Una comparación necesaria e ineludible
Héctor
B. Olea C.
Si bien no es Pablo el autor de 1 Timoteo, aunque
demos por hecho que Pablo no es el autor de las cartas pastorales; pienso que si
procedemos con una actitud crítica y con honestidad intelectual; tendremos que
admitir que Pablo y el autor de 1 Timoteo comparten una misma y básica premisa
en relación a la creación del hombre y a la creación de la mujer, premisa que
lleva al autor de 1 Timoteo a demandar la estricta sujeción de la mujer al
varón (1 Timoteo 2.11-12), y al segundo (a Pablo) a demandar que la mujer lleve
sobre su cabeza una señal de que está bajo autoridad (y si se admite, como lo
indican todos los manuscritos griegos, que efectivamente los versículos 34-35
de 1 Corintios 14 proceden de la mano de Pablo, la situación es peor).
La premisa básica que comparte el autor de 1
Timoteo con Pablo es que la mujer fue creada con posterioridad al varón, que si
bien por medio de la gestación el varón procede de la mujer; originalmente el
varón fue creado primero y posteriormente la mujer, procediendo de éste, y por
causa del mismo (en conformidad con la teología y antropología del relato de
Génesis 2-4-25.
1 Corintios 11.7-9: “Porque el varón no debe
cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria
del varón. 8Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, 9y
tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del
varón.”
1 Timoteo 2.13-14: “Porque Adán fue formado
primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo
engañada, incurrió en transgresión.”
Por supuesto, no acusa Pablo a la mujer de
haber sido ella la que falló, como sí lo hace el autor de 1 Timoteo.
Por otro lado, no parece que Pablo y el autor
de 1 Timoteo conocieran o asumieran la que vino a ser la leyenda talmúdica
sobre LIlith, ni el mito de un primer Adán andrógino, al cual se entiende que
se alude en el libro apócrifo llamado «Apocalipsis de Adán, 1.5 (texto
gnóstico).
Además, con relación a la situación un tanto
complicada y hasta contradictorio del pensamiento paulino hacia la mujer, especialmente
en relación a 1 Corintios 14.34-36; son
oportunas aquí las palabras de Juan José Bartolomé (1998): “No resulta muy
convincente eliminar a priori contradicciones en un hombre tan contradictorio
como Pablo; ni es, además imposible que la situación de la iglesia de Corinto
le obligase esa determinación concreta” («Pablo de Tarso, una introducción a la
vida y a la obra de un apóstol de Cristo», Madrid: Editorial CCS, página 130).
Y en esta misma línea, pero ahora en una nota
al pie de página (la #296), en la misma página 130, Juan José Bartolomé hace la
siguiente cita:
“Baumert, Frau 178-181. Decir, genéricamente,
que «los textos paulinos que se utilizan con un sentido misógino, o al menos desfavorable
a la mujer, no forman parte del núcleo de la fe, sino que pertenecen a los
textos que tienen un carácter práctico y pastoral» (Bautista, Mujer 166-167),
es una salida de emergencia”.
Finalmente, un ejemplo de la
muy popular interpretación teológica cristiana del origen de la mujer, al
margen de Génesis 1.26-28 (en armonía con la premisa de Pablo y del autor de 1
Timoteo); lo constituye la que nos ofrece Gerhard Von Rad (2000), cito: “La
creación de la mujer se encuentra muy distante de la creación del hombre,
porque ella es el beneficio último, el don más misterioso que Yahvéh desea
otorgar al hombre. Dios la destinó como ayuda «proporcionada» (“kenegdó”);
debía ser semejante a él, pero no idéntica; más bien, su contraparte, su
complemento. El hombre reconoció como ayuda a los animales que le presentó el
Señor, pero no eran contraparte de igual dignidad. Por esto, de una manera muy
misteriosa, Dios se decidió crear a la mujer del hombre” («Teología del AT»,
tomo I, Ediciones Sígueme, página 200).
¡Hasta la próxima!
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