Ni «católicas» ni «protestantes», sólo «Biblias» A propósito de los agentes que difunden la Biblia 2 de 4

¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


«Ya está disponible en Amazon, para todo el mundo, mi libro que lleva como título: La Biblia misma no afirma ser «inspirada»Un análisis y comentario crítico, exegético y valiente del texto griego de 2 Timoteo  3.16y otros catorce artículos de mucho interés.

Te desafío a esta interesante lectura y podrás comprobar tu mismo que es lo que realmente dice el texto griego ( el texto fuente usado para la traducción) de 2 Timoteo 3.16.


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

Ni «católicas» ni «protestantes», sólo «Biblias» A propósito de los agentes que difunden la Biblia 1 de 4

¿Afirma 2 Timoteo 3.16 la inspiración de los 66 (o 73) libros de la Biblia, o más bien establece la utilidad y valor de un libro inspirado por Dios?


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I)        «Textos canónicos» versus «manuscritos originales»                     

II)       Estudiar la Biblia con base en «textos traducidos» tiene  sus límites

III)      El valor de la transliteración y sus modalidades                     

IV)     Como la traducción, la transliteración también es contextual 

V)      «La Biblia dice», una expresión bajo sospecha                      

I)        «Biblia devocional» o «Biblia de estudio», ¿cuál es la mejor opción?

VII)    «Biblia católica» y «Biblia protestante», ¿una distinción legítima?

VIII)   El papel de la Biblia y el de la comunidad de fe en el proceso de interpretación bíblica y de elaboración teológica

IX)     La dependencia y el papel del «Espíritu Santo» en el proceso  de elaboración teológica y definición doctrinal

X)      La Biblia se resiste a ser esclavizada por católicos y    protestantes

XI)     Una traducción acertada de 2 Timoteo 2.16 debe ser distinta  a la que se lee en versión Reina Valera revisión de 1960

XII)    Una traducción acertada de 2 Timoteo 3.16 obliga a repensar también la interpretación de otros textos bíblicos relacionados

XIII)   ¿«Cuervos» o «comerciantes», ¿qué es lo que en realidad dice el texto hebreo  en 1 Reyes 17.4 y 6?

XIV)   ¿Por qué utilizar la figura de «el cuervo» para invitarnos a confiar en  Dios?

XV)    ¡Danos! ¿el sustento de hoy, o el de cada día? 

Marco legal del 27 de septiembre como “día nacional de la Biblia” Algunas observaciones

Marco legal del 27 de septiembre como “día nacional de la Biblia”

Algunas observaciones

Héctor B. Olea C.

Ley No.204, que declara como "Día de la Biblia" el 27 de septiembre de cada año.

G.O. No. 9636 del 30 de Abril de 1984

EL CONGRESO NACIONAL

En Nombre de la República

NÚMERO: 204

CONSIDERANDO: Que desde el descubrimiento de la isla de Santo Domingo el pueblo dominicano ha profesado espiritualmente su creencia en Dios a través de las Sagradas Escrituras;

CONSIDERANDO: Que la Sagrada Biblia constituye universalmente la tabla de salvación entre Dios y los hombres, por su sustanciación hacia el amor, la paz y la redención;

CONSIDERANDO: Que el Escudo Nacional se honra con la Sagrada Biblia abierta en su centro, donde se lee el pasaje "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (San Juan VIII-32);

CONSIDERANDO: Que la sociedad dominicana se ha caracterizado por su fe, manifiesta en Dios, como uno de los pueblos más cristianos del mundo;

HA DADO LA SIGUIENTE LEY:

Artículo 1.- Se declara “Día de la Biblia”, en todo el territorio nacional el 27 de septiembre, mes en que se tradujo la primera biblia al idioma español.

Artículo 2.- La presente ley deroga y sustituye cualquier disposición que le sea contraria.

DADA en la Sala de Sesiones de la Cámara de Diputados, Palacio del Congreso Nacional, en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la República Dominicana, a los treinta días del mes de noviembre del año mil novecientos ochenta y tres; año 140 de la Independencia y 121 de la Restauración.

William Soto Medina

Vicepresidente en funciones de Presidente

Tony Raful Tejada

Secretario

Carlos B. Lalane Martinez

Secretario

DADA en la Sala de Sesiones del Senado, Palacio del Congreso Nacional, en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la República Dominicana, a los cuatro días del mes de abril del año mil novecientos ochenta y cuatro; año 140 de la Independencia y 121 lo de la Restauración.

Jacobo Majluta Azar

Presidente

Rafael Fernando Correa Rogers

Secretario

José Antonio Constanzo Santana

Secretario

SALVADOR JORGE BLANCO

Presidente de la Republica Dominicana

En ejercicio de las atribuciones que me confiere el Articulo 55 de la Constitución de la Republica,

PROMULGO la presente Ley, y mando que sea publicada en la Gaceta Oficial, para su conocimiento y cumplimiento.

DADA en Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional, Capital de la Republica Dominicana, a los dieciocho días del mes abril del año mil novecientos ochenta y cuatro; año 141 de la Independencia y 121 de la Restauración.

SALVADOR JORGE BLANCO

Observaciones:

1) Observaciones en cuanto a los considerandos de la ley 204:

CONSIDERANDO: Que desde el descubrimiento de la isla de Santo Domingo el pueblo dominicano ha profesado espiritualmente su creencia en Dios a través de las Sagradas Escrituras;

Observación: Este considerando da por sentado que a pesar de algunos elementos cuestionables, con la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Santo Domingo, ciertamente con él también llegó por lo menos algo del cristianismo. Además, se afirma que Cristóbal Colón poseía un ejemplar personal de la Biblia.

CONSIDERANDO: Que la Sagrada Biblia constituye universalmente la tabla de salvación entre Dios y los hombres, por su sustanciación hacia el amor, la paz y la redención;

Observación: Este considerando pone de manifiesto la típica pretensión del universalismo cristiano, presunción que explica el esfuerzo misionero mundial por las comunidades cristianas de las distintas confesiones y tradiciones teológicas y eclesiales.

CONSIDERANDO: Que el Escudo Nacional se honra con la Sagrada Biblia abierta en su centro, donde se lee el pasaje "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (San Juan VIII-32);

Observación: Si bien la Biblia está en el centro del escudo de nuestra bandera nacional (hecho del cual probablemente presuman más los protestantes que los católicos), lo cierto es que, a pesar de todo, la familia de Juan Pablo Duarte, ni el mismo Juan Pablo Duarte, eran protestantes. En realidad las primeras manifestaciones del cristianismo protestante llegan a la isla de Santo Domingo, en primer lugar, en el año 1824 con la llegada de Iglesia Metodista Espiscopal, que se establece en Samaná (región noroeste del país); en segundo lugar, con la llegada del misionero Samuel Mills (de la iglesia Metodista Libre), quien llega a la República Dominicana en el año 1889 y se concentra en la región norte del país (Santiago).

CONSIDERANDO: Que la sociedad dominicana se ha caracterizado por su fe, manifiesta en Dios, como uno de los pueblos más cristianos del mundo;

Observación: Si bien es cierto que el pueblo dominicano se ha caracterizado por su sensibilidad a la religiosidad cristiana, no sabemos qué investigación realizaron los congresistas para redactar este considerando en esta forma.

2) Observación respecto del artículo número 1: “Se declara “Día de la Biblia”, en todo el territorio nacional el 27 de septiembre, mes en que se tradujo la primera biblia al idioma español.”

Si bien hubo varias versiones parciales de la Biblia en castellano, antes de la publicación de la versión de la Biblia del oso, lo cierto es que la versión castellana de la Biblia publicada en 1569 fue la primera versión completa de la Biblia traducida al idioma español.

Aunque es un detalle no aparece en todo artículo que habla del trabajo de Casiodoro de Reyna, lo cierto es que se afirma que la Biblia del oso fue publicada el 28 de septiembre del año 1569 en Basilea, Suiza.

Finalmente, puedo decir que es posible y legítimo tener algunas reservas respecto a este tipo de leyes (cuando nos comprometemos con el ideal de un estado laico pero respetuoso y garante del derecho a libertad de creencia y de culto); sin embargo, lo cierto es que la ley 204 está vigente y no conocemos de una disposición posterior que le sea contraria.

¡Hasta la próxima!

“Textos canónicos” versus “manuscritos originales” A propósito de los textos que sirven de base para la reflexión teológica

“Textos canónicos” versus “manuscritos originales”
A propósito de los textos que sirven de base para la reflexión teológica

Héctor B. Olea C.
Una idea muy popular en la tradicional teología cristiana y evangélica (marcada por lo general por algunos tintes fundamentalistas), es que la autoridad de la Biblia depende básicamente de la existencia (todavía no probada, pero sí necesitada y dada como un hecho) de unos manuscritos originales “infalibles”.
La sospecha que mueve este tipo de afirmación es que si los manuscritos originales no fueron “infalibles”, la Biblia perdería todo su valor y trascendencia, comenzando por el hecho de que la anhelada “inerrancia de la Biblia” (en el sentido más amplio de la palabra), perdería su garantía y los fundamentos sobre las que se ha levantado tal hipótesis.
Pero cabe preguntarse, si en realidad el que los manuscritos originales de la Biblia no hayan sido “infalibles” haría sucumbir la capacidad de impacto y de inspiradora que ha tenido la Biblia en los aproximados 17 siglos que tiene de su existencia (en la forma en que nos ha llegado compuesta por un Antiguo Testamento y un Nuevo Testamento como fenómeno propiamente cristiano); esto así, sin dejar de lado la historia particular de varios siglos de existencia que tuvo y ha tenido por separado el canon hebreo o Tanaj (mucho antes y después de la existencia de la Biblia como tal, y como realidad propiamente cristiana).
Por otro lado, otra forma de encarar el mismo asunto es preguntándonos: Si el valor de la Biblia depende de la existencia de unos manuscritos originales “infalibles”, manuscritos que en realidad no existen y que ni quiera tenemos la seguridad de que efectivamente hayan existido (pues la afirmación de su existencia no ha sido más que una presunción), ¿Dónde, pues, estamos? ¿Con qué nos quedamos? ¿Cómo podría sustentarse hoy el valor de la Biblia si insistimos en hacer depender su valor y trascendencia precisamente de la existencia de unos manuscritos que, al margen de cualquier presunción, sencillamente no los tenemos, sencillamente no existen?
Además, si el valor de nuestra reflexión teológica ha de depender en lo absoluto de que la misma parta o se sustente en la consulta de unos manuscritos “infalibles”, ¿qué valor tendrá la reflexión teológica cristiana que, por cierto, tiene siglos de existencia, pero que no se ha hecho sobre la base de unos manuscritos originales (sino en copias de copias, de copias), que no se ha sustentado ni podrá sustentarse en el presente y en el futuro en la consulta de unos manuscritos originales “infalibles”?







Si se pone como condición Sine qua non que el valor de la Biblia y de la reflexión teológica que parte de ella y se sustenta en la misma, dependa de la existencia de unos manuscritos originales “infalibles”, es de esperarse que la reflexión teológica can base en la Biblia sólo tendría un genuino fundamento precisamente si hace con base en tales manuscritos.
Pero las cosas se complican cuando tenemos que admitir, por un lado, que nunca se ha podido probar la existencia (y en realidad no podemos estar seguros de que alguna vez hayan existido) de tales manuscritos “infalibles”. Por otro lado, el que si alguna vez asistieron tales manuscritos, lo cierto es que no los tenemos.
Además, cuando analizamos el uso y dependencia del canon hebreo (el Tanaj, el Antiguo Testamento) por parte de los autores del Nuevo Testamento, descubrimos algunos detalles interesantes.
En primer lugar, la apelación que hace el Nuevo Testamento al Antiguo Testamento, no la hace mediante el empleo de algunos manuscritos originales “infalibles”, sino más bien mediante el empleo de copias de copias.
En segundo lugar, la apelación que hicieron los autores del Nuevo Testamento del canon hebreo, por lo general la hicieron mediante la Septuaginta (traducción griega del Antiguo Testamento).
Estas dos observaciones nos permiten afirmar con toda seguridad que la apelación al Antiguo Testamento por parte del Nuevo Testamento, jamás se hizo sobre la base de unos manuscritos “originales”, y mucho menos sobre unos “originales infalibles”; sino más bien con base en una traducción hecha de copias de copias y, por supuesto, no “infalibles”.
Ahora bien, ante los hechos aquí presentados, una particular y típica reacción fundamentalista es la siguiente: “Si alguien insiste en que nadie ha visto los originales infalibles, ¡Es tan correcto como decir que nadie ha visto los originales falibles!”. Esta afirmación la hace el teólogo protestante Clark Pinnok, en su obra «Revelación bíblica, el fundamento de la teología cristiana» (publicada por CLIE, año 2004). Ahora, un detalle que ignora Clark Pinnok, es que el proceso de copiado y reproducción textual que nos ha dado la Biblia no parece partir de unos supuestos “originales infalibles”.
Otro detalle que tampoco toma en cuenta el señor Clark Pinnok (detalle que en muchísimas ocasiones se les echa en cara a los exégetas muy preocupados por la arqueología de los textos), es que los textos normativos y que sirven de base para la actual reflexión teológica no son los textos de los manuscritos originales (y mucho menos los supuestos “originales infalibles”), sino la forma final en que los textos fueron canonizados y recibidos por las distintas comunidades cristianas en su momento.
Esto es muy bien claro, en primer lugar, respecto de la recepción y apropiación del canon hebreo por parte de las comunidades cristianas. La decisión a la que se llegó en la asamblea de Yabné (Jamnia) en los años 90 de la era cristiana, no tuvo que ver, ni se expresó respecto de algunos supuestos manuscritos “originales infalibles”; más bien se expresó, en términos muy específicos, sobre la forma textual que habían alcanzado los textos del Tanaj (el Antiguo Testamento hebreo) para ese entonces (forma que, por cierto, era de tipo consonántico, pues el texto masorético del cual depende nuestra exégesis actual del Tanaj, entraría en escena no antes de cinco o seis siglos después o un poco después).
En iguales términos tenemos que expresarnos respecto de varios concilios del siglo IV, hasta concluir en el tercer concilio de Cartago del año 397 de la era cristiana (el primero fue el primer Concilio de Cartago en el año 393, parece que hubo un segundo Concilio de Cartago, pues en para el año 397 se habla del “Tercer Concilio de Cartago”, finalmente, también se habla del Sexto Concilio de Cartago del año 419 de la misma era cristiana), cuando se expresaron respecto de los libros que se consideraban normativos para la fe cristiana. Tales concilios no se expresaron, no canonizaron, unos textos en manuscritos “originales infalibles”, sino más bien, canonizaron y se expresaron respecto de manuscritos copias de copias, los cuales no eran infalibles, y que habían pasado todo un largo proceso de desarrollo, relecturas, exégesis, interpretación y transformación, proceso que los hacía in equiparables con los originales infalibles o no.
Ahora bien, si la historia es testigo del impacto y de lo inspiradora que ha sido y sigue siendo la Biblia prácticamente en todo el mundo (no ignoramos el hecho de la poca o ninguna presencia de la fe cristiana con su Biblia en gran parte del globo terráqueo) en todo el mundo; parece, pues, que las premisas de la hipótesis de la necesidad de unos manuscritos “originales infalibles” están en crisis, y merecen reformularse si no es que abandonarse.
Finalmente, 1) Si las relecturas dentro del Antiguo Testamento mismo (el Tanaj) han tenido su innegable valor a pesar de sustentarse en copias de copias; 2) Si la lectura, interpretación y apelación que hace el Nuevo Testamento (su teología) del Antiguo Testamento (el Tanaj), se hizo con base en copias de copias; 3) Si nuestra lectura, interpretación y apelación a la Biblia como tal (en su forma actual), se hace con base en unos textos canónicos ni originales, ni infalibles, sino en la traducción de unos manuscritos no originales, ni infalibles y copiados cientos de veces; nos parece verosímil concluir en que no necesitamos la hipótesis de la existencia de unos manuscritos “originales infalibles”, pues su sustentación origina más crisis que los supuestos fundamentos que provee.
En conclusión, la actual reflexión teológica cristiana en sentido general, no se sustenta ni se lleva a cabo sobre la base de la consulta y apelación de unos manuscritos “originales infalibles”, sino más bien en unas copias de copias, tampoco “infalibles”. La actual reflexión teológica cristiana se sustenta más bien en la consulta y apelación de unos textos canónicos normativos, no originales, y mucho menos infalibles.
Pienso que ayudará mucho a la interpretación cristiana de la Biblia, si los intérpretes cristianos no ignoran esta realidad en su labor de apropiación, lectura, relectura, apelación y aplicación de los textos bíblicos.
¡Hasta la próxima!

Sobre la «dependencia del Espíritu Santo» en el proceso de definición doctrinal

Una perspectiva crítica

Héctor B. Olea C.

Si todas las corrientes eclesiales y teológicas del cristianismo son guiadas por el Espíritu Santo en el proceso de lectura, interpretación de la Biblia, y reflexión teológica, ¿por qué persisten los desacuerdos? ¿Demuestra la historia del cristianismo que el Espíritu Santo corrige teologías? ¿No parece más bien que la obra del Espíritu Santo es interpretada a la luz de cada corriente eclesial y teológica?

Ahora bien, si se da por sentado que las diferencias teológicas se explican porque algunas de las corrientes del cristianismo no se están dejando guiar por el Espíritu Santo en dicho proceso, ¿qué corriente admitirá que ella es una de esas? ¿Admitirán algo así los arminianos? ¿Los reformados? ¿Los bautistas? ¿Los presbiterianos? ¿Los pentecostales? ¿Los adventistas? ¿Los templos bíblicos? ¿Los católicos? ¿Los anglicanos? ¿Los dispensacionalista? ¿Los no dispensacionalistas?, etc.

Al final, me parece que volvemos a caer de nuevo y siempre (lo admitamos o no), en el siguiente círculo vicioso: 1) una determinada corriente eclesial y teológica lleva a cabo una particular lectura de la Biblia; 2) desarrolla una teología peculiar y propia; y 3) da por sentado que en ese proceso fue guiada (se dejó guiar) por el Espíritu Santo (y no admite que alguien le diga lo contrario).

Precisamente por esto es que resulta muy curioso y en extremo interesante, que todas las corrientes mencionadas dicen lo mismo, y ninguna admite lo contrario.      

Si las diferencias teológicas entre adventistas y no adventistas se explican en la guía de Espíritu Santo, me pregunto: ¿cuál de las dos corrientes no se ha dejado guiar por el Espíritu Santo, la adventista o la no adventista?

Si las diferencias teológicas entre calvinistas y arminianos se explican por el mismo fenómeno, ¿cuál de las corrientes no se ha dejado guiar por el Espíritu Santo, los calvinistas o los arminianos?

Si las diferencias escatológicas se han de explicar por una falta de conformidad a la dirección del Espíritu Santo en el proceso de lectura e interpretación de la Biblia,

¿Qué corriente o escuela escatológica admitirá que es ella la que no se ha sometido a la guía del Espíritu Santo? ¿Admitirán algo así los dispensacionalistas? ¿Lo harán los amilenialistas? ¿Lo harán los postmilenialista?
¿Entonces?

Un ejemplo bíblico que ilustra muy bien lo que por siglos viene ocurriendo con las distintas posturas cristianas eclesiales y teológicas, lo encontramos en relación al llamado “Concilio de Jerusalén”, en Hechos 15.

Resulta que para dicha ocasión se manifestaron tres posturas: En primer lugar, una postura de total apertura a los gentiles en el movimiento cristiano sin aplicarle ciertos requisitos vitales para la fe judía (representada por Pablo y Bernabé); En segundo lugar, una corriente que podríamos llamar de “intermedia” (aunque muy cercana a la representada por Pablo y Bernabé), representada por Pedro; y en tercer lugar, una corriente que podríamos calificar de “conservadora” (representada por Jacobo).

Observemos, en primer lugar, las palabras introductorias a la asamblea de Jerusalén:

“Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. 2Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión. 3Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. 5Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés” (Hechos 15.1-5)

En segundo lugar, observemos las palabras de Pedro:

6Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 7Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. 8Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15.6-11)


En tercer lugar, consideremos lo que el autor de Hechos nos dice de la participación de Pablo y Bernabé

12Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (Hechos 15.12)

Al llegar aquí me llama poderosamente la atención que el autor del libro de Hechos no tuviera el interés o el valor de dar a conocer e incluir en su relato, lo que en efecto fueron las palabras precisas de Pablo y Bernabé en defensa de su postura, como sí lo hizo con la participación de Pedro y la de Jacobo.

En cuarto lugar, a la luz de la observación que hice en el párrafo anterior, observemos las palabras de la postura “conservadora” de Jacobo:

“13Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. 14Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. 15Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: 16 Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, 17Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, 18Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos. 19Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. 21Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.” (Hechos 15.13-21)

Observemos las palabras que encierran o engloban la postura representada por Jacobo:

“Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (Hechos 15.19-20)

Consideremos ahora la conclusión que según el mismo relato de Hechos, es comunicada por el mismo Jacobo, como aprobada por el Espíritu Santo, pero después de la consideración del liderazgo apostólico, los ancianos y demás líderes de Jerusalén (Hechos 15.22, 26, 28):

28Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15.28-29)

Ahora bien, curiosamente viene a resultar que la postura representada por el liderazgo de Jerusalén, encabezada por Jacobo, fue precisamente la que le pareció bien, la que aprobó el Espíritu Santo. Una manera sencilla y clara de poner en evidencia este hecho, es comparando los versículos 19-20, y 28- 29.

“Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (Hechos 15.19-20)

28Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15.28-29)

Pero, ¿estuvo Pablo totalmente de acuerdo con la conclusión a la que llegó el “Concilio de Jerusalén” según lo relatado por el libro de Hechos?

Creo que una manera de responder adecuadamente a esta pregunta es consultando las epístolas paulinas que, por cierto, son totalmente ignoradas por el autor de Hechos.

¿Qué pensaba Pablo de lo sacrificado a los ídolos, a pesar de la postura aprobada y reafirmada por el liderazgo dominante de Jerusalén? ¿Relativiza Pablo, o no, la postura a la que llegó el Concilio de Jerusalén en este aspecto?

Observemos:

4Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. 5Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), 6para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. 7Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. 8Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. 9Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. 10Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? 11Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. 12De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. 13Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Corintios 8.4-13)

23Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. 24Ninguno busque su propio bien, sino el del otro. 25De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia; 26porque del Señor es la tierra y su plenitud. 27Si algún incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia. 28Mas si alguien os dijere: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por motivos de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud. 29La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro? 30Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? 31Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 32No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; 33como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1 Corintios 10.23-32)

¿Qué pensaba Pablo de la fornicación (prostitución), a pesar de la postura aprobada y reafirmada por el liderazgo dominante de Jerusalén?

9Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; 10no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. 11Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Corintios 5.9-11)

3pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; 4que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor” (1 Tesalonicenses 4.3-4)

18Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6.18-20)

19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación (prostitución), inmundicia, lascivia” (Gálatas 5.19)

Es claro, pues, que respecto del tema de la fornicación Pablo no tiene problemas con lo aprobado, con la postura asumida por el concilio de Jerusalén, y con la cual se identificada el liderazgo de Jerusalén.

¿Qué pensaba Pablo del comer el animal con su sangre, a pesar de la postura aprobada y reafirmada por el liderazgo dominante de Jerusalén?

1Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. 2Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. 3El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. 4¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme” (Romanos 14.1-4)

14Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. 15Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. 16No sea, pues, vituperado vuestro bien; 17porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. 18Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. 19Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. 20No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. 21Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. 22¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. 23Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (Romanos 14.14-23)

13Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Corintios 8.13)

31Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 32No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; 33como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos” (1 Corintios 10.31-33)

13Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios” (1 Corintios 6.13a)

17porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14.17)

Como se puede observar, de los tres elementos que formaron parte de la conclusión a la que arribó el Concilio de Jerusalén (comida sacrificada a ídolos, fornicación-prostitución- y comer la carne del animal con su sangre), es claro que Pablo sólo se muestra de acuerdo con la fornicación (prostitución); con relación a los otros dos elementos, asume una postura en una línea contraria.

Cabe preguntarse, pues, ¿qué pensaba (o pensaría) Pablo de la dirección del Espíritu Santo respecto de los aspectos de la postura del liderazgo de Jerusalén que él no compartía? Pero también, ¿qué pensaba (o pensaría) el liderazgo de Jerusalén de la dirección del Espíritu Santo en aquellos asuntos que no compartían con Pablo, pero que eran abiertamente aprobados por éste?

Yendo todavía un poco más lejos, tendremos que puntualizar el hecho de que no sólo era que se asumía la dirección del Espíritu Santo en la fijación de una determinad postura doctrinal, sino que a la vez, se tildaba de “anatema” (herejía, opción equivocada) la distinta asumida por otros. Por ejemplo, mientras que para Pablo cualquier intento de judaizar la fe cristiana (haciendo énfasis o reclamando la necesidad de asumir algunos elementos del judaísmo, incluso un sobre énfasis en el conocimiento del Jesús físico de Nazaret) era anatema; para la comunidad joánica, la postura correcta era precisamente el énfasis en el Jesús físico, el Cristo encarnado, y la postura errada, el negar o minimizar este aspecto de la persona de Jesús de Nazaret. Observemos:

6Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1.6-9)

1¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? 2Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? 3¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? 4¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. 5Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gálatas 3.1-5)

16De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. 17De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.16-17)

Consideremos ahora la postura de la comunidad joánica:

7Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. 8Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. 9Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. 10Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! 11Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras” (2 Juan 7-11)

1Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 2En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 3y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4.1-3)

Como se ve, el muy usado lema (pretexto o justificación) de que todas las corrientes eclesiales y teológicas cristianas leen la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo, no garantiza el que todas asuman las mismas premisas y lleguen por igual a las mismas conclusiones doctrinales y teológicas. Además de que, en el fondo, subyace la sospecha (de ambos lados), de que en aquellos aspectos en los que se mantienen posturas disidentes, el fallo está del otro lado, nunca y jamás del lado suyo.

En consecuencia, cada corriente eclesial y teológica cristiana asume una dirección correcta y efectiva del Espíritu Santo en la corriente adversa o disidente, sólo en aquellos aspectos de la interpretación de la Biblia y de la reflexión teológica (así como respecto de la praxis cristiana) en que la otra parte, concuerda con ella. Así de sencillo.


¡Hasta la próxima!

De “objetividad” y “subjetividades” Pensando, filosofando y teorizando en voz alta

De “objetividad” y “subjetividades”

Pensando, filosofando y teorizando en voz alta

Héctor B. Olea C.

En los tantos años que llevo compartiendo mis ideas, pensamientos y particulares puntos de vista (en las aulas, en conversaciones, charlas, conferencias, periódicos, revistas, por radio, televisión, facebook, etc.), hay un hecho que siempre me llamado la atención, aunque no me sorprende.

Al hecho al que hago referencia consiste en que por mucho tiempo, frente a un cierto grupo de personas, he logrado la imagen de “muy objetivo” en mis trabajos y enfoques; pero así las cosas, hasta un día, hasta que emito mis criterios personales (no por ello sin base) con relación a un determinado tema o asunto.

Ahora bien, ante tales situaciones me he preguntado: si abordé el tema o asunto que originó la tensión (el cambio de actitud, la discordia, etc.), con el mismo temple y carácter de siempre, ¿por qué el cambio de actitud? ¿Por qué aparentemente ya no soy (o no fui) objetivo? ¿Por qué no parecen tan acertadas mis propuestas? ¿Será que quizás no logré mantener la sobriedad en mi análisis? ¿Será que esta vez, frente a este tema en particular, mostré un interés particular e inusitado, a ultranza, en conducir las aguas a mi propio territorio? ¿Será que esta vez exhibí la inusitada intención de manipular los datos y los hechos con la única intención de imponer un punto de vista a todas luces inverosímil? Por fin, ¿qué fue lo posiblemente pasó?

Puedo decir que por lo general me he impuesto el compromiso de ser lo más objetivo posible en mis análisis y enfoque, sin importar el tema o asunto que aborde. Me he propuesto el evitar a todo costo y hasta donde me sea posible cualquier tipo o intento de manipulación de los datos y los hechos con tal de justificar lo injustificable. De todos modos, es posible y, debo admitir, que probablemente no siempre lo logre, que no siempre lo haya logrado, aunque me parezca o piense que sí.

Pero, por otro lado, es muy posible también, que no sea yo, sino la persona que me lee (obviamente no todas) la que haya mostrado un interés particular frente al tema que originó la tensión (aunque ella quizás no esté plenamente consciente de ello), y por eso, el cambio de actitud.

En verdad las razones pueden ser muchas. Me atreveré a teorizar sobre algunas.

Primera posibilidad: Nadie tiene la verdad absoluta, tampoco yo, por supuesto. El asunto se complica cuando reconocemos que hay quienes se preguntan si en verdad hay “verdades absolutas”.

Segunda posibilidad: Nadie, absolutamente nadie, puede aspirar a lograr frente a todo el mundo una opinión favorable, y para esto hay cientos de legítimas razones.

Tercera posibilidad: Yo no escribo, ni pienso en el vacío, sino siempre de manera comprometida aunque sea con algún determinado marco teórico o de referencia. Por supuesto, toda persona que me lee o escucha, también me lee y escucha desde una situación de compromiso igual o semejante a la mía, pero nunca en una situación de neutralidad.

Cuarta posibilidad: Nadie piensa ni emite un juicio (por más objetivo que sea) al margen de sus más profundas convicciones, sin poner algo de sí (¿subjetividad intrínseca?), en dicho proceso, se esté plenamente consciente de ello o no.

Quedándonos pues, con esta última posibilidad (que es la que ahora me interesa y la que le ha dado origen al título de esta nota), parece que lo más conveniente o acertado no es hablar de “objetividad”, sino de “coincidencia o concurrencia de subjetividades”. Me explico.

Cuando yo emito un juicio sobre un determinado asunto, y una persona (o conjunto de personas) me considera “objetivo”, en realidad es probable que estemos frente a dos posibles situaciones.

La primera: Que en efecto yo haya sido “objetivo”, y la persona que me cataloga como tal, también lo haya sido.

Segunda: Probablemente yo no fui “objetivo”, sino “subjetivo” (quizás demasiado “subjetivo”), como tampoco lo fue la persona que me cataloga como tal; pero, como mi enfoque y visión del asunto coincidió con su visión del mismo fenómeno, entonces dicha persona juzga mi planteamiento como “objetivo”.

Concentrándome, pues, en la segunda de las dos hipotéticas situaciones planteadas, diría que cuando dos partes de manera recíproca se consideran “objetivas”, no es porque en efecto lo sean, sino porque “sus subjetividades” han coincidido o concurrido.

Por otro lado, cuando dos partes de manera recíproca se consideran “subjetivas” (“no objetivas”), no es porque en efecto lo sean, sino porque “sus subjetividades” no han coincidido o concurrido.

Conclusiones:

1) Cuando la actitud y propuesta de una persona es catalogada como “subjetiva”, probablemente no se deba a que en efecto no haya sido “objetiva”, sino a que en realidad la evaluación que se emitió de ella no fue la “objetiva”.

2) Cuando de manera recíproca dos partes se acusan de “objetivas”, en realidad lo hacen no porque en realidad lo sean, sino porque “sus subjetividades” han coincidido o concurrido.

3) Cuando de manera recíproca dos partes se acusan de “subjetivas”, en realidad lo hacen no porque en realidad lo sean, sino porque “sus subjetividades” no han coincidido o concurrido.

Consecuentemente, la falta de “objetividad” (o “subjetividad” manifiesta), se puede entender como “la no coincidencia o concurrencia de subjetividades”; y la “objetividad” supuesta, se puede entender muy bien no como la “ausencia de subjetividad”, sino más bien como “la coincidencia o concurrencia de subjetividades”.

4) Cuando una persona cataloga los planteamientos de otra como “subjetivo” (“no objetivos”), lo que en realidad ocurre es que “sus subjetividades” no han coincidido.

5) Cuando una persona cataloga los planteamientos de otra como “objetivo” (“no subjetivos”), lo que en realidad ocurre es que “sus subjetividades” han coincidido.

En conclusión, cuando una persona considera que mi planteamiento es “objetivo”, probablemente no es por que en realidad lo sea, sino simplemente porque “su subjetividad” ha coincidido con la mía (o porque “mi subjetividad” ha coincidido con la suya).

Desde esta misma perspectiva, cuando una persona considera que mi planteamiento no es “objetivo” (sino “subjetivo”), probablemente no es porque en realidad lo sea; sino más bien porque en este caso “mi subjetividad” no ha coincidido con la suya.

¡Hasta la próxima!

La palabra “Biblia” no es bíblica


La «Biblia» un concepto desarrollado en el tiempo


Héctor B. Olea C.

A pesar de lo que dicen muchas fuentes (situación que está cambiando), la palabra “Biblia” no viene de “biblos”, sino más bien de “biblíon”. En verdad la palabra griega “biblíon” (de género neutro) es un diminutivo de “biblos” (de género femenino). Lo interesante es que el caso nominativo y el acusativo plural de “biblíon” es “biblía” (libros), forma prácticamente igual a la castellana “Biblia”, pero acentuada en una sílaba diferente.

En la gramática griega como también en la gramática castellana se usa la palabra «caso» para explicar o referir la función que desempeña una palabra (sustantivo, no verbo) en la oración. El «Diccionario de términos filológicos» de Fernando Lázaro Carreter (publicado por Gredos), define el «caso» como “la forma que adopta un nombre para desempeñar una determinada función en la frase mediante flexión”. Los “casos” son básicamente seis: nominativo, ablativo, genitivo, dativo, acusativo y vocativo. Por ejemplo, si un sustantivo hace la función de sujeto, por lo general estará en caso nominativo. Si hace la función de objeto directo, por lo general se dirá que está en caso acusativo.

La palabra castellana “Biblia” es bisílaba y grave (cuya sílaba tónica es la penúltima sílaba); la palabra “biblía” (con el acento y tilde en la “i” de “blía” que rompe el diptongo, y la convierte en trisílaba (bi-blí-a, como en filosofía), pero continua siendo grave.

Ahora bien, en el contexto bíblico y, en lo que respecta al Antiguo Testamento, la expresión “biblía” (“ta biblía”) no se la encuentra en la Septuaginta (Antiguo Testamento en griego) dentro de lo que la mayoría de los cristianos protestantes llaman “canon del AT”. La expresión griega “biblía” (plural, “libros”), se usa en la Septuaginta en una única ocasión, y es en 1 Macabeos 12.9 (libro apócrifo para la mayoría de los protestantes, pero “deuterocanónico” según la nomenclatura de la iglesia católica).

Los libros “deuterocanónicos” pueden ser leídos en la llamada «Biblia de Jerusalén» (y otras), así como en la Versión Popular Dios Habla Hoy de Estudio, también en las ediciones de la Biblia en Versión Popular que se identifican como “interconfesionales”, las cuales avisan al lector y lectora de su contenido con la frase: “con los deuterocanónicos”.

Cito, pues, ahora, el texto de 1 Macabeos 12.9: “Aunque nosotros no tenemos necesidad de estas cosas, pues buscamos nuestro apoyo en los libros sagrados que poseemos”.

Aquí la frase “libros sagrados” es la traducción de la expresión griega “biblía” (“ta biblía”), “libros”.

Pasando al Nuevo Testamento, es la expresión griega “biblía” la que se traduce “libros” en Juan 21.25: “Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros (“biblia”) que se habrían de escribir. Amén.”

También en 2 Timoteo 4.13: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros (ta biblía), mayormente los pergaminos”.

Y finalmente en Apocalipsis 20.12: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros (“biblía”) fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.

Ahora bien, a pesar de que la palabra “Biblia” (y el concepto que actualmente se tiene de la Biblia) no es bíblica, es decir, que no se usa ni se la encuentra en la Biblia misma; no obstante, hay una versión de la Biblia que muestra un caso muy curioso e interesante.

Resulta que la «Biblia en lenguaje sencillo» (nombre con que originalmente se conoció la publicación del Nuevo Testamento de la que posteriormente se publicaría como Biblia completa, pero con el nombre de «Biblia para todos, traducción en lenguaje actual», para el año 2002, por las Sociedades Bíblicas Unidas), usa la palabra “Biblia” en Juan 5.39 en la frase “ustedes estudian la Biblia”.

En realidad empleo de la palabra «Biblia» en la «Biblia» misma constituye un indiscutible e inadmisible anacronismo. En primer lugar, porque para el tiempo de Jesús y para cuando se escribió el Evangelio de Juan y 1 2 Timoteo, los judíos no habían concluido (y muy probablemente ni siquiera lo habían iniciado formalmente) el proceso de análisis y discusiones que concluyó con la actual configuración del canon de la Biblia Hebrea (el Tanaj, el Primer Testamento, AT) en el siglo II d.C.


Otra razón es que la palabra griega “grafé” (tas grafás) apunta aquí más bien al Antiguo Testamento, sin incluir el Nuevo Testamento (es preciso mantener presente la idea de que el conjunto de “libros sagrados” para los judíos no incluye el NT, a pesar de que los cristianos sí reclaman y hacen suyo el canon hebreo, el llamado AT).



Finalmente, es preciso reconocer que para el tiempo de Jesús, por un lado, del Nuevo Testamento no se había escrito ni una sola línea, ni una sola palabra. Por otro lado, que para ese tiempo la palabra «Biblia» no existía como tal y como la conocemos hoy, y mucho menos cargada con el contenido semántico con que actualmente se la conoce y se la asocia. En consecuencia, es inaceptable, es inadmisible, que la «Traducción en Lenguaje Actual» (TLA), así como cualquier otra versión de la Biblia, use la palabra «Biblia» en Juan 5.39; 2 Timoteo 3.15-16, y en algún otro texto bíblico. Con otras palabras, el uso de la palabra «Biblia», en la «Biblia», sencillamente no es «bíblico».

En conclusión, la palabra “Biblia” no es bíblica, es decir, no se usa ni se la encuentra en la Biblia. Además hay que decir que fue mucho después, alrededor del siglo trece, cuando la expresión «La Biblia» (sustantivo femenino singular) comenzó a usarse para referir al conjunto de libros sagrados del cristianismo, comprendido por el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, como lo conocemos hoy, y específicamente en el contexto del cristianismo mismo.


¡Hasta la próxima!


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