La acertada traducción de 1 Timoteo 2.11 y 12, un análisis crítico del texto griego

¿Es desacertada la traducción de 1 Timoteo 2.11 y 12 en versión RV 1960?

Cuestiones de lingüística, exégesis y traducción bíblicas

A propósito de nuestro curso online y virtual de griego koiné

Prof. Héctor B. Olea C.

Si bien es cierto que la tan popular versión Reina Valera 1960 tiene muchos desaciertos, no es menos cierto que también tiene muchísimos aciertos, siendo en muchos casos tan buena como las mejores o sencillamente la que en otros casos ofrece la mejor traducción.  

Con este breve artículo quiero llamar la atención respecto de la traducción que algunas personas estudiosas proponen respecto de 1 Timoteo 2.11 y 12 como alternativa, como la traducción acertada y, por supuesto, distinta a la que se lee en la tan aclamada y a la vez tan criticada Reina Valera 1960. 

En tal sentido, lo que voy a hacer es tomar en serio (pero con una actitud crítica con base en la gramática griega) los argumentos que se han usado para asumir como desacertada la traducción de los textos en cuestión en la referida versión de la Biblia, supuestamente con base en un análisis serio y acertado del texto griego.   

En primer lugar, se afirma que la traducción «no permito enseñar a la mujer (objeto directo)» (RV 1960) no es correcta, sino: «no permito enseñar en la mujer (dativo locativo)».

Luego, la crítica a la traducción «no permito enseñar a la mujer» se sustenta en dos factores.

El primero, que la palabra «mujer» (griego «guiné»), no está en caso acusativo («guináika»), sino en caso dativo («guinaikí»).

Sin embargo, es preciso poner de relieve que la crítica a la traducción «no permito enseñar a la mujer» (asumido con un dativo locativo, y no de objeto directo), se sustenta en un simple, pero muy lamentale error.

Este error consiste en creer que todos los verbos griegos transitivos son complementados con el caso acusativo. En otras palabras, que el objeto o complemento directo de un verbo griego transitivo siempre ha de estar en caso acusativo, que siempre es el caso acusativo el que rige para el objeto directo de los verbos griegos transitivos.

No obstante, cualquier persona que tenga un conocimiento sólido de la gramática griega (y no sencillamente elemental), habrá de estar al tanto de que si bien el caso acusativo es el habitual caso del objeto o complemento directo; no es menos cierto que hay verbos griegos transitivos que son complementados por o con el caso genitivo y otros por o con el caso dativo.

Consecuentemente, no es posible perder de vista que el verbo «epitrépo» (permitir, conceder, otorgar) cuando hace referencia a alguien (objeto directo personal) es complementado con el dativo. Pero cuando hace referencia a algo o una cosa (objeto directo no personal), es complementado con el infinitivo. 

Esta realidad la pone en evidencia con claridad meridiana el «Diccionario griego español del Nuevo Testamento», de Inmaculada Delgado Jara, publicado por Verbo Divino primera edición 2006.  

Ahora, para una mejor ilustración, para darle más fortaleza a nuestra argumentación respecto de que el verbo «epitrépo» es complementado con el dativo cuando el objeto es personal o animado, voy a considerar dos textos muy conocidos donde se emplea el verbo «epitrépo» siendo complementado con el dativo.

El primer texto es Mateo 19.8. En este texto observamos la presencia del verbo «epitrépo» (en tiempo aoristo: «epétrepsen») en la frase «Moisés os permitió repudiar», con dos objetos: uno personal (en dativo) y otro no personal (en infinitivo).

El objeto personal es «jimín» (a ustedes, os), pronombre personal de la segunda persona del plural, en caso dativo.

El objeto no personal es «apolísai» (repudiar, desatar, liberar), infinitivo aoristo activo del verbo «apolío». 

El segundo texto es Marcos 5.13. En este texto observamos la presencia del verbo «epitrépo» (en tiempo aoristo: «epétrepsen») en la frase «Y luego Jesús les dio permiso», con un objeto personal, en dativo.

El objeto personal aquí es «autóis» (a ellos, les), pronombre personal de la tercera persona del plural, en caso dativo.

Luego, no queda otra que admitir que el empleo aquí del dativo «guinaikí» y no el acusativo «guináika», se sustenta en el hecho de que efectivamente es el caso que demanda el verbo «epitrépo» (permitir, conceder, otorgar).

Por otro lado, también se observa el cumplimento de la regla mencionada respecto del mismo verbo «epitrépo» (permitir, conceder, otorgar), cuando vemos que el verbo «disdásko» (enseño) se encuentra aquí en infinitivo y de tiempo presente activo: «didáskein» (enseñar).

Consecuentemente, la traducción «no permito enseñar a la mujer» o bien y mejor, «no le permito a la mujer enseñar», es una traducción legítma y demasiado acertada, y la única legítimamente posible a la luz de la gramática griega.  

En suma, el dativo «guinaikí» y el infinitivo «didáskein» son dos objetos o complementos directos del verbo «epitrépo», uno personal (por eso en dativo: «guinaikí»: a la mujer) y otro no personal (por eso en infinitivo: «didáskein»: enseñar). 

Sin embargo, ahí no queda el asunto, resulta que en el mismo versículo 12 de 1 Timoteo 2, el verbo «epitrépo» tiene otro complemento no personal y por eso también en infininitivo: «authentéin», infinitivo de tiempo presente y en voz activa del verbo «authentéo» (dominar, gobernar, ejercer autoridad; obra citada de Inmaculada Delgado Jara).

En consecuencia, el verbo «epitrépo» tiene aquí tres objetos directos: uno personal y por eso en caso dativo («guinaikí»: a la mujer), y dos objetos no personales y por eso en infinitivo: «didáskein» (enseñar) y «authentéin» (ejercer dominio).

De todos modos, otra errónea afirmación es que supuestamente la traducción «no permito ejercer dominio sobre el hombre» (sobre el varón), es errónea y que la correcta sería «no permito ejercer en la mujer (asumido como un dativo locativo y no como un dativo de objeto directo) el dominio del varón», porque aquí la palabra «anér» (varón, marido) está en caso genitivo («andrós»).

Sin embargo, una vez más se comete el error de pensar que todos los verbos griegos transitivos son complementados con el caso acusativo. En honor a la verdad el verbo «authentéo» (dominar, gobernar, ejercer autoridad) es uno de esos verbos que son complementados con el caso genitivo y no con el acusativo.

En otras palabras, el ininitivo «authentéin» también es un objeto directo del verbo «epitrépo», pero «andrós» es el objeto directo del infinitivo «authentéin». Luego, una traducción correcta sería: «No le permito a la mujer enseñar ni ejercer dominio sobre el varón».

Finalmente, otra desacertada afirmación, esta vez respecto de 1 Timoteo 2.11, es que supuestamente la traducción correcta es «la mujer aprenda en mutua sujeción con el varón».

Se defiende esta traducción en interpretación con base a que supuestamente, por un lado, la palabra «jipotagué» significa “sometimiento mutuo”, y por otro lado, que así se emplea en Efesios 5.21.

Sin embargo, es preciso poner de relieve, en primer lugar, que la palabra «jipotagué» no significa “sometimiento mutuo”; en segundo lugar que, si bien la palabra «jipotagué» deriva del verbo «jipotásso» (someter, subordinar), no es cierto que en Efesios 5.21 aparece dicha la palabra. 

En honor a la verdad, lo cierto es que el sustantivo «jipotagué» se encuentra en 1 Timoteo 2.11, pero el verbo «jipotásso» jipotasso (en forma de un participio presente pasivo: «jipotassómenoi») en Efesios 5.21.

Consecuentemente, no tiene el matiz de “sometimimiento mutuo” el sustantivo «jipotagué» en 1 Timoteo 2.11 ni el verbo «jipotásso» en Efesios 5.21.

En conclusión, la idea de “sometimiento mutuo” es más bien indicada en Efesios 5.21, por el pronombre recíproco «alélois» (unos a otros, mutuamente), en caso dativo masculino plural (pronombre recíproco que no se encuentra presente en 1 Timoteo 2.11).  

Para cerrar, es cierto que la versión Reina Valera 1960 no es una traducción perfecta, y de hecho no hay una que lo sea; no obstante, es evidente, como lo muestro en este artículo como lo he hecho en muchos otros, que muchas de las críticas a dicha versión carecen de fundamento y se sustentan más bien en el desconocimiento (voluntario o involuntario) de ciertos recursos y matices propios de las lenguas bíblicas, y en el compromiso con ciertas posturas dogmáticas desde el punto de vista teológico, que se resisten a admitir que la ética o moral y el punto de vista de los autores de la Biblia no siempre coinciden con nuestra ética, moral o cosmovisión, así de sencillo.        

 

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