La afirmación de que algo “no debe practicarse”
o “debe suprimirse” por no ser bíblico, por carecer del “apoyo bíblico, es muy problemática.
En primer, porque ignora que incluso entre los grupos cristianos mismos (principalmente
protestantes y evangélicos), no hay acuerdo precisamente en lo que se entiende
que es bíblico y lo que no lo es, entre lo que se supone que tiene apoyo bíblico
y lo que se supone que no; después de todo, dicha afirmación se sustenta en la
particular teología, praxis, y tradición eclesial de cada grupo, factores a la
luz de los cuales se asume, se lee, interpreta y aplica la Biblia.
En segundo lugar, que sólo ha de ser vinculante
y obligatorio “lo bíblico” (por supuesto en el marco de la relatividad esencial
que la caracteriza, y que ya mencioné en el párrafo anterior), estrictamente
para quienes, de una forma u otra, han adoptado la Biblia y la fe cristiana (más
bien alguna expresión de ella) como marco de referencia vital; no así para el
resto de las personas, por bien intencionada que pueda ser la propuesta cristiana
y evangélica. .
Además, ante el carácter esencialmente
contextual de los textos bíblicos (en términos históricos, socioculturales,
ideológicos, lingüísticos, geográficos, etc.), se impone que reconozcamos
algunas realidades e implicaciones que como limitantes actúan en nuestro
ejercicio de lectura, exégesis e interpretación, actualización, y aplicación de
los textos bíblicos.
Entre estas podemos mencionar las
siguientes:
En primer lugar, que no siempre los temas,
asuntos y desafíos que nos interpelan hoy, estuvieron en el horizonte de los
autores de la Biblia, o por lo menos no en la forma, ni bajo los términos en
que los conocemos nosotros en el presente. Por otro lado, nos es preciso
admitir, además, que no siempre las cosas que son importantes o desafiantes
para nosotros hoy, lo fueron alguna vez para los autores de la Biblia.
En segundo lugar, que no es cierto que la
Biblia posee una guía y respuesta automática para todas las preguntas que las
personas y comunidades hermeneutas quisieran plantearle, o se planteen: La
Biblia no es una “bola de cristal” ni el mejor horóscopo de la historia.
En tercer lugar, nuestra apropiación de los
textos bíblicos supone el reconocimiento de lo parcial y tentativo (no
conclusivo) que muchas veces fue el abordaje de un determinado asunto por los
autores de la Biblia (cuando lo hayan abordado, si es que en verdad lo
abordaron).
En cuarto lugar, que el abordaje,
perspectiva, y enfoque que en la Biblia tienen muchos asuntos, no siempre
concuerda con la tradicional ortodoxia y moral cristiana; es más, muchas veces
más bien choca con ellas o se la encuentra en la acera del frente.
En quinto lugar, los textos de la Biblia, si
bien a ellos apelan las distintas expresiones de la fe cristiana (expresiones
muy posteriores a los textos bíblicos); no es menos cierto que ningún autor de
la Biblia fue cristiano en este sentido, ni escribió comprometido con las
tradicionales teologías cristianas. Esto supone el que evitemos proyectar en
los textos bíblicos nuestros prejuicios, nuestros temores (así como nuestros
optimismos y triunfalismos), los cuales podrían impedir o dificultar el que
podamos escuchar la propia voz de los textos bíblicos, con sus propios matices
y modulaciones.
En sexto lugar, que ante la falta de
precisión, profundización y ciertos detalles de los textos bíblicos mismos,
respecto de ciertos asuntos; se hace necesario conocer (hasta donde nos sea
posible) las formas en que ciertos textos fueron asumidos e interpretados en el
seno de las tradiciones a través de las cuáles los textos bíblicos nos han
llegado.
¡Muy buenos días!
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