¿«Espíritu santo» o «santo espíritu»?
Sobre la traducción de los sustantivos «rúaj» (hebreo) y «pnéuma» (griego)Salmo 51.11; Isaías 63.10, 11
Nociones traducción y de morfosintaxis hebrea y griega
Héctor B. Olea C.
De vez en cuando salen a relucir propuestas de traducción de los términos «rúaj» y «pnéuma» que son cuestionables desde el punto de vista de la sintaxis y desde el punto de vista de los principios que rigen la labor de traducción.
En tal sentido, una vez más, con este artículo, insisto en poner de relieve la importancia de la sintaxis para proponer opciones acertadas de traducción y para tomar decisiones adecuadas respecto del funcionamiento sintáctico que tienen ciertas palabras o grupos sintácticos (sintagmas) en un texto bíblico (Biblia Hebrea y Nuevo Testamento Griego).
La cuestión del género gramatical
Es cierto que la palabra hebrea «rúaj» (viento, vendaval, brisa, aliento vital, alma, espíritu, respiración) se usa principalmente como un sustantivo de género femenino; pero también se usa en la Biblia Hebrea como un sustantivo de género masculino.
En cuanto al sustantivo griego «pnéuma» (soplo, viento, ira, cólera, soplo de vida, espíritu), este siempre es de género neutro.
Ahora bien, si bien en muchos casos coinciden el género gramatical y el sexo biológico; sin embargo, no siempre coinciden.
Por ejemplo, la palabra griega «téknon» es de género neutro, pero apunta a seres sexuados (niño, niña, hijo, hija, descendientes).
Por otro lado, siguiendo a Juan 4.24 se entiende que, como «espíritu» («pnéuma»), Dios es incorporal, no tuene cuerpo a la manera humana, por lo que, en realidad, no es hombre ni es mujer, y no está sujeto a las distinciones y oposiciones que generalmente se establecen entre hombre y mujer.
Consecuentemente, el género gramatical empleado en relación a Dios, para señalar a Dios, no ha de suponer que apunte a un sexo biológico determinado, sino a simples antropomorfismos.
Además, como bien se sabe, en la Biblia se emplean figuras o metáforas propiamente masculinas como estrictamente femeninas para describir ciertas acciones o formas de actuar de Dios.
En todo caso, el principio que rige en el campo de la traducción es que, independientemente del género gramatical que tenga una palabra en la lengua fuente (lengua de partida, original o fuente), coincida o no con el género gramatical de su contraparte en la lengua receptora; el género que se ha de emplear en la traducción es el género gramatical de la palabra contraparte en la lengua receptora (lengua término, lengua de llegada).
Por ejemplo, el sustantivo «palabra» (de género masculino en hebreo, «davár», y en griego, «lógos») es de género femenino en español: una palabra, unas palabras, la palabra, las palabras.
En tal sentido, se han de considerar propuestas absurdas de traducción que los dos referidos términos (el hebreo «davár», y el griego, «lógos») sean traducidos palabro, un palabro, palabros, unos palabros, el palabro, los palabros, con base en el hecho de que dichos términos son de género masculino en hebreo y en griego.
Otro ejemplo lo constituye el sustantivo «pacto» (femenino en hebreo, «berít», lo mismo que en griego, «diazéke», «diathéke»), pero es de género masculino en español.
Consecuentemente, también se han de considerar propuestas absurdas de traducción de los términos que significan «pacto» (o «alianza») en hebreo («berít») y en griego («diazéke», «diathéke»), empleando el género femenino en español: pacta, una pacta, la pacta, las pactas.
Por supuesto, también es una propuesta absurda de traducción «espírita santa», cuando se entienda que sintácticamente «rúaj» es de género femenino.
La importancia del género gramatical en el texto fuente (hebreo, arameo y griego)
La importancia de conocer el género gramatical de un sustantivo o palabra sustantivada en las lenguas fuentes (hebreo, arameo y griego) radica en que es un recurso vital para precisar su función sintáctica en una frase u oración, y para poder establecer la forma en que se relaciona con otras palabras en la sintaxis de un mensaje dado en las lenguas bíblicas.
Por ejemplo, tanto en hebreo, arameo como en griego, el adjetivo (atributivo o predicativo) ha de concordar en género y en número con el sustantivo o palabra sustantivada a la cual califica y con la cual está relacionada sintácticamente.
Y lo mismo se puede decir de los pronombres y adjetivos demostrativos.
Por otro lado, es oportuno decir que en hebreo y en arameo el género gramatical forma parte de la flexión verbal, es uno de los accidentes gramaticales del verbo, contrario a lo que ocurre en griego y en español.
En consecuencia, al margen de algunas formas comunes al género masculino y al género femenino, por lo general las personas gramaticales tienen una forma específica para cada género, o sea, una forma de género masculino para la segunda persona masculina, y otra de género femenino para la segunda persona de género femenino, lo mismo que respecto de las terceras personas.
Luego, un verbo que esté en la tercera persona masculina singular, si el sujeto es nominal (no pronominal), ha de ser un sustantivo o palabra sustantivada de género masculino singular, y si el verbo es de la tercera persona femenina singular, el sujeto nominal ha de ser un sustantivo o palabra sustantivada de género femenino singular.
La palabra hebrea «ruáj» como sustantivo de género femenino y como de género masculino
Una forma de saber si en un texto bíblico el sustantivo hebreo «rúaj» es de género masculino o de género femenino, es considerando la sintaxis en la que aparece.
Por ejemplo, «rúaj» es de género femenino en Génesis 1.2 (porque está sintácticamente relacionado con un participio en género femenino y singular) y en Ezequiel 18.31 (por estar relacionado sintácticamente a un adjetivo femenino singular); pero en 1 Reyes 19.11 es tanto de género femenino (por estar relacionado sintácticamente con un adjetivo de género femenino singular: «guedolá»: «grande», no «granda»), como de género masculino (por estar relacionado sintácticamente con un adjetivo de género masculino y singular: «jazáq»: «fuerte»).
Observación: En hebreo el adjetivo siempre expresa sin ambigüedad el género del sustantivo al cual califica y con el cual está relacionado sintácticamente.
Pero «rúaj» es de género masculino (un sujeto de género masculino) en Números 11.31 y en 1 Reyes 18.12, por funcionar sintácticamente como «sujeto» de un verbo en la tercera persona masculina singular.
La expresión «tu santo espíritu» y la expresión «su santo espíritu»
En primer lugar, hebreo tanto la expresión «tu santo espíritu» (Salmo 51.11) como la expresión «su santo espíritu» (Isaías 63.10 y 11) en realidad son cadenas constructas («smijút») en las cuales el sustantivo «ruáj» puede ser asumido como un sustantivo de género masculino como un sustantivo de género femenino.
En segundo lugar, la cadena constructa que está detrás de la traducción «tu santo espíritu» en realidad debe ser traducida: «el espíritu de tu santidad».
En tercer lugar, la cadena constructa que está detrás de la traducción «su santo espíritu» en realidad debe ser traducida: «el espíritu de su santidad».
En cuarto lugar, las traducciones «tu santo espíritu» y «su santo espíritu» se ajustan más bien a la traducción que nos ofreció la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX) en la cual «santo» es un adjetivo atributivo («santo espíritu», o bien, «espíritu santo»).
En quinto lugar, en conformidad a la traducción griega y su sintaxis, no existe diferencia alguna entre la traducción «santo espíritu» y la traducción «espíritu santo», pues en ambos casos, «santo» desempeña la misma función sintáctica, es decir, que consiste en un adjetivo atributivo en ambos casos.
En sexto lugar, la sintaxis de la traducción griega en la que el adjetivo «santo» es un «adjetivo atributivo», es la que domina en el Nuevo Testamento.
Finalmente, invito a considerar detenidamente la imagen anexa en la cual explico la sintaxis de la expresión hebrea detrás de las traducciones «tu santo espíritu» (Salmo 51.11) y «su santo espíritu» (Isaías 63.10, 11), así como la sintaxis de la traducción griega en ambos casos, y su impacto en el Nuevo Testamento.
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