A
propósito del «día del padre» en algunos de nuestro países
Héctor B. Olea C.
Una
persona que conozca el arameo y el griego, habrá de estar al tanto de que la
transcripción o transliteración «abbá» (presente en Marcos 14.36; Romanos 8.15
y Gálatas 4.6), es un reflejo de la palabra aramea para «padre», «av» («ab»),
con el artículo determinado: «avvá» («abbá»), que en hebreo se coloca como
sufijo, mientras que en hebreo como prefijo.
Luego,
llama la atención que las antiguas formas presentes en la Biblia Hebrea, «aví» («abí»), «mi padre», «padre mío» (con el
sufijo pronominal de la primera persona común singular, «yo») han sido reemplazadas
en el hebreo moderno, en cierta forma, por la forma aramea «avvá» («abbá»), «el
padre», con el articulo determinado.
Por
supuesto, lo mismo ha ocurrido con la palabra «madre», como lo muestro en las
imágenes que acompañan este breve post.
En
tal sentido, me parecen adecuadas las siguientes líneas:
“En
el arameo «abbá», «el padre» (así como «immá», «la madre») es originariamente una
palabra típica del lenguaje balbuceante del bebé: cuando se desteta a un niño,
aprende a decir «abbá» (papá) e «immá» (mamá).
Ya
en la época precristiana la palabra experimentó una ampliación muy grande de su
significado. Por un lado, suplantó la antigua forma de tratamiento «abí» (“padre
mío”), y por otro lado, suplió a las formas «el padre», «mi padre». La
consecuencia de esa ampliación de significado fue que la fórmula «el padre» («abbá»)
ya no quedó restringida al lenguaje infantil, sino que fue empleada también por
los hijos e hijas adultos. De este modo perdió terreno el carácter de expresión
infantil; «abbá», ganó ese tono familiar cariñoso, que puede encontrarse en la
palabra «papá», y en sus equivalentes en todas las lenguas” («Diccionario Teológico
del Nuevo Testamento, Tomo 2, Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard,
editores, Sígueme, 2004).
Felicidades
a todos los que coincidimos en tener el privilegio de ser «papá», así de
sencillo.