Un procedimiento legítimo y recomendado
Héctor
B. Olea C.
El procedimiento que supone ir de la
traducción a los textos bíblicos en sus idiomas originales; partir de las
versiones o traducciones de la Biblia para aproximarnos a los textos bíblicos
en sus idiomas originales, retornando de nuevo a las versiones de la Biblia, para
poner de relieve lo que realmente dicen los textos bíblicos en sus idiomas
originales; es, a nuestro juicio, un proceso legítimo, necesario e insustituible.
Por un lado, porque obviamente, la gran
generalidad de las personas creyentes y no creyentes, no leen la Biblia en
hebreo y griego (no se aproximan de manera directa a los textos bíblicos en sus
idiomas originales, sino mediante simples traducciones de la Biblia.
Por otro lado, porque a través de dicho
procedimiento se puede poner de manifiesto, incluso en contra de lo que mucha
gente piensa, que no siempre es una realidad, que muchísimas veces nos es cierto
que las versiones de la Biblia transmiten con fidelidad lo que efectivamente
dicen los textos bíblicos en sus idiomas originales.
Con otras palabras, que no siempre lo que se
lee en las versiones de la Biblia es sencillamente una transmisión fiel y
acertada de lo que en realidad dicen los textos fuentes, los textos bíblicos en
sus idiomas originales; que no todo lo que se lee en las versiones de la Biblia
es lo que en efecto dicen los textos bíblicos en sus idiomas originales.
Ahora bien, es recomendable que este
procedimiento tenga como punto de partida una versión de la Biblia de mucha
aceptación, bien conocida, bien establecida, dominante y representativa. Y he
aquí la razón por la que por lo general, cuando quiero llamar la atención sobre
un determinado texto bíblico, es la versión Reina Valera 1960 mi punto de
partida.
Además, y como es sabido, la generalidad de
las personas que no conocen los idiomas bíblicos, incluso muchas de las pocas personas
que sí tienen por lo menos algunas nociones de los mismos; cuando realizan un
estudio comparativo de versiones de la Biblia, por lo general no lo hacen con
un sentido crítico.
En todo caso, el procedimiento en cuestión cobra
todavía más importancia cuando se consideran al mismo tiempo versiones de la
Biblia de prestigio (que es lo que acostumbro a hacer), como La Biblia de
Jerusalén, y versiones de la Biblia bajo sospecha, como la Traducción del Nuevo
Mundo de las Santas Escrituras; para poner de manifiesto que, como en el caso específico
que involucra el nombre «Santiago», y muchos otros, son iguales de
desacertadas, sin que se pueda establecer diferencia alguna entre ambas, pues
las dos fallaron al no transmitir lo que en realidad dice el texto fuente, el texto
griego.
.
Finalmente, debo confesar que me resulta demasiado
lamentable y preocupante, el ver cómo se apelan a elementos y argumentos no
textuales, no intrínsecamente relacionados con la labor de traducción, para
tratar de justificar, al menos en algunos casos, el que las versiones de la
Biblia no transmitan lo que realmente dicen los textos fuentes, los textos
bíblicos en sus idiomas originales; así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
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