Ni «católicas» ni «protestantes», sólo «Biblias» A propósito de los agentes que difunden la Biblia 2 de 4
¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de
Ni «católicas» ni «protestantes», sólo «Biblias» A propósito de los agentes que difunden la Biblia 1 de 4
¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia , o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?
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I) «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»
II) Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene sus límites
III) El valor de la transliteración y sus modalidades
IV) Como la traducción, la transliteración también es contextual
V) «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha
I) «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?
VII) «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?
VIII) El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica
IX) La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso de elaboración teológica y definición doctrinal
X) La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y protestantes
XI) Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960
XII) Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados
XIII) ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo en 1 Reyes 17.4 y 6?
XIV) ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en Dios?
XV) ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día?
Marco legal del 27 de septiembre como “día nacional de la Biblia” Algunas observaciones
Marco legal del 27 de septiembre como “día nacional de la Biblia”
Algunas observaciones
Héctor B. Olea C.
Ley No.204, que declara como "Día de la Biblia" el 27 de septiembre de cada año.
G.O. No. 9636 del 30 de Abril de 1984
EL CONGRESO NACIONAL
En Nombre de la República
NÚMERO: 204
CONSIDERANDO: Que desde el descubrimiento de la isla de Santo Domingo el pueblo dominicano ha profesado espiritualmente su creencia en Dios a través de las Sagradas Escrituras;
CONSIDERANDO: Que la Sagrada Biblia constituye universalmente la tabla de salvación entre Dios y los hombres, por su sustanciación hacia el amor, la paz y la redención;
CONSIDERANDO: Que el Escudo Nacional se honra con la Sagrada Biblia abierta en su centro, donde se lee el pasaje "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (San Juan VIII-32);
CONSIDERANDO: Que la sociedad dominicana se ha caracterizado por su fe, manifiesta en Dios, como uno de los pueblos más cristianos del mundo;
HA DADO LA SIGUIENTE LEY:
Artículo 1.- Se declara “Día de la Biblia”, en todo el territorio nacional el 27 de septiembre, mes en que se tradujo la primera biblia al idioma español.
Artículo 2.- La presente ley deroga y sustituye cualquier disposición que le sea contraria.
DADA en la Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados, Palacio del Congreso Nacional, en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la República Dominicana, a los treinta días del mes de noviembre del año mil novecientos ochenta y tres; año 140 de la Independencia y 121 de la Restauración.
William Soto Medina
Vicepresidente en funciones de Presidente
Tony Raful Tejada
Secretario
Carlos B. Lalane Martinez
Secretario
DADA en la Sala de Sesiones del Senado, Palacio del Congreso Nacional, en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la República Dominicana, a los cuatro días del mes de abril del año mil novecientos ochenta y cuatro; año 140 de la Independencia y 121 lo de la Restauración.
Jacobo Majluta Azar
Presidente
Rafael Fernando Correa Rogers
Secretario
José Antonio Constanzo Santana
Secretario
Presidente de la Republica Dominicana
En ejercicio de las atribuciones que me confiere el Articulo 55 de la Constitución de la Republica,
PROMULGO la presente Ley, y mando que sea publicada en la Gaceta Oficial, para su conocimiento y cumplimiento.
DADA en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la Republica Dominicana, a los dieciocho días del mes abril del año mil novecientos ochenta y cuatro; año 141 de la Independencia y 121 de la Restauración.
SALVADOR JORGE BLANCO
Observaciones:
1) Observaciones en cuanto a los considerandos de la ley 204:
CONSIDERANDO: Que desde el descubrimiento de la isla de Santo Domingo el pueblo dominicano ha profesado espiritualmente su creencia en Dios a través de las Sagradas Escrituras;
Observación: Este considerando da por sentado que a pesar de algunos elementos cuestionables, con la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Santo Domingo, ciertamente con él también llegó por lo menos algo del cristianismo. Además, se afirma que Cristóbal Colón poseía un ejemplar personal de la Biblia.
CONSIDERANDO: Que la Sagrada Biblia constituye universalmente la tabla de salvación entre Dios y los hombres, por su sustanciación hacia el amor, la paz y la redención;
Observación: Este considerando pone de manifiesto la típica pretensión del universalismo cristiano, presunción que explica el esfuerzo misionero mundial por las comunidades cristianas de las distintas confesiones y tradiciones teológicas y eclesiales.
CONSIDERANDO: Que el Escudo Nacional se honra con la Sagrada Biblia abierta en su centro, donde se lee el pasaje "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (San Juan VIII-32);
Observación: Si bien la Biblia está en el centro del escudo de nuestra bandera nacional (hecho del cual probablemente presuman más los protestantes que los católicos), lo cierto es que, a pesar de todo, la familia de Juan Pablo Duarte, ni el mismo Juan Pablo Duarte, eran protestantes. En realidad las primeras manifestaciones del cristianismo protestante llegan a la isla de Santo Domingo, en primer lugar, en el año 1824 con la llegada de Iglesia Metodista Espiscopal, que se establece en Samaná (región noroeste del país); en segundo lugar, con la llegada del misionero Samuel Mills (de la iglesia Metodista Libre), quien llega a la República Dominicana en el año 1889 y se concentra en la región norte del país (Santiago).
CONSIDERANDO: Que la sociedad dominicana se ha caracterizado por su fe, manifiesta en Dios, como uno de los pueblos más cristianos del mundo;
Observación: Si bien es cierto que el pueblo dominicano se ha caracterizado por su sensibilidad a la religiosidad cristiana, no sabemos qué investigación realizaron los congresistas para redactar este considerando en esta forma.
2) Observación respecto del artículo número 1: “Se declara “Día de la Biblia”, en todo el territorio nacional el 27 de septiembre, mes en que se tradujo la primera biblia al idioma español.”
Si bien hubo varias versiones parciales de la Biblia en castellano, antes de la publicación de la versión de la Biblia del oso, lo cierto es que la versión castellana de la Biblia publicada en 1569 fue la primera versión completa de la Biblia traducida al idioma español.
Aunque es un detalle no aparece en todo artículo que habla del trabajo de Casiodoro de Reyna, lo cierto es que se afirma que la Biblia del oso fue publicada el 28 de septiembre del año 1569 en Basilea, Suiza.
Finalmente, puedo decir que es posible y legítimo tener algunas reservas respecto a este tipo de leyes (cuando nos comprometemos con el ideal de un estado laico pero respetuoso y garante del derecho a libertad de creencia y de culto); sin embargo, lo cierto es que la ley 204 está vigente y no conocemos de una disposición posterior que le sea contraria.
¡Hasta la próxima!
“Textos canónicos” versus “manuscritos originales” A propósito de los textos que sirven de base para la reflexión teológica
Sobre la «dependencia del Espíritu Santo» en el proceso de definición doctrinal
De “objetividad” y “subjetividades” Pensando, filosofando y teorizando en voz alta
De “objetividad” y “subjetividades”
Pensando, filosofando y teorizando en voz alta
Héctor B. Olea C.
En los tantos años que llevo compartiendo mis ideas, pensamientos y particulares puntos de vista (en las aulas, en conversaciones, charlas, conferencias, periódicos, revistas, por radio, televisión, facebook, etc.), hay un hecho que siempre me llamado la atención, aunque no me sorprende.
Al hecho al que hago referencia consiste en que por mucho tiempo, frente a un cierto grupo de personas, he logrado la imagen de “muy objetivo” en mis trabajos y enfoques; pero así las cosas, hasta un día, hasta que emito mis criterios personales (no por ello sin base) con relación a un determinado tema o asunto.
Ahora bien, ante tales situaciones me he preguntado: si abordé el tema o asunto que originó la tensión (el cambio de actitud, la discordia, etc.), con el mismo temple y carácter de siempre, ¿por qué el cambio de actitud? ¿Por qué aparentemente ya no soy (o no fui) objetivo? ¿Por qué no parecen tan acertadas mis propuestas? ¿Será que quizás no logré mantener la sobriedad en mi análisis? ¿Será que esta vez, frente a este tema en particular, mostré un interés particular e inusitado, a ultranza, en conducir las aguas a mi propio territorio? ¿Será que esta vez exhibí la inusitada intención de manipular los datos y los hechos con la única intención de imponer un punto de vista a todas luces inverosímil? Por fin, ¿qué fue lo posiblemente pasó?
Puedo decir que por lo general me he impuesto el compromiso de ser lo más objetivo posible en mis análisis y enfoque, sin importar el tema o asunto que aborde. Me he propuesto el evitar a todo costo y hasta donde me sea posible cualquier tipo o intento de manipulación de los datos y los hechos con tal de justificar lo injustificable. De todos modos, es posible y, debo admitir, que probablemente no siempre lo logre, que no siempre lo haya logrado, aunque me parezca o piense que sí.
Pero, por otro lado, es muy posible también, que no sea yo, sino la persona que me lee (obviamente no todas) la que haya mostrado un interés particular frente al tema que originó la tensión (aunque ella quizás no esté plenamente consciente de ello), y por eso, el cambio de actitud.
En verdad las razones pueden ser muchas. Me atreveré a teorizar sobre algunas.
Primera posibilidad: Nadie tiene la verdad absoluta, tampoco yo, por supuesto. El asunto se complica cuando reconocemos que hay quienes se preguntan si en verdad hay “verdades absolutas”.
Segunda posibilidad: Nadie, absolutamente nadie, puede aspirar a lograr frente a todo el mundo una opinión favorable, y para esto hay cientos de legítimas razones.
Tercera posibilidad: Yo no escribo, ni pienso en el vacío, sino siempre de manera comprometida aunque sea con algún determinado marco teórico o de referencia. Por supuesto, toda persona que me lee o escucha, también me lee y escucha desde una situación de compromiso igual o semejante a la mía, pero nunca en una situación de neutralidad.
Cuarta posibilidad: Nadie piensa ni emite un juicio (por más objetivo que sea) al margen de sus más profundas convicciones, sin poner algo de sí (¿subjetividad intrínseca?), en dicho proceso, se esté plenamente consciente de ello o no.
Quedándonos pues, con esta última posibilidad (que es la que ahora me interesa y la que le ha dado origen al título de esta nota), parece que lo más conveniente o acertado no es hablar de “objetividad”, sino de “coincidencia o concurrencia de subjetividades”. Me explico.
Cuando yo emito un juicio sobre un determinado asunto, y una persona (o conjunto de personas) me considera “objetivo”, en realidad es probable que estemos frente a dos posibles situaciones.
La primera: Que en efecto yo haya sido “objetivo”, y la persona que me cataloga como tal, también lo haya sido.
Segunda: Probablemente yo no fui “objetivo”, sino “subjetivo” (quizás demasiado “subjetivo”), como tampoco lo fue la persona que me cataloga como tal; pero, como mi enfoque y visión del asunto coincidió con su visión del mismo fenómeno, entonces dicha persona juzga mi planteamiento como “objetivo”.
Concentrándome, pues, en la segunda de las dos hipotéticas situaciones planteadas, diría que cuando dos partes de manera recíproca se consideran “objetivas”, no es porque en efecto lo sean, sino porque “sus subjetividades” han coincidido o concurrido.
Por otro lado, cuando dos partes de manera recíproca se consideran “subjetivas” (“no objetivas”), no es porque en efecto lo sean, sino porque “sus subjetividades” no han coincidido o concurrido.
Conclusiones:
1) Cuando la actitud y propuesta de una persona es catalogada como “subjetiva”, probablemente no se deba a que en efecto no haya sido “objetiva”, sino a que en realidad la evaluación que se emitió de ella no fue la “objetiva”.
2) Cuando de manera recíproca dos partes se acusan de “objetivas”, en realidad lo hacen no porque en realidad lo sean, sino porque “sus subjetividades” han coincidido o concurrido.
3) Cuando de manera recíproca dos partes se acusan de “subjetivas”, en realidad lo hacen no porque en realidad lo sean, sino porque “sus subjetividades” no han coincidido o concurrido.
Consecuentemente, la falta de “objetividad” (o “subjetividad” manifiesta), se puede entender como “la no coincidencia o concurrencia de subjetividades”; y la “objetividad” supuesta, se puede entender muy bien no como la “ausencia de subjetividad”, sino más bien como “la coincidencia o concurrencia de subjetividades”.
4) Cuando una persona cataloga los planteamientos de otra como “subjetivo” (“no objetivos”), lo que en realidad ocurre es que “sus subjetividades” no han coincidido.
5) Cuando una persona cataloga los planteamientos de otra como “objetivo” (“no subjetivos”), lo que en realidad ocurre es que “sus subjetividades” han coincidido.
En conclusión, cuando una persona considera que mi planteamiento es “objetivo”, probablemente no es por que en realidad lo sea, sino simplemente porque “su subjetividad” ha coincidido con la mía (o porque “mi subjetividad” ha coincidido con la suya).
Desde esta misma perspectiva, cuando una persona considera que mi planteamiento no es “objetivo” (sino “subjetivo”), probablemente no es porque en realidad lo sea; sino más bien porque en este caso “mi subjetividad” no ha coincidido con la suya.
¡Hasta la próxima!
La palabra “Biblia” no es bíblica
Héctor B. Olea C.
A pesar de lo que dicen muchas fuentes (situación que está cambiando), la palabra “Biblia” no viene de “biblos”, sino más bien de “biblíon”. En verdad la palabra griega “biblíon” (de género neutro) es un diminutivo de “biblos” (de género femenino). Lo interesante es que el caso nominativo y el acusativo plural de “biblíon” es “biblía” (libros), forma prácticamente igual a la castellana “Biblia”, pero acentuada en una sílaba diferente.
En la gramática griega como también en la gramática castellana se usa la palabra «caso» para explicar o referir la función que desempeña una palabra (sustantivo, no verbo) en la oración. El «Diccionario de términos filológicos» de Fernando Lázaro Carreter (publicado por Gredos), define el «caso» como “la forma que adopta un nombre para desempeñar una determinada función en la frase mediante flexión”. Los “casos” son básicamente seis: nominativo, ablativo, genitivo, dativo, acusativo y vocativo. Por ejemplo, si un sustantivo hace la función de sujeto, por lo general estará en caso nominativo. Si hace la función de objeto directo, por lo general se dirá que está en caso acusativo.
La palabra castellana “Biblia” es bisílaba y grave (cuya sílaba tónica es la penúltima sílaba); la palabra “biblía” (con el acento y tilde en la “i” de “blía” que rompe el diptongo, y la convierte en trisílaba (bi-blí-a, como en filosofía), pero continua siendo grave.
Ahora bien, en el contexto bíblico y, en lo que respecta al Antiguo Testamento, la expresión “biblía” (“ta biblía”) no se la encuentra en la Septuaginta (Antiguo Testamento en griego) dentro de lo que la mayoría de los cristianos protestantes llaman “canon del AT”. La expresión griega “biblía” (plural, “libros”), se usa en la Septuaginta en una única ocasión, y es en 1 Macabeos 12.9 (libro apócrifo para la mayoría de los protestantes, pero “deuterocanónico” según la nomenclatura de la iglesia católica).
Los libros “deuterocanónicos” pueden ser leídos en la llamada «Biblia de Jerusalén» (y otras), así como en la Versión Popular Dios Habla Hoy de Estudio, también en las ediciones de la Biblia en Versión Popular que se identifican como “interconfesionales”, las cuales avisan al lector y lectora de su contenido con la frase: “con los deuterocanónicos”.
Cito, pues, ahora, el texto de 1 Macabeos 12.9: “Aunque nosotros no tenemos necesidad de estas cosas, pues buscamos nuestro apoyo en los libros sagrados que poseemos”.
Aquí la frase “libros sagrados” es la traducción de la expresión griega “biblía” (“ta biblía”), “libros”.
Pasando al Nuevo Testamento, es la expresión griega “biblía” la que se traduce “libros” en Juan 21.25: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros (“biblia”) que se habrían de escribir. Amén.”
También en 2 Timoteo 4.13: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros (ta biblía), mayormente los pergaminos”.
Y finalmente en Apocalipsis 20.12: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros (“biblía”) fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”.
Ahora bien, a pesar de que la palabra “Biblia” (y el concepto que actualmente se tiene de la Biblia) no es bíblica, es decir, que no se usa ni se la encuentra en la Biblia misma; no obstante, hay una versión de la Biblia que muestra un caso muy curioso e interesante.
Resulta que la «Biblia en lenguaje sencillo» (nombre con que originalmente se conoció la publicación del Nuevo Testamento de la que posteriormente se publicaría como Biblia completa, pero con el nombre de «Biblia para todos, traducción en lenguaje actual», para el año 2002, por las Sociedades Bíblicas Unidas), usa la palabra “Biblia” en Juan 5.39 en la frase “ustedes estudian la Biblia”.
En conclusión, la palabra “Biblia” no es bíblica, es decir, no se usa ni se la encuentra en la Biblia. Además hay que decir que fue mucho después, alrededor del siglo trece, cuando la expresión «La Biblia» (sustantivo femenino singular) comenzó a usarse para referir al conjunto de libros sagrados del cristianismo, comprendido por el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, como lo conocemos hoy, y específicamente en el contexto del cristianismo mismo.
¡Hasta la próxima!
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