«Rúaj» versus «pnéuma»
Cuestiones de lingüística, gramática y traducción bíblica
Héctor B. Olea C.
Cualquier reflexión que, con base al género gramatical dominante del sustantivo hebreo «rúaj» (femenino y raramente de género masculino), debería tener en cuenta que:
En primer lugar, hay que evitar el confundir el género gramatical de las palabras con el sexo biológico, y más cuando se trate de sustantivos que nombran a seres sexuados: género gramatical no es igual a sexo biológico; género gramatical no es igual al sexo que se le pueda atribuir a las cosas, o a seres en realidad no sexuados (o al menos no asumidos como sexuados).
En otras palabras, que un ser sea nombrado con un sustantivo de género masculino no supone, necesariamente, que ese ser nombrado tiene un sexo biológico masculino, y lo mismo vale para los sustantivos de género femenino.
En tal sentido, un caso muy ilustrativo lo representa el sustantivo griego «téknon», un sustantivo de género neutro y de la segunda declinación, pero a pesar de ser gramaticalmente de género neutro, identifica a seres sexuados masculinos y femeninos, en general a todo lo parido o dado a luz, sin importar el sexo: niño, niña, hijo, hija, macho, hembra, prole, descendencia.
En segundo lugar, no es posible perder de vista que el sustantivo homólogo del hebreo «rúaj» (femenino, masculino) es «pnéuma», un sustantivo de género neutro y de la tercera declinación.
En tal sentido, puntualiza el «Diccionario Teológico Manual del Antiguo Testamento» (E. Jenni y C. Westermann, Cristiandad) que en un tercio de los casos la Septuaginta tradujo a «rúaj» con «pnéuma».
Por supuesto, mientras que gramaticalmente «rúaj» es de género femenino y de género masculino, el sustantivo griego «pnéuma» es estricta y únicamente de género neutro.
En suma, cualquier estudio tendente a poner de relieve que «rúaj» es un sustantivo de género femenino (y rara vez de género masculino, con la pretensión de extraer algunas conclusiones de esto); debe, en el mismo grado y al mismo nivel, poner de manifiesto que su principal equivalente griego, «pnéuma» (LXX y Nuevo Testamento), es de género neutro.
Implicaciones para la traducción
El análisis morfosintáctico de la presencia de un sustantivo hebreo, arameo y griego en el contexto de una oración gramatical determinada; lógica y necesariamente debe considerar el género gramatical de dicho sustantivo, pues las palabras (adjetivos y determinantes) que estén relacionadas sintácticamente con dicho sustantivo, habrán de concordar con el mismo en conformidad a las categorías accidentales (accidentes) que tiene el sustantivo en las lenguas respectivas (género y número en hebreo y arameo, pero caso, género y número en griego).
Pero en cuanto a su traducción, de manera llana y natural se ha de traducir según el género que tiene su homólogo en español o castellano.
Casos ilustrativos:
Primer caso. La palabra castellana «pacto» es un sustantivo de género gramatical masculino, pero en hebreo es de género femenino. Consecuentemente, no se espera que la palabra «berít» se traduzca al español como «pacta», porque es de género femenino en hebreo.
Segundo caso. La palabra «serpiente» es de género femenino en español (serpiente, una serpiente, la serpiente), pero de género masculino en hebreo. Luego, no es imaginable que se pretenda justificar la traducción «serpiento» porque la palabra hebrea «najásh» es de género masculino.
Tercer caso. La palabra «casa» en español es de género femenino (casa, una casa, la casa, etc.). Pero en hebreo, la palabra «casa» es de género masculino («báyit»).
Sin embargo, en lo que al griego respecta, hay dos palabras para «casa», una de género masculino y de la segunda declinación («óikos»), y otra de género femenino y de la primera declinación («oikía»).
Luego, no esperamos que la palabra hebrea «báyit» y la griega «óikos» se traduzcan «caso», y no «casa», porque estas palabras son sustantivos de género masculino en hebreo y griego.
Lógicamente, no será defendible que sólo «oikía» sea traducida por «casa», porque es de género femenino en griego. En realidad «oikía» se ha de traducir «casa», porque en castellano es igualmente un sustantivo de género femenino.
Cuarto y último caso. El sustantivo «palabra» en hebreo («davár») y griego («lógos»; además de «rhéma», de género neutro), no se han de traducir «palabro», porque son de género masculino en hebreo y en griego; sino «palabra», porque en español es un sustantivo de género femenino.
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