Ciertamente resulta curioso y muy llamativo
que el cristianismo protestante y evangélico, tan preocupado por la extensión
del canon bíblico (sólo y no más de 66 libros); caracterizado además por la
presunción de fundamentar toda su teología como su praxis sólo en la literatura
canónica, y renuente incluso a aceptar la perspectiva y aporte de los deuterocanónicos
(a los que también considera “apócrifos”); al mismo tiempo haya decidido aceptar,
asumir y defender a ultranza, una visión y caracterización de Sodoma y Gomorra
que hunde sus raíces precisamente en la literatura apócrifa del AT (siglo I
antes de la era común).
Pero muy a pesar de esta realidad, resulta
que la epístola de Judas, obra del canon bíblico que como ninguna otra se
muestra dependiente precisamente de literatura apócrifa del AT; se muestra
consistente con toda la tradición bíblica en no asociar a la homosexualidad, la
destrucción y desaparición de las dos ciudades en cuestión, así de sencillo.
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