Nombres hebreos y griegos de los libros del Pentateuco

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, así de sencillo.

Unas observaciones oportunas en virtud de la imagen que compartí ayer, y que tengo a bien compartir de nuevo, con relación a los nombres hebreos y griegos de los libros del Pentateuco

La cuestión es que después de considerar que muchos de mis contactos, la mayoría, no lee hebreo ni griego, quise ofrecer algunas observaciones, pero apelando sólo a transliteraciones, con tal de llegar a un público más amplio.

El objetivo principal de esta publicación es poner de relieve que la traducción que hizo la Septuaginta de las palabras hebreas que se emplearon para nombrar los libros del Pentateuco (columnas primera y quinta de izquierda a derecha) no fue, sin embargo, la empleada por la Septuaginta misma para nombrar dichos libros (sexta columna de izquierda a derecha).  

En tal sentido y, en primer lugar, es preciso decir que la palabra hebrea empleada para nombrar el primer libro del Pentateuco en la Biblia Hebrea (Tanaj), «bereshíth» (en un principio), fue traducida por la Septuaginta como «en arjé» (en un principio); pero el libro fue nombrado «guénesis», cuya forma castellanizada es «Génesis».  

En segundo lugar, la palabra hebrea empleada para nombrar el segundo libro del Pentateuco en la Biblia Hebrea (Tanaj), «shemóth» (nombres), fue traducida por la Septuaginta como «ta onómata» (los nombres); pero el libro fue nombrado «éxodos» (salida, partida), forma del caso nominativo masculino singular, cuya forma castellanizada es «Éxodo».

En tercer lugar, la palabra hebrea empleada para nombrar el tercer libro del Pentateuco en la Biblia Hebrea (Tanaj), «vayiqrá» (llamó), fue traducida por la Septuaginta como «anekálesen» (llamó); pero el libro fue nombrado «leuítikon» (relativo a los levitas), forma del caso acusativo masculino singular, cuya forma castellanizada es «Levítico».    

En cuarto lugar, la palabra hebrea empleada para nombrar el cuarto libro del Pentateuco en la Biblia Hebrea (Tanaj), «be-midbar» (en el desierto), fue traducida por la Septuaginta como «“en te erémo» (en el desierto); pero el libro fue nombrado «aríthmoi» (números), forma del caso nominativo masculino plural, cuya traducción al castellano es «Números».

En quinto lugar, la palabra hebrea empleada para nombrar el quinto libro del Pentateuco en la Biblia Hebrea (Tanaj), «’ele ja-devarím» (estas son las palabras), fue traducida por la Septuaginta como «jútoi joi lógoi» (estas son las palabras); pero el libro fue nombrado «deuteronómion» (segunda ley), forma del caso acusativo masculino singular, cuya forma castellanizada (Deuteronomio) es casi igual a la forma del caso nominativo masculino singular griego, «deuterononios».

Bueno, con esta publicación espero haber hecho más comprensible la imagen que publiqué ayer y que republico hoy, así de sencillo.

Un Nuevo Pacto (o Nueva Alianza), Otra forma cristiana de tomar distancia de la fe judía



Un enfoque crítico y no apologético

Héctor B. Olea C.

En ocasión de mi publicación en la que puse de relieve siete elementos en los que el cristianismo toma distancia de la fe judía, y pone de manifiesto que no se comporta como una simple continuación armoniosa respecto de la fe judía, sino como tomando distancia de la misma; alguien me trajo a colación la cuestión del «Nuevo Pacto» o «Nueva Alianza», como factor a considerar, tal vez, como elemento que a diferencia de los sete mencionados, sí ponía de manifiesto una indiscutible continuidad en la fe cristiana respecto de la fe judía.

Sin embargo, como espero poder demostrar, la idea de un «nuevo pacto» (o «nueva alianza»), es sin duda otra forma más con la que la fe cristiana se muestra tomando distancia de la de judía, y otra forma de confirmar que la fe cristiana no se ha configurado ni se comporta como uno más de los distintos rostros de la fe judía (como los saduceos, los fariseos, los caraítas, el judaísmo ortodoxo, incluso el judaísmo reformado, etc.), sino como una religión distinta, y con la presunción de ser o el mejor reemplazo de la fe judía, o sencillamente el ideal y legítimo sustituto de la misma.

Ahora bien, tal vez me sea preciso insistir en que jamás he negado que haya elementos vitales de la fe cristiana que indiscutiblemente ésta los haya tomado de la fe judía, específicamente del tipo de judaísmo que imperaba en el primer siglo de nuestra era.

En tal sentido, es obvio que la fe cristiana ha hecho suyo los siguiente elementos de la fe judía: el canon hebreo (los libros del Tanaj o Biblia Hebrea, a los que, sin embargo, le impone una lectura cristológica en franca contradicción a la exégesis judía), la creencia en el más allá, la creencia en los ángeles (malos y buenos), la creencia en una retribución final para justos e injustos, la creencia en la resurrección (es más, la fe cristiana no cree en la resurrección porque Jesús resucitó, sino y más bien, cree que Jesús resucitó porque creía en la resurrección, porque en el ambiente básico en que surgió se creía en la resurrección), el creerse como descendiente de Abraham, aunque por supuesto, en una manera muy peculiar y distinta a la fe judía.

Consecuentemente, una cosa es que, sin duda, hay elementos vitales de la fe cristiana que los tomó de la fe judía, y otra cosa es afirmar que la fe cristiana no es más que la simple continuación de la fe judía, sencillamente uno de los rostros históricos de la fe judía; el pretender negar que efectivamente la fe cristiana se desvinculó y tomó una indiscutible y constatable distancia de la fe judía en los elementos vitales de la misma, que permiten catalogarla como una religión distinta, rival y en franca tensión con la misma.

Origen de la frase «Nuevo Pacto» o «Nueva Alianza»

La frase «Nuevo Pacto» («Nueva Alianza») aparece en el canon judío (el Tanaj o Biblia Hebrea), sólo y estrictamente en Jeremías 31.31 (profeta que vivió del año 650 al 686 a.C., pero que su actividad profética se sitúa entre los años 627-586 a.C.), como parte de una sección que va del versículo 31 al 34.

Pues bien, la traducción que se lee en La Reina Valera 1960 «nuevo pacto», es la traducción de la frase hebrea «berit jadashá», la cual es traducida por la Septuaginta como «diathéken kainén».

Problemas textuales del libro de Jeremías

Son muchas las dificultades que involucra el texto del libro del profeta Jeremías. Por un lado, está el hecho de que el texto griego de Jeremías es en una octava parte menor que en el texto hebreo, o sea, que tiene unas 2, 700 palabras menos que el texto hebreo. Por otro lado, el que en algunas secciones el orden de la versión griega es distinto al orden hebreo.

Finalmente, hay varias secciones del texto del libro de Jeremías de las cuales se tienen seria dudas respecto de su autenticidad. De estas secciones no se tienen las certezas suficientes como para asignarle su paternidad literaria a la persona misma de Jeremías, y se entienden más bien como el fruto de una segunda mano, de una posterior redacción atribuida, por ejemplo, a la Baruc, el escriba y secretario de Jeremías.

En tal sentido, es preciso poner de relieve que los capítulos 30 y 31, a cuya sección pertenece el tema del «Nuevo Pacto» («Nueva Alianza»), es precisamente unas de las secciones de las que no se tienen certezas de que su paternidad literaria le corresponda al profeta Jeremías mismo.

En todo caso, si bien hay quienes no dudan de que le pertenezca a Jeremías la paternidad literaria de los capítulos 30 y 31, es necesario tener en cuenta que tal vez la mayoría de los especialistas coinciden en poner en duda el que dicha sección haya salido de la mano del profeta Jeremías.

De todos modos, proceda o no de la mano de Jeremías, lo cierto es que Jeremías 31.31-34 (en el texto hebreo, pero 38.31-34 en la Septuaginta), es la sección “que adquiere valor programático en el NT. La carta a los Hebreos la cita textualmente en 8.8-12 (en 10.16-17 vuelve a citar los versos 23-24. Y en Lucas 22.10; 1 Corintios 11.25; 2 Corintios 3.6 encontramos referencia a ese misma tema de «la nueva alianza» («Profetas, comentario», Schokel y Sicre, tomo I, página 420).

Resonancia de Jeremías 31.31-34 en el canon cristiano

A diferencia del canon judío o hebreo, donde la expresión «Nuevo Pacto» («Nueva Alianza»), sólo se encuentra en Jeremías 31.31, en al canon cristiano la situación es muy distinta.

La frase «nuevo pacto» («nueva alianza»), en la versión Reina Valera 1960, se encuentra en un total de nueve ocasiones en el canon cristiano, en la siguiente manera: cuatro veces en el contexto de la Eucaristía o Cena del Señor (Mateo 26.28; Marcos 14.24; Lucas 22.20; 1 Corintios 11.25). Ahora bien, a la luz del texto griego, es preciso decir que el texto crítico no tiene el adjetivo «nuevo» («kainé») en Mateo 26.28 ni en Marcos 14.24, pero sí en Lucas 22.10 y 1 Corintios 11.25 («je kainé diathéke»).



Las restantes cinco ocasiones en que se encuentra la frase «nuevo pacto» en el canon cristiano, son: 2 Corintios 3.6 (en genitivo singular: «kainés diathékes»); Hebreos 8.8 (en acusativo singular «diathéken kainén»), en el versículo 13 (sólo «kainén», en acusativo singular); 9.15 (en genitivo singular «diathékes kainés»); 12.24 (en genitivo singular «diathékes néas»).  

Un pacto eterno versus un pacto nuevo o renovado

A pesar de Jeremías 31.31-34, lo cierto es que, por un lado, el pacto de YHVH con Abraham tenía el matiz de ser un pacto perpetuo (considérese Génesis 17.9-14); por otro lado, es preciso poner de relieve que sólo grupos disidentes de la fe judía han empleado y acuñado la frase «nuevo pacto» («nueva alianza»). En tal sentido, el «Comentario Bíblico» de «La Casa de la Biblia» (tres tomos), en su comentario de Jeremías 31.31 afirma: “El término nueva alianza sólo ha sido usado por sectas judías disidentes: Qumrán y cristianos” (segundo tomo, página 139). Por supuesto, al margen de lo que pensemos de ellos, pienso que los movimientos judíos mesiánicos forman parte de esos grupos disidentes (cristianos con cierto ropaje judío), que también se caracterizan por hablar de un «nuevo pacto» («nueva alianza»).

La idea de una nueva alianza o un nuevo pacto en Qumrán

Jaime Vázquez Allegue plantea: “La comunidad de Qumrán se consideraba el auténtico Israel: la comunidad del éxodo, el resto de Israel; es una comunidad separada. 1QS5.5 la denomina «yahad ha-berit», «comunidad de la alianza». El término «yahad» significa comunión, los que están juntos” («Los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, el prólogo de la Regla de la Comunidad de Qumrán», página 212).

También plantea Vázquez Allegue: “Los nombres de la comunidad de Qumrán son varios... Sin embargo, hay un término que aparece en el prólogo (de la Regla de la Comunidad de Qumrán) y que tiene un gran contenido teológico como otra de las alternativas para denominar y caracterizar a la comunidad de Qumrán. Se trata de la fórmula «La alianza de la gracia» (hebreo «berith jesed») que encontramos en la sección 3 del prólogo de la Regla de la Comunidad. La fórmula «La Alianza de la gracia» aparece en el prólogo de la regla y posteriormente, la encontramos en diversos lugares a lo largo del documento legal” (obra citada, página 347).

También subraya Vázquez Allegue: “La comunidad estaba convencida de ser el nuevo pueblo elegido por Dios. Ellos se sentían llamados a renovar la alianza de Moisés de ahí que considerasen que su grupo era el pueblo de la nueva alianza o de la alianza renovada” (página 347)

“La imagen de la alianza de la gracia (hebreo «berith jesed») está tomada de la literatura veterotestamentaria y siempre está directamente relacionada con Dios. Desde esta perspectiva la comunidad de Qumrán asume como suyo el compromiso de renovar la alianza con Dios y convertirse, de esta manera, en modelo de fidelidad a Dios ante la desviación en la que había caído el judaísmo oficial de Jerusalén” (página 348)”.

Consecuentemente, como parte del rito de ingreso, en el prólogo de la Regla de la Comunidad de Qumrán (1QS1.16-20), estaba establecido que:

“Y todos los que entren en la Regla de la Comunidad profesarán (establecerán) una alianza ante Dios para cumplir todo lo que ordena y para no apartarse de su seguimiento por ningún miedo, terror o aflicción, durante el dominio de Belial. Cuando entren en la alianza, los sacerdotes y los levitas bendecirán al Dios de la salvación y a todas las obras de su fidelidad, y todos los que entren en la alianza dirán después de ellos: Amen, Amen»”

La idea de una nueva alianza o un nuevo pacto en cristianismo

Llama la atención que como la comunidad de Qumrán, la fe cristiana también ha encontrado razones para justificar y poner de relieva la necesidad de un «Nuevo Pacto», una «Nueva Alianza», y para concebirse, en consecuencia, como la comunidad con la que Dios ha hecho ese «Nuevo Pacto», esa «Nueva Alianza»).

Por supuesto, bajo la premisa de que el histórico pueblo de Israel no fue capaz de cumplir con la anterior alianza, y por otro lado que, después de todo y, al final, el «Nuevo Pacto» (la «Nueva Alianza»), es mejor, es superior a su antecesor. En suma, la idea de concebirse como la comunidad del «Nuevo Pacto» (la «Nueva Alianza»), el cual es mejor que su predecesor, presupone la idea de concebirse como un mejor pueblo, y poseer un mejor pacto (con un mejor mediador, y con mejores promesas).

Ahora bien, son varios los textos bíblicos del canon cristiano que ponen de relieve este tipo de pensamiento. A manera de ejemplo, quiero citar algunos:

28Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; 29sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2.28-29).

21Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 25Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. 27Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.  28Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. 30Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. 31De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre” (Gálatas 4.21-31).

4Y tal confianza tenemos mediante Cristo para con Dios; 5no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, 6el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica” (2 Corintios 3.4-6).

6Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo” (Hebreos 8.6-7)

Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (Hebreos 8.13, así como Hebreos 9.15; 12.24).

11Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2.11-14).

9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2.9-10). 

En suma y, como podemos observar, la idea de una «nueva alianza», va unida a la idea de la creación y surgimiento de una nueva comunidad con la que se supone que Dios hace su nueva alianza, y el establecimiento de unas nuevas disposiciones u ordenanzas.

Del surgimiento de un nuevo pacto (una nueva economía, una nueva administración) a un nuevo conjunto de textos normativos

En el canon cristiano tenemos al menos un único texto donde la frase antiguo  pacto («palaiás diathékes») apunta a específicamente al conjunto de escritos del canon judío. Este texto es 2 Corintios 3.14: 

Sin embargo, sus mentes fueron endurecidas; pues hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, el mismo velo sigue puesto, porque solo en Cristo es quitado” (Reina Valera Actualizada 2015)

14 Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque solo se quita en Cristo” (Nueva Versión Internacional)

“Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento, y no se levanta, pues sólo en Cristo desaparece” (Biblia de Jerusalén 1998)
Ahora bien, a pesar de que en el mismo canon cristiano encontramos indicios de que los escritos del canon cristiano muy temprano comenzaron a equipararse con los escritos del canon judío o hebreo (por ejemplo, 1 Timoteo 5.18; 2 Pedro 3.16), llama la atención que en 2 Corintios 3.14 se haga referencia a los escritos del canon judío o hebreo con la denominación de «antiguo pacto» («palaiás diathékes»).

La cuestión es que el empleo de la denominación «antiguo pacto» («palaiás diathékes») para los escritos del canon hebreo, presupone el establecimiento de un «nuevo pacto» («kainé diathéke»), el situarlos en un segundo plano, y supeditarlos a una lectura e interpretación desde el conjunto de textos que se supone que había venido a sustituirlos, a superarlos y darle un marco interpretativo que los dotaba de un sentido más pleno.

No obstante, las cosas se complican cuando constatamos las implicaciones de la problemática que envuelve la segunda parte del texto griego de 2 Corintios 3.14, cito: «me anakaluptómenon jóti en Cristo katargueitai», traducción: “No ha sido manifestado (descubierto, revelado) que con Cristo es abolido (anulado, hecho ineficaz).

Por un lado, es posible que la frase de la segunda parte de 2 Corintios 3.15 pueda interpretarse como haciendo referencia a «to autó kalúmma» (el mismo velo), el cual se supondría como abolido con Cristo.

Por otro lado, es probable que más bien haga referencia al «antiguo pacto» («palaiás diathékes»), posibilidad reconocida por La Biblia de Jerusalén 1998, y Max Zerwick en su «Análisis Gramatical del Griego del Nuevo Testamento»), el cual, siempre según el pensamiento cristiano, se consideraría superado y hecho ineficaz con la entrada de Cristo en el escenario de la historia (compárese Hebreos 8.6, 7, 13; 12.24).

Luego, al margen de la interpretación con que nos identifiquemos respecto de la segunda parte de 2 Corintios 3.14, lo cierto es que son innegables las implicaciones que tiene el que en el canon cristiano los escritos del canon hebreo hayan sido catalogados como un «antiguo pacto» («palaiás diathékes»).

Además, siguiendo a 2 Corintios 3.14, con base en ser la Biblia un fenómeno propiamente cristiano, tal y como nos ha llegado, el canon hebreo unido al canon cristiano (como indicando que los textos del canon cristiano son el feliz término de los textos del canon hebreo al cual apuntaban y según los cuales han de asumirse e interpretarse), constituyendo los textos del canon cristiano el ideal marco interpretativo y condición sine qua non para la correcta exégesis de los textos del canon hebreo; ha sido tradicional identificar y nombrar los escritos del canon hebreo (al margen de cómo lo conciban y lo nombren los judíos mismos) teniendo como punto de partida el canon cristiano, en conformidad y de una manera supeditada a la forma en que los cristianos han nombrado su propio canon.

Consecuentemente, el canon hebreo es denominado «Antiguo Testamento», cuando el canon cristiano es asumido como el «Nuevo Testamento»; el canon hebreo es identificado como «Primer Testamento», cuando el canon cristiano es identificado como «Segundo Testamento»; el canon hebreo es identificado como «Primer Pacto» («Primera Alianza»), cuando el canon cristiano es asumido como «Segundo Pacto» («Segunda Alianza»); el canon hebreo es identificado como «Antiguo Pacto» («Antigua Alianza»), cuando el canon cristiano es identificado como «Nuevo Pacto» o «Berit Ha-dashá» («Nueva Alianza»). 

De todos modos, es nuestra opinión personal que, desde el campo de las ciencias bíblicas y la exégesis bíblica académica, en primer lugar, que se reconozca el estatus independiente que tiene el canon hebreo del canon cristiano y viceversa, a pesar de la innegable apelación del canon cristiano al canon hebreo. En segundo lugar, que se impone la necesidad de cambiar y superar la forma tradicional de hacer referencia a las dos grandes secciones de la Biblia (el canon bíblico).

Finalmente, como espero haber demostrado, la idea de ser las comunidades el verdadero Israel, el legítimo pueblo heredero de Abraham, y el tener una relación directa con Dios en el marco de un nuevo pacto (una nueva alianza), con un mejor mediador, con unas mejores promesar, y con un nuevo conjunto de textos asumido como normativos; es una evidencia de la forma peculiar en que la fe cristiana ha asumido el depósito religioso de la fe judía (más por la discontinuidad que por la continuidad), y es una evidencia concreta, a nuestro juicio, de que la fe cristiana históricamente no se ha definido como un simple apéndice y mejora de la fe judía, sino como una religió distinta, rival y siempre en tensión con la misma.

En suma, la idea de sustentarse la fe cristiana en un «nuevo pacto» (una «nueva alianza»), es un testimonio demasiado concreto no de la supuesta y radical continuidad que se supone que representa la fe cristiana respecto de la fe judía, sino de la indiscutible discontinuidad que le ha permitido ser lo que en realidad es: una religión distinta a la fe judía, con sus propios y peculiares matices, con sus propias y peculiares creencias, con sus propios y particulares ritos, con su propia y particular historia, así de sencillo.



¿Raíces hebreas de la fe cristiana?

Introducción a la lectura del Nuevo Testamento Griego (curso virtual aquí)


Un enfoque crítico y comparativo de la fe judía y la fe cristiana  

Héctor B. Olea C.

Si a usted le enseñaron las supuestas “raíces hebreas” de la fe cristiana, y no le pusieron al tanto de la indiscutible e innegable discontinuidad que representa la fe cristiana respecto de la fe judía, en siete aspectos vitales de la fe judía; entonces a usted lo (la) engañaron, y si la clase no fue gratis, el engaño fue doble, es mayor.

En tal sentido, debo decir que ninguna persona que haga un estudio serio del canon cristiano, así como un estudio comparado de la fe judía y de la fe cristiana, por supuesto, sin un matiz apologético desde la fe cristiana, con tal de legitimar la fe cristiana; tiene que admitir que el cristianismo toma distancia de la fe judía en los siguientes siete aspectos vitales de la fe judía:

En primer lugar, la Torá (perfecta para la fe judía, Salmo 19.7); pero considerada principalmente por Pablo como relevada y superada por Cristo, relegada a una simple guía hasta la llegada de Cristo (Romanos 10.4; Gálatas 3.24-25).   

En segundo lugar, el Shemá (Deuteronomio 6.4), el cual no tiene continuidad en el canon cristiano, y al cual sólo Jesús hace referencia (Mateo 23.9; Marcos 12.29, 32); obviamente, nadie puede negar que el Shemá jamás fuera aludido ni por Pablo ni por ningún otro autor del canon cristiano. En todo caso, es innegable que el clásico monoteísmo cristiano ha de ver en el Shemá y en la interpretación que prácticamente todo el judaísmo ha hecho del mismo, un obstáculo insalvable.

En tercer lugar, la Circuncisión (señal del pacto con Abraham, Génesis 17.9-14), es espiritualizada por Pablo (como una circuncisión del corazón), y en consecuencia, abandonada como señal del pacto con Abraham, desde el punto de vista paulino (Romanos 2.19; 4.8-12).

Luego, en conformidad a este razonamiento, Pablo crea una curiosa y llamativa nomenclatura: el judío externo (el de la circuncisión física y externa, el de la circuncisión en el pene, el judío descendiente de la esclava Agar); y el judío en lo interior, el judío verdadero y legítimo (el de la fe, el que no tiene en su pene la marca de la circuncisión física, en lo exterior, pero que sí tiene la marca de la circuncisión en el corazón, el verdadero y legítimo descendiente de Abraham (Romanos 2.28-29: Gálatas 4.21-31)

En cuarto lugar, el Shabáth (Éxodo 23.12; Levítico 23.3; Deuteronomio 5.13-14), el cual es sustituido por el domingo; aunque curiosamente, sin existir en el canon cristiano (el mal llamado Nuevo Testamento) un mandamiento que revoque el sábado como el día de reposo, ni un mandamiento que establezca el domingo, el primer día de la semana, como día del Señor, ni como día de reposo.

En quinto lugar, el Calendario litúrgico de la fe judía (Éxodo 23.14.17), el cual no es asumido por la fe cristiana (considérese Colosenses 2.16-17; Hebreos 10.1-25). Además, la fe cristiana ha sustituido la circuncisión (aplicada sólo a los varones) por el bautismo (como rito de iniciación, el cual es aplicado sin distinción a la mujer y al varón), y la pascua (pesaj) por la Eucaristía o Cena del Señor.

En sexto lugar, la distinción entre los alimentos puros e impuros (Levítico 11.1-46; Deuteronomio 14.3-21), distinción que no es asumida por la fe cristiana (a excepción principalmente de los Adventistas); considérese Marcos 7.14.23; Mateo 15.17.20; Hechos 11.4-12; Romanos 14.1-4; Colosenses 2.16-17.

En séptimo lugar, asumir a Jesús como el Mesías (como el Cristo) esperado por la fe judía, que, en honor a la verdad, es la piedra angular con base en la cual y a partir de la cual, la fe cristiana ha asumido el depósito de la fe judía, y lo ha interpretado desde una perspectiva cristológica. A la vez, asumir a Jesús como el Mesías, como el Cristo, es el factor principal que explica la forma en que la fe cristiana toma distancia de la fe judía.  

Finalmente, insisto, si a usted le enseñaron las supuestas “raíces hebreas” de la fe cristiana y no le pusieron al tanto de la indiscutible e innegable discontinuidad que representa la fe cristiana respecto de la fe judía, en siete aspectos vitales de la fe judía; entonces a usted lo (la) engañaron, y si la clase no fue gratis, el engaño fue doble, es mayor.

En suma, la fe cristiana no es la mejor expresión de la fe judía, no es su legítima continuación, no es una religión judía, tampoco es uno de los históricos rostros de la fe judía, sino otra religión; una fe distinta, con una historia propia y particular,  con sus propios y peculiares dogmas, con sus propias  y esenciales características, así de sencillo.