«Jacobo»,
un nombre legítimo, pero evitado en la traducción
Cuestiones
de crítica textual, tradición y métodos de traducción
Héctor B. Olea C.
En un artículo que publiqué hace algunas semanas puse de relieve que la traducción de Génesis 1.1 es la misma, desde el punto de vista de la forma del texto, desde el punto de vista de su sintaxis o estructura oracional, en la versión popular Dios Habla Hoy (realizada por equivalencia dinámica o funcional y siguiendo el texto crítico) y en la Reina Valera 1960 (traducción por equivalencia formal y siguiendo el textus receptus).
Y en un artículo mucho más reciente puse de manifiesto la forma en que versiones de la Biblia que siguen distintos métodos de traducción y una base textual diferente, coinciden y, erróneamente por cierto, en la traducción de 1 Juan 1.5.
Por supuesto, en dicho artículo también demostré la forma en que coinciden y de manera acertada, versiones realizadas por distintos métodos de traducción, una por equivalencia formal con dos versiones realizadas por equivalencia dinámica o funcional.
Por otro lado, resulta demasiado llamativo el que muy a pesar de no existir una lectura alternativa (desde el punto de vista de la crítica textual), muy a pesar de los distintos métodos de traducción empleados, muy a pesar del testimonio en contra que nos ofrece la Vulgata Latina misma, muy a pesar de proceder de distintos ambientes teológicos institucionales; ha reinado en el campo de la traducción de la Biblia un increíble e inocultable consenso para imponer el nombre «Santiago» para identificar la epístola universal de «Jacobo» (la epístola que en el orden tradicional del NT sigue a «Hebreos»), y en la traducción del primer versículo de la misma.
No obstante, en realidad hay dos pistas o evidencias innegables que militan en contra del empleo del nombre «Santiago» para la epístola universal que sigue a «Hebreos».
La primera, desde el punto de vista de la crítica textual no hay siquiera una lectura alternativa que en la transmisión textual de la epístola en cuestión compita con el nombre «Jacobo».
Consecuentemente, es preciso admitir que es unificado el testimonio del “texto crítico” y del “textus receptus” respecto de que «Jacobo» y no «Santiago» es el nombre que debería identificar la epístola universal que sigue a «Hebreos», y la traducción acertada del griego «iákobos» en el primer versículo de dicha epístola.
La segunda, ni siquiera la Vulgata Latina empleó el nombre «Santiago», sino «Jacobo» («Jacobus»).
En tal sentido, no deja de ser paradójico que traducciones castellanas de la Vulgata, como «La Sagrada Biblia», realizada por José Miguel Petisco, haya empleado el nombre «Santiago» en franca contradicción con su base textual.
Además, otro dato curioso, en virtud de la problemática en relación al nombre «Santiago», es que la traducción de la Vulgata Latina realizada por José Miguel Petisco se identifica, textualmente, como: «Traducida de la Vulgata Latina teniendo a la vista los textos originales».
Consecuentemente, es sin duda muy cuestionable que versiones de la Biblia realizadas siguiendo distintos métodos de traducción, que además proceden de diferentes ambientes teológicos, manifiesten un curioso consenso que ha procurado imponer en la traducción, con todas las evidencias en contra, el nombre «Santiago».
Sin embargo y, en todo caso, una honrosa y singular excepción la ha venido a representar «La Biblia Textual» desde su primera y hasta su ya cuarta edición.
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