La diferencia del aspecto de la acción verbal en tiempo presente
y en tiempo aoristo
Héctor
B. Olea C.
Otra forma de poner de relieve la diferencia
radical que existe en el «griego koiné», entre el aspecto de la acción verbal
en tiempo presente (acción durativa, repetida, persistente, no agotada), en
contraste con el aspecto de la acción verbal en tiempo aoristo (acción
específica, puntual, no durativa); lo constituye la expresión griega que en el Nuevo Testamento se traduce «el
tentador», o sea, «jo peirázon» (sólo en Mateo 4.3 y 1 Tesalonicenses 3.5).
Ahora bien, consiste la expresión «jo
peirázon» en un adjetivo verbal, un participio articular (con artículo), sustantivado
(de tiempo presente, en voz activa, de género masculino, en caso nominativo
singular) del verbo «peirázo» (tiento, pongo a prueba).
Por otro lado, es preciso llamar la atención
respecto de lo equivalente y paralela que es la expresión «jo peirázon», con la
figura típica del Evangelio de Juan, «el príncipe de este mundo» («jo árjon tu
kósmu tútu» (Juan 12.31; 14.30; 16.11).
Pues bien, como «jo peirázon» (el tentador, el
que tienta), la expresión «jo árjon» (el que gobierna, el príncipe, el gobernante)
es también un adjetivo verbal, un participio articular (con artículo)
sustantivado, de tiempo presente, voz activa, de género masculino, en caso
nominativo singular, del verbo «árjo»: mando, gobierno, comienzo.
En suma, la idea que comunica la expresión «jo
peirázon», en tiempo presente, es “el que tienta y sigue tentando”, “el que tentó”,
“el que tienta”, “el que seguirá tentando”. Luego, en virtud de las ideas que
se asocian a las interminables acciones de esta figura, se comprende que sólo
se haya identificado empleando el tiempo presente («jo peirázon»), y no el tiempo
aoristo («jo peirásas»), o sea, “el que tentó”, “el que una vez tentó (tentaba)
pero que ya no tienta”.
Por supuesto, al margen de lo que pensemos nosotros
hoy, es claro que el empleo de la expresión «jo peirázon» (el tentador), supone
que para el evangelista Mateo “las tentaciones” tienen un origen personificado (compárese
Mateo 16.23; 25.41; Marcos 8.33; Lucas 13.16; 22.31); y lo mismo hay que decir
respecto de la figura de «jo árjon tu kósmu tútu» (el príncipe de este mundo) del
Evangelio de Juan, con la cual apunta el Evangelista a un origen del mal también
en una forma personificada.
Finalmente y, principalmente en el contexto
de los relatos que dan cuenta de la tradición de los cuarenta días de ayuno de
Jesús en el desierto; es evidente el paralelismo e identificación entre la
figura de «el diablo» («jo diábolos») Mateo 4.1; Lucas 4.2; «Satanás» («jo
satanás») Marcos 1.13; con la figura del «jo peirázon» (el tentador), y con la
figura del «jo árjon tu kósmu tútu» (el príncipe de este mundo) Juan 12.31;
14.30; 16.11.
¡Hasta la próxima!
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