¿«Espíritu santo» o «santo espíritu»? Sobre la traducción de los sustantivos «rúaj» (hebreo) y «pnéuma» (griego)

¿«Espíritu santo» o «santo espíritu»?

Sobre la traducción de los sustantivos «rúaj» (hebreo) y «pnéuma» (griego)
Salmo 51.11; Isaías 63.10, 11
Nociones traducción y de morfosintaxis hebrea y griega

Héctor B. Olea C.

De vez en cuando salen a relucir propuestas de traducción de los términos «rúaj» y «pnéuma» que son cuestionables desde el punto de vista de la sintaxis y desde el punto de vista de los principios que rigen la labor de traducción.

En tal sentido, una vez más, con este artículo, insisto en poner de relieve la importancia de la sintaxis para proponer opciones acertadas de traducción y para tomar decisiones adecuadas respecto del funcionamiento sintáctico que tienen ciertas palabras o grupos sintácticos (sintagmas) en un texto bíblico (Biblia Hebrea y Nuevo Testamento Griego).

La cuestión del género gramatical

Es cierto que la palabra hebrea «rúaj» (viento, vendaval, brisa, aliento vital, alma, espíritu, respiración) se usa principalmente como un sustantivo de género femenino; pero también se usa en la Biblia Hebrea como un sustantivo de género masculino.

En cuanto al sustantivo griego «pnéuma» (soplo, viento, ira, cólera, soplo de vida, espíritu), este siempre es de género neutro.

Ahora bien, si bien en muchos casos coinciden el género gramatical y el sexo biológico; sin embargo, no siempre coinciden.

Por ejemplo, la palabra griega «téknon» es de género neutro, pero apunta a seres sexuados (niño, niña, hijo, hija, descendientes).

Por otro lado, siguiendo a Juan 4.24 se entiende que, como «espíritu» («pnéuma»), Dios es incorporal, no tuene cuerpo a la manera humana, por lo que, en realidad, no es hombre ni es mujer, y no está sujeto a las distinciones y oposiciones que generalmente se establecen entre hombre y mujer.

Consecuentemente, el género gramatical empleado en relación a Dios, para señalar a Dios, no ha de suponer que apunte a un sexo biológico determinado, sino a simples antropomorfismos.

Además, como bien se sabe, en la Biblia se emplean figuras o metáforas propiamente masculinas como estrictamente femeninas para describir ciertas acciones o formas de actuar de Dios.

En todo caso, el principio que rige en el campo de la traducción es que, independientemente del género gramatical que tenga una palabra en la lengua fuente (lengua de partida, original o fuente), coincida o no con el género gramatical de su contraparte en la lengua receptora; el género que se ha de emplear en la traducción es el género gramatical de la palabra contraparte en la lengua receptora (lengua término, lengua de llegada).

Por ejemplo, el sustantivo «palabra» (de género masculino en hebreo, «davár», y en griego, «lógos») es de género femenino en español: una palabra, unas palabras, la palabra, las palabras.

En tal sentido, se han de considerar propuestas absurdas de traducción que los dos referidos términos (el hebreo «davár», y el griego, «lógos») sean traducidos palabro, un palabro, palabros, unos palabros, el palabro, los palabros, con base en el hecho de que dichos términos son de género masculino en hebreo y en griego.

Otro ejemplo lo constituye el sustantivo «pacto» (femenino en hebreo, «berít», lo mismo que en griego, «diazéke», «diathéke»), pero es de género masculino en español.

Consecuentemente, también se han de considerar propuestas absurdas de traducción de los términos que significan «pacto» (o «alianza») en hebreo («berít») y en griego («diazéke», «diathéke»), empleando el género femenino en español: pacta, una pacta, la pacta, las pactas.

Por supuesto, también es una propuesta absurda de traducción «espírita santa», cuando se entienda que sintácticamente «rúaj» es de género femenino.

La importancia del género gramatical en el texto fuente (hebreo, arameo y griego)

La importancia de conocer el género gramatical de un sustantivo o palabra sustantivada en las lenguas fuentes (hebreo, arameo y griego) radica en que es un recurso vital para precisar su función sintáctica en una frase u oración, y para poder establecer la forma en que se relaciona con otras palabras en la sintaxis de un mensaje dado en las lenguas bíblicas.

Por ejemplo, tanto en hebreo, arameo como en griego, el adjetivo (atributivo o predicativo) ha de concordar en género y en número con el sustantivo o palabra sustantivada a la cual califica y con la cual está relacionada sintácticamente.

Y lo mismo se puede decir de los pronombres y adjetivos demostrativos.

Por otro lado, es oportuno decir que en hebreo y en arameo el género gramatical forma parte de la flexión verbal, es uno de los accidentes gramaticales del verbo, contrario a lo que ocurre en griego y en español.

En consecuencia, al margen de algunas formas comunes al género masculino y al género femenino, por lo general las personas gramaticales tienen una forma específica para cada género, o sea, una forma de género masculino para la segunda persona masculina, y otra de género femenino para la segunda persona de género femenino, lo mismo que respecto de las terceras personas.

Luego, un verbo que esté en la tercera persona masculina singular, si el sujeto es nominal (no pronominal), ha de ser un sustantivo o palabra sustantivada de género masculino singular, y si el verbo es de la tercera persona femenina singular, el sujeto nominal ha de ser un sustantivo o palabra sustantivada de género femenino singular.

La palabra hebrea «ruáj» como sustantivo de género femenino y como de género masculino

Una forma de saber si en un texto bíblico el sustantivo hebreo «rúaj» es de género masculino o de género femenino, es considerando la sintaxis en la que aparece.

Por ejemplo, «rúaj» es de género femenino en Génesis 1.2 (porque está sintácticamente relacionado con un participio en género femenino y singular) y en Ezequiel 18.31 (por estar relacionado sintácticamente a un adjetivo femenino singular); pero en 1 Reyes 19.11 es tanto de género femenino (por estar relacionado sintácticamente con un adjetivo de género femenino singular: «guedolá»: «grande», no «granda»), como de género masculino (por estar relacionado sintácticamente con un adjetivo de género masculino y singular: «jazáq»: «fuerte»).

Observación: En hebreo el adjetivo siempre expresa sin ambigüedad el género del sustantivo al cual califica y con el cual está relacionado sintácticamente.

Pero «rúaj» es de género masculino (un sujeto de género masculino) en Números 11.31 y en 1 Reyes 18.12, por funcionar sintácticamente como «sujeto» de un verbo en la tercera persona masculina singular.

La expresión «tu santo espíritu» y la expresión «su santo espíritu»

En primer lugar, hebreo tanto la expresión «tu santo espíritu» (Salmo 51.11) como la expresión «su santo espíritu» (Isaías 63.10 y 11) en realidad son cadenas constructas («smijút») en las cuales el sustantivo «ruáj» puede ser asumido como un sustantivo de género masculino como un sustantivo de género femenino.

En segundo lugar, la cadena constructa que está detrás de la traducción «tu santo espíritu» en realidad debe ser traducida: «el espíritu de tu santidad».

En tercer lugar, la cadena constructa que está detrás de la traducción «su santo espíritu» en realidad debe ser traducida: «el espíritu de su santidad».

En cuarto lugar, las traducciones «tu santo espíritu» y «su santo espíritu» se ajustan más bien a la traducción que nos ofreció la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX) en la cual «santo» es un adjetivo atributivo («santo espíritu», o bien, «espíritu santo»).

En quinto lugar, en conformidad a la traducción griega y su sintaxis, no existe diferencia alguna entre la traducción «santo espíritu» y la traducción «espíritu santo», pues en ambos casos, «santo» desempeña la misma función sintáctica, es decir, que consiste en un adjetivo atributivo en ambos casos.

En sexto lugar, la sintaxis de la traducción griega en la que el adjetivo «santo» es un «adjetivo atributivo», es la que domina en el Nuevo Testamento.

Finalmente, invito a considerar detenidamente la imagen anexa en la cual explico la sintaxis de la expresión hebrea detrás de las traducciones «tu santo espíritu» (Salmo 51.11) y «su santo espíritu» (Isaías 63.10, 11), así como la sintaxis de la traducción griega en ambos casos, y su impacto en el Nuevo Testamento.

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El «Espíritu Santo» y el embarazo de María en el marco de la cristología de la concepción


 

El «Espíritu Santo» y el embarazo de María en el marco de la cristología de la concepción
Mateo 1.18, 20; y Lucas 1.35 en el centro de esta cuestión

Héctor B. Olea C.

En este artículo me he propuesto analizar el texto griego de Mateo 1.18, 20 y Lucas 1.35, con el propósito de poner de relieve la forma en la que la redacción griega de dichos textos señala la responsabilidad de la figura del Espíritu Santo en el embarazo de María, por supuesto, en el marco de la llamada «cristología de la concepción».

Sin embargo, antes quiero analizar la forma (el modismo griego) en la que el griego indica la condición de embarazo de una mujer, situado en el pasado, en el presente y en el futuro.

El modismo griego, la forma griega de señalar que una mujer está embarazada

La forma griega de señalar que una mujer está embarazada consiste en una forma perifrástica, o sea, una redacción sintáctica que involucra: 1) una preposición («en»); 2) el caso dativo singular del sustantivo vientre («gastrí»), y una forma verbal o un participio adverbial que sitúa el embarazo en el pasado, en el presente o el futuro.

Por supuesto, será mediante una imagen anexa que voy a ilustrar esta cuestión citando y analizando el texto griego.

La forma griega de señalar la función y responsabilidad del Espíritu Santo en el embarazo María

Para poner de relieve el papel del Espíritu Santo en el embarazo de María en el contexto de la cristología de la concepción, voy a considerar el texto griego de tres textos específicos del Muevo Testamento: Mateo 1.18, 20 y Lucas 1.35.

Luego, si bien será mediante una imagen anexa que voy a poner de relieve el análisis del texto griego de los textos bíblicos mencionados; sin embargo, aquí quiero hacer las siguientes puntualizaciones.

La primera, la función sintáctica «agente» consiste en el responsable directo (persona, animal o cosa) de una acción verbal (de un verbo de acción).

La segunda, en una oración que tiene como núcleo verbal un verbo en voz activa (transitivo o intransitivo), el «sujeto» es «agente», o sea, coinciden la figura del «agente» y la del «sujeto» de la oración.

La tercera, en una en una oración que tiene como núcleo verbal un verbo en voz pasiva (transitivo por necesidad), el «sujeto» no es «agente», sino un «sujeto paciente», por lo que el «agente» aparece bajo la figura de un «complemento»; pero no cualquier «complemento», sino un «complemento agente» (el responsable directo de la acción verbal de un verbo en voz pasiva, de una oración en construcción pasiva).

La cuarta, el griego cuenta con varias redacciones sintácticas para señalar el «complemento agente», el agente responsable de la acción verbal de un núcleo verbal de una oración en voz pasiva.

La quinta, el griego también cuenta con varias redacciones o construcciones sintácticas específicas para señalar a un «agente intermediario» o «asociado» y corresponsable de una acción verbal.

La sexta, como vamos a mostrar en una imagen anexa, el texto griego de Mateo 1.18, 20 y Lucas 1.35, emplearon consistentemente una de las redacciones sintácticas de las que dispone el griego para indicar el «complemento agente» (agente directo) de una oración con un verbo o núcleo verbal en voz pasiva, y con un «sujeto paciente».

En consecuencia, aun cuando la acción u obra del Espíritu Santo se considere como la de un «agente intermediario» respecto de Dios en el origen del embarazo de María en la cristología de la concepción; lo cierto es que el griego no empleó una de las redacciones o construcciones sintácticas que lo señalaran como un «agente intermediario» o «asociado», sino estrictamente una de las redacciones sintácticas que lo identifican como un «agente directo».

La séptima, independientemente de cómo se asuma e interprete la figura del Espíritu Santo, al margen de la forma en que se asuman e interpreten los relatos que dan cuenta de la cristología de la concepción; una cosa es cierta: para dichos relatos el Espíritu Santo es el «agente directo» responsable del embarazo de María,

En otras palabras, en conformidad a los textos que desarrollan la cristología de la concepción y su redacción o sintaxis griega, por absurdo o inexplicable que parezca, o sea, María fue embarazada por el Espíritu Santo.

Como siempre, invito a considerar detenidamente las dos imágenes anexas.

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«Autós («aftós»), ¿pronombre personal o adjetivo de intensidad en Mateo 1.21?, cursos de griego koiné

«Autós («aftós»), ¿pronombre personal o adjetivo de intensidad en Mateo 1.21?

Otra vez, nociones de morfosintaxis griega

Héctor B. Olea C.

No son pocas las veces en las que he hecho mención de ciertos «consensos no consensuados» que se han dado, que podemos constatar y demostrar respecto del proceso y labor de la traducción de la Biblia.

Por supuesto, llamo «consensos no consensuados» a la curiosa coincidencia de traducir igual, de la misma manera ciertos textos bíblicos por parte de prácticamente todas las versiones de la Biblia en español, muy a pesar de que proceden de distintos ambientes teológicos, y de que existen razones de peso para traducir a contracorriente.

En tal sentido, uno de estos «consensos no consensuados» consiste en asumir que la palabra griega «autós» («aftós») en Mateo 1.21 no es un adjetivo de intensidad relacionado con el sujeto pronominal de un verbo finito o conjugado («sósei»: salvará).

Es tal el consenso que ni siquiera se observa una nota al pie de página que considere seriamente la posibilidad de asumir a «autós» («aftós») como un adjetivo de intensidad y, consecuentemente, proponer otra posible línea de traducción.

En todo caso, pienso que es preciso tener en cuenta las siguientes observaciones.

En primer lugar, ciertamente «autós» («aftós») puede tener la función de adjetivo (por lo general en caso nominativo, pero no siempre), y puede tener la función del pronombre personal de la tercera persona, singular o plural (él, ella, ellos, ellas).

En segundo lugar, plantea Amador Ángel García Santos («Introducción al griego bíblico», Verbo Divino, 2003, página 53), que en el griego clásico «autós» («aftós») sólo podía tener función pronominal (funcionar como pronombre personal de la tercera persona) en los casos oblicuos (genitivo, dativo, acusativo), porque cuando estuviera en el caso nominativo siempre funcionaría como adjetivo (en posición atributiva: el mismo señor; o en posición predicativa: el señor mismo, el señor en persona).

En tercer lugar, el griego no emplea un pronombre personal de la tercera persona (singular o plural) para señalar el sujeto pronominal de un verbo finito o verbo conjugado, pues en esos casos el sujeto pronominal consiste en la persona gramatical sujeto del verbo, el cual es señalado por la desinencia o morfema gramatical flexivo que se une a la raíz o lexema verbal.

Sin embargo, observa Amador Ángel García Santos: “En el griego bíblico es muy frecuente el uso de «autós» («aftós») en caso nominativo en oraciones que carecen de sujeto nominal en las que no se percibe que tenga el sentido de «él mismo», por lo que parece que, también en caso nominativo, puede tener simplemente la funcional de pronombre personal de la tercera persona” (obra citada, página 54).

Ahora bien, esta última observación del profesor Amador, supone cierta subjetividad por parte del lector y traductor, pues se espera que no todos van a coincidir en percibir de la misma manera el uso de «autós» («aftós») en esos casos; lo que supone la dificultad de encontrar al respecto consensos absolutos.

De todos modos, en caso de asumir o concluir que en Mateo 1.21 «autós» («aftós») es un pronombre personal, pienso que, al menos, se debería poner una nota al pie de página indicando otra posible y legítima traducción: «él mismo salvará».

En efecto, siempre que «autós» («aftós») aparezca en un texto en caso nominativo, a la luz de la gramática griega, en principio, la primera opción debe ser el que se asuma a «autós» («aftós») como un adjetivo y no como un pronombre personal, hasta que se demuestre lo contrario.

Finalmente, somos de la opinión de que en Mateo 1.21 «autós» («aftós») es un adjetivo de intensidad y no un simple pronombre personal, por dos razones principales.

La primera, porque como regla general el griego (clásico y koiné) evita usar los pronombres personales para señalar el sujeto pronominal de un verbo conjugado, a menos que sea para dar énfasis (existen excepciones).

En tal sentido, si el sujeto no es nominal (con verbos de la tercera persona, singular o plural), por lo general el sujeto pronominal se establece por la desinencia o morfema gramatical flexivo que se añade a una raíz o lexema verbal para señalar con precisión la persona gramatical sujeto pronominal de un verbo finito (verbo conjugado), y no por un pronombre personal.

La segunda, en virtud del papel único y central que le otorga la «cristología de la concepción» al niño cuyo nacimiento se proclama, en la salvación de su pueblo.

Por supuesto, además del papel que tiene la figura de Jesús el ungido (Jesús como el Mesías) en el Nuevo Testamento y en la oferta de salvación de la fe cristiana (considérese Hechos 16.31; Juan 6.68; Juan 14.6; Gálatas 3.23-29, etc.).

Finalmente, quiero aprovechar esta publicación para poner de relieve el uso de «autós» («aftós») como adjetivo en posición atributiva y en posición predicativa, en construcciones sintácticas que no emplean el caso nominativo.

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«Porque salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1.21) ¿«Él» o «él mismo»?



«Porque salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1.21)
¿«Él» o «él mismo»?

Nociones de morfosintaxis griega

Héctor B. Olea C.

La palabra española «mismo» (adjetivo y adverbio) tiene un matiz distinto cuando aparece colocado delante de un sustantivo (antepuesto al mismo) y cuando aparece colocado después de un sustantivo (pospuesto al mismo).

Luego, colocado delante de un sustantivo (antepuesto) indica identidad o igualdad (no otro), por ejemplo: el mismo señor, el mismo Dios, el mismo regalo, el mismo profesor, etc.

Pero colocado después del sustantivo (pospuesto) tiene un valor enfático, o sea, enfatiza la responsabilidad del sustantivo, la estricta, única o exclusiva responsabilidad del sustantivo respecto de una acción verbal determinada: el profesor mismo (el profesor en persona, él y no otro), el señor mismo (el señor en persona, él y no otro), la directora misma (ella en persona, ella y no otra persona).

«Mismo» en griego, indicando igualdad o identidad e indicando énfasis

En griego (clásico y koiné) la función de «mismo» como adjetivo, indicando igualdad o identidad, se expresa con la palabra «autós» («aftós») en posición atributiva, o sea, colocado delante del sustantivo y con el artículo determinado (la sintaxis más común); o bien, «autós» («aftós») con el artículo determinado y colocado después de un sustantivo determinado.

Y como adjetivo indicando énfasis, con un valor enfático, aparece en posición predicativa, o sea, «autós» («aftós») sin el artículo determinado y colocado delante de un sustantivo determinado; o bien, sin el artículo determinado y colocado después de un sustantivo determinado.

Por supuesto, en respectivas imágenes anexas voy a poner ejemplos concretos de estos dos usos de «autós» («aftós») en el Nuevo Testamento.

«Autos» («aftós») como adjetivo de intensidad con un sujeto pronominal

En griego, «autós» («aftós») también funciona como «adjetivo de intensidad» en relación a un sujeto pronominal de un verbo conjugado, es decir, la persona gramatical de un verbo conjugado, verbo que no tiene un sujeto nominal.

Por supuesto, en una imagen anexa también voy a citar ejemplos concretos del Nuevo Testamento del empleo de «autós» («aftós») relacionado con el sujeto pronominal de un verbo conjugado.

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«Emmanuel», palabra que carece de sentido en griego, Nociones de lingüística y traducción bíblica

«Emmanuel», palabra que carece de sentido en griego

Nociones de lingüística y traducción bíblica

Héctor B. Olea C.

Profesor, ¿por qué dice usted que la palabra «Emmanuel» carece de sentido en griego?

Bueno, entiendo que para que se comprenda adecuadamente mi afirmación, es preciso tener en cuenta las puntualizaciones que expongo a continuación.

Puntualizaciones necesarias:

La primera, toda palabra (sustantivo, verbo, adjetivo, adverbio, preposición, conjunción, etc.) constituye una secuencia o cadena fónica, una secuencia o cadena de fonemas.

La segunda, los fonemas constituyen la unidad lingüística más pequeña carente de significado, y están relacionados directamente con los sonidos lingüísticos de una lengua determinada (el sistema fonológico de cada lengua consta de un número determinado de fonemas).

La tercera, los fonemas se articulan entre sí para formar los lexemas (morfemas lexicales, morfemas conceptuales) y los gramemas o morfemas gramaticales.

La cuarta, toda cadena fónica o secuencia de fonemas constituye un morfema (lexema o gramema), incluso los grupos sintácticos o sintagmas constituyen cadenas o secuencias fónicas más amplias, mayores.

La quinta, la palabra «Emmanuel» (transliteración, neologismo inventado por el traductor del hebreo al griego) no es una traducción, razón por la cual no transmite el significado que sí tiene la expresión o cadena fónica hebrea detrás de «Emmanuel» y que con «Emmanuel» se quiso transmitir o reflejar.

La sexta, como «Emmanuel» en realidad no es una palabra griega (ni como lexema ni como gramema), como lexema no es posible situarlo en ninguna de las tres declinaciones griegas (primera declinación, segunda declinación, tercera declinación), ni se ajusta a las características flexionales de las mismas; y como gramema (morfema gramatical) tampoco tiene presencia entre los gramemas del griego koiné.

La séptima, el análisis de la composición de la cadena hebrea de fonemas que está detrás de la palabra «Emmanuel», es: 1) «im» (preposición que significa «con», «junto a», «al lado de», y sirve para formar complementos circunstanciales de compañía); pero la preposición hebrea «im» cuando recibe un sufijo pronominal (morfema gramatical) duplica la consonante o fonema «m» mediante la figura o punto llamado «daguésh fuerte»; 2) «nu» (sufijo pronominal, morfema gramatical que señala a la primera persona común plural: nosotros, nosotras); 3) «el» (sustantivo común para Dios).

La octava, pero como la palabra «Emmanuel» no es una traducción (sino más bien una secuencia de fonemas o transliteración), no es posible descomponerla en griego en una forma similar a la cadena fónica que constituye la expresión hebrea detrás de «Emmanuel».

Por supuesto, pienso que cualquier persona con cierta formación no tan mínima de griego koiné ha de estar al tanto de esto.

La novena, el griego sí contaba con dos formas legítimas para transmitir (traducción) el significado de la expresión hebrea detrás de la palabra «Emmanuel», o sea, «immanu-el»; por supuesto, una de ellas la empleó el traductor al griego en las otras dos ocasiones en las que también aparece dicha expresión en el texto hebreo del libro de Isaías (8.8; 8.10).

Nota: La otra la menciono en la imagen anexa.

Finalmente, como siempre, invito a considerar la imagen anexa con la cual espero hacer más comprensibles estas líneas.

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Sobre Isaías 7.14, una propuesta de traducción, algunas observaciones Nociones de hebreo clásico y de griego koiné


Sobre Isaías 7.14, una propuesta de traducción, algunas observaciones
Nociones de hebreo clásico y de griego koiné

Héctor B. Olea C.

Después de publicar varios artículos respecto del texto hebreo de Isaías 7.14, su traducción griega y su impacto en Mateo y Lucas; me propuse compartir mi personal traducción del referido texto agregando algunas oportunas observaciones.

Traducción del texto hebreo de Isaías 7.14

“Por tanto, el Señor mismos les dará una señal: la joven va a concebir y dará a luz un hijo al cual llamará «Dios está con nosotros».

Observaciones:

En primer lugar, aquí no se emplea la palabra hebrea que en sentido estricto apunta a una muchacha, joven o mujer «virgen», o sea, «betulá».

Es más, es «betulá» la palabra que se emplea como «atributo» o palabra descriptiva de otras palabras que también hacen referencia a una muchacha o mujer joven, para indicar que dicha muchacha o mujer joven era una «virgen», una mujer que no había conocido varón, que no había tenido contacto sexual con un varón.

En tal sentido, traigo a colación tres casos a manera de ilustración: Génesis 24.16; Éxodo 22.16 y Jueces 21.12, tomando como referencia la versión Reina Valera 1960.

Génesis 24.16: “La «doncella» (en hebreo: «naará») era de aspecto muy hermoso, «virgen» («betulá»), a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía”.

En cuanto a la clásica traducción griega (Septuaginta, Los LXX), llama la atención que la misma tradujo tanto a «naará» como a «betulá» con la misma palabra griega, «parzénos» («parhénos»): «virgen».

Éxodo 22.16: “Si alguno engañare a una “doncella” («betulá») que no fuere desposada, y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer”.

Aquí la traducción “doncella”, sin más, en la versión Reina Valera 1960 es cuestionable, pues en el texto hebreo la palabra hebrea que está detrás de dicha traducción apunta sin ambigüedad alguna a una «muchacha virgen».

Y la Septuaginta tradujo en perfecta concordancia con el texto hebreo, empleando la palabra «parzénos» («parhénos»): «virgen».

Jueces 21.12: “Y hallaron de los moradores de Jabes-galaad cuatrocientas doncellas («naará») que no habían conocido ayuntamiento de varón, y las trajeron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán”.

Observación: La traducción que ofrece aquí la versión Reina Valera 1960 no es del todo precisa.

Esto así porque en el texto hebreo la palabra que está detrás de la traducción «doncellas», o sea, «naará», tiene a «betulá» como un adjetivo o atributo, como adyacente: «naará betulá»: «muchacha virgen», «muchachas vírgenes».

Y en lo que respecta a la traducción de la clásica versión griega (Septuaginta, Los LXX), esta tradujo con una perfecta traducción por equivalencia formal, empleando las palabras «neánis» (muchacha, mujer joven) y la palabra «parzénos», «parthenos» (virgen), como atributo, como adyacente; por supuesto, en caso acusativo plural por razones sintácticas: «neánidas parzénus» («jóvenes vírgenes»).

En segundo lugar, en el texto hebreo de Isaías 7.14 más bien se empleó la palabra «almá» que, en realidad, no demanda la traducción de “virgen” sino de “joven”, que es su referencia primaria, es decir, una muchacha o mujer joven en edad casadera, que bien pudiera ser virgen, pero que necesariamente no tiene que serlo.

En tercer lugar, de las seis ocasiones en que en todo el libro de Isaías se emplea la palabra «virgen», en cinco ocasiones es el reflejo de la palabra hebrea que sí tiene la connotación de «virgen», «una mujer virgen», o sea, «betulá»: Isaías 23.4, 12; 37.22; 47.1; 62.5.

Esto significa que cuando en el texto hebreo del libro de Isaías se quiso hacer referencia estrictamente a una muchacha o mujer «virgen», se empleó la palabra hebrea correspondiente, «betulá», que precisamente no es el caso de Isaías 7.14.

Luego, respecto de estas cinco apariciones de la palabra «betulá» («virgen») en el texto hebreo del libro de Isaías, la clásica versión griega trajo consistentemente con la palabra griega correspondiente, «parzénos» («parthénos»), con la única excepción de Isaías 23.12 donde simplemente no la incluyó.

En conclusión, la presencia de la palabra «virgen» en la traducción al español de Isaías 7.14 no obedece a su presencia en el texto hebreo, sino porque se está siguiendo a la clásica versión griega de la Biblia Hebrea (Septuaginta, Los LXX).

Respecto de la palabra «Emmanuel»

En honor a la verdad, la palabra «Emmanuel» no existe en la Biblia Hebrea y, consecuentemente, no está presente en Isaías 7.14.

Fue más bien la clásica versión griega la que dio origen a la palabra «emnanuel».

Además, la expresión hebrea detrás de la traducción «Emmanuel», es «in-manu-él», expresión que en hebreo no es un nombre o sustantivo ni propio ni común, y como tal no forma parte de la onomástica de la Biblia Hebrea.

En realidad, «in-manu-él» es un compuesto formado por: 1) la preposición «im» (con, junto a, al lado de, en compañía de); 2) por el sufijo pronominal de la primera persona común plural, «nu» (nosotros, nosotras); y 3) por el sustantivo «él» (Dios).

Por supuesto, la expresión «in-manu-él» es realmente atemporal, o sea, que no expresa en sí misma un valor temporal propio, por lo que, según el contexto, puede ser traducida como: «Dios está con nosotros», «Dios estará con nosotros»

Por otro lado, es preciso poner de relieve que la expresión «in-manu-él» aparece en la Biblia Hebrea sólo en tres ocasiones, y todas en el libro de Isaías: 7.14; 8.8, 10.

Sin embargo, de estas tres menciones, sólo en una ocasión la clásica versión griega sólo la tradujo con «Emmanuel», precisamente en Isaías 7.14.

Consecuentemente, la palabra «Emmanuel» constituye un «jápax legómenon» en toda la versión griega, también en el Nuevo Testamento (Mateo 1.23).

Por supuesto, ninguno de los autores del Nuevo Testamento llamó jamás a Jesús como «Emmanuel» que, siendo el reflejo de la expresión hebrea «in-manu-él», sería más bien una palabra descriptiva.

En todo caso, hay que tener presente que la palabra «Emmanuel», muy a pesar de lo que dice Mateo 1.23, carece de sentido en griego, pues dicha cadena fónica no existe en el griego y no es formalmente equivalente al compuesto hebreo «in-manu-él».

«Emmanuel» es más bien el resultado del intento del traductor del hebreo al griego por reflejar en el griego una cadena fónica (secuencia de fonemas) que sí comunica un mensaje en hebreo, que sí tiene sentido en hebreo.

Finalmente, que la palabra «Emmanuel» esté presente en Isaías 7.14 en muchas versiones de la Biblia en español, no es porque tenga presencia en la Biblia Hebrea, sino porque está presente en la clásica versión griega, como un término nuevo, como un neologismo que sí pasó a formar parte del vocabulario del Nuevo Testamento y posteriormente al vocabulario teológico de la cristiandad en general.

Luego, no es posible ignorar que en las otras dos ocasiones en las que en el libro de Isaías aparece la expresión hebrea «in-manu-él» (Isaías 8.8 y 10), la clásica versión griega sí la tradujo con una expresión que en griego sí tiene sentido, que sí comunica un mensaje.

Conclusiones:

En primer lugar, una traducción de Isaías 7.14 que siga estrictamente al texto hebreo de dicho pasaje, no debe incluir la palabra «virgen» ni la palabra «Emmanuel».

En segundo lugar, una traducción de la versión griega de Isaías 7.14 sí debe incluir las palabras «virgen» y «Emmanuel».

En tercer lugar, una traducción que le haga justicia al texto griego de Mateo 1.23 debe incluir las palabras «virgen» y «Emmanuel».

En cuarto lugar, una traducción de Mateo 1.23 que se apegue fielmente al texto griego, también debe reflejar la forma del verbo «llamar» que sí está presente en dicho texto, o sea, «kalésusin» («llamarán»), forma verbal de la tercera persona del plural, no de la segunda persona del singular («kaléseis»: «llamarás»), que sí está presente en la versión griega de Isaías 7.14.

Finalmente, como siempre, invito a considerar la imagen anexa con la cual espero hacer más comprensibles estas líneas.

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La problemática del verbo «llamar» en Isaías 7.14 y en la cristología de la concepción (Mateo y Lucas)


La problemática del verbo «llamar» en Isaías 7.14 y en la cristología de la concepción (Mateo y Lucas)

Nociones de hebreo clásico (bíblico) y griego koiné

Héctor B. Olea C.

Un análisis comparativo de la traducción de Isaías 7.14 en algunas versiones de la Biblia en español, nos pone al tanto de que varias han traducido «llamará» (ella llamará), y otras «al que pondrá por nombre» (ella pondrá el nombre), y «le pondrá (ella) por nombre».  

En otras palabras, un buen número de versiones de la Biblia al español (tal vez la mayoría) han traducido sugiriendo que la mujer joven y madre del niño, cuyo nacimiento aquí se proclama, era la persona que consideraría al niño por nacer «Dios con nosotros», «Dios está con nosotros», «Dios estará con nosotros» (en realidad la expresión hebrea es en sí misma atemporal).

Sin embargo, la consideración del texto hebreo de Isaías 7.14 nos pone al tanto de una indiscutible problemática.

Dicha problemática consiste en que, en realidad, el texto hebreo empleó una forma verbal de que tiene de sujeto a la segunda persona femenina singular («y tú llamarás»), y no a la tercera persona femenina singular («ella llamará»).

En consecuencia, en sentido estricto, el hebreo empleó la forma verbal «veqarát», una forma «veqatál» o «veqataltí», o sea, un «perfecto inverso» o «conversivo», o sea, un «perfecto» o «qatál» con el valor del «imperfecto» o «yiqtól»: «y tú (de género femenino) llamarás».

Ahora bien, el problema con la forma verbal «veqarát» consiste en que no es la forma verbal esperada, pues según el versículo 13 y el inicio del mismo versículo 14, el interlocutor del profeta Isaías es la casa de David, los integrantes de la casa de David (un sujeto de género masculino y plural).

Luego, es preciso poner de relieve que el imperativo «oíd» («escuchen ustedes»), en el versículo 13, en el texto hebreo («shimú») es un imperativo dado estrictamente a la segunda persona masculina plural: «ustedes».

Además, en la expresión «os dará una señal» («les dará una señal»), en hebreo «lajém ot», «lajém» apunta también y, precisamente, a la segunda persona masculina plural («ustedes»).

En tal sentido, es evidente que no es una segunda persona femenina singular el interlocutor del profeta Isaías, sino la segunda persona masculina plural (ustedes).

Consecuentemente, dos posibles formas verbales serían las esperadas: por un lado, «uqueratém» («y ustedes llamarán», de género masculino); por otro lado, «veqareá» («y ella llamará»), pero ninguna de estas dos fueron las empleadas en el texto hebreo de Isaías 7.14.

Por otro lado, desde el punto de vista de la crítica textual, no es posible obviar que la llamada «Masora quetaná» (la «Masora pequeña») de la Biblia Hebrea nos dice que la forma verbal «veqarát» (forma verbal de la segunda persona femenina singular) aparece dos veces más en la Biblia Hebrea, y la llamada «Masora guedolá»: (la «Masora grande») especifica que esas dos otras ocasiones son: Génesis 16.11 (teniendo de sujeto a Agar, un sujeto femenino) e Isaías 60.18 (teniendo de sujeto a Israel como nación, también un sujeto femenino).

Y el aparato crítico de la Biblia Hebraica Stuttgartensia (BHS) nos pone al tanto de que el manuscrito del libro de Isaías hallado en la cueva número 1 de Qumrán, identificado como 1QIª tiene la forma verbal «veqará» (forma verbal de la tercera persona masculina singular: «y él llamará».

También nos dice el aparato crítico de la Biblia Hebrea que el «Códice Sinaítico» de la Septuaginta tiene la forma «kai kalései» («y él llamará») forma griega de la tercera persona del singular, equivalente a la forma verbal «veqará» («y él llamará») que tiene el referido manuscrito de Isaías encontrado en la cueva 1 de Qumrán.    

En todo caso, la edición manual de la Septuaginta de Alfred Rahlfs, que se sustenta fundamentalmente en los Códices Vaticano, Sinaítico y Alejandrino, tiene la forma «kai kaléseis», forma verbal que tiene de sujeto a la segunda persona del singular: «y tú llamarás».

Luego, respecto de los evangelios (Mateo y Lucas, los dos evangelios canónicos que desarrollaron una «cristología de la concepción»), es preciso poner de relieve que el Evangelio de Mateo emplea tres veces el verbo «llamar», pero en dos ocasiones dos en tiempo futuro (la primera, teniendo de sujeto a la segunda persona del singular: «kai kaléseis», «y tú llamarás»; y la segunda teniendo de sujeto a la tercera persona del plural: «kai kalésusin»: «y ellos llamarán»); pero la tercera vez en la que el evangelio de Mateo empleó el verbo «llamar», lo empleó en tiempo aoristo (forma del pasado) «kai ekálesen» («y él llamó»).

Por su parte, el Evangelio de Lucas, coincidiendo con Mateo 1.21, empleó la forma «kai kaléseis» (tiempo futuro y de la segunda persona del singular: «y tú llamarás»).

Sin embargo, como para complicar las cosas, si bien coinciden Mateo 1.21 y Lucas 1.31 al emplear la forma «kai kaléseis» (tiempo futuro y de la segunda persona del singular: «y tú llamarás»), para Mateo 1.21 el sujeto es José, y para Lucas 1.31 el sujeto es María.

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«Jará» («hará») en Isaías 7.14, ¿verbo o sustantivo? Nociones de morfosintaxis (gramática) hebrea


 
«Jará» («hará») en Isaías 7.14, ¿verbo o sustantivo?
Nociones de morfosintaxis (gramática) hebrea

Héctor B. Olea C.

Reaccionando en contra de la traducción en futuro, «concebirá», de la versión Reina Valera1960, en más de una ocasión he escuchado decir que en el texto hebreo de Isaías 7.14 el verbo «concebir» está en tiempo pasado.

Ahora bien, ¿es esto cierto? ¿Qué tanto dominan la gramática hebrea las personas que dicen esto?

Veamos.

Por un lado, la traducción «concebirá» (RV 1960) es la traducción de la palabra hebrea «jará» («hará»).

Pero, no es posible negar que la palabra «jará» («hará») puede ser una forma verbal (de la tercera persona masculina singular, con un sujeto masculino singular) o un sustantivo femenino singular (que funciona como un adjetivo, como un atributo).

Por otro lado, ¿a cuál de estas dos opciones favorece la sintaxis hebrea?

En nuestra opinión, para responder adecuadamente esta pregunta, es preciso tener en cuenta las siguientes consideraciones.

En primer lugar, cuando la palabra «jará» («hará») es verbo, que tiene de sujeto nominal un sustantivo de género masculino y singular, y como sujeto pronominal a la tercera persona masculina singular; pero cuando es un sustantivo (y que funciona como un adjetivo o atributo en una oración atributiva o nominal, estará sintácticamente relacionado con un sujeto femenino singular (que es el caso de Isaías 7.14).

En tal sentido, cuando la palabra «jará» («hará») funciona como verbo, ha de tener de sujeto a la tercera persona masculina singular (aunque en sentido figurado, como se puede observar en el Salmo 7.14, o 15), o a un sustantivo masculino singular; jamás a la tercera persona femenina singular o un sustantivo femenino singular, que es el caso de Isaías 7.14.

Consecuentemente, «jará» («hará») como verbo (en el Salmo 7.14 o 15) tiene de sujeto a la tercera persona masculina singular, la misma tercera persona masculina singular de la forma verbal que la precede, «yejabel», un imperfecto de la conjugación piel, tercera persona masculina singular del verbo «lejabél» (concibió).

Nota: En lo que al hebreo bíblico respecta, la raíz «lejabél» puede tener tres sentidos distintos: 1) tomar algo como garantía o fianza, actuar como fiador o empeñarse; 2) concebir, en sentido literal (una mujer), en sentido figurado (un hombre; 3) hacer daño, perjudicar, destrozar.

Obviamente, no es posible olvidar que en hebreo el género gramatical es uno de los accidentes gramaticales del verbo, cosa que no ocurre en griego ni en español.

En consecuencia, la palabra «jará» («hará») no puede ser asumida en Isaías 7.14 como una forma verbal, pues allí no está conectada sintácticamente con un sustantivo masculino singular (sujeto nominal) ni tiene como sujeto pronominal a la tercera persona masculina singular.

Insisto, en Isaías 7.14 la palabra «jará» («hará»), como verbo en el perfecto cal (qal) de la tercera persona masculina singular, no puede tener un sujeto femenino singular, pues, como verbo, es una forma verbal de la tercera persona masculina singular.

Luego, la forma verbal femenina y contraparte de la forma masculina «jará» («hará»), es «jaratá» («haratá»), que sí ha de tener un sujeto femenino singular, como se puede observar en Génesis 16.4 y 5, teniendo de sujeto nominal a Agar, un sustantivo y sujeto femenino singular.

Consecuentemente, como verbo que ha de tener un sujeto femenino singular, «jaratá» (ella concibió), no «jará» («hará»), no está presente en Isaías 7.14).

La palabra «jará» («hará») en Isaías 7.14 es un sustantivo (que funciona como adjetivo)

Después de poner de relieve que, gramaticalmente (morfosintácticamente) «jará» («hará») no puede ser una forma verbal (verbo conjugado) en Isaías 7.14, porque como verbo habría de tener un sujeto masculino singular (como en el Salmo 7.14 o 15; pero como en Isaías 7.14 está conectada sintácticamente con un sustantivo femenino singular, «ja-almá» (la joven, la muchacha, la mujer joven), no queda otra opción que asumir que «jará» («hará») en Isaías 7.14 es un sustantivo (que funciona como un adjetivo) en una construcción oracional atributiva o nominal.

Pero, ¿cómo funciona «jará» («hará»)? ¿Cómo un adjetivo atributivo o como un adjetivo predicativo?

En virtud de que en Isaías 7.14 la palabra «jará» («hará») aparece conectada sintácticamente a un sustantivo femenino determinado, sin embargo «jará» («hará») está indeterminado; tenemos que concluir que en Isaías 7.14 está presente una oración atributiva (nominal) en la cual «ja-almá» (la joven) funcionan como sujeto (femenino singular), y «jará» («hará») como un atributo (femenino singular).

Por supuesto, se ha de tener siempre presente que las oraciones atributivas o copulativas (nominales), desde el punto de vista temporal son más bien neutras o atemporales. En otras palabras, que no expresan por sí mismas un valor temporal específico, pues su valor temporal depende más bien del contexto.

Es decir, las oraciones atributivas, copulativas o nominales, se sitúan temporalmente en el tiempo o esfera temporal (del presente, del pasado o del futuro) que indique o sugiera el contexto.

En suma, como oración atributiva o copulativa (nominal) que realmente es, la expresión hebrea «ja-almá jará» («hará»), contextualmente, muy bien puede ser traducida: la joven está embarazada, la joven estaba embarazada, la joven estuvo embarazada (concibió), la joven estará embarazada (concebirá).

En conclusión, independientemente del tiempo en que se sitúe la oración atributiva (nominal) «ja-almá jará», una cosa es cierta e indiscutible: en Isaías 7.14 «jará» («hará»), no es verbo (y estrictamente de la tercera persona masculina singular), sino un «sustantivo» (sintácticamente un atributo femenino singular).

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«Vence el mal con el bien» o «Sigue venciendo el mal con el bien» en Romanos 12.21, cursos de griego


«Vence el mal con el bien» o «Sigue venciendo el mal con el bien»

¿Cuál de las dos traducciones refleja mejor el texto griego de Romanos 12.21?
Una pregunta que me fue planteada

Héctor B. Olea C.

Leído en la versión «Reina Valera 1960» y otras, Romanos 12.21 dice: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal».

Pero leído en la versión «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras», dice: «No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien».

Luego, la pregunta que se me ha planteado es: Profesor, ¿cuál de estas dos versiones refleja mejor el texto griego de Romanos 12.21?

Y he aquí mi respuesta.

Pero para ofrecer una respuesta objetiva y bien fundamentada a la pregunta plateada, pienso que se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones.

En primer lugar, el texto griego de Romanos 12.21 consiste en una oración compuesta por coordinación, conformada por dos proposiciones adversativas y cada proposición tiene como núcleo verbal un imperativo de presente: la primera proposición involucra un mandato negativo o prohibición con un imperativo de presente, pero la segunda proposición un mandato positivo con un imperativo de presente.

En segundo lugar, en griego los mandatos positivos (no prohibiciones) redactados con un imperativo de presente, en situaciones particulares o específicas, procuran la continuación de una acción verbal ya iniciada, en proceso, en desarrollo: «estudia», con el sentido de: «sigue estudiando», «continúa estudiando».

Pero si la acción verbal que se exige todavía no ha iniciado, se pide que dicha acción inicie y continúe (permanezca) en el futuro: «estudia», pero con el sentido de:
«comienza a estudiar y sigue estudiando».

En tercer lugar, en griego, también en situaciones particulares o específicas, los mandatos negativos (o prohibiciones) redactados en el tema de presente indican la demanda del cese de una acción en proceso, ya iniciada: «no estudies», con el sentido de «deja de estudiar», «no sigas estudiando».

En cuarto lugar, pero también las normas o preceptos generales (en forma de mandatos positivos o prohibiciones) también se expresan con el modo imperativo en el tema temporal del presente.

En quinto lugar, en el texto en cuestión (Romanos 12.21) las traducciones «no seas vencido de lo malo», «no te dejes vencer por el mal», son el reflejo de un mandato negativo (prohibición) en el texto griego, conformado por el negativo «me» y por la forma verbal «nicó» («nikó»), un imperativo de tiempo presente, en voz pasiva, de la segunda persona del singular, del verbo «nicáo» («nikáo»): yo venzo, yo salgo victorioso en un combate o en una competición. competencia.

Observación: El modo imperativo griego existe en tres temas temporales (presente, aoristo y perfecto) de los cuatro con que cuenta el sistema verbal griego (presente, aoristo, futuro y perfecto) y en las tres voces del sistema verbal griego (voz activa, voz media y voz pasiva), aunque expresando más bien el valor aspectual del verbo (la forma en que se concibe la acción verbal), no su valor temporal (el tiempo en que se supone que ocurre la acción verbal: presente, pasado, futuro).

En todo caso, en el Nuevo Testamento Griego sobresale el imperativo de presente y el imperativo aoristo, y en la voz activa (según Roberto Hanna, el imperativo en voz pasiva sólo está presente en 154 veces en todo el NT: «Sintaxis exegética del Nuevo Testamento Griego», Editorial Mundo Hispano, 1997, páginas 160 y 161).

En sexto lugar, el texto griego de Romanos 12.21, reflejado en las traducciones «sino vence con el bien el mal», y «sino sigue venciendo el mal con el bien», tiene como núcleo verbal la forma verbal «níca» («níka»), que consiste en un imperativo de presente, segunda persona del singular, del mismo verbo empleado en la primera parte del versículo en cuestión, o sea, «nicáo» («nikáo»): yo venzo, yo salgo victorioso en un combate o en una competición. competencia.

Ahora bien, una decisión que tiene que tomar la persona exégeta o traductora es si el texto de Romanos 12.21 plantea una situación particular y específica o si representa una normativa o precepto general.

Implicaciones de asumir a Romanos 12.21 como una situación particular o especifica

¿Será posible proponer una traducción acertada (no absurda) de Romanos 12.21 asumiendo que describe o presenta una situación particular o especifica?

A nuestro modo de ver, asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») como un mandato negativo que hace referencia a una situación particular o específica, un mandato negativo que procura ponerle fin a una acción ya en proceso: «no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal», hace imposible asumir el imperativo de presente «níca» («níka») como también haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza vencer y sigue venciendo el mal con el bien».

Por supuesto, lo contrario también es cierto, o sea, asumir el imperativo de presente «níca» («níka») como haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza vencer y sigue venciendo el mal con el bien», también hace imposible asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») como un mandato negativo de presente que hace referencia a una situación particular o específica, un mandato negativo que procura ponerle fin a una acción ya en proceso: «no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal».

En efecto, el problema con la traducción «sino sigue venciendo el mal con el bien», de la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» es que asumió el imperativo de presente «níca» («níka») como haciendo referencia a una situación particular o específica, un imperativo que procura la continuación de una acción ya en proceso, o el inicio y persistencia de una acción no iniciada: «continúa venciendo el mal con el bien», «comienza a vencer el mal con el bien, y sigue haciéndolo» (opciones legítimas a la luz de la gramática griega); pero no tomó en cuenta que el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó»), asumido como también haciendo referencia a una situación particular o específica («no continúes dejándote vencer por el mal», «deja de seguir dejándote vencer por el mal»), no permite tal traducción sin caer en un absurdo.

Romanos 12.21 debe ser asumido como haciendo referencia a un principio, norma o precepto general

Después de poner de relieve la imposibilidad de asumir el mandato negativo de presente «me nicó» («me nikó») y el imperativo de presente «níca» («níka») como como haciendo referencia a una situación particular o específica; la única opción posible y que evita una traducción absurda del texto en cuestión, es asumir a Romanos 12.21 como haciendo referencia a un principio o precepto general: «Nunca te dejes vencer por el mal; antes bien, procura siempre vencer el mal con el bien».

En conclusión, a la luz de los factores aquí analizados, a la luz de la gramática y sintaxis griega, la traducción «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (de la versión Reina Valera 1960 y muchas otras), ha de preferirse a la traducción de Romanos 12.21 que nos regala la versión «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras»: «No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien».

A propósito de las cosas que hacemos y ocurren en nuestras clases profesionales de griego (clásico y koiné), online vía Zoom (desde República Dominicana para cualquier parte del mundo), todo el año, año por año, y en la modalidad asincrónica (mediante clases grabadas).

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La Biblia Hebrea y las dos formas del pronombre personal de la primera persona del singular en el libro de Jonás


 
La Biblia Hebrea y las dos formas del pronombre personal de la primera persona del singular en el libro de Jonás

¿Una forma para un sujeto divino, y otra para un sujeto humano?

Héctor B. Olea C.

El hebreo, como el español, tiene seis personas gramaticales: tres del singular (yo, tú, él, ella), y tres personas del plural: nosotros (as), ustedes, y ellos (ellas).

Por supuesto, por nuestro contexto, siempre priorizo las formas del español latinoamericano.

Luego, es preciso poner de relieve que, como en español, cada una de las seis personas gramaticales en hebreo, posee un pronombre personal (sujeto) propio.

Además, no es posible dejar de lado el hecho de que, exceptuando el pronombre personal de las primeras personas (primera persona común singular y primera persona común plural); el hebreo tiene una forma propia y específica para el pronombre personal de cada género, o sea, una forma propia para el género masculino de las segundas y terceras personas, y una forma propia para el género femenino de las segundas y terceras personas: un «tú» masculino, y un «tú» femenino; una forma para el pronombre personal de la tercera persona masculina singular: «él», y otra forma para el pronombre personal de la tercera persona femenina singular: «ella»; una forma propia para el pronombre personal de la segunda persona masculina plural y otra para el pronombre personal de la segunda persona femenina plural: un «ustedes» de género masculino, y un «ustedes» de género femenino; una forma para el pronombre personal de la tercera persona masculina plural (ellos), y otra para el pronombre personal de la tercera persona femenina plural (ellas).

En consecuencia, tanto respecto de la primera persona del singular, como en relación a la primera persona del plural, se dice que dichas formas son «comunes», o sea, que son formas que se pueden emplear, por lado, haciendo referencia a una persona gramatical masculina (de género masculino), por otro lado, haciendo referencia a una persona gramatical femenina (de género femenino).

Por eso hay que hablar en los siguientes términos: pronombre personal de la primera persona común singular (yo, masculino, yo femenino), y pronombre personal de la primera persona común plural (nosotros, nosotras).

En todo caso, en este breve artículo nos vamos a concentrar en el uso del pronombre personal de la primera persona común singular (yo masculino, yo femenino) estrictamente en el libro de Jonás.

Las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular

Tiene el hebreo de la Biblia Hebrea dos formas distintas (dos morfologías) para el pronombre personal de la primera persona común singular: «anojí» (la forma, larga, la más antigua) y «aní» (la forma corta o breve, la más reciente).

Luego, se considera que «anojí» es la forma primitiva, y que «aní» es la forma que se encuentra especialmente en los libros tardíos de la Biblia Hebrea, y que en el hebreo postbíblico y en el hebreo moderno ha desplazado a la forma primitiva «anojí».

Sin embargo, el análisis estadístico del empleo de ambas formas del pronombre personal de la primera persona común singular en la Biblia Hebrea, nos proporciona los siguientes resultados:

La forma «anojí» (la forma primitiva) se emplea en las tres secciones de la Biblia Hebrea, pero sólo aparece en 358 ocasiones (según Jenni y Westermann: «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», Cristiandad), sin obviar el hecho de que en unos cuantos versículos se emplea en dos y hasta en tres ocasiones (por ejemplo, en Amós 7.14 está presente en tres ocasiones).

La forma «aní» también se emplea en las tres secciones de la Biblia Hebrea, pero en una proporción mucho mayor, en 870 ocasiones (según Jenni y Westermann: «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», Cristiandad), por supuesto, sin perder de vista que en no pocos versículos aparece dos y hasta tres veces (por ejemplo, en Isaías 48.12 está presente en tres ocasiones).

Ahora bien, ¿será cierto que el hebreo de la Biblia Hebrea reserva una forma específica del pronombre personal de la primera persona común singular para cuando el sujeto implicado es una deidad, o una persona de una posición social elevada, y otra forma específica para cuando el sujeto implicado no es una deidad, sino un ser humano común?

El uso de «anojí» y de «aní» en Jonás

En el libro de Jonás el pronombre personal de la primera persona común singular, se emplea en siete ocasiones, y en la siguiente manera.

En dos ocasiones la forma del pronombre es «anojí» (la forma larga): Jonás 1.9 (Jonás es el sujeto) y en Jonás 3.2 (el sujeto es Dios, el Dios de Jonás, YHVH).

Pero en las otras cinco ocasiones, la forma del pronombre personal de la primera persona común singular es «aní» (la forma breve o corta).

Y de estas cinco veces en que se emplea la forma «aní» (la forma breve o corta), en cuatro ocasiones el sujeto es Jonás, un simple ser humano: Jonás 1.9; Jonás 1.12; Jonás 2.4; Jonás 2.9; y en una única ocasión Dios es el sujeto (Jonás 4.11).

En resumen: En el libro de Jonás se emplea el pronombre personal de la primera persona común singular en siete ocasiones, pero en cinco de ellas el sujeto es un ser humano común, empleando la forma «aní» (cuatro veces) y la forma «anojí» (una vez).

Pero en dos ocasiones el sujeto es una deidad, empleando la forma «anojí» en una ocasión, y en la otra la forma «aní».

Conclusión: En el libro de Jonás se emplean indistintamente las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular, «aní» y «anojí», pues ambas se emplean para hacer referencia a un sujeto humano, a un simple ser humano, como para hacer referencia a un sujeto divino, un Dios, una deidad.

En consecuencia, no es posible concluir que en el libro de Jonás se haya reservado una forma específica del pronombre personal de la primera persona común singular para hacer referencia a un sujeto divino, un dios (Dios), una deidad, y otra para cuando el sujeto es un simple ser humano.

Consecuencias y recomendaciones:

Los resultados que arroja el análisis aquí presentado, de la presencia y empleo de las dos formas del pronombre personal de la primera persona común singular en el texto hebreo del libro de Jonás, invitan a considerar seriamente las siguientes recomendaciones:

En primer lugar, no es posible proyectar indebidamente las conclusiones de este análisis al resto de la Biblia Hebrea, sin realizar un estudio similar respecto del resto de la misma.

En segundo lugar, este mismo tipo de análisis se puede realizar en el resto de la Biblia Hebrea, ya sea por sesión (Torá, Neviím y Ketuvím), por género literario, incluso libro por libro.

En tercer lugar, tampoco es posible obviar, ignorar o pretender descartar los resultados evidentes y comprobables de este análisis, sencillamente porque en otro libro de la Biblia Hebrea la situación pudiera ser diferente.

En cuarto lugar y, en todo caso, el tipo de análisis aquí realizado y las conclusiones que ha arrojado, pueden servir muy bien como punto de partida y de comparación para la constatación de la verdadera situación en el resto de la Biblia Hebrea respecto del empleo de las dos formas (la larga y la breve) del pronombre personal de la primera persona común singular (yo masculino, yo femenino).

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