Héctor
B. Olea C.
Muy a propósito de nuestro «Curso online de Gramática
castellana aplicada al análisis gramatical de los textos bíblicos (Biblia
Hebrea, Septuaginta, Nuevo Testamento Griego)», que inicia en la primera semana
de noviembre, y a propósito de nuestros cursos online de hebreo y griego que
iniciarán a principios del próximo año.
En virtud de que no tiene el hebreo una
declinación nominal flexiva (por la cual el sustantivo sufra cambios en su
terminación para indicar los casos y funciones del mismo en el contexto de la
frase u oración); un recurso que emplea para identificar el complemento u
objeto directo (personal o no) de los verbos transitivos, consiste en la
partícula «eth».
Un ejemplo del empleo de la partícula «eth» con
un complemento u objeto directo personal, lo encontramos en 2 Samuel 12.1, en
la frase «envió el Señor a Natán». Aquí, el complemento directo es «Natán», el
cual es precedido en el texto hebreo por la partícula «eth», o sea, «eth-Natán».
Por otro lado, un ejemplo del empleo de la
partícula «eth» con un complemento u objeto directo no personal, lo encontramos
en Génesis 1.1 en la frase: «creó el cielo y la tierra», o sea, «bará eth
ja-shamáyim ve-eth-ja-arest».
Ahora bien, la regla del castellano (que como
el hebreo tampoco tiene una declinación nominal flexiva), es que sólo y siempre
que el complemento u objeto directo sea personal o personificado, éste debe ser
precedido por la preposición «a».
Luego, además de tener bien claro que esta
regla del castellano no existe en el hebreo, podemos concluir que una
traducción correcta al castellano de 2 Samuel 12.1, demanda la presencia de la
preposición «a» delante del sustantivo «Natán», o sea, «a Natán».
Consecuentemente, sería una traducción
desacertada al castellano el que en Génesis 1.1 se leyera: «creó al cielo y a
la tierra».
Por su parte, la lengua griega que, a
diferencia del castellano y del hebreo sí tiene una declinación nominal
flexiva, no tiene como el hebreo una partícula para señalar el complemento directo.
En el griego el complemento u objeto directo se
hace reconocible por la morfología de la terminación o desinencia del
sustantivo (así como del artículo, adjetivo y pronombre) para el caso acusativo
(caso habitual del complemento directo, si bien hay unos cuantos verbos que se
complementan con el caso genitivo, y otros con el caso dativo).
Por supuesto, la morfología del caso
acusativo está supeditada al género gramatical del sustantivo (masculino,
femenino o neutro) y a la declinación a la que pertenezca (primera, segunda o
tercera), y al número (singular o plural).
Consecuentemente, la traducción griega de la
frase hebrea «eth-Natán», es «ton Natán», cuya traducción al castellano
igualmente sería (por la referida regla del castellano) «a Natán».
Luego, la traducción griega de la frase «bará
eth ja-shamáyim ve-eth-ja-arest», es: «epóiesen ton uranón kai ten guen»; cuya
traducción acertada al castellano sería (por la misma referida regla del castellano):
«hizo el cielo y la tierra», y no: «hizo al cielo y a la tierra», así de
sencillo.
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