El sustantivo «baal» versus el sustantivo «ish»
Oseas 2.16 (2.18) en el centro de esta cuestión
Héctor B. Olea C.
Para este artículo, que me fue solicitado, voy a citar varias puntualizaciones de la obra «Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento», editado por Ernst Jenni y Claus Westermann, publicada por Ediciones Cristiandad, 1978, entre otras obras.
El sustantivo «baal» (señor, dueño, marido, esposo), de género masculino y singular, pertenece al semítico común.
Tiene también una forma femenina, «baalá» (dueña, ama), la cual aparece en la Biblia Hebrea sólo cuatro veces: 1 Samuel 28.7 (dos veces); 1 Reyes 17.17; Nahum 3.4.
Por cierto, de las cuatro veces en que aparece en la Biblia Hebrea, el femenino «baalá» apunta a una mujer hechicera, seductora, nigromante, en 1 Samuel 28.7 (dos veces) y en Nahum 3.4 («Diccionario bíblico hebreo español», Luis Alonso Schokel, TROTTA, 1999).
Su equivalente arameo es «beel» (señor).
Con el sentido de «dueño», aparece en la Biblia Hebrea unas 84 veces.
Con el significado de «esposo» o «marido», aparece 15 veces en singular, a excepción de Ester 1.17, 20.
Como designación divina, como nombre divino, «baal» aparece 58 veces en singular, y en plural 18 veces.
Cuando «baal» aparece en la Biblia Hebrea como designación divina, por lo general se refiere al rival cananeo de YHVH.
En nombre «baal» aparece en la Biblia Hebrea en tres ámbitos:
En primer lugar, en los libros narrativos designa a una divinidad siempre unida a un lugar concreto y en el que desempeña una función también concreta.
En segundo lugar, en la literatura profética, como el rival de YHVH por antonomasia.
En tercer lugar, en plural, en obras históricas deuteronomista y cronista, que están estrechamente ligadas a Oseas y Jeremías.
También se emplea el nombre «baal» en la Biblia Hebrea en forma compuesta, indicando, por ejemplo, un nombre propio («baal janán») rey de Edom, Génesis 36.38 y con un sentido locativo, por ejemplo, «baal jermón», «baal tamar», etc.
Luego, es preciso diferenciar el uso del sustantivo «baal» en su uso común para señalar a un dueño, marido o esposo, del uso peyorativo, cuando hace referencia al rival cananeo de YHVH.
Un caso ilustrativo: Oseas 2.16 (2.18)
En Oseas 2.16, en la Reina Valera 1960, leemos: “En aquel tiempo, dice Jehová, me llamarás Ishi, y nunca más me llamarás Baali”.
Aquí observamos un juego de palabras en lo que el uso peyorativo del nombre «baal» (como rival de YHVH) se mezcla con el uso ordinario del sustantivo «baal» (señor, esposo, marido).
En este texto, en el que metafóricamente se describe la relación YHVH con su pueblo, Israel, como una relación de pareja o matrimonio (considérese Oseas 2.19 y 20); el profeta Oseas plantea que YHVH no desea que se emplee el común nombre «baál» (con el sentido de esposo, marido) por su uso peyorativo; y demanda que en su lugar se emplea el sustantivo «ish» (varón, marido).
Consecuentemente, la forma «ishí», presente en Oseas 2.16, consiste en el sustantivo «ish» (varón, marido) con el sufijo pronominal de la primera persona común plural: “mi marido”, “mi esposo”.
Y «baalí» consiste en el nombre «baal» (marido, esposo) también con el sufijo pronominal de la primera persona común singular: “mi marido”, “mi esposo”.
Ahora bien, si bien hay algunas versiones de la Biblia que en realidad no han propuesto una traducción de las palabras «ishí» y «baalí», hay otras que sí las han traducido, pero a mi entender, de una manera cuestionable.
Me explico, de las versiones que sí optaron por traducir a «ishí» y a «baalí», hay las que han interpretado a «ishí» como «mi esposo», pero a «baalí» como «mi señor».
Sin embargo, en lo personal, en virtud de que tanto «ish» como «baal», contextualmente pueden tener el significado de «marido», «esposo», y como en el contexto de Oseas 2.16 la relación de YHVH con Israel (su pueblo) es descrita metafóricamente como una relación de pareja, como un matrimonio; en lo personal me inclino por asumir que aquí «ishí» y «baalí» se están empleando como perfectos sinónimos.
Consecuentemente, el mensaje de Oseas 2.16 es que, en virtud de la lucha que tenía el profeta Oseas con el culto a «baal», y muy a pesar del sentido no peyorativo que tenía la palabra «baal», como «marido» o «esposo»; según el profeta Oseas, YHVH, con tal de evitar asociaciones indebidas, exige que se le haga referencia no con el sustantivo «baál» en su uso no peyorativo, «baalí» («esposo mío»), sino con el sustantivo «ish» («ishí»: esposo mío).
Luego, para comprender el planteamiento de Oseas 2.16, es preciso familiarizarse con la lucha que para ese entonces tenía el profeta Oseas con el culto a «baal» (haciendo referencia a una deidad o divinidad).
En tal sentido, me parecen muy oportunas las siguientes observaciones:
“Oseas inició su actividad profética en los últimos años de Jeroboam II (años 782-753 antes de la era común)”.
“… Para entender el mensaje de Oseas es preciso también tener en cuenta otro dato: el culto a Baal. Cuando los israelitas llegaron a Palestina formaban un pueblo de pastores seminómadas. Concebían a Yahvé como un dios de pastores, que protegía sus emigraciones, los guiaba por el camino y los salvaba en los combates contra tribus y pueblos vecinos. Al establecerse en Canaán cambiaron en parte de profesión, haciéndose agricultores. Y muchos de ellos, con escasa formación religiosa y una idea de Dios muy imperfecta, no podían concebir que su dios de pastores pudiese ayudarles a cultivar la tierra, proveerles de lluvia y garantizarles unas estaciones propicias. Entonces se difunde el culto al dios cananeo Baal, señor de la lluvia y de las estaciones, que proporciona la fecundidad de la tierra y favorece los cultivos.”
“Los israelitas aceptaron este dios, a pesar de que su culto implicaba prácticas totalmente inmorales como la prostitución sagrada. Yahvé siguió siendo el dios del pueblo, pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal. Concedía el pan y el agua, la lana y el lino, el vino y el aceite. Cuando el israelita los tenía, no daba gracias a Yahvé, sino a Baal; cuando carecía de ellos, se avecinaba una mala cosecha o un período de sequía, en vez de acudir a Yahvé invocaban a Baal”.
“En cualquier otro país esto no habría planteado el más mínimo problema; las divinidades acostumbraban ser muy tolerantes. Pero Yahvé es un dios intransigente, que no permite competencia de ningún tipo. Es lo que nos dirá Oseas, con unas imágenes clarísimas” («Profetas, comentario», segundo tomo, de Luis Alonso Schokel y José Luís Sicre, Ediciones Cristiandad, 1987, página 860).
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