Héctor
B. Olea C
El rotundo fracaso de las candidaturas
procedentes de la comunidad evangélica en el pasado torneo electoral,
principalmente en la boleta del Partido Quisqueyano Demócrata Cristiano (PQDC)
y de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), nos permite hacer las siguientes
lecturas:
En primer lugar, que definitivamente parece
muy abultado el número o porcentaje de la población que se entiende o se dice que
representa la comunidad evangélica. Esto así, considerando el triste desempeño
que tuvo el PQDC en las pasadas elecciones, a la luz de la afirmación que hizo la
CODUE misma, de que el 80 % de las
candidaturas del PQDC procedía de la comunidad evangélica, y del porcentaje que
entiende principalmente la CODUE que representa la comunidad evangélica (¿un 30,
35 o más por ciento?).
En segundo lugar, que ciertamente no parece
que haya siquiera una sola organización representativa de la comunidad evangélica
que aglutine al menos el 40 % del segmento que representa la comunidad evangélica.
En tercer lugar, se confirma el hecho de no
ser monolítica la comunidad evangélica en lo que a preferencias político-partidistas
se refiere, como en otras cosas por supuesto, y que en realidad es ella muy multicolor.
En este mismo sentido, que se hace imposible hablar de un “voto duro” evangélico
que pueda apoyar de manera consistente un proyecto político que proceda de la comunidad
evangélica misma, incluso fuera de ella. Como ya he dicho, la comunidad evangélica es al mismo tiempo, peledeista, perredeista,
reformista, perremeísta, etc., etc., etc.
En cuarto lugar, se confirma lo que ya había advertido
de lo errada que era la estrategia política de dirigir y concentrar la campaña
política y su oferta, estrictamente o preferentemente hacia la comunidad evangélica
misma, obviando y dejando de lado al resto del universo de votantes; esto así,
como si con el solo apoyo de la comunidad evangélica (como si este apoyo fuese
monolítico), se pudiera garantizar el triunfo y éxito de una propuesta o
candidatura política determinada.
En quinto lugar, se tiene que reflexionar seriamente
en lo relativo al perfil de las personas que se están escogiendo para ostentar las
candidaturas y encabezar los proyectos políticos partidistas que procedan de la
comunidad evangélica; tal vez incluso, respecto
de la forma en que se han estado seleccionando y se deben escoger de cara al futuro,
así como de las razones por las cuales se han estado prefiriendo las personas
con el perfil de las que hasta ahora se han estado escogiendo.
En sexto lugar y, finalmente, tiene que
mejorar la sintonía de las propuestas político-partidistas de la comunidad evangélica,
con las verdadera aspiraciones, necesidades y anhelos de la población dominicana
como tal, y no sólo los anhelos y aspiraciones de la comunidad evangélica misma;
incluso, se debe comenzar a trabajar desde ahora, para tener unas verdaderas
oportunidades de alcanzar el poder y tener el éxito deseado en el próximo torneo
electoral del año 2020.
¡Guerra avisada no mata soldado, y si lo mata
es por descuidado (¿o demasiado confiado?)!, así de sencillo.
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