De los textos bíblicos y su apropiación cristiana y evangélica
Héctor B. Olea C.
Llama la atención que el tradicional discurso
cristiano y evangélico, por un lado, presuma de las condiciones del nacimiento de
Samuel (pedido a Dios, y dado por Dios de manera milagrosa); y por otro lado,
sutilmente evite poner de relieve que las mismas condiciones en que nació esta
figura trascendental de la tradición hebrea (que luego la tradición cristiana
ha hecho suya), que el modelo de hogar y familia en que vino a la existencia
Samuel, en su propio marco histórico y sociocultural, pone en cuestionamiento y
es radicalmente contrario al modelo de familia y hogar que el tradicional y
popular discurso evangélico defiende como el único e ideal.
Por supuesto, a diferencia del habitual y muy
conocido discurso evangélico sobre un supuesto modelo universal de familia; el
relato bíblico del nacimiento de Samuel, en primer lugar, no oculta que éste
nació en el contexto de un hogar polígamo; en segundo lugar, no contiene dicha
narrativa un cuestionamiento ni condena de dicho modelo de familia; y en tercer
lugar, no implica dicho relato la exigencia divina de un cambio de modelo de
hogar y familia como condición vital
indispensable («condítio sine qua non») para Dios intervenir y actuar en
favor de Ana, y permitir precisamente el nacimiento de Samuel.
En suma, tenemos que mantenernos en guardia
para evitar que la apropiación de los textos y relatos bíblicos por parte de
las comunidades cristianas y evangélicas
hoy, impliquen la manipulación que supone el proyectar sobre los mismos,
los prejuicios históricos, socioculturales, ideológicos y teológicos propios de
las comunidades hermeneutas cristianas y evangélicas, y de individuos
comprometidos con las presuposiciones y agendas particulares de las
mismas.
Por supuesto y al final, no sorprende que los
textos y relatos bíblicos, entendidos en su debido contexto histórico y
sociocultural, en su propio contexto vital; no favorezcan el tradicional
discurso evangélico en muchos sentidos. Esto así ante el incuestionable hecho
de que ningún autor o redactor de la Biblia fue cristiano o evangélico en el
sentido de cualquiera de las acepciones o connotaciones que le demos a estos
conceptos hoy.
¡Hasta
la próxima!
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