Reflexiones bíblicas y teológicas en torno a las siete expresiones de Jesús en la cruz 2 de 7

Reflexiones bíblicas y teológicas en torno a las siete expresiones de Jesús en la cruz
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Héctor B. Olea C.
La segunda palabra de las siete pronunciadas por Jesús en la cruz, pero la tercera según el orden en que aparece en el NT, es: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.43).
De entrada quiero dejar claro que estoy consciente de las problemáticas que envuelve Lucas 23.43 en cuanto a su exégesis e interpretación. Tampoco me son extrañas las agrias discusiones que se han originado y acumulado históricamente en torno a las implicaciones teológicas de nuestro pasaje en cuestión.
En nuestra exposición no vamos a sacarle el cuerpo, por lo que trataré de no dejar a fuera ningún elemento importante, al contrario, los he de tomar en cuenta a todos, a fin de proponer una interpretación que se ajuste a una adecuada exégesis, sin pretender ser complaciente con teología sistemática o institucional alguna.
En este trabajo vamos a reflexionar desde una perspectiva crítica en torno a tres problemáticas:
En primer lugar, consideremos la problemática relacionada con respecto a cuál de los dos ladrones Jesús le dirigió estas palabras: ¿Al de la izquierda, o al de la derecha?
En segundo lugar, vamos a considerar si en el trasfondo de Lucas 23.43 está o no la idea de la “inmortalidad del alma”.
En tercer lugar, vamos a considerar la problemática relativa a si la palabra “paraíso” refiere aquí a un “estado intermedio” o al “estado de retribución final”.
I) ¿El ladrón de la derecha o el de la izquierda?







La evidencia bíblica (incluso la literatura apócrifa) apunta a que junto a Jesús crucificaron dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Observemos:
Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda” (Marcos 15.27)
El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban” (Marcos 15.32)
Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda” (Mateo 27.38)
Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27.44)
Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. 33Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Lucas 23.32-33)
“Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (Juan 19.18)
Ahora bien, al comparar la forma en que los cuatro evangelios canónicos hacen referencia al mismo hecho, notamos algunas diferencias:
La primera. En la tradición sinóptica, según Marcos y Mateo, era dos “ladrones”, pero según Lucas eran dos “malhechores”. Luego, la pregunta obligada es: ¿existe alguna diferencia entre estos dos conceptos en el texto griego de los evangelios?
La palabra griega que Marcos y Mateo usan es “lestés”, que se puede traducir como “bandido”, “bandolero”, “ladrón”, “salteador”, pero también “insurrecto” (un sublevado).
La palabra griega que usa Lucas es “kakúrgos”, que se puede traducir como “malhechor”, “criminal”.
¿Cuál fue, por fin, el delito de los dos que fueron crucificados junto a Jesús? Esto, pues, hay que dejarlo como algo sin resolver. Por un lado, ya hemos visto que el testimonio de la tradición sinóptica no es uniforme. Por otro lado, a la ambigüedad de la tradición sinóptica hay que agregar el hecho de que el evangelio de Juan no usa calificativo alguno para señalar a los dos que fueron crucificados junto a Jesús (véase Juan 19.18).
Me parecen, entonces, pertinentes aquí las palabras de Raymond E. Brown («La muerte del Mesías», página 1,152): “¿Por qué fueron incluidos los dos malhechores en los relatos evangélicos? La respuesta más simple es que su presencia hace patente la ignominia sufrida por el inocente Jesús. En Marcos 14.48 y paralelos, él protestó de que se le arrestaba como si fuera un bandido (lestes); ahora, en el lenguaje de Marcos/Mateo, es crucificado entre bandidos. Lucas ha tenido buen cuidado de mostrar que Jesús es dikaios ("inocente, justo"); pero es crucificado entre kakourgoi ("malhechores", término que Lucas pudo haber elegido pensando en las connotaciones políticas de lestes en los años ochenta y noventa, después de la violencia habida en Judea durante los dos decenios inmediatamente anteriores a la caída de Jerusalén)” (página 1,152).
Sigue Brown diciendo: “Si el empleo de lestes en Marcos/Mateo para designar a los dos hombres puede dar la impresión de que eran violentos (desde luego no delincuentes como el "buen ladrón" descrito por Lucas) y llevar a relacionarlos con los amotinados, es interesante observar que la inscripción/letrero que indica el delito por el que Jesús fue condenado no sugiere nada de eso. Aun cuando el cargo romano contra Jesús fue político, no tenía el mismo tono que la descripción de Marcos/ Mateo de los crucificados con él” (página 1,154).
Otro aspecto relacionado con los dos hombres que fueron crucificados junto a Jesús, es lo relativo al nombre de ellos. Lo primero que tengo que decir es que la literatura canónica no dice nada al respecto. Pero sí encontramos que el evangelio apócrifo de Nicodemo («Evangelio de Nicodemo»), conocido también como «Actas de Pilato», sí se hace referencia a ellos con sus respectivos nombres, cito:
“Entonces ordenó Pilato que fuera echado el velo del tribunal donde estaba sentado, y dice a Jesús: «Tu raza rete ha rechazado como rey». Por eso, he decidido que en primer lugar seas azotado según la costumbre de los reyes piadosos, y luego seas colgado en la cruz en el jardín donde fuiste apresado; y que los dos malhechores, Dimas y Gestas, sean crucificados juntamente contigo»” (cita de la traducción ofrecida por la obra: «Todos los evangelios, traducción íntegra de las leguas originales de todos los textos evangélicos conocidos», Antonio Piñero, capítulo 9.5, página 334).
Para cerrar esta sección sólo nos falta el determinar al cuál de los dos hombres que fueron crucificados con él, Jesús le dirigió lo que constituye la segunda de las “siete palabras”.
En primer lugar, tengo que decir que la literatura canónica no dice nada al respecto. Pero sí el ya citado «Evangelio de Nicodemo».
Consideremos la evidencia bíblica canónica, sin olvidar que este detalle sólo se encuentra en el evangelio de Lucas. Cito:
39Y uno de los malhechores (¿el de la izquierda?, ¿el de la derecha?) que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40Respondiendo el otro (¿el de la izquierda?, ¿el de la derecha?), le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43Entonces Jesús le dijo (¿al de la izquierda?, ¿al de la derecha?): De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23.30-43.
Ahora bien, a pesar de lo que aquí dice Lucas con relación a que solamente uno de los dos hombres (¿el de la izquierda?, ¿el de la derecha?) crucificados junto a Jesús fue el que le injurió; según Marcos y Mateo, en realidad fueron los dos. Observemos lo que plantean Marcos y Mateo.
29Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, 30sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz. 31De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. 32El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban” (Marcos 15.29-32)
39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27.39-44)
En conclusión, a la luz de la evidencia de los evangelios canónicos, concluimos que: En primer lugar, no sabemos, según Lucas, cuál de los dos hombres que fueron crucificados junto a Jesús, fue el que le injurió, si el de la izquierda o si el de la derecha. En ese mismo tenor, tampoco sabemos cuál de los dos (si el de la izquierda o el de la derecha) fue el que tuvo una actitud de compasión y de defensa con relación a Jesús.
En segundo lugar, según Marcos y Mateo, fueron los dos hombres que juntamente estaban crucificados con Jesús (el de la izquierda y el de la derecha), ambos, los que le injuriaron, y no sólo uno (el de la izquierda o el de la derecha). Por esta razón es comprensible el que el contenido de la segunda palabra de las siete, sólo la contenga el evangelio de Lucas. Por su parte, el evangelio de Juan no dice nada al respecto.
Cito ahora lo que afirma el evangelio apócrifo de Nicodemo. Cito:
“Uno de los malhechores colgados le habló diciendo: «Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero respondiendo Dimas, lo reprendía diciendo: «¿Nada temes a Dios cuando estás en el mismo suplicio? Nosotros estamos con razón, pues recibimos lo que merecen nuestras obras; pero éste no ha hecho mal alguno». Y decía: «Acuérdate, Señor, de mí, cuando esté en tu reino». Jesús le dijo: «En verdad, en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso»” »” (cita de la traducción ofrecida por la obra: «Todos los evangelios, traducción íntegra de las leguas originales de todos los textos evangélicos conocidos», Antonio Piñero, capítulo 10.2, página 335).
Como se puede observar, es clara la correspondencia entre el Evangelio de Nicodemo con el evangelio de Lucas en este aspecto. Lo mismo ocurrió con la primera palabra: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen», que sin bien hay manuscritos antiguos de Lucas que la contienen y otros no (además de que sólo la contiene Lucas), también es un elemento que aparece igualmente en el evangelio apócrifo de Nicodemo («Evangelio de Nicodemo», conocido también como «Actas de Pilato»), cito: “… De manera semejante colgaron a los dos malhechores. Jesús decía: «Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen»” (capítulo 10.1)
II) ¿Está o no la idea de la «inmortalidad del alma» en el trasfondo de Lucas 23.43? ¿En qué consiste la idea de la “inmortalidad del alma”? ¿Era la “inmortalidad del alma” una idea aceptada por todas las corrientes del judaísmo?
La “inmortalidad del alma” consiste en la concepción que entiende que el ser humano además del cuerpo está constituido por un alma inmortal que sobrevive a la muerte y destrucción del cuerpo.
Una explicación concisa nos la da Marie-Émile Boismard: “La idea de la inmortalidad, conocida ya por el orfismo, recibió su formulación filosófica gracias a Platón, a comienzos del siglo IV a.C. Ya no se considera al ser humano como una unidad psicosomática cuya vida consciente emana por entero de sus elementos físicos, sino que está compuesto de alma y cuerpo, que son realidades distintas y separables. De estos dos elementos, sólo el cuerpo es corruptible: formado a partir de la tierra, se descompone en la tierra al momento de la muerte, pero el alma es inmortal por naturaleza. Existía ya antes de habitar en un cuerpo. En el momento de la muerte, abandona el cuerpo, bien para unirse a otro cuerpo, o bien, si es está suficientemente purificada, para pasar al mundo de las ideas, el mundo de lo divino. El alma es el principio y el centro de toda la vida consciente del ser humano: inteligencia, voluntad, sentimientos; por tanto, toda la personalidad del ser humano reside en su alma. En cierto sentido se puede decir que el ser humano no muere puesto que, gracias a su alma, continúa viviendo plenamente una vez que se ha abandonado el cuerpo. La muerte no es más que apariencia” (¿Es necesario aún habla de «resurrección»?, página 63).
“Según el AT, el ser humano fue creado por Dios a partir de dos elementos, la tierra, de la que hizo el cuerpo, y el espíritu divino con que lo animó, y con ambos creó un ser polifacético, una nefesh hayyá, persona viviente, una unidad, no una dicotomía. Por ello, para los rabinos el ser humano posee cualidades celestes y terrestres. Se parece a los ángeles y a los animales, a los ángeles en cuanto que puede hablar la lengua santa, entender, ir erguido y tener brillo en los ojos; a los animales en cuanto a que come, y bebe, se reproduce, se desahoga, y muere” (páginas 549 y 550).
Ante este hecho, llama la atención el que en el libro de Génesis se conciba el ser humano como un simple ser viviente, sin ninguna pretensión de trascendencia. Consideremos la evidencia bíblica:
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un «ser viviente» («nefesh hayyáh»)” Génesis 2.7
Dijo Dios: Produzcan las aguas «seres vivientes» («nefesh hayyáh»), y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos” (Génesis 1.20)
Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y «todo ser viviente» («nefesh hayyáh») que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1.21)
Luego dijo Dios: Produzca la tierra «seres vivientes» («nefesh hayyáh») según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así” (Génesis 1.24)
Sigue Carmona diciendo: “Otras veces las fuentes rabínicas, siguiendo generalmente al AT, aluden a algunos elementos componentes específicos: nefesh, ruaj, basar, gug. Estos elementos siempre se refieren a todo el ser humano, que por eso es concebido en forma monista, como una unidad. El ser humano no tiene un alma, espíritu, carne, sino que el ser humano es desde un punto de vista carne, desde otro alma, desde otro espíritu. Esto explica el que todos estos nombres se empleen como sinónimos entre sí: nefesh alma y basar, carne (salmo 63.2), nefesh, alma y gug cuerpo (Éxodo 21.23), nefessh, alma y ruaj, espíritu (Génesis 6.17) («La religión judía, historia y teología», Antonio Rodríguez Carmona, Biblioteca de autores cristianos, 2002, página 550).
“Para el judaísmo el ser humano es mortal. Porque fue creado como tal. La muerte no es un castigo por un pecado. Génesis 2-3 no es interpretado en la tradición del judaísmo como explicación de la naturaleza humana ni como causa de la muerte.
“…Siendo la muerte un fenómeno natural, no una consecuencia de un pecado original, la muerte natural como tal es un hecho sin connotaciones negativas; sólo la muerte no natural es la que merece un juicio negativo. Como puede ser la muerte repentina o violenta; en cambio, la muerte del ser humano justo se describe a veces como un beso de Dios. Por ello, se exhorta a la práctica de la Torá para evitar una mala muerte” («La religión judía, historia y teología», Antonio Rodríguez Carmona, Biblioteca de autores cristianos, 2002, páginas 568 y 569).
“Respecto a la naturaleza de la muerte, se concibe como una realidad opuesta a la vida. Si una persona vive cuando su yo –nefesh tiene fuerza y su cuerpo-carne capacidad de relación por el influjo de la ruaj que Dios le ha dado. Morir es perder la ruaj y, consiguientemente, perder la fuerza y la capacidad de relación. Dios retira su ruaj y la nefesh viviente se convierte en nefesh muerta: el muerto baja abajo al mundo inferior, al corazón de la tierra (seol, inferus), por la puerta del sepulcro y se convierte en plena debilidad y plena soledad; la unidad nefesh –basar no desaparece, continúa existiendo, pero en una situación de total debilidad y total soledad” («La religión judía, historia y teología», Antonio Rodríguez Carmona, Biblioteca de autores cristianos, 2002, página 569).
A pesar de que un principio el AT y el judaísmo tenían una concepción monista del ser humano, posteriormente bajo los influjos del helenismo y principalmente del platonismo, que comienza a utilizarse una terminología de corte dualista, y se va imponiendo una concepción dicotómica del ser humano. La influencia del platonismo en la religión hebrea se pone en evidencia en algunos textos tardíos del AT y posteriormente en los textos del NT. En primer lugar voy a citar algunos textos del AT que hablan de la muerte desde la perspectiva de una concepción monista, y no dicotómica del ser humano:
Eclesiastés 9.10 “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
1 Reyes 2.10 “Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad.
1 Reyes 11.43 “3Y durmió Salomón con sus padres, y fue sepultado en la ciudad de su padre David; y reinó en su lugar Roboam su hijo.
2 Crónicas 21.1 “Durmió Josafat con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de David. Y reinó en su lugar Joram su hijo.
2 Crónicas 26.23 “Y durmió Uzías con sus padres, y lo sepultaron con sus padres en el campo de los sepulcros reales; porque dijeron: Leproso es. Y reinó Jotam su hijo en lugar suyo.
Salmo 85.10 “¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte?”
Salmo 115.17 “No alabarán los muertos a JAH, Ni cuantos descienden al silencio.”
Daniel 12.2 “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.
Como se ve, todos estos pasajes del AT coinciden en describir la muerte, desde una antropología monista, y no dicotómica, como un sueño, un estado donde no hay actividad ni consciencia, donde no se percibe la existencia consciente del alma separada del cuerpo.
Pasemos ahora considerar algunos textos del AT donde se observa un cambio de perspectiva. Los textos a continuación muestran un compromiso con la idea platónica de la inmortalidad del alma, y con una visión dicotómica del ser humano.
Voy a comenzar por citar a un libro asumido por la tradición católica como un libro deuterocanónico, pero apócrifo por la tradición protestante. Este libro se entiende que fue escrito por un judío helenista a finales del siglo I a.C. La evidencia de este libro es importante, pues nos muestra las concepciones antropológicas que caracterizaban a un gran sector del judaísmo previo a la época cristiana. Como muy bien plantea Marie-Émile Boismard, encontramos en el libro Sabiduría de Salomón, por un lado, un compromiso con el monismo antropológico de la clásica antropología hebrea (un ser humano concebido como una unidad psicosomática); y por otro, un compromiso con el dualismo antropológico platónico, que supone la inmortalidad del alma.
Pasajes que muestran un compromiso con el monismo antropológico:
Sabiduría 15.8 “Luego, dedicándose a una labor reprobable, modela con el mismo barro un falso dios; lo hace un hombre que ayer mismo nació de la tierra y que pronto volverá a la tierra de donde fue sacado, cuando tenga que entregar la vida que recibió prestada.”
Sabiduría 16.13-14 “Pues tú tienes poder sobre la vida y la muerte, tú nos bajas al reino de la muerte, y nos sacas de él. 14En cambio el hombre, en su maldad, puede quitar la vida, es cierto, pero no puede devolverla ni hacer regresar el alma que ha sido arrebatada por la muerte.”
Pasajes que muestran un compromiso con el monismo antropológico:
Sabiduría 8.19-20 “9 Yo era un niño, bueno por naturaleza, que había recibido un alma buena, o más bien, siendo bueno, entré en un cuerpo puro.”
Sabiduría 9.15 “El cuerpo mortal es un peso para el alma; estando hecho de barro, oprime la mente, en la que bullen tantos pensamientos.”
Sabiduría 15.3 “Conocerte a ti es rectitud perfecta, y reconocer tu poder es la raíz
de la inmortalidad.
Sabiduría 15.8 “Luego, dedicándose a una labor reprobable, modela con el mismo barro un falso dios; lo hace un hombre que ayer mismo nació de la tierra y que pronto volverá a la tierra de donde fue sacado, cuando tenga que entregar la vida que recibió prestada.”
Pasemos ahora a considerar la influencia del platonismo en su concepción dicotómica del ser humano (asumiendo la inmortalidad del alma) en la concepción antropológica de Jesús y de Pablo.
La enseñanza de Jesús
Antes de demostrar con textos bíblicos la concepción antropológica de Jesús de Nazaret, quiero platear, en palabras de Marie-Émilea Boismard, las siguientes preguntas: ¿Cómo presenta Jesús nuestro triunfo sobre la muerte? ¿En forma de resurrección, o de inmortalidad del alma? ¿Mantuvo un compromiso tanto con la antropología monista hebrea y con la concepción platónica al mismo tiempo? ¿Se mantuvo fiel a la antropología semítica que concebía al hombre en su unidad psicosomática? ¿O bien, siguiendo a los fariseos, adoptó la idea griega del hombre compuesto de alma y cuerpo?
Pienso que pasando revista a una serie de textos del NT que recogen la enseñanza de Jesús, podemos demostrar que éste tenía una concepción dicotómica del ser humano, una visión conforme al dualismo antropológico platónico que asumía la idea de la inmortalidad el alma (el que en la muerte, a pesar de la destrucción del cuerpo, el alma subsiste sin corromperse en un estado de plena consciencia). Observemos:
Mateo 10.28 “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
Lucas 12.4-5 “4Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. 5Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
Marcos 8.35-37 “35Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. 36Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? 37¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (compárese Mateo 16.24-26; Lucas 9.23-24)
Lucas 16.19-31 “19Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.
Pasemos ahora a demostrar que también se observa en Pablo un compromiso con la idea de a inmortalidad del alma.
2 Corintios 5.1-8 “1Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; 3pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. 4Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu. 6Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7(porque por fe andamos, no por vista); 8pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
Filipenses 1.21.23 “21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.
Otros textos que van en la misma línea son:
2 Timoteo 4.6 “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
1 Pedro 4.19 “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.
2 Pedro 2.12-15 “12Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. 13Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; 14sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. 15También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.
Apocalipsis 6.9 “Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
Apocalipsis 20.4 “4Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
En conclusión: Comenzado por el mismo Jesús, y terminando por el NT como tal, hay que concluir que la idea de la inmortalidad del alma (que el alma puede subsistir con posterioridad a la muerte física, y en un estado de plena consciencia), es dominante en el NT. Esta realidad se explica por el influjo de la corriente farisea en la enseñanza de Jesucristo, y luego en el cristianismo como tal. Obviamente, de manera previa el judaísmo ya había recibido el influjo del platonismo que, por cierto, implicaba la idea de la inmortalidad del alma.
Entonces, ante la pregunta de si la concepción de la «inmortalidad del alma» está en el trasfondo de la expresión “estarás conmigo en el paraíso”, dirigida por Jesús a uno de los dos hombres que fueron crucificados junto a él; la respuesta que sí.
El trasfondo de la que viene a ser la segunda palabra de “las siete” dichas por Jesús en la cruz, es en realidad el mismo de la parábola del rico y Lázaro de Lucas 16.19-31. Ciertamente la mentalidad (visión y cosmovisión) del Jesús que dirigió las palabras en cuestión al malhechor crucificado, es la misma que supuso la elaboración de la parábola del rico y Lázaro en la forma en que se hizo.
La problemática a la adecuada traducción de Lucas 23.43
Como advertí al principio, estoy consciente de las tensas, acaloradas es históricas discusiones que caracterizan la interpretación del pasaje en cuestión. Hay personas que entienden, a la luz de las original o más antigua antropología judía (que no compartía la noción de la «inmortalidad del alma» pero que sí suponía que el estado de muerte era la más absoluta quietud y don de no hay consciencia alguna), que la traducción correcta de Lucas 23.43 es la siguiente: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso.” Se nota que en esta traducción la función de la palabra “hoy”, no es apuntar al momento en que tanto Jesús como el malhechor creyente entrarían al paraíso, sino al momento en que Jesús le hace la promesa al referido malhechor.
Esta es la traducción que por lo general defienden los llamados «Testigos de Jehová», y las «Iglesias Adventistas del Séptimo Día». Quiero citar, a manera de ilustración, la traducción que hace de Lucas 23.43 la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras», la de los «Testigos de Jehová», cito: “Y él le dijo: «Verdaderamente te digo hoy: Estarás conmigo en el paraíso»”.
Ahora bien, quiero dejar claro que no hay nada a nivel de los manuscritos más antiguos del NT que obligue a traducir a Lucas 23.43 en la forma que lo hace la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras». En realidad el problema no es del idioma, ni de manuscritos. La discusión en torno a la que se entiende mejor traducción de Lucas 23.43 consiste más bien en un problema teológico, no filológico. Depende de si aceptamos o no el que Jesús había hecho suya la concepción de la «inmortalidad del alma». Pero como ya demostramos, todas las evidencias apuntan a que efectivamente Jesús había hecho suya esta idea, y por tanto, no es nada extraño el que se expresara en la forma en que lo hizo al darle una esperanza al malhechor arrepentido e igualmente crucificado (compárese especialmente la parábola del rico y Lázaro, Lucas 16.19-31).
Para cerrar esta sección, voy a citar la traducción de Lucas 23.43, traducción no realizada por grupo confesional alguno, sino por un grupo de especialistas en filología griega, dirigidos por el muy conocido filólogo Antonio Piñero, cito: “Y le dijo: «Con seguridad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso»” («Todos los evangelios, traducción íntegra de las leguas originales de todos los textos evangélicos conocidos», página 125).
En esta traducción, como en la mayoría de las versiones castellanas de la Biblia, la palabra “hoy” apunta al hecho (en armonía con la idea de la «inmortalidad el alma») de que con la muerte se entra de manera inmediata, en cierta forma, en el estado de retribución definitiva.
Como se ve, la traducción realizada bajo la dirección de Antonio Piñero, concuerda con la traducción que manifiestan casi todas las versiones castellanas de la Biblia, con excepción la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras», la de los «Testigos de Jehová». Pero como ya dije, no son razones filológicas, sino teológicas las que explican la forma en que ha sido traducido Lucas 23.43 en la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras».
III) ¿La palabra “paraíso” refiere aquí a un “estado intermedio” o al “estado de retribución fina”?
Para responder a esta pregunta, voy a citar la opinión de Raymond E. Brown (La muerte del Mesías), cito:
"Paraíso", el destino explicitado en la declaración con "en verdad", ha sido un término muy debatido. ¿Representa el cielo, i. e., el lugar supremo en que Jesús está eternamente a la derecha de Dios, o un estado celestial inferior o transitorio? En hebreo, paráis es un préstamo del persa (pairi, "alrededor"; daéza, "muro": por tanto, recinto o parque rodeado de un muro), y tres veces en el AT hace clara referencia a un jardín (Neh 2,8; Ecl. 2,5; Cant 4,13). El griego paradeisos en los LXX reproduce el hebreo pardes y ganlganna ("jardín", como en el jardín de Edén)71. Entre quienes arguyen que "paraíso" en Le 23,43 no alude al cielo con plena presencia de Dios, ni por tanto al destino último, figuran Calvino, Maldonado, Jeremías, Leloir, O'Neill, etc.”
“La interpretación de "paraíso" como el ámbito celestial supremo o máxima beatitud en la presencia de Dios tiene un número aún mayor de proponentes (Ambrosio73, Cornelio a Lapide, Fitzmyer [al parecer], J. Knabenbauer, MacRae, etc.) y está apoyada por buenos argumentos74, a) En el judaísmo primitivo, el paraíso y el Edén adquirían el significado de la felicidad suprema.”
…Vemos, pues, que el segundo modo de entender el paraíso en Lucas 23.43, estar con Jesús en la plena presencia de Dios- tiene grandes posibilidades de ser el correcto” (Páginas 1,198, 1, 199, y 1,200)
En la momia línea de Raymond E. Brown de que la palabra paraíso hacer refiere aquí al estado definitivo, y no a un estado intermedio, va Marie-Émile Boismard, quien comentando a Marcos 9.42-48; Mateo 18.7-8 (compárese Marcos 10.17, 23-25), afirma: “Evidentemente, hay que comprender este dicho de Cristo en la perspectiva de la inmortalidad , y no en la de la resurrección., puesto que se entre en la vida , o en el reino, inmediatamente después de la muerte. El cuerpo muere, pero el alma entre ya en la vida eterna” (¿Es necesario aún habla de «resurrección»?, página 113-114).
Reflexión para la praxis cristiana:
La figura y metáfora del paraíso nos hace pensar en esa concepción muy humana, que entiende que nuestra existencia involucra algo más que la simple existencia física y terrenal.
La figura del paraíso nos mueve a pensar en lo trascendente. ¿Tiene algún sentido nuestra vida? Cualquiera podría preguntarse: Si al fin y al cabo, todo termina con la muerte física, ¿Qué sentido tiene hablar del amor al prójimo? ¿Qué sentido tiene hablar de filantropía, de altruismo y que censuremos la envidia, la codicia, el odio y el rencor, etc.?
El paraíso es una excelente metáfora que nos invita a pensar en las consecuencias de nuestros actos, y en la posibilidad real de que un día tengamos que responder por ellos, no solo ya frente a la sociedad, en el contexto de esta existencia efímera, sino también, al cruzar el umbral de la muerte.
La metáfora del paraíso nos invita a soñar y luchar por una vida mejor. Nos invita a considerar lo inmanente, aquello simple y concreto que mueve nuestras agendas cada día, sino también en lo trascendente, en Dios.
Nos es preciso luchar y trabajar para que podamos convertir nuestra existencia en alguna forma de paraíso.
Vivamos de una manera en que los que los que nos rodean se sientan muy cerca de un ambiente paradisíaco, por nuestra forma de vivir y valorar su existencia, sus derechos, su persona, su propio espacio, su vida.
Señor, ayúdanos, danos las fuerzas para que podamos vivir hoy como si fuera en el paraíso.
¡Bendiciones!

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