturas (y las demás tradiciones religiosas y teológicas) que constituyen la antítesis de las prácticas que ella considera normativas a la luz de sus textos sagrados y el cuerpo de doctrina (la tradición teológica) que históricamente la ha caracterizado. En síntesis, la comunidad de fe entiende que una tradición es negativa, y la señala en términos peyorativos, cuando llega a la conclusión de que tal tradición pretende relativizar, equipararse, invalidar o sustituir lo que ella asume como la postura verdadera, legítima y ortodoxa, a la luz de sus textos sagrados, la historia y el cuerpo de doctrinas que históricamente ha acumulado y la ha caracterizado.

10) Lo dicho en la conclusión anterior también se aplica a toda práctica de la iglesia que la comunidad de fe afirma que no se sustenta en un mandamiento bíblico expreso o inferido adecuadamente del texto bíblico, esto siempre a la luz de su teología, lectura y tradición. No podemos olvidar el papel fundamental que desempeña la comunidad interpretativa en la formulación y concepción de lo que es ortodoxo (postura ortodoxa, correcta) o no, la que entiende interpretación correcta del texto bíblico y la postura teológica aceptable. Recordemos que es la comunidad interpretativa la que determina y marca la pauta a la hora de establecer cómo se ha de entender y asumir el contenido de ciertos textos, ya como normativo, ya como descriptivo.

11) La iglesia tiene el deber de aplicar el principio paulino del examen previo y consciente antes de la aceptación o rechazo de una práctica o tradición determinada. Véase 1 Tesalonicenses 5:21: Examinadlo todo; retened lo bueno. (Es posible hallar aspectos positivos en una tradición que generalmente se tiene por negativa). Este consejo paulino condena el juicio a priori, sin conocimiento de causa. Lo innegable es que este análisis, cuando realmente se práctica, se hace a la luz de una determinada exégesis, una particular corriente teológica (o cuerpo de doctrina), y a la luz de una historia o tradición interpretativa peculiar y propia. Recordemos aquí lo que expresa 2 Tesalonicenses 3.6: “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza (“ten parádosin”, “la tradición”) que recibisteis de nosotros”.

12) Es correcto y positivo hablar de una “tradición cristiana” y de “elementos tradicionales” en la fe cristiana.

Bibliografía:

1) A. Rahlfs, editor. (1935). Septuaginta. Alemania: Sociedad Bíblicas Alemana.
2) Bromiley, Geoffrey, W. (editor). (2002). Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. USA: Libros Desafío.

3) Chávez, Moisés. (1997). Diccionario de Hebreo Bíblico. USA: Editorial Mundo Hispano.

4) J. D., Douglas, editor. (2000). Nuevo Diccionario Bíblico Certeza. Argentina: Ediciones Certeza.

5) K. Elliger- W. Rudolph, editores. (1967-1977). Biblia Hebraica Stuttgartensia. Alemania: Sociedad Bíblica Alemana.

6) Nestlé-Aland. (2001). Novum Testamentum Graece Nestlé-Aland edición 27. Alemania: Sociedad Bíblica Alemana.

7) Neusner, Jacob. (2008). Un rabino habla con Jesús. España: El Encuentro.
8) Piñero, Antonio. (2006). Guía para entender el Nuevo testamento. España: Editorial Trotta.

9) Robertson, A. T. (2003). Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento. España: Editorial CLIE.

10) Schokel, Luís Alonso. (1994). Diccionario Bíblico Hebreo Español. España: Editorial Trotta.

11) Strong, James. (2002). Nueva Concordancia Strong Exhaustiva (aplicada a la versión Reina Valera de 1960). USA: Editorial Caribe.

12) Tamez, Elsa. (1978). Diccionario Conciso Griego-español del Nuevo Testamento. Alemania: Sociedad Bíblica Alemana (Sociedades Bíblicas Unidas).

¡Hasta aquí llegamos con el favor de Dios!

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