Héctor B. Olea C.
Si bien cuenta el hebreo bíblico con la preposición «el» (a, hacia) para indicar movimiento o traslación: «a», «hacia»; también cuenta con una desinencia (morfema gramatical) no acentuada, conformada por la vocal «qámets» («a» larga) y la consonante «je» («he»), generalmente identificada como «je («he») direccional» (o «directiva»).
Se añade, pues la «je («he») direccional» (o «directiva»), a nombres o sustantivos propios, y comunes, determinados e indeterminados, así como a adverbios de lugar, para indicar un movimiento o traslación hacia (en dirección de) del nombre o adverbio de lugar al que se le agrega como sufijo o desinencia la «je («he») direccional».
Dos principios principales rigen el uso de la llamada «je («he») direccional» o «directiva»:
En primer lugar, jamás constituye una sílaba acentuada, lo que sirve para distinguirla de la desinencia formal del género femenino singular («qámets»+«je» acentuada).
En segundo lugar, el acento principal se mantiene en la misma sílaba donde se encontraba antes de añadirle la «je («he») direccional».
Finalmente, en la imagen que acompaña estas breves líneas, dos ejemplos de la aplicación de la «je («he») direccional» hebrea, y la forma en que su semántica es reflejada en el arameo y griego bíblicos, y en español.
Muy a propósito de nuestro curso de «hebreo clásico» (bíblico), desde cero, que inicia en septiembre, de nuestro curso de «arameo imperial» (bíblico) desde cero, que también inicia en septiembre, y de nuestro «curso de griego koiné» (bíblico), desde cero, que inicia en noviembre.
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