De mandatos y obligaciones bíblicas
Biblia y comunidad de fe (comunidad lectora)
2) La problemática en torno a la forma de celebrar la “Eucaristía” o “Cena del Señor”
¿Ordena la Biblia, establece la Biblia una forma específica de celebrar la “Eucaristía” o “Cena del Señor”? ¿Existe en el Nuevo Testamento alguna forma que, si bien no se ordena, parece que en la práctica, fue la norma de las iglesias en el Nuevo Testamento mismo?
Comencemos por considerar la interpretación paulina de lo realizado por el Señor en el contexto de la llamada “ultima cena”:
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11.23-26).
Pasemos ahora a considerar la tradición conservada en los evangelios:
“Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. 23Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. 24Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. 25De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Marcos 14.22-25)
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. 29Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 24.26-29)
“Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22.17-20)
Por el testimonio paulino y de los evangelios sinópticos, se ve la persistencia de una forma muy sencilla de celebrar la Santa Cena: 1) Una acción de gracias; 2) Se parte y reparte el pan; 3) Se toma la copa (una sola copa) y beben de ella todas las personas presentes.
Un dato curioso y un poco contradictorio es que Marcos y Mateo sugieren que Jesús tomó la copa inmediatamente después de partir y repartir el pan; pero Pablo y Lucas, por el contrario, coinciden en señalar que Jesús tomó la copa y dio a beber de ella a sus discípulos (no inmediatamente después de fraccionar y repartir el pan), sino “después de haber cenado” (1 Corintios 11.25 y Lucas 22.20).
Ahora, las preguntas lógicas son: ¿Quién determina o habrá de determinar si esta fórmula que vemos en el NT de celebrar la Santa Cena ha de entenderse como “normativa” o “ilustrativa” (descriptiva)? Respuesta: La comunidad lectora (la comunidad hermeneuta).
¿Quién habrá de determinar si se mantiene estrictamente el uso del pan y el vino, o si se sustituyen tales elementos por otros que habrían de funcionar en forma equivalente, con igual propósito, y con el mismo sentido? Respuesta: La comunidad lectora (la comunidad hermeneuta).
¿Quién habrá de determinar si se agregan o no otros elementos, como por ejemplo, el lavatorio de los pies? Respuesta: La comunidad lectora (la comunidad hermeneuta).
¿Por qué traigo a colación precisamente el “lavatorio de los pies”?
Porque como es sabido, hay iglesias que tienen el “lavatorio de los pies” como una especie de “tercer sacramento u ordenanza”. Hay congregaciones que no celebran la “Eucaristía” o “Cena del Señor” sino se incluye el “lavatorio de los pies”. También sé de congregaciones que se sienten libres para celebrar la “Eucaristía” o “Cena del Señor” unas veces con, y otras veces sin el “lavatorio de los pies”; pero que cuando han de poner en práctica el lavatorio de los pies, es siempre en el contexto de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”.
Ahora bien, ¿es el “lavatorio de los pies” un mandato bíblico? ¿Existe por lo menos un texto bíblico que lo ordene, y específicamente en el contexto de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”?
Consideremos la evidencia bíblica. Por lo que sabemos por medio de los evangelios sinópticos y Pablo, nada indica que se incluyera el lavatorio de los pies en la llamada “Última Cena” de Jesús con sus discípulos, ni en la iglesia de Corinto.
Sin embargo, el evangelio de Juan (que no incluye la tradición de la institución del sacramento u ordenanza de la “Eucaristía” o “Cena de Señor”), sí registra el lavado de lo pies por parte de Jesús a sus discípulos y, curiosamente, en el contexto de la que sería la “última cena”. Consideremos el relato de Juan:
“Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, 3sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? 7Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. 8Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 10Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 11Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.12Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.” (Juan 13.1-17)
Observando el relato de Juan se completa el cuadro de los elementos o factores que nos permiten entender la relación e interdependencia que establecen muchas congregaciones entre “Eucaristía” o “Cena del Señor” y el “lavatorio de lo pies”. Por un lado, dichas congregaciones asumen los relatos de los evangelios sinópticos y las instrucciones de Pablo, y extraen los elementos envueltos en esta ordenanza o sacramento. Por otro lado, toman de Juan (el cuarto evangelio) el fundamento para la práctica del lavatorio de los pies en el contexto mismo de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”. Relevantes para esta última idea son los siguientes versículos de Juan 13, “14Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.”
Pero, ¿por qué a pesar de lo que dicen estos versículos no todas las congregaciones cristianas asumen el lavatorio de los pies como un mandato (como una especie de tercer sacramento u ordenanza)? ¿Por qué no lo ponen en práctica ni en el contexto de la Eucaristía o Cena del Señor, ni en otro contexto, sino que simplemente no lo ven como un mandato? ¿Qué papel juega de nuevo aquí la comunidad lectora, la comunidad hermeneuta, la comunidad que lee, asume y aplica el texto? ¿Qué argumentos usarán las iglesias que asumen el lavatorio de los pies como una ordenanza, a la manera de un “tercer” sacramento?
Para contestar esta última pregunta voy a poner como ejemplo ilustrativo la postura que asume la Iglesia Adventista del Séptimo Día frente al lavatorio de los pies:
“Las ordenanzas del lavamiento de los pies y de la Cena del Señor constituyen el servicio de la Comunión. Así, Cristo instituyo ambas ordenanzas con el fin de ayudarnos e entrar en comunión con él… Esta ordenanza que precede a la Cena del Señor los cumple el mandato según el cual todos deben examinarse a sí mismos para no participar en el rito indignamente (1 Corintios 11.27-29).
Al hacer de esta ceremonia preparatoria una ordenanza, Cristo procuró llevar a los creyentes a un estado de ternura y amor que los motivara a servir a sus semejantes. A los que meditan en su significado, esta ordenanza los motiva para tratar a otros con humildad y tacto. Al seguir a Cristo en el lavamiento de los pies, profesamos su espíritu: «Servios por amor los unos a los otros» (Gálatas 5.13). Si bien la participación en este servicio produce humillación, está lejos de ser degradante” (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, 2006, páginas 226 y 227).
Una argumentación en sentido contrario nos la dan los Testigos de Jehová, cito:
“La noche antes de morir, el 14 de Nisán de 33 E.C., Jesús lavó los pies de sus apóstoles con el fin de enseñarles una lección y dejarles un «modelo», pero no tenía la intención de instituir una nueva ceremonia… Las Escrituras Griegas Cristianas no indican que la acción de lavar los pies a otros sea una ceremonia cristiana preceptiva. No obstante, el ejemplo de Jesús es un recordatorio a los cristianos de que deben servir amorosamente a sus hermanos aun en cosas pequeñas y también realizando a favor de ellos tareas humildes (Juan 13.34, 35)” (Perspicacia para comprender las Escrituras, tomo II, 1991, artículo «Lavar los pies», página 192).
¡Hasta mañana con el favor de Dios!
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