Una respuesta pública
a una pregunta que se me planteó en privado
Héctor B. Olea C.
¿Es usted
pentecostal? No, «No soy pentecostal». No me siento comprometido del todo con
el pensamiento y la praxis pentecostal. No hablo, no escribo ni enseño
comprometido con el sistema de pensamiento pentecostal a ultranza y como un
todo. Por supuesto y, en el mismo grado, lo mismo digo respecto de cualquier
otra expresión concreta del cristianismo, la que fuere.
«No soy anti
pentecostal»: No hablo, no escribo ni enseño bajo la premisa de que el
cristianismo pentecostal es la peor expresión de la fe cristiana. Más bien
estoy convencido de que el sistema pentecostal, como absolutamente todas las
demás expresiones de la fe cristiana, tiene sus luces y tiene sus sombras, sus
aciertos y desaciertos.
En honor a la verdad,
el cristianismo pentecostal, como las demás expresiones de la fe cristiana,
desde el punto de vista exegético académico, en muchísimos casos, pone de
manifiesto una apelación y un acercamiento cuestionable a los textos bíblicos.
En suma, mi actitud
frente al cristianismo pentecostal (como frente a todas las demás expresiones
concretas de la fe cristiana), como biblista, como exégeta, como académico, no
es prejuiciada; pero indiscutiblemente crítica, no inocente ni servil.
«No soy pro pentecostal»:
No hablo, no escribo, ni enseño comprometido a ultranza con el sistema de
pensamiento y con la praxis pentecostal como un todo. No hablo, no escribo ni
enseño con el objetivo de legitimar el pensamiento y la práctica pentecostal,
con el objetivo de hacerlo quedar bien y de presentarlo como un todo
consistente y coherente, como exhibiendo siempre una exégesis bíblica acertada,
coherente y consistente. Por supuesto, lo mismo digo respecto de cualquier otra
expresión concreta de la fe cristiana, así de sencillo.
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