El objeto directo directo en Génesis 1.1 en hebreo, griego y castellano

 

De las marcas y el reconocimiento del «objeto directo» en castellano, hebreo y griego

Nociones de lingüística bíblica y algo más

Héctor B. Olea C.

Por años he venido insistiendo en que tanto la enseñanza como el estudio de las lenguas bíblicas demandan un conocimiento mucho más que elemental de la lengua materna, en nuestro caso el castellano o español, que es el caso de todas las personas hispanohablantes. 

En tal sentido, con estas líneas me he propuesto poner de relieve la forma en que en el hebreo bíblico o clásico, en el griego koiné o bíblico, como en español o castellano, se marca y reconoce la figura del objeto o complemento directo.

¿En qué consiste, pues, el objeto o complemento directo?

El «objeto directo», puntualiza el ilustre lingüista dominicano Carlisle González Tapia, “es una función sintáctica deseméñada únicamente por el sustantivo o una construcción sustantivada y sólo modifica a un verbo o a un verboide” (formas no personales del verbo), «Morfosintaxis hispánica», página 82.

El «objeto directo», afirma Carlisle, “consiste en la persona, animal o cosa que recibe directamente la acción del verbo (un verbo transitivo) la cual puede beneficiar o perjudicar al objeto” (obra y misma página citada).

Una forma de reconocer el «objeto directo» en castellano, consiste en que siempre es posible convertirlo en el sujeto (sujeto paciente, que no es el responsable de la acción verbal) de una oración en construcción pasiva. Ejemplos: Pablo escribió una carta (carta es el «objeto directo»).

En construcción pasiva: Una carta (sujeto paciente) fue escrita por Pablo.   

Finalmente, un detalle que no es posible perder de vista en relación al «objeto directo» tiene que ver con la presencia de la preposición «a».

En tal sentido, La «Nueva gramática de la lengua española», publicada por la Real Academia Española en el año 2011, plantea:

“Aunque existen excepciones (cuando es necesario evitar posibles ambigüedades), lo habitual es que el objeto o complemento directo lleve la preposición «a» cuando su referente es específico y animado (No encuentro mi libro - No encuentro a mi gato). Si el referente es animado, pero no identificable, aparece generalmente sin preposición. Contrasta así «Busca (una) traductora» (alguna, la que sea) y «Busca a una traductora» (una en particular), «Nueva gramática básica de la lengua española», página 197.  

Ejemplos: Juan bautizó a Jesús (Jesús es el objeto directo).

Josué sustituyó a Moisés (Moisés es el objeto directo).

Pero: Pablo escribió una carta (carta es el objeto directo). Pedro estudia griego (griego es el objeto directo).

En lo que respecta al hebreo bíblico, es precio decir que éste cuenta con un recurso para señalar el «objeto directo», la partícula «et» (la cual es intraducible), y por lo general antecede o precede al objeto directo hebreo, al margen de su género (masculino o femenino) y de su número (singular, plural o dual).

Consecuentemente, al traducir del hebreo al castellano no es posible perder de vista que, en primer lugar, la partícula «et» no se traduce (es intraducible); y en segundo lugar, que el empleo de la preposición «a» en la traducción no ha de considerarse el reflejo o traducción de la partícula «et».  

En realidad y, como ya puntualizamos arriba, el empleo de la preposición «a» en relación al objeto directo en castellano, depende de la normativa que tiene el castellano al respecto, y no de la partícula hebrea «et».

Por ejemplo, en Génesis 1.1 observamos que las palabras «ja-shamáyim» (pronunciación clásica; «ja-shamáim», pronunciación moderna: “el cielo”), y la palabra «ja-árets» (la tierra), están precedidas por la partícula «et» que las marca como objetos directos de la forma verbal «bará» (creó).

Luego, en virtud de que «ja-shamáyim» («ja-shamáim») y «ja-árets» constituyen objetos directos no animados, la traducción al castellano no demanda el empleo de la preposición «a».

Con relación a la koiné bíblica (incluso respecto del griego clásico), el «objeto directo» se señala e identifica con la desinencia o terminación del caso acusativo (el habitual caso del objeto directo en griego, si bien hay verbos complementados con el genitivo y el dativo), según el género (masculino, femenino y neutro) y el número (singular y plural) de la palabra que esté desempeñando la función del «objeto directo».  

Por ejemplo, insistiendo en Génesis 1.1, la traducción griega de las palabras «ja-shamáyim» («ja-shamáim») y «ja-árets», «ton uranón» y «ten guen» respectivamente, tienen las marcas de ser el «objeto directo» de la forma verbal y traducción griega de «bará» (creó, hizo), o sea, «epóiesen» (hizo).

Consecuentemente, es preciso poner de relieve que «ton uranón» está en el caso acusativo masculino singular, mientras que «ten guen» está en el caso acusativo femenino singular, pero al final, ambas palabras están en caso acusativo, el habitual caso del «objeto directo» en griego, y ambas constituyen al mismo tiempo y en la misma calidad, el «objeto directo» de la forma verbal «epóiesen» (hizo).

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