El «objeto directo afectado» y el
«objeto directo efectuado»
Cuestiones de lingüística, gramática,
exégesis y traducción bíblicas
Héctor B. Olea C.
Paul Joüon y Takamitsu Muraoka («Gramática del hebreo bíblico», Verbo Divino) llaman la atención sobre la necesidad de distinguir entre el «objeto directo afectado» y el «objeto directo efectuado» (página 463).
Consiste el «objeto directo afectado» en el objeto o complemento directo que sufre o recibe la acción verbal de manera directa, pero se considera existente antes de la acción verbal. Mientras que el «objeto directo efectuado» se considera como un resultado o producto directo de la acción verbal.
El «objeto directo efectuado» es característico de verbos como “construir”, “crear”, “dar a luz, procrear”, “formar”, “escribir”, “hacer”.
Por otro lado, observan Joüon y Muraoka que sólo raramente un verbo «qal» (la conjugación simple y básica del sistema verbal hebreo, la conjugación en cierta forma equivalente al modo indicativo activo del español) toma un doble objeto.
En todo caso, también plantean que se da doble objeto cuando una oración nominal (de sujeto y predicado, más bien «oración atributiva» o «copulativa»), sin verbo finito, se transforma en una oración verbal (con verbo finito) con un verbo como “hacer”, etc., el sujeto deviene en objeto y el predicado se convierte en un segundo objeto que, significativamente, no es marcado con la partícula indicadora del objeto directo, “et” (página 478).
Un claro y preciso ejemplo de la presencia de un doble objeto, un «objeto directo afectado» y un «objeto directo efectuado», en el cual el primer objeto directo es marcado por la partícula «et» (indicadora del objeto directo), pero el segundo no, es Génesis 2.7, cito: «vayítser Adonay elojím et-ha-adám afár min-ha-adamá»: literalmente: «El Señor Dios formó (creó, forjó) al hombre polvo de la tierra».
Por su parte, el traductor griego (Septuaginta) hizo una traducción por estricta equivalencia formal cuando tradujo la frase hebrea «et ja-adám afár min-ja-adamá» (“al hombre polvo de la tierra”- procedente de la tierra), con un doble acusativo, y como en el hebreo, con artículo definido el primero y sin artículo definido el segundo: «ton ánthropon jun apó tes gues», literalmente: “al hombre polvo de la tierra” (procedente de la tierra).
Consecuentemente, es preciso poner de relieve que ni el texto hebreo ni el texto griego de Génesis 2.7 expresamente dicen que hombre fue hecho «del polvo» (hebreo «min-je-afár»; griego «ek tu jou», o «apó tu jou»).
En tal sentido, como factores que dificultan el asumir que existe una relación de genitivo o cadena constructa («smijút») entre las palabras «Adam» y «afár» (polvo) en el texto hebreo de Génesis 2.7, debemos considerar lo siguiente:
En primer lugar, un factor que dificulta concluir que «Adam» y la palabra «afár» (polvo) constituyen una cadena constructa, es que la palabra «Adam» (el sustantivo que estaría en estado constructo) carece de estado constructo (carece además de una forma plural y una forma femenina).
En segundo lugar, si se asume que «Adam» está en estado absoluto (y sintácticamente en acusativo), así como la palabra «polvo» («afár»), que también está en estado absoluto y sintácticamente en acusativo (funcionando como un modificador directo o atributo de «Adam»), podemos concluir que la traducción correcta es: «formó al hombre polvo de la tierra».
En tercer lugar, después de la palabra «Adam», la palabra que sigue a «Adam», «polvo» («afár»), no está precedida de la preposición «min», «de», «desde» (hebreo «min-je-afár»; griego «ek tu jou», o «apó tu jou»), como sí aparece delante de «ja-adamá» («min-ja-adamá»): «de la tierra».
En consecuencia, muy a pesar del reinante consenso que ha venido a representar la traducción «del polvo», lo cierto es que la traducción más acertada, de acuerdo a la morfología y la sintaxis hebrea, es: «polvo»: «formó al hombre polvo de la tierra».
Insisto, lo que sí dicen expresamente el texto hebreo y el texto griego es que «el hombre fue hecho polvo» (hebreo «et ja-adam afár»; griego: «ton ánthropon jun».
Por otro lado, hay dos muy conocidos textos de la Biblia Hebrea que confirman la conclusión de nuestro análisis morfológico y sintáctico de Génesis 2.7, de que la palabra hebrea «afár» (polvo) es más bien un atributo o modificador directo de la palabra hebrea «Adam» (hombre), bajo la sintaxis de un «objeto directo afectado».
En tal sentido, la pista o aporte de los dos muy conocidos textos de la Biblia Hebrea a los que hago referencia, es que insisten, en armonía con Génesis 2.7, en emplear la palabra «polvo» en estado absoluto, si bien con la sintaxis de una oración o frase copulativa o atributiva (común y erróneamente llamada “frases u oraciones nominales”, que suponen, erróneamente “un predicado nominal”), donde «afár» (polvo) es evidentemente un atributo del sujeto.
La primera la encontramos en Génesis 3.19, cuando el creador confronta a Adam, el varón, después de haber desobedecido, y le dice “con el sudor de tu rostro (frente) comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, porque «eres polvo» y al polvo volverás”.
Aquí la frase u oración atributiva o copulativa está compuesta: 1) por la preposición causal «ki» (porque, pues, que), 2) por la palabra «polvo» en estado absoluto («afár»), 3) y por el pronombre personal de la segunda persona masculina singular («atá»): «porque tú eres polvo».
El segundo texto al que hago referencia es al Salmo 103.14, con la frase hebrea que está detrás de la traducción (se acuerda) «que somos polvo».
Aquí la frase atributiva o copulativa está conformada: 1) por la misma preposición causal «ki» (porque, pues, que), 2) por la palabra «polvo» en estado absoluto («afár»), 3) y por el pronombre personal de la primera persona común (masculina y femenina) plural (nosotros, nosotras) «anájnu»: «que somos polvo».
Además, si bien no voy a presentar esta vez el análisis gramatical o morfosintáctico completo de la traducción griega de Génesis 2.7; 3.19 y Salmo 103.14; lo cierto es que, de manera categórica, digo que la traducción griega en cada caso confirma y concuerda con la lectura que asume que la palabra «afár» («polvo») está sintácticamente funcionado como un atributo de la palabra «Adam» (hombre) en Génesis 2.7, del pronombre personal de la segunda persona masculina singular (tú) en Génesis 3.19, y del pronombre personal de la primera persona común plural (masculina y femenina: (nosotros somos) en el Salmo 103.14.
En tal sentido debo poner de relieve que la palabra polvo griega («jóos», «jús») como atributo o modificador directo, concuerda con la palabra hombre («ánzropon») en caso (acusativo), en género (masculino), y número (singular), en la traducción griega de Génesis 2.7.
En la traducción griega de Génesis 3.19, la palabra «gue» (tierra), como atributo, está en caso nominativo masculino, femenino singular, concordando con el pronombre de la segunda persona del singular, y con la forma verbal del verbo «ser» («eimí») en tiempo presente y de la segunda persona singular («ei»: «eres»), conformando una oración atributiva o copulativa: «tú eres tierra».
Y en la traducción griega del Salmo 103.14, la palabra polvo griega «polvo» («jus»), en caso nominativo, funciona como atributo del sujeto gramatical de la forma verbal del verbo «ser» («eimí») en la primera persona del plural («esmen»): «somos polvo».
En resumen, si bien la frase en genitivo «del polvo» presupone que el ser humano fue hecho de la tierra, a la cual regresa con la muerte; la frase «es polvo», pone de relieve que el ser humano no podía resultar algo distinto respecto del material que empleó el creador para diseñarlo y ponerlo en existencia: «el polvo de la tierra».
Luego, si asumimos que aquí la palabra «afár» (polvo) se usa en sentido figurado, como apuntando a la naturaleza humana débil, en su origen y término («Diccionario bíblico hebreo español», Luís Alonso Schokel), resulta comprensible que el texto hebreo y el griego armoniosamente digan que el ser humano «fue hecho polvo», o sea, «débil», «vulnerable» y «pasajero».
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