Emulando a la célebre y admirada Chimoltrufia
Héctor B. Olea C.
¿Es pretenciosa la autodefinición del
catolicismo romano de considerarse «la iglesia católica» (la verdadera y única
iglesia universal) aun cuando no tenga presencia en todos los confines de la
tierra?
¿Es pretenciosa la autodefinición de un
sector del cristianismo protestante de considerarse «el pueblo o sector
evangélico» (los verdaderos y únicos portadores y representantes de la
expresión válida del evangelio?
Por
supuesto que sí. En tal sentido es preciso poner de relieve, respecto del adjetivo
«católico», lo siguiente.
La palabra «católico» viene de la palabra
griega «katholikós», que significa
«universal». El primer testimonio en la literatura cristiana del uso de la
palabra «católico», se encuentra en la carta que le dirigió Ignacio de Antioquía
a la iglesia de Esmirna a finales del siglo I de la era común. En dicha carta,
Ignacio de
Antioquía usa la expresión «katholiké ekklesía».
Respecto a la interpretación de dicha frase,
el teólogo e historiador Ramón Trevijano afirma: “Ha sido interpretada en
sentido espacial, como “universal”, por la contraposición que traza el texto
entre la iglesia del obispo (la particular) y la iglesia de Cristo (la
universal)” (Trevijano, Ramón. (2004). Patrología. España: Biblioteca de
Autores Cristianos, página 40).
Consecuentemente, es preciso decir que el
significado con que se usa actualmente el término «católico» no se corresponde
con su uso temprano y original en la historia de la iglesia y del Cristianismo;
esto así pues dicho calificativo se empleó originalmente para describir el
carácter universal del cuerpo de Cristo, no para referir a una iglesia en
sentido institucional y particular.
Y con
relación al adjetivo «evangélico», es preciso decir que:
La palabra «evangélico» está íntimamente
ligada a la palabra griega «euanguélion».
La palabra griega «euanguélion» (transliterada
como «evangelio») históricamente y en
el Nuevo Testamento mismo se usa para referir no a un tipo de literatura, sino,
en primer lugar, a las buenas nuevas del Reino de Dios proclamadas por Jesús
(considérese como ejemplos, Mateo 4.23; 9.35; 24.14; Marcos 1.14). En segundo
lugar, para referir tanto a la proclamación como al contenido de mensaje («kerigma», o «kerúgma»)
de la primitiva comunidad cristiana que proclamaba la muerte (mediante
crucifixión) y resurrección de Jesucristo. Ejemplos de este uso bíblico del
término son: Romanos 10.16; 1Corintios 1.17; 9.14; 15.1-4; 2 Corintios 2.12;
4.5).
Será a partir del siglo II cuando la palabra «euanguélion» comience a usarse para referir a un tipo de literatura específica
que trata sobre la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.
Por lo que hemos dicho, se puede concluir en
que el uso de la palabra «euanguélion»
para señalar a los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, y otros de su género
que no entraron en el canon, no es bíblico. Este uso es posterior al vocabulario
que encontramos en el conjunto de libros que la cristiandad en general ha
aceptado como literatura canónica del Nuevo Testamento.
En consecuencia, tenemos que decir que a la
luz del Nuevo Testamento mismo y a la luz de la historia temprana del
cristianismo, el término «evangélico»
no significó más que “algo” o “alguien”
relacionado con el mensaje del evangelio y/o con los cuatro primeros libros del
Nuevo Testamento, y otros de su género que no entraron en el canon.
Consecuentemente, es preciso decir que el
sentido confesional y actual de la palabra «evangélico»
no se corresponde con su uso temprano en la historia de la Iglesia y del
Cristianismo. En verdad y, en un principio la palabra «evangélico» nunca señaló o distinguió a un grupo (ortodoxo) en
oposición a otro (heterodoxo o menos ortodoxo) dentro de la misma fe cristiana.
Finalmente, que al menos un sector del «cristianismo
católico» se autoproclame la iglesia
(como si fuera la única expresión válida y legítima del cristianismo
histórico), se equipara con las pretensiones de algunos grupos dentro del «cristianismo
protestante y evangélico» cando también se autoproclaman como la verdadera y
única expresión válida del evangelio. En suma, cuestionable lo uno,
cuestionable lo otro, así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
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