«Introducción a la lectura y nociones generales de latín (clásico y eclesiástico)», desde cero


Después de considerar seriamente la solicitud de varias personas para que también ofreciéramos algún curso de latín, nos hemos propuesto ofrecer el siguiente curso:

«Introducción a la lectura y nociones generales de latín (clásico y eclesiástico)», desde cero.

Un curso introductorio de tres meses que, además de capacitar a la persona para leer con propiedad en latín (clásico y eclesiástico), también ofrecerá nociones elementales de la morfología o flexión nominal y de la morfología o flexión verbal, además de nociones elementales de la sintaxis latina.

Un curso dirigido al público general interesado en las lenguas clásicas y en las raíces grecolatinas del español, estudiantes de Biblia, teología, filosofía y letras, derecho, etc.   

Por supuesto, nuestra meta es, posteriormente, ofrecer un curso-estudio completo de la gramática latina, como ya lo estamos haciendo con el hebreo clásico (bíblico), el arameo clásico (bíblico), el griego koiné (bíblico) y el griego clásico.

Lógicamente, este curso tendrá el mismo perfil profesional de todos los cursos que ofrecemos en el marco del IDCB.

Día y horario: viernes 8:00 – 10:00 PM (República Dominicana, Puerto Rico; 7:00 – 9:00 PM Colombia y Perú; 9:00 – 11:00 PM Chile y Argentina. Modalidades: Online (en vivo y en directo vía Zoom) y virtual (en diferido, en forma asincrónica y personalizada).

Inicio: viernes 5 de julio.

Modalidades: Online (vía Zoom en vivo y en directo) y Virtual (en diferido, en forma asincrónica, mediante las clases grabadas).

¡Incluye material de apoyo y certificado!

Información y matriculación Aquí


 

«Sábbaton» como «día» y como «semana», la expresión «primer día de la semana» en el centro de esta cuestión



«Sábbaton» como «día» y como «semana»

La expresión «primer día de la semana» en el centro de esta cuestión

Nociones de griego koiné

Héctor B. Olea C.

Varias veces se me ha solicitado el análisis y explicación de la expresión griega que en el Nuevo Testamento se ha traducido «primer día de la semana» que, asumiendo estrictamente el texto crítico, aparece en los siguientes textos: Marcos 16.2; Mateo 28.1; Lucas 24.1; Juan 20.1, 19; Hechos 20.7, y 1 Corintios 16.2, siete veces en total.

Pero antes de abordar la expresión griega detrás de la traducción «primer día de la semana», es preciso decir que la palabra griega «sábbaton» consiste en un sustantivo de género neutro y de la segunda declinación, significando: sábado, día de reposo, descanso solemne, como equivalente al sustantivo hebreo «shabbát».

Sin embargo, en la expresión «primer día de la semana», el sustantivo «sábbaton» se usa con el sentido de «semana».

Ahora bien, un detalle que no es posible perder de vista, y vital para la comprensión de la expresión griega detrás de la traducción «primer día de la semana», consiste en que, como «semana», el sustantivo «sábbaton» siempre se usa en «caso genitivo» (singular o plural), y el sustantivo «jeméra» (día), se usa en forma elíptica (sobreentendido, recuperado por el contexto), lo que explica que el numeral que le precede siempre está en singular y en género femenino, precisamente el género del sustantivo «jeméra» (día).  

Por otro lado, es preciso decir que, antes que el Nuevo Testamento, ya se usó el sustantivo «sábbaton» en la clásica versión griega (Septuaginta, Los LXX), con el sentido de «semana», más el uso elíptico del sustantivo «jeméra» (día).  

En tal sentido, en el título del salmo 23 (24 de la Biblia Hebrea) y en el título del salmo 93 (94 de la Biblia Hebrea), sólo en la clásica versión griega, observamos el uso de la palabra «sábbaton» con el sentido de «semana».

Título del Salmo 23 (24 BHS) en la clásica versión griega: «Psálmos to Dauid, tes miás sabbáton»: «Salmo de David (para David), del primer (para el primer) día de la semana» (para el domingo).

Nota al margen. Llama la atención la forma muy cuestionable en que la traducción de la clásica versión griega publicada por Sígueme (en cuatro tomos), tradujo aquí: «del primero de los sábados».

Título del Salmo 93 (94 BHS) en la clásica versión griega: «Psálmos to Dauid, tetrádi sabbáton»: «Salmo de David (para David), para el cuarto día de la semana» (para el miércoles).

Nota al margen. Otra vez llama la atención la forma muy cuestionable en que la traducción de la clásica versión griega publicada por Sígueme (en cuatro tomos), tradujo aquí: «para el cuarto de los sábados».

Por otro lado, como se verá en la imagen anexa número 2, Juan 20.19 coincide con Marcos 16.2 Lucas 24.1 Juan 20.1 en cuanto a la redacción de la frase griega detrás de la traducción «primer día de la semana», pero se diferencia en que usó el sustantivo «sábbaton» sin el artículo determinado.

Finalmente, para una mejor ilustración, agrego tres imágenes donde ofrezco algunos detalles adicionales para la mejor comprensión de estas líneas.

Bibliografía recomendada:

«Diccionario del griego bíblico, Setenta y Nuevo Testamento», 2da edición revisada y ampliada, de Amador Ángel García Santos, Verbo Divino, 2018.

«Diccionario exegético del Nuevo Testamento» (dos tomos), segunda edición, Horst Balz y Gerhard Schneider, Sígueme, 2002.

«Grammar of Septuagint Greek», de F.C, Conybeare y St. George Stock, Hendrickson Publishers, Inc., 2004.   

Muy a propósito de nuestra oferta académica para abril y mayo, y de los continuos cursos de lenguas bíblicas y más, que ofrecemos todo el año, año por año.

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¿Ponte detrás de mí, satanás? Marcos 8.33 y Mateo 16.23 en el centro de esta cuestión

¿Ponte detrás de mí, satanás?

¿Preposición o adverbio?

Marcos 8.33 y Mateo 16.23 en el centro de esta cuestión

Nociones de griego clásico y koiné

Héctor B. Olea C.  

En muchas ocasiones, además de optar por una forma determinada de traducir un texto, las versiones de la Biblia agregan una nota al pie de página con la que pretenden arrojar un poco más de luz sobre el mensaje del texto en la lengua original.

Por cierto, en algunos casos la nota al pie de página se reduce a poner de relieve que, el texto fuente, de «manera literal dice».

En tal sentido, a manera de ilustración, me propuse analizar la nota al pie de página que contiene la versión «La Biblia de las Américas» (1997) y «La Nueva Biblia de las Américas» (2005), respecto de la traducción de Marcos 8.33 y Mateo 16.23.

Pues bien, si bien «La Biblia de las Américas» tradujo: «Quítate de delante de mí», en Marcos 8.33 y en Mateo 16.23; sin embargo, en ambos casos agrega una nota al pie de página que dice: Lit. (literalmente) «ponte detrás de mí».

Ahora bien, ¿qué tan acertada es esta nota al pie de página?

Adverbio o proposición

El análisis crítico de la traducción de Marcos 8.33, Mateo 16.23 y de la mencionada nota al pie de página en «La Biblia de las Américas» (The Lockman Foundation, 1997); demanda el análisis de si aquí la palabra griega «opíso» está funcionando como preposición (impropia) o como adverbio.

Consecuentemente, como adverbio (adverbio de lugar), «opíso» significa: detrás, y con verbo de movimiento: ir detrás de, seguir a, ir con, ir hacia atrás.  

Y como preposición (preposición impropia en conexión al caso genitivo), «opíso», sin la idea de movimiento o traslación, significa: estar detrás; pero con verbos de movimiento o traslación, significa: ir detrás de, seguir, perseguir («Diccionario del griego bíblico, Setenta y Nuevo Testamento», Amador Ángel García Santos, Verbo Divino, 2018).  

Ahora bien, ¿cómo podemos saber si aquí «opíso» es adverbio o preposición?

¿Existe algún elemento que, sintácticamente favorezca asumir aquí a «opíso» como adverbio o como preposición?

En efecto, tanto en Marcos 8.33 como en Mateo 16.23, la redacción es la misma: 

«jípague opíso mu», redacción que favorece que aquí «opíso» es preposición con un verbo de traslación, y no adverbio.

Análisis de la expresión «jípague opíso mu»

«jípague»: imperativo presente, activo, segunda persona del singular, del verbo «jipágo».

El verbo «jipágo», como transitivo, significa: llevar a parte, llevar fuera, hacer que algo o alguien se retire, empujar, impulsar; y como intransitivo, «jipágo» significa: apartarse de, alejarse de, retirarse de, irse (obra citada).

¿Cómo se empleó el verbo «jipágo» en Marcos 8.33 y en Mateo 16.23? ¿Cómo transitivo o como intransitivo?

Respuesta: Como verbo intransitivo.

La palabra «opíso» seguida de «mu», el pronombre personal de la primera persona del singular (yo), precisamente en caso genitivo, lo que es una pista indiscutible de que aquí «opíso» es «preposición» y no «adverbio».

Consecuentemente, la expresión empleada por Marcos y Mateo, «jípague opíso mu», debe entenderse en la siguiente línea: apártate de mí, vete de mi vista, aléjate de mi vista, apártate de mi vista; pues no ha de interpretarse como: «ponte de detrás de mí», «ven detrás de mí» (con el sentido positivo de «sígueme», sentido que tiene en la traducción griega de Deuteronomio 13.4, en griego 13.5); ni con el sentido negativo de «persígueme» (sentido que tiene en la traducción griega de Génesis 14.14).  

Por supuesto, es preciso poner de relieve que tanto en Deuteronomio 13.5 (13.4), y en Génesis 14.14, como en Marcos 8.33 y Mateo 16.23, «opíso» funciona como preposición (impropia), y no como adverbio.

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No todo «sujeto» es «agente», Marcos 1.12 y Mateo 4.1 en el centro de esta cuestión

No todo «sujeto» es «agente»

Nociones de lengua española y de lenguas bíblicas

Héctor B. Olea C.

Un error muy común en los estudios de las lenguas bíblicas es creer que toda oración gramatical (bimembre por necesidad) tiene un «sujeto» que, a su vez, es responsable de una acción verbal («agente», «sujeto agente»).

Por supuesto, el otro error relacionado con el anterior es creer que toda oración gramatical tiene como núcleo del predicado o sintagma verbal predicado, un verbo de acción (transitivo o intransitivo).

Sin embargo y, en tal sentido, es preciso considerar las siguientes observaciones.

En primer lugar, no siempre la oración gramatical tiene como núcleo del predicado (sintagma verbal predicado) un verbo de acción (transitivo o intransitivo); en consecuencia, no es posible decir que el «sujeto» de la oración siempre realiza alguna acción de un verbo transitivo (que puede tener o demandar un objeto o complemento directo) o de un verbo intransitivo (que no demanda objeto o complemento directo, ni indirecto, si bien puede tener complementos circunstanciales, como los verbos transitivos).

En segundo lugar y, consecuentemente, no siempre hay en una oración gramatical un «agente» (alguien responsable de una determinada acción verbal transitiva o intransitiva).

En realidad, hay muchas oraciones donde no hay un «agente», o sea, un responsable (directo o intermediario) de una acción verbal, ni el «sujeto» es «agente».

Ejemplos: Luis está en el parque. Pedro está enfermo. Pedro padece de una enfermedad extraña.

Ejemplos bíblicos de oraciones donde hay «sujeto», pero no un «agente»:

En la Biblia Hebrea: «Yo soy el Dios de Abraham» (Génesis 26.24: «anojí elóje Avrajám»).   

En el Nuevo Testamento Griego: «Yo soy el camino» (Juan 14.6: «egóeimi je jódos»).

En tercer lugar, cuando una oración tiene como núcleo del predicado (sintagma verbal predicado) un verbo de acción, transitivo o intransitivo, y en voz activa (oración en construcción activa), sí es posible decir que en dicha oración hay un «agente».

Además, en tales oraciones coincide el «sujeto» con la figura del «agente» (el responsable de la acción verbal). Ejemplo: Luís estudia griego. Carlos pintó la casa. Luis compró una camisa. 

Consecuentemente, cuando se da esta coincidencia (que el «sujeto» es al mismo tiempo «agente»), el «sujeto» recibe el calificativo de «sujeto agente», el responsable de la acción verbal (personal o cosa personificada).

En cuarto lugar, cuando una oración tiene como núcleo del predicado (sintagma verbal predicado) un verbo en voz pasiva (una oración en construcción pasiva), por necesidad un verbo transitivo; el «sujeto» recibe el calificativo de «sujeto paciente» (un sujeto que sufre o recibe la acción verbal).

Pero en estas oraciones, el «agente» aparece como un complemento (complemento agente, un complemento, sí, pero responsable de la acción verbal).   

En quinto lugar, en lo que respecta al español, el «complemento agente» (el agente responsable de la acción verbal en una oración en construcción pasiva) es introducido, generalmente, por la preposición «por» (estrictamente en las oraciones en construcción pasiva perifrástica).

Ejemplos: La casa fue pintada por Carlos. El griego es estudiado por Luís. El estudiante fue enseñado por el profesor. 

Pero en la llamada «pasiva refleja», a diferencia de lo que ocurre con la llamada «pasiva perifrástica», se evita mencionar al agente responsable de la acción verbal.

Ejemplos:

Voz activa: José pintó la casa.

Voz pasiva perifrástica: La casa fue pintada por José.

Voz pasiva refleja: Se pintó la casa.

Ejemplos del Nuevo Testamento de una oración con un «sujeto agente» y otra con un «sujeto paciente»

Finalmente, en la imagen anexa considero dos pasajes paralelos del Nuevo Testamento Griego, uno con una oración que tiene un verbo (transitivo) en voz activa (en construcción activa) y con un «sujeto agente», en caso nominativo (Marcos 1.12), y otro con una oración que tiene un verbo (transitivo) en voz pasiva, en construcción «pasiva perifrástica» (Mateo 4.1), con un «sujeto paciente» (en caso nominativo) y un «complemento agente» (en caso genitivo y precedido de la preposición «jipó»).

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Una pregunta planteada, pero sustentada en una premisa equivocada, Deuteronomio 28.27 en el centro de esta cuestión


Una pregunta planteada, pero sustentada en una premisa equivocada

Deuteronomio 28.27 en el centro de esta cuestión

Nociones de hebreo bíblico y de algunos tecnicismos de la crítica textual de la Biblia Hebrea  

Héctor B. Olea C.

¿Cuál es la problemática que envuelve el texto hebreo de Deuteronomio 28.27?

A manera de introducción. Una explicación necesaria.

La observación del texto hebreo de Deuteronomio 28.27 en la Biblia Hebraica Stuttgartensia nos pone al tanto de que la palabra (sintagma) «uvafolím» (hinchazones, tumores), plural del «ofél» (tumor, hinchazón), más la conjunción copulativa «ve» (y), y la preposición «be» (con, en, etc.) con el artículo determinado sincopado; fue asumida por los masoretas como un «ketív» (lo que está escrito).

Pero, además, exhibe la palabra «uvafolím», encima, el «circellus» (pequeño círculo), que refiere al lector de la Biblia Hebrea a la llamada «masora parva» (masora pequeña), señalando que dicha palabra es un «ketív», la forma recibida en el texto consonántico de la Biblia Hebrea.

En tal sentido, en la «masora parva» (masora pequeña), colocada en los márgenes laterales de la Biblia Hebrea, en los márgenes izquierdos de las páginas impares, pero en los márgenes derechos de las páginas pares; están colocadas las consonantes a las que se le deben aplicar las vocales de la palabra señalada como un «ketív» (lo que está escrito) en el texto de la Biblia Hebrea.

Por otro lado, también exhibe la palabra (sintagma) «uvafolím», al final, la letra «a», que refiere al lector al aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, en el cual está colocada la palabra que se indica como la forma «queré» (lo que debe ser leído), pero ya con las consonantes de la forma señalada en la «masora parva» (masora pequeña) y con las vocales del «ketív».

En consecuencia, siguiendo la información de la «masora pequeña» y del aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, el resultado es que en lugar de asumir y traducir la palabra «uvafolím» (y con hinchazones, y con tumores, y con hemorroides); se propone que se lea, asuma y traduzca la forma «queré», o sea, la palabra (sintagma) «uvatejorím» (y con hemorroides, y con tumores en los órganos genitales).  

En todo caso, si bien es objeto de discusión el significado preciso de las expresiones «uvafolím» (el ketív) y de «uvatejorím» (el queré), pues hay quienes las asumen como sinónimos, en alguna forma, pero hay otros que no; de todos modos, lo que sí es cierto es que, en el texto en cuestión, la primera nos llega como un «ketív» (lo que está escrito), «uvafolím», pero la segunda como el «queré» (lo que debe ser leído), «uvatejorím».

Ahora bien, después de haber dado una explicación necesaria, paso a analizar la pregunta que alguien se planteó a la situación explicada que envuelve el texto hebreo de Deuteronomio 28.27.

En primer lugar, es preciso decir que tanto «uvafolím» (el ketív) como «uvatejorím» (el queré), incluyen el artículo en forma sincopada, o sea, con la consonante «je» del artículo elidida, asimilada, pero exhibiendo la preposición «be» la vocal «a» del mismo.

Luego, como la adición del artículo determinado supone la imposición del llamado «daguésh fuerte» (punto colocado en el interior de la consonante) a la primer radical o consonante de la palabra a la que se le adhiere el artículo determinado (siempre que la misma lo soporte); resulta que la primera consonante o radical del «queré», «uvatejorím», la «tet», sí puede recibir el «daguésh fuerte»; pero la consonante con que inicia el «ketív», «uvafolím», la letra «áyin», jamás ha de llevar «daguésh fuerte».

Pero ante la presencia del «daguésh fuerte» en el «queré» («uvatejorím»), pero no en el «ketív» («uvafolím»), por las razones ya explicadas; todavía alguien se atrevió a preguntar por qué no hay «daguésh fuerte» en la primera consonante o radical del «ketív», a pesar de que sí lo tiene la primera radical o consonante del «queré».

Sin embargo, es preciso poner de relieve que la pregunta planteada se sustenta en una premisa muy equivocada, o sea, la creencia o suposición de que, si la primera radical del «queré» tiene «daguésh fuerte», también lo tiene que tener la primera radical o consonante del «ketív», a pesar de que no existe regla o principio lingüístico o gramatical que establezca que debe ser así.

Por supuesto, ignora la persona que planteó la pregunta en cuestión que la letra «áyin» con que inicia el «ketív» («uvafolím»), es una gutural (que nunca puede recibir «daguésh fuerte»), mientras que la letra inicial del «queré», la «tet», sí puede llevarlo.

Muy a propósito de nuestra oferta académica para abril y mayo, y de nuestros cursos profesionales de lenguas bíblicas, crítica textual y más, todo el año, año por año.

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La posición de la mujer en el décimo mandamiento del Decálogo, hebreo, arameo y griego



A propósito del «Día internacional de la mujer»

Aprovechando la ocasión de la conmemoración del «Día internacional de la mujer», me propuse llamar la atención respecto de algunas “curiosidades” que exhibe la redacción del décimo mandamiento del Decálogo, en su redacción hebrea, aramea y griega, tanto en la versión de Éxodo 20.17 como en la versión de Deuteronomio 5.21.

En tal sentido, en primer lugar, coinciden la versión hebrea y aramea al colocar la casa como lo primero que no debía codiciarse del prójimo, en la redacción del décimo mandamiento del Decálogo en Éxodo 20.17; pero la clásica versión griega colocó a la mujer en lugar de la casa.

En segundo lugar, coinciden la versión hebrea, la griega y la aramea al colocar a la mujer como lo primero que no debía codiciarse del prójimo, en la redacción del décimo mandamiento del Decálogo en Deuteronomio 5.21.

Finalmente, no es posible negar que la redacción griega (Septuaginta, Los LXX) es consistente al colocar a la mujer como lo primero que no debía codiciarse del prójimo en la redacción del décimo mandamiento del Decálogo en Éxodo 20.17 como en Deuteronomio 5.21.

En todo caso, plantea el «Comentario Bíblico San Jerónimo» al comentar Deuteronomio 5.21: “es significativo que la «mujer» (esposa) vaya antes de la «casa», lo cual refleja posiblemente un progreso en el pensamiento social (compárese Miqueas 2.2).

Concluyo, pues, reafirmando la indiscutible importancia de poder ver y acercarnos a los textos bíblicos en sus lenguas originales con nuestros propios ojos, así de sencillo.

¿Sabías que la palabra «Jerusalén» siempre se escribió de manera defectuosa en la Biblia Hebrea?


¿Sabías que la palabra «Jerusalén» siempre se escribió de manera defectuosa en la Biblia Hebrea?

Héctor B. Olea C.

En efecto, la palabra «Jerusalén», que aparece en 336 versículos en la Biblia Hebrea, todas las veces, exhibe una morfología defectuosa, con la inexplicable ausencia de la letra «yod» en la última sílaba.  

Consecuentemente, la forma defectuosa como fue escrita la palabra «Jerusalén» en el texto hebreo consonántico, fue considerada por los masoretas (los eruditos que puntuaron y vocalizaron el texto hebreo consonántico) un «ketiv», o sea, la forma que estaba escrita; pero la forma correcta (la no escrita) fue considerada un «keré» («queré») perpetuo», o sea, la forma en que siempre debía ser leída y asumida la forma defectuosamente escrita en el texto hebreo consonántico, sin necesidad de indicar en cada caso que se trata de una forma asumida como errónea.

Sin embargo, con la llamada «je» directiva o direccional (con la cual se señala a «Jerusalén» como punto de destino, de llegada: «a –hacia- Jerusalén»), se confirma el «queré» («keré»), y se pone en cuestionamiento la forma «ketív» (la escrita). Considérese 2 Crónicas 32.9.

Por su parte, la clásica versión griega (Septuaginta, Los Setenta), tradujo la forma «ketív», todas las veces, con una misma palabra griega, la cual se encuentra en 881 versículos, y unas 913 veces en la clásica versión griega: «ierusalém».

Por cierto, esta forma que parece en la Septuaginta en 913 veces, aparece 139 veces en el Nuevo Testamento.

En todo caso, es preciso poner de relieve que la forma en que la Septuaginta tradujo la hebrea «Jerusalén» (y que domina en el Nuevo Testamento), concuerda, por un lado, con la forma hebrea, por otro lado, con la forma aramea para nombrar a «Jerusalén», o sea, «yerushelém».  

Sin embargo, en el Nuevo Testamento también se emplea otra forma alternativa, y que sólo se la encuentra en 34 versículos: «jierosólima».

Luego, como nota al margen, no es posible perder de vista que el griego, como el español, carece del fonema, del sonido, «sh», realidad que se pone de manifiesto al transliterar del hebreo o arameo al griego, palabras que tienen dicho fonema.

Finalmente, en la imagen anexa describo y resumo lo explicado en estas breves líneas.

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El verbo «léipo» en la llamada «cuarta palabra» del Jesús crucificado


El verbo «léipo» en la llamada «cuarta palabra» del Jesús crucificado

¿Murió Jesús sintiéndose abandonado?

Nociones de griego koiné

Héctor B. Olea C.

En la llamada cuarta palabra del Jesús crucificado, sólo registrada en Marcos 15.34 y Mateo 27.46, en la traducción: ¿por qué me has desamparado?, coincide Mateo con Marcos al emplear la forma verbal «enkatélipes».

Consiste «enkatélipes» en una forma verbal en tiempo aoristo segundo, voz activa, modo indicativo, segunda persona del singular, del verbo «enkataléipo»: dejar tras de sí, abandonar, desatender, pasar por alto, desamparar.

La composición, como forma de crear palabras nuevas

Un recurso con que cuentan muchas lenguas para crear palabras nuevas es la derivación y la composición.

En tal sentido, es preciso decir que el verbo «enkataléipo» es un verbo doblemente compuesto, el cual tiene de base el verbo «léipo», y dos preposiciones como prefijos: la preposición «katá» y la preposición «en».

Por otro lado, un detalle respecto del verbo «enkataléipo» es que, como la primera preposición que se añadió como prefijo al verbo «léipo» es «katá» (iniciando con la letra «káppa»); la preposición «en» se presenta aquí con el alomorfo conformado por las letras «épsilon» más «gámma», porque la letra «gámma» delante de una «káppa», tiene el valor de una nasal, de una «ni» («n»).  

Estadísticas en el Nuevo Testamento respecto del verbo «léipo» y sus compuestos

El verbo simple, «léipo», podemos decir que aparece solamente seis (6) veces en todo el Nuevo Testamento.

Pero en composición con la preposición «katá» como prefijo, formando el verbo «kataléipo», aparece veinticinco (25) veces en el Nuevo Testamento.

Y como doblemente compuesto, con la preposición «katá» y con la preposición «en», formando el verbo «enkataléipo», sólo aparece diez (10) veces en todo el Nuevo Testamento.

Ahora bien, una pregunta que se ha planteado es si en verdad, como ocurre por lo general con las palabras compuestas (sustantivos y verbos), en las que las formas compuestas, en alguna manera, añaden algún matiz especifico o particular; se ha algunas personas se han preguntado si existe alguna diferencia semántica entre el verbo simple «léipo», y las formas compuestas, «kataléipo», y «enkataléipo».

Consecuentemente, considerando tanto griego clásico como el griego koiné, la carga semántica de cada uno de estos tres verbos es la siguiente:

El verbo simple, «léipo», como verbo transitivo, significa: abandonar, dejar detrás de sí; y como verbo intransitivo: irse, marcharse, ser insuficiente o incompleto, faltar («Diccionario del griego del griego bíblico, Setenta y Nuevo Testamento», Amador Ángel García Santos; «Diccionario manual griego clásico español», José M. Pabón).

El verbo compuesto, «kataléipo», sólo como verbo transitivo, significa: dejar tras de sí, dejar sin protección, dejar sin ayuda, dejar de lado, abandonar, poner de lado, reservar (diccionarios citados).

El verbo doblemente compuesto, «enkataléipo», sólo como verbo transitivo, significa: dejar tras de sí, abandonar, desatender, pasar por alto, desamparar (diccionarios citados).

Ahora bien, resulta que, precisamente, es «enkatélipes» (la forma verbal empleada por Marcos, 15.34, y Mateo, 27.46), una forma verbal en tiempo aoristo segundo, voz activa, modo indicativo, segunda persona del singular, del verbo doblemente compuesto, «enkataléipo», el que empleó la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta) en el Salmo 22.2 (21.2).

En todo caso, a pesar de las formas compuestas del verbo base, «léipo», no se emplean como verbos intransitivos; es evidente que mantienen la idea básica del verbo simple «léipo»: abandonar, desamparar.

Pero yendo un poco más lejos, considerando la redacción empleada por la Septuaginta, Marcos y Mateo, la situación es la siguiente.

La clásica versión griega, Septuaginta, los LXX, dice: ¿«jína ti enkatélipes me»? (leída: ¿«jína ti enkatelipésme»?) Traducción: ¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué razón me abandonaste? ¿Con qué objetivo me abandonaste?

Por su parte, Marcos 15.34 empleó la expresión: ¿«eis ti enkatélipes me»? (leída: ¿«eis ti enkatelipésme»?), aunque con el mismo sentido que la expresión empleada por la Septuaginta.

Pero Mateo 27.46, por su parte, empleó ¿«jinatí me enkatélipes»? (leída: ¿«jinatíme enkatélipes»?), con el mismo sentido que la expresión empleada por la Septuaginta y por Marcos.

En todo caso, no es posible negar que la redacción griega empleada por Mateo se asemeja más a la empleada por la Septuaginta que la de Marcos, al principio (al emplear la conjunción «jína» y el pronombre interrogativo «ti»); pero la redacción de Marcos se asemeja más a la redacción de la Septuaginta que la de Mateo, al final, al colocar el caso acusativo del pronombre personal de la primera persona del singular, «me» («a mí», «me»), después de la forma verbal «enkatélipes».

Ahora bien, ¿murió Jesús sintiéndose abandonado, desamparado?

Por un lado, la respuesta teológica será que, sin duda alguna, Jesús murió confiado en las manos de su Padre, en la línea de la argumentación de Mateo Bautista en su libro «La pasión de Cristo, 151 preguntas y respuestas», cito:

“Jesús no murió sintiéndose abandonado por el Padre, sino abandonado en el Padre, que siempre tiene la última palabra de vida” (Editorial San Pablo, 2006, página 128).

Sin embargo, una lectura y exégesis crítica irá por otro camino. En tal sentido me parece muy oportuna la conclusión de Raymon E. Brown en su clásica obra «La muerte del Mesías» (dos tomos, Verbo Divino, 2005), cito:

“En conjunto, pues, no encuentro ningún argumento persuasivo contra la atribución a Jesús del sentimiento de desamparo expresado con la cita del salmo 22 en Marcos/Mateo. Al considerar este ruego al final del relato de la pasión se debe seguir la misma línea de interpretación que en el caso de la plegaria inicial del relato de la pasión (Marcos 14.35-36 y Mateo 26.39). Allí, muchos exégetas rechazan el sentido literal, que presenta a un Jesús deseoso de que pase de él la hora y poco dispuesto a beber la copa del sufrimiento. No pueden atribuirle tal angustia de cara a la muerte. Pero si se acepta literalmente la angustia de aquel momento inicial, cuando todavía podía Jesús llamar a Dios "Abba, Padre", también hay que admitir en su sentido literal este grito de protesta contra el abandono, escapado de un Jesús con un sentimiento tal de soledad y desamparo que, incapaz ya de utilizar la palabra "Padre", se expresa como el más humilde de los siervos” (tomo 2, página 1, 246).

Por otro lado, también me parecen oportunas aquí las palabras del reconocido biblista y exégeta alemán, Joachim Gnilka, cito:

“La muerte de una persona es siempre una experiencia suya personalísima y, por tanto, una experiencia que –supremamente- no se puede transmitir. Esto se aplica también a Jesús” («Jesús de Nazaret, mensaje e historia», Herder, 1995, página 381).

Finalmente, que Lucas y Juan hayan evitado citar el Salmo 22 a la manera de Marcos y Mateo, me parece un detalle revelador.

Lucas (23.46), por su parte, optó por las palabras más optimistas del Salmo 31.6 «en tus manos encomiendo mi espíritu», pero, además agregando la palabra «Padre», que no está en dicho Salmo.

Y Juan (19.30), por su parte, optó por poner en los labios de Jesús las palabras: «consumado es», dando a entender que Jesús encaraba la muerte con una actitud positiva y con la convicción de que había realizado, de que positivamente había concluido la obra que le había encomendado su Padre.    

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El nominativo no siempre es el caso del sujeto, nociones de griego clásico y koiné


El nominativo no siempre es el caso del sujeto

Nociones de griego clásico y koiné

Héctor B. Olea C.

Cualquier persona que esté familiarizada con la lengua griega, sin ser necesariamente una experta, de seguro que estará al tanto de la máxima que establece que el caso nominativo es el caso del sujeto.

Por supuesto, cuando el sujeto es «nominal» (una sustantivo o palabra sustantivada funcionando como el sujeto de la forma verbal finita de la oración). Ejemplo: María fue al templo.

Sin embargo, no hay sujeto «nominal», sino «pronominal», cuando en la oración el sujeto se establece por la persona gramatical sujeto del verbo conjugado (sujeto tácito) y que funciona como núcleo del predicado verbal. Ejemplo: Fue al templo (él, ella).

Por supuesto, también el sujeto es «pronominal» cuando en lugar de un sustantivo, está presente, gráficamente, no de forma tácita (como en el ejemplo del caso anterior), un pronombre personal como sujeto del verbo conjugado.

Ejemplos: Ella estudia griego. Ellos estudian hebreo.  

Por otro lado, la gramática griega también establece que el caso nominativo es el caso del sujeto cuando el verbo conjugado de la oración (el núcleo del predicado) está en «voz activa» (oración en construcción activa), y el verbo es un verbo de acción), originando así un «sujeto agente» (sujeto y responsable de la acción verbal).

Sin embargo, en una oración en «construcción pasiva» (una oración con un verbo transitivo núcleo del predicado en «voz pasiva»), tiene más bien un «sujeto paciente» (un sujeto que estará en caso nominativo, pero que no es el responsable de la acción verbal: sujeto, pero no agente).

Ahora bien, que en griego (clásico y koiné) el «caso nominativo» no siempre es el caso del sujeto, se ve con claridad meridiana cuando una oración tiene un infinitivo funcionando como verbo, con su propio sujeto y hasta con su propio complemento (si es un verbo transitivo).

En estos casos, la gramática griega establece que el sujeto del infinitivo ha de estar en «caso acusativo», y no en «caso nominativo».

Luego, si la oración es una oración que involucra el infinitivo de un «verbo copulativo», el sujeto ha de estar en caso acusativo, y el atributo, también.

Por supuesto, el principio que rige en este último caso es el que establece que, en una oración atributiva o copulativa, el caso del atributo debe ser el mismo caso del sujeto (no agente).   

Ejemplos de oraciones con un sujeto en caso acusativo y con un infinitivo funcionando como verbo, y que tiene su propio sujeto.  

Primer caso: Juan 3.30

Aquí observamos dos infinitivos, y cada uno con su respectivo sujeto en caso acusativo.

El primer infinitivo es «auxánein», presente, activo, del verbo «auxáno»: hacer más grande, hacer crecer, multiplicar.

Y el sujeto del infinitivo «auxánein» es «ekéinon», un pronombre adjetivo demostrativo en caso acusativo masculino singular, funcionando aquí como pronombre personal (él), haciendo referencia a Jesús el cristo, el mesías.   

El segundo infinitivo presente en Juan 3.30 es «elatuszai», un infinitivo presente, pasivo, del verbo «elatóo» (un verbo contracto): hacer menor, decrecer, disminuir, reducir, etc.

Y el sujeto de este infinitivo es «emé» (forma enfática), el caso acusativo del pronombre personal de la primera persona del singular, «egó» (yo).

Segundo caso: Lucas 2.49

Aquí el infinitivo es «éinai», el infinitivo presente del verbo «eimí» (ser, estar).

Y el sujeto del infinitivo «éinai» es «me», forma no enfática del caso acusativo del pronombre personal de la primera persona del singular, «egó» (yo).

En resumen, sí, el caso nominativo es el caso del sujeto (nominal, agente y paciente), pero no de un infinitivo que funciona como verbo, y que tiene su propio sujeto.

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