Reflexiones bíblicas y teológicas en torno a las siete expresiones de Jesús en la cruz
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Héctor B. Olea C.
Por años ha sido una extendida tradición, tanto en el ámbito católico como en el protestante, la exposición de un sermón u homilía a partir de las ya conocidas “siete palabras” de Jesús en la cruz, en el contexto de la llamada “Semana santa”.
Ahora bien, la muy popular designación de “las siete palabras” no es precisamente la mejor, pues más que “siete palabras” son más bien siete expresiones o frases. De todos modos, esta forma de hablar tiene un antecedente muy popular también, en la forma de hacer referencia a los diez mandamientos de Éxodo 20.1-17 y Deuteronomio 5.1-21 con la expresión griega “decálogo”. La expresión “decálogo” al principio puede significar estrictamente “diez palabras”, pero que muy bien puede entenderse también como “diez mensajes”, “diez mandatos”, “diez asuntos tratados”, etc.
Pues bien, aunque no son exactamente “siete palabras” sino más bien “siete frases” o “siete dichos”; voy a insistir en el uso de dicha terminología para favorecer el mejor entendimiento de nuestros lectores y lectoras.
Una dato interesante es que el abordaje de este aspecto de los relatos evangélicos (de los evangelios) de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, las narraciones relativas a los últimos días de su ministerio previos a su crucifixión, nos confrontan de nuevo con las peculiaridades y particular teología de cada evangelio.
Este hecho se pone en evidencia con claridad meridiana cuando constatamos que las llamadas “siete palabras” no se encuentran todas en un mismo evangelio, en un solo evangelio; pero tampoco las encontramos a cada una de ellas en cada evangelio. Además de que el evangelio de Marcos, considerado el primer evangelio en ser escrito, a penas contenga una sola de las “siete palabras” (la cuarta según el orden en que tradicionalmente se han asumido, pero la primera en el orden en que aparecen en el Nuevo Testamento).
Las “siete palabras” con su debida ubicación bíblica, son:
Primera palabra: “Perdónalos porque no saben lo que hacen” Lucas 23.34
Segunda palabra: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23.43
Tercera palabra: “Madre he ahí tu hijo, hijo he ahí tu madre” Juan 19. 26 y 27
Cuarta palabra: “Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Mateo 27.46; Marcos 15.34
Quinta palabra: “Tengo sed” Juan 19.28
Sexta palabra: “Consumado es” Juan 19.30
Séptima palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Lucas 23.46
Como se puede observar, los evangelios que dominan son: Lucas, con cuatro de las “siete palabras” (la primera, 23.34; la segunda, 23.43; la séptima, 23.46). Luego sigue el evangelio de Juan también con tres de las “siete palabras” (la tercera, 19.26 y 27; la quinta, 19.28; y la sexta, 19.30). Finalmente tenemos el evangelio de Mateo y el de Marcos con sólo una de las “siete palabras”, la cuarta (Mateo 27.46; Marcos 15.34).
A pesar de que tradicionalmente este es el orden en que generalmente se han arreglado, lo cierto es, nos recuerda Raymond E. Brown («La muerte del Mesías»), que el orden en que aparecen en el NT es el siguiente:
(1era) "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Marcos 15.34; Mateo 27.46); (2da) "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23.34a); (3ra) "En verdad te digo: este día estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23.43); (4ta) "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Lucas 23.46); (5ta) "Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu madre" (Juan 19.26-27); (6ta) "Tengo sed" (Juan 19.28); (7ma) "Está concluido" (Juan 19.30).
De todos modos, a pesar del orden en que real y efectivamente aparecen en el Nuevo Testamento, lo cierto es que las “siete palabras” se han ordenado y arreglado en formas distintas desde el siglo II d.C.
Antes de avanzar un poco más, debo decir algo sobre los objetivos que tengo en mente con la publicación de estas reflexiones con base en las “siete palabras”. Lo que me he propuesto es compartir una serie de reflexiones bíblicas y teológicas compuesta de siete publicaciones, una por cada palabra, como una manera de enriquecer, fortalecer e invitar a la reflexión teológica en el contexto de la cuaresma y la semana santa.
Nuestro análisis supondrá la consideración crítica de los textos, a la luz de los métodos exegéticos, así como una reflexión y enfoque hermenéutico como aplicación necesaria para mostrar y encarar la relevancia de dichos textos para nosotros hoy, en nuestro contexto.
Pasemos ahora a considerar la primera palabra (pero la segunda en el orden en que aparece en el NT): “Perdónalos porque no saben lo que hacen” Lucas 23.34.
En la versión Reina Valera de 1960, Lucas 23.34 dice: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.”
Si nos quedamos sólo con el texto de la versión Reina Valera de 1960 no hallaremos problema alguno; sin embargo, una vez observamos a Lucas 23.34 en una versión, como por ejemplo, la versión popular Dios Habla Hoy, comienzan los problemas. Observemos la traducción de nuestro pasaje en cuestión en la versión popular Dios Habla Hoy: «[Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”]»
Inmediatamente salta a la vista que la expresión que conforma la llamada “primera palabra” está entre corchetes. En una nota al pie de página la versión popular Dios Habla Hoy explica: “El texto entre corchetes falta en algunos manuscritos de reconocida autoridad.”
Lucas 23.34 en otras versiones de la Biblia distintas a la Reina Valera de 1960
1) La «Nueva Versión Internacional» “-Padre-dijo Jesús-, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús”. Pero en una nota al pié de página, haciendo referencia a la primera parte del versículo, puntualiza: “Variante textual no incluye esta oración”.
2) «La Santa Biblia, la palabra de Dios para todos», publicada por La liga Bíblica: “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Los soldados rifaron entre ellos la ropa de Jesús para ver con qué se quedaba cada uno.” En una nota al píe de página, haciendo referencia a la primera parte del versículo, comenta: “Algunos manuscritos antiguos de Lucas no tienen esas palabras”.
3) «La Biblia textual». Esta versión, siguiendo las recomendaciones del Comentario textual al Nuevo testamento griego de Bruce M. Mezger, traduce a Lucas 23.34 así: “Y repartiendo sus vestidos echaron suertes”.
4) «La Biblia en lenguaje sencillo» (el NT), y que finalmente se publicó completa (AT y NT) con el nombre de “Biblia para todos, traducción en lenguaje actual, afirma: “Poco después, Jesús dijo: «¡Padre, perdona a toda esta gente! ¡Ellos no saben lo que hacen!» Mientras los soldados echaban suertes para saber cuál de ellos se quedaría con la ropa de Jesús.” Pero en una nota aclara: “Varios manuscritos muy importantes no tienen la frase: «Jesús dijo; Padre perdona a toda esta gente. Ellos no saben lo que hacen en lo que hacen».
5) La «Biblia vida abundante, nueva traducción viviente»: “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados”. Pero en una nota al pié de página observa: “23:34ª Esta oración no está incluida en muchos manuscritos antiguos”.
6) La obra «Todos los evangelios, traducción íntegra de las lenguas originales de todos los textos evangélicos conocidos», de Antonio Piñero, traduce a Lucas 23.34 de la siguiente manera: “Y para repartirse sus vestidos los echaron a suertes”. Y en una nota al pié de página observa: “La primera parte de este versículo, que no aparece en nuestra traducción, es una interpolación (una añadidura o adición)”.
Un dato interesante es que a pesar del problema de crítica textual que enfrenta Lucas 23.34, lo cierto es que la expresión que está en cuestión en dicho pasaje, sí se la encuentra en el evangelio apócrifo de Nicodemo («Evangelio de Nicodemo», conocido también como «Actas de Pilato»), cito: “… De manera semejante colgaron a los dos malhechores. Jesús decía: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»” (capítulo 10.1)
La explicación de Lucas 23.34 en algunos comentarios bíblicos
1) El «Comentario Textual al Nuevo Testamento Griego» de Bruce M. Metzger, comentado a Lucas 23.34, afirma: “La ausencia de estas palabras en testigos tan tempranos y diversos como P75, B, D*, W, Q, it-a-d, sir-s, cop-sa-bomss al, resulta de lo más impresionante, y difícilmente puede explicarse como una escisión deliberada por parte de los copistas que, al considerar que la caída de Jerusalén era una prueba de que Dios no había perdonado a los judíos, no pudieron permitir que pareciera que la oración de Jesús había quedado sin respuesta. Al mismo tiempo, el logion, aunque probablemente no formó parte del evangelio original de Lucas, ofrece pruebas que hablan por sí mismas de su origen dominical, y fue retenido, entre corchetes, en el lugar tradicional en que fue incorporado por copistas anónimos, en una época relativamente temprana en la transmisión del tercer evangelio.”
2) «Nuevo Comentario Siglo 21» (Casa Bautista de publicaciones): Lucas 23.34a Este versículo se omite en un número significativo de antiguos mss., pero debe ser mantenido como una parte genuina de lo que Lucas escribió (cf. Hech. 7:60), o como una confiable tradición que se introdujo en algunos mss. Debe haber sido omitido por escribas que sentían que la oración no era imaginable o que no fue contestada.”
3) El «Comentario al texto de Griego del NT» de A. T. W. Robertson, traducido y publicado en español por CLIE, al respecto, afirma lo siguiente: “Algunos de los documentos más antiguos y mejores no contienen este versículo, y, con todo, en tanto que no es seguro que forme parte del evangelio de Lucas, está bien claro que Jesús pronunció estas palabras (digo yo: ¿está bien claro?), porque son absolutamente originales”.
4) «Comentario Bíblico San Jerónimo» (Ediciones Cristiandad): “Perdónalos Esta oración de Jesús, que sólo consigna Lucas, falta en los manuscritos P75, Sa, B, D* y W; aparece en los manuscritos S*, A, C, D2, L y N. Es más fácil explicar su supresión por un prejuicio antijudío que averiguar por qué pudo añadirse más tarde. El perdón que otorga Jesús a los enemigos y a los grandes pecadores es típico del retrato que traza Lucas del Salvador. El suyo es el evangelio de los grandes perdones. La estructuración de Act 7,60 sobre la escena de la muerte de Jesús es también un argumento a favor de la autenticidad de esta plegaria. Teniendo en cuenta que el verbo va en imperfecto (elegen, «decía»), se presenta a Jesús perdonando una y otra vez. Se alega como excusa la ignorancia; Le recurre frecuentemente a esta causa excusante en Act: 3,17 y 13,27 con respecto a los judíos; 17,27.30 en relación con los gentiles (cf. Le 12,8-10; cf. Además los correspondientes comentarios), se repartieron sus ropas: Se consigna este detalle incidental porque supone una alusión a Sal 22,19 y da oportunidad de contemplar a Jesús como el inocente que sufre según el salmo. El sentido del orden que tiene Lucas le hace situar el incidente aquí, mejor que después de la colocación del título, para que no interfiera en su desarrollo acerca de la realeza de Jesús.”
«La muerte del Mesías» (Raym,ond E. Brown, Verbo Divino): “Autenticidad del versículo. Es omitido en testimonios textuales significativos, algunos de ellos muy tempranos91; pero se encuentra en otros códices griegos importantes y en versiones primitivas. Éste es uno de esos casos donde el peso de los testimonios textuales a un lado y al otro casi se equilibra. Lo que resulta es que ya en el siglo II unas copias de Lucas tenían el texto de 23,34a y otras no. De tal situación se desprenden las siguientes posibilidades sobre el origen la plegaria:
• Fue pronunciada por Jesús (en el contexto de la crucifixión o en cualquier otro) y conservada únicamente por Lucas. Algunos copistas posteriores, encontrándola inaceptable, la eliminaron.
• Fue pronunciada por Jesús pero no conservada por Lucas. Estuvo circulando como un dicho independiente hasta que, ya en el siglo II, un copista consideró que armonizaba con los sentimientos de este evangelio. Otros copistas no conocían su existencia. (Una historia similar se atribuye al relato sobre la mujer sorprendida en adulterio, que acabó insertado al comienzo de Jn 8.) Ésta es la hipótesis de MTC, 180.
• No fue pronunciada por Jesús, sino formulada por Lucas (o en la inmediata tradición prelucana) como una apropiada expresión de lo que Jesús pensaba: en realidad perdonó en silencio. Algunos copistas posteriores, encontrándola inaceptable, la eliminaron.
• No fue pronunciada por Jesús, sino formulada en el pensamiento cristiano posterior como apropiada a Jesús, y acabó siendo insertada en el relato de la pasión lucano por un copista, quien juzgó ese lugar un contexto idóneo.”
Finalmente, Raymond E. Brown concluye: “Por ironía, la frase quizá más bella del relato de la pasión es dudosa desde el punto de vista crítico-textual. El sentimiento subyacente a ella constituye la esencia de la manera cristiana de responder a la hostilidad. Este dicho de Jesús fue seguramente uno de los principales factores que llevaron a Dante a calificar a Lucas como "el escriba de la mansedumbre de Cristo". Para algunos, si Jesús no las pronunció, las palabras de 23,34a carecen de importancia religiosa. Para otros, si Lucas no las escribió, representan un simple sentimiento apócrifo. Para otros, en fin, aun reconociendo el valor de una respuesta afirmativa con respecto a alguno de los dos puntos anteriores, el largo uso de esas palabras por los cristianos significa que han adquirido autoridad normativa97. Si fueron añadidas por un escriba, la percepción de ese escriba llegó a ser una interpretación auténtica del Cristo lucano. Pero con demasiada frecuencia, por desdicha, el verdadero problema no ha sido la falta de esta plegaria en el texto, sino su ausencia de los corazones.”
En resumen, la verdad es que en la misma medida en que se fortalecen las evidencias que hacen poner en duda que estas palabras hayan formado parte del original de Lucas y de sus copias más tempranas, y que al mismo no podamos encontrar otro testimonio independiente y cierto en el mismo NT, así también se dificulta el probar que Jesús haya pronunciado dichas palabras. En conclusión: ¿Pronunció Jesús las palabras que conforman la primera parte de Lucas 23.34? respuesta: Probablemente sí, probablemente no. De todos modos, a la luz de la crítica textual, el que Jesús haya dicho tales palabras es un hecho que está seriamente cuestionado.
Algunas diferencias en la traducción de Lucas 23.34 en las versiones que concuerdan con la Reina Valera de 1960
Aun en las versiones que mantienen la expresión discutida “Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»”, mantienen una diferencia. Unas versiones traducen que “Jesús dijo” (Biblia en lenguaje actual (Sociedades Bíblicas Unidas), Biblia para todos (Liga bíblica), Biblia del peregrino (Mensajero), Dios habla hoy, entre otras. Pero otras versiones, la mayoría, traducen “Jesús decía”, ejemplos, prácticamente toda la serie de la Reina Valera, incluyendo la Reina Valera actualizada. ¿A cuáles versiones favorece el texto griego? Respuesta: a todas las que traducen “Jesús decía”.
Pero, ¿Qué diferencia existe entre la expresión “Jesús dijo” y “Jesús decía”? Respuesta: Con la primera se sugiere que en una sola y específica ocasión, aparentemente inmediatamente después de que acabaron de crucificarlo, Jesús pidió al Padre por el perdón de aquellos que había tramado su muerte y le habían hecho algún daño. La segunda expresión en cambio, sugiere que aparentemente en todo el proceso, Jesús se mantuvo pidiéndole al Padre por el perdón de los que habían tramado su muerte y por todos aquellos que le inflingían algún daño.
Dos tipos básicos de lectura al hecho histórico de la crucifixión de Jesús
El relato y el hecho histórico de la crucifixión de Jesús nos permiten básicamente dos lecturas. Una teológica y la otra sociopolítica e histórica. La primera lectura, la teológica, es la que explica y está en el fondo de la expresión “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Pero, cabe preguntarnos, ¿no parece implicarse aquí un absurdo? ¿No sabían los verdugos de Jesús lo que estaban haciendo? ¿Fue la muerte de Jesús un hecho inocente? ¿Un sin querer queriendo? La respuesta a estas preguntas, desde la lectura teológica, es que los que mataron a Jesús no sabían que estaban eliminando físicamente al Mesías, al hijo de Dios. Ignoraban que al matar a Jesús, ellos mismos se beneficiarían de los efectos salvíficos producidos por la muerte vicaria de este humilde Jesús de Galilea. Entonces, desde esta perspectiva teológica, parece obvio que no sabían lo que estaban haciendo.
Ahora bien, lo interesante es que si desde la lectura teológica se comprende que los que mataron a Jesús, no sabían lo que estaban haciendo, no es menos cierto que los mismos discípulos de Jesús tampoco tenían una imagen más profunda de su maestro, imagen que cambió sólo después de la resurrección (compárese Mateo 26.46 “Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron”; Marcos 14.50 afirma lo mismo; Lucas y Juan, en cambio, no dicen nada al respecto.
Un pasaje todavía más relevador lo encontramos en Lucas: “13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24.13-21)
Pero la experiencia del encuentro con el Jesús resucitado se convertiría en la clave hermenéutica para mirar y hablar retrospectivamente sobre el ministerio terrenal de Jesús, y el manejo y apelación a las escrituras del AT, especialmente a la literatura de los profetas.
Por otro lado, a pesar de lo conveniente de la lectura teológica del hecho histórico de la crucifixión de Jesús (que es la que matiza los relatos que tenemos de la misma en el NT), lo cierto es que dicha lectura dificulta seriamente el que tengamos una visión más clara y crítica de lo acontecido con Jesús. La lectura sociopolítica e histócia, en cambio, sí nos permite ver con claridad que estamos ante un horrendo crimen, un hecho repugnante, pero paradójicamente comprensible, y hasta justificable.
La muerte de Jesús es la culminación de una trama, orquestada por un sector religioso y de poder, que no toleró el mensaje y el modelo de vida que planteaba un hombre, aunque tal mensaje beneficiara a la mayoría de los desdichados y marginados de la sociedad de su tiempo.
Jesús no fue el primero ni sería el último en morir y ser victima de un sector dominante y que usa la violencia, la fuerza, y todos los recursos del poder, para procurar la desaparición física de alguien que atente contra sus intereses. La muerte de Jesús nos debe estimular y motivar a tomar partido, a no ser indiferentes, cuando hoy, al igual que en el caso de Jesús, personas de bien y con reales sentimientos altruistas, sufren precisamente por buscar y promover un clima de justicia, un estado de derecho, el bienestar de su prójimo y un clima de verdaderas oportunidades de vida, progreso, en fin, un ambiente donde realmente se pueda vivir con dignidad.
Creo que las siguientes palabras de Raymond E. Brown nos ayudan a entender un poco mejor lo ocurrido con Jesús, desde una perspectiva sociopolítica e histórica: “Los cristianos que ven a Jesús como molesto sólo en el contexto de lo que ellos consideran como judaísmo legalista no comprenden que, mutatis mutandis, habría sido molesto en cualquier ámbito religioso, si hubiera dicho a la gente que Dios quería algo diferente de lo que ellos conocían y se habían esforzado siempre en hacer, y si hubiera pretendido cambiar la doctrina sagrada establecida, basándose en su autoridad como autodesignado portavoz de Dios” («La muerte del Mesías, tomo I», página 48)
Continúa Raymond E. Brown, diciendo: “La imagen evangélica de Jesús permite suponer que él sería hallado culpable por cualquier mayoría religiosa timorata de cualquier tiempo y lugar. Es más que posible que si Jesús apareciera en nuestra época (con su reto expresado en términos de posturas religiosas actuales) y fuera arrestado y procesado de nuevo, la mayor parte de los que lo juzgasen culpable se verían a sí mismos como verdaderos cristianos y creerían estar rechazando a un impostor: alguien que pretendía ser Jesús pero que no encajaba en el concepto que ellos tenían de quién era Jesucristo y cómo debía actuar” (páginas 479, 480 y 481)
En consecuencia, me pregunto: ¿Aceptarían hoy a Jesús muchas de las congregaciones (la mayoría de) que presumen de su fidelidad a Jesús? ¿Les sería molestoso o agradable? ¿Lo acogerían en su seno, lo tolerarían? ¿O más bien se sumarían a cualquier trama para desacreditarlo, marginarlo, hacer callar su voz, procurarían su exilio? ¿Verían, por lo menos, como positiva su desaparición física? Obviamente, todo esto lo harían y estaría justificado y hasta visto como necesario, a la luz de su ortodoxia y su particular forma de leer e interpretar las Escrituras y el mensaje mismo de Jesús.
Conclusiones:
1) La expresión “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, 1) Parece que originalmente no formaron parte del evangelio de Lucas, que el autor original del tercer evangelio no la escribió y que probablemente ni la conoció; 2) Probablemente Jesús mismo no la pronunció; 3) Es probable (aunque ciertamente menos probable) que Jesús las haya pronunciado y que sólo el evangelio de Lucas las haya conservado; 4) Es probable que estas palabras hayan sido parte de la obra original del evangelio de Lucas, aun cuando no hayan salido de los labios de Jesús, y que algún copista o algunos copistas las hubieren suprimido muy temprano en la transmisión textual de dicho evangelio.
2) Realidades como estas y otras parecidas, nos llevan a considerar seriamente sobre la realidad de que en muchos casos, la forma que tenían los libros de la Biblia al momento de su canonización, no era precisamente la que salió originalmente de la mano del autor bíblico. En consecuencia, la forma final en que hemos recibido los libros de la Biblia , no es la original ni la que salió de la mano del autor bíblico.
3) El relato y el hecho histórico de la crucifixión de Jesús nos permiten básicamente dos lecturas. Una teológica y la otra sociopolítica. La primera lectura, la teológica, es la que explica y está en el fondo de la expresión “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
4) La lectura teológica del hecho en cuestión, dificulta seriamente que tengamos una visión más clara y crítica de lo acontecido con Jesús. La lectura sociopolítica, en cambio, sí nos permite ver con claridad que estamos ante un horrendo crimen, un hecho repugnante, pero justificado y hasta considerado necesario, a la luz de la ortodoxia y los intereses a los que Jesús valientemente enfrentó.
5) La muerte de Jesús es la culminación de una trama, orquestada por un sector religioso y de poder, que no toleró el mensaje y el modelo de vida que planteaba un hombre, Jesús, aunque tal mensaje beneficiara (llevara esperanza, y motivara la fe y el ánimo de) a la mayoría de los desdichados y marginados de la sociedad de su tiempo.
6) Jesús no fue el primero ni sería el último en morir y ser victima de un sector dominante y que usa la violencia, la fuerza, y todos los recursos del poder, para procurar la desaparición física de alguien que atente contra sus intereses.
7) La muerte de Jesús nos debe estimular y motivar a tomar partido, a no ser indiferentes, cuando hoy, al igual que en el caso de Jesús, personas de bien y con reales sentimientos altruistas, sufren precisamente por buscar y promover un clima de justicia, un estado de derecho, el bienestar de su prójimo y un clima de verdaderas oportunidades de vida, progreso, en fin, un ambiente donde realmente se pueda vivir con dignidad.
8) No permitamos que parezca que Jesús y otros dieron y han dado su vida por una causa perdida.
Plegaria: ¡«Padre, perdónalos, porque te aseguro que sí saben lo que hacen»!
¡Bendiciones!
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