A propósito de nuestros cursos de lenguas bíblicas
Tradicionalmente las lenguas se han clasificado atendiendo a cuatro criterios: 1) geográfico, 2) etnográfico, 3) morfológico, y 4) genealógico.
De estos cuatro criterios los dos considerados más importantes son el morfológico y el genealógico.
Según el «criterio genealógico», las lenguas se clasifican en conformidad a la familia lingüística a la que pertenezcan. En tal sentido, las dos lenguas originales de la Biblia Hebrea (hebreo y arameo) pertenecen a la familia de «lenguas semíticas».
Pero el griego koiné, como la lengua griega general, pertenece a la familia de «lenguas indoeuropeas», como también el latín.
Según el «criterio morfológico», las lenguas se clasifican en tres grupos: 1) lenguas monosilábicas, 2) lenguas aislantes y 3) lenguas flexivas o de flexión.
Luego, las llamadas «lenguas flexivas» o «lenguas de flexión», se subdividen en dos segmentos: 1) lenguas flexivas analíticas y 2) lenguas flexivas sintéticas.
Las lenguas «flexivas analíticas» no tienen una declinación o flexión nominal completa, por lo que completan la declinación nominal con partículas y preposiciones.
Las lenguas «flexivas sintéticas», en cambio, tienen una declinación o flexión nominal completa. Además, en las lenguas «flexivas sintéticas» se añaden al lexema (morfema lexical o monema) morfemas gramaticales o gramemas que indican el caso en que está el nombre o sustantivo, y la función que desempeña en el contexto del sintagma, frase y oración.
Consecuentemente, es preciso puntualizar que las dos lenguas originales de la Biblia Hebrea (hebreo y arameo) son flexivas y analíticas, o sea, son lenguas que no poseen una declinación o flexión nominal completa, por lo que apelan a partículas y preposiciones para completar la declinación nominal.
Por supuesto, como el hebreo y el arameo, también el español es una lengua flexiva analítica, pero desde el punto de vista genealógico, el español o castellano pertenece a la familia de «lenguas indoeuropeas», como el griego, y por otra parte, pertenece al segmento conocido como «lenguas romance» (románicas o neolatinas), derivadas del latín vulgar y las lenguas vernáculas de los pueblos conquistados por el imperio romano.
Por otra parte, en lo que a la flexión o declinación nominal de las dos lenguas originales de la Biblia Hebrea respecta, la flexión o declinación nominal en hebreo y arameo se circunscribe estrictamente al cambio del estado absoluto al estado constructo (singular y plural), al cambio del singular al plural (tanto en los sustantivos masculinos como en los de género femenino), y a la adición de los llamados sufijos pronominales.
Y con lo que el griego koiné (lengua original del llamado Nuevo Testamento) tiene que ver, éste es una lengua flexiva y sintética, pues tiene una declinación o flexión nominal completa.
Esto significa que al lexema (monema o morfema lexical) se le añaden unos morfemas gramaticales que le permiten expresar todos los casos de la flexión o declinación nominal: nominativo, genitivo, dativo, acusativo, vocativo (cosa que no puede hacer el hebreo ni el arameo).
Por otro lado, es preciso puntualizar que la categoría de «lengua sagrada», no es una categoría que se mencione en la clasificación y estudio científico de las lenguas.
Esto así porque dicha tipología no existe. En consecuencia, hablar de «lengua sagrada» no es más que hablar de «lengua litúrgica» (concepto que en realidad no apunta a una tipología de lengua como tal desde el punto de vista de la lingüística como ciencia, como categoría científica, con ciertas características especiales y extraordinarias, sino más bien al uso que se hace de una lengua específica en una liturgia determinada, y como la lengua propia de un libro que se asume como sagrado).
Luego, si bien se habla de «libro sagrado» (aquél que es asumido como de origen divino, en alguna manera), por alguna comunidad de fe («sagrado» al menos para las personas y comunidades de fe que lo asumen como tal); no existe, sin embargo, una «lengua sagrada» (que tenga un origen no humano, que sea sustentada y legitimada por alguna comunidad de hablantes que no esté compuesta por seres humanos, que tenga una morfología y sintaxis de origen divino, que sólo sean explicadas y comprendidas por alguna deidad, o mediante la fe).
Consecuentemente, la lengua hebrea, la lengua aramea y la griega (lenguas originales de la Biblia), desde el punto de vista científico, desde el punto de vista de la lingüística; no son, no pueden ser, no han sido ni serán «lenguas sagradas».
Finalmente, ejemplos de la flexión nominal en las lenguas bíblicas, como lenguas flexivas o de flexión (hebreo y arameo, analíticas, y el griego sintética).
Hebreo:
Estado absoluto: «davár» (palabra). Constructo: «devár» (palabra de). Con sufijo pronominal: «devarí» (mi palabra).
Arameo:
Estado absoluto: «yom» (día). Constructo: «yom» («día de», esta vez el estado constructo es igual al absoluto, como ocurre también en hebreo con algunos sustantivos). Con sufijo pronominal: «yomí» (mi día).
Griego: Forma léxica (que en cierta forma equivale al estado absoluto del hebreo y el arameo: «lógos» (palabra). Genitivo: «lógu» (de palabra).
Luego, para expresar la idea de la flexión nominal del hebreo y el arameo con el sufijo pronominal, por ejemplo, con el sufijo pronominal de la primera persona común (masculina y femenina) singular: «jo lógos mu» o bien, «jo lógos emú» (mi palabra).
Muy a propósito de las actuales y en desarrollo sesiones de nuestros cursos de lenguas bíblicas (hebreo, arameo y griego, incluso griego clásico), y de nuestra oferta académica para el primer bimestre del próximo año.
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