¿En la expresión «joi ídioi» estamos todos? Una observación pertinente en relación a Juan 1.11

Héctor B. Olea C.

A modo de introducción:

Me es preciso aclarar que el desarrollo del presente artículo tiene como antecedente un post que originalmente publiqué en Facebook, y que aquí incluyo a modo de introducción. Luego, por ciertas reacciones que tuvo dicho post, me vi en la necesidad de profundizar un poco más en ciertos detalles en varios post más, y que en cierta forma están resumidos en este artículo que ahora pongo a consideración.
 

Pasemos ahora a considerar el que fue el punto de arranque del presente trabajo, cito:

El antisemitismo de Juan 1.11

A pesar de que de todos modos es innegable el antisemitismo que involucra Juan 1.11; lo cierto es que la situación se torna aún más crítica y problemática cuando en la exégesis y traducción de dicho pasaje se cae en el error de confundir el acusativo plural neutro «ta ídia» (a las cosas suyas), con el nominativo plural masculino «joi ídioi» (los suyos); de esta manera, consciente o inconscientemente, acentúa la perspectiva cristiana la gravedad de la no aceptación general por parte del pueblo judío de la figura de Jesús de Nazaret como el Mesías esperado, opción por la que en cambio optó y sobre la cual se fundó el cristianismo.

Al final, es claro, sin dejar de reconocer que es el cuarto evangelio el más antisemita de los cuatro canónicos, que si el autor del evangelio en cuestión hubiese querido comunicar la idea de que el complemento u objeto directo de la forma verbal «élthen» (vino), era al mismo tiempo el sujeto de la forma verbal «parélabon» (recibieron), más el adverbio de negación «no» («ou»); entonces hubiese empleado en la primera cláusula un acusativo plural masculino, o sea, «tús idíus» (a los suyos), y no el ya mencionado acusativo plural neutro «ta ídia» (a las cosas suyas). Fin de la cita.

Por otro lado, es necesario advertir a las personas que me honran con su lectura, que este artículo como otros que he publicado en torno a Juan 1.11,  tienen como telón de fondo las siguientes premisas:
1)    El evangelio de Juan no fue escrito por un testigo ocular, ni miembro del círculo de los doce. No sabemos en realidad quién escribió este evangelio. Por el contenido y los rasgos del libro, se deduce una mano judía muy helenizada.
2)    Las dos conclusiones que tiene el libro (20.30 y siguientes, y 21.24 y siguientes), ponen de manifiesto que además de las manos del autor original, tuvo este evangelio la participación de un redactor final cuya contribución a la obra final no es posible constatar del todo.  
3)    Fue escrito entre los años 80-110.
4)    No sabemos desde dónde se escribió. Se han mencionado algunos lugares, como Samaria, o alguna ciudad de Asia Menor, preferiblemente Éfeso.
5)    Los destinatarios originales son definitivamente cristianos.
6)    Este evangelio fue escrito con una visión muy pesimista y hasta negativa de los judíos, perspectiva característica de los movimientos cristianos.    
7)    La lengua original de este evangelio fue el griego koiné.

Como fuentes recomendadas para una buena introducción al evangelio de Juan, recomiendo las siguientes obras: «Introducción al Nuevo Testamento», de Raymond E. Brown, publicada por Editorial TROTTA, año 2002; «Historia de la literatura cristiana primitiva», de Philipp Vielhauer, publicada por Ediciones Sígueme, año 2003; «Guía para entender el Nuevo Testamento», de Antonio Piñero, publicada por Editorial TROTTA, año 2006. Como comentario al cuarto evangelio, recomiendo la excelente obra de Raymond E. Brown, «El Evangelio de Juan», publicada por Ediciones Cristiandad.

Pasemos ahora, a dilucidar nuestra cuestión.

La relación de la palabra (griego «lógos») con la creación, el mundo (griego «kósmos»)

Dos veces en el prólogo, el cuarto evangelio afirma que el mundo («kósmos», las cosas creadas), fueron creadas por medio de la palabra, nótese bien, “por medio de” (el griego, la preposición “día” más el caso genitivo”). La primera la encontramos en el versículo 3: “todas las cosas por medio de la palabra fueron hechas. La segunda la encontramos en el versículo 10: “y el mundo («kósmos») por medio de él fue hecho.”

El que por medio de la palabra («lógos») todo haya sido creado, y su relación con el acusativo plural neutro «ta ídia»

Una vez estamos avisados de que para el autor del cuarto evangelio todas las cosas creadas (el «kósmos»), vinieron a la existencia por medio de la palabra, por medio del «lógos», pienso que debemos estar en las más óptimas condiciones para comprender que al llegar al versículo 11, el autor esté haciendo referencia al mundo creado con la expresión «ta ídia». En otras palabras, al encarnarse y tomar parte en este mundo, para el autor del cuarto evangelio, lo que sencillamente ha tenido lugar, es que la palabra (el «lógos») se ha aproximado, ha hecho acto de presencia en un escenario que es suyo, que le es propio en cierta forma, en virtud de que por medio de ella fue creado. En este sentido se comprende que en la expresión «eis ta ídia elthen» (a las cosas suyas vino), estamos incluidos todos, judíos y no judíos, la creación en general.   

La palabra encarnada tuvo carne y fue judía

Algo que es claro y que no está en discusión para el cuarto evangelio, es que la palabra encarnada (el «lógos» encarnado), tuvo carne, y esta fue judía. En suma, el evangelio de Juan da por sentada la radical pertenencia de la palabra encarnada al pueblo judío (considérese Juan 2.13; 4.9, 22; 5.1; 10.24).

La reacción de «ta ídia», las cosas suyas, ante la encarnación de la palabra (del «lógos»)

En primer lugar, el versículo 10 apunta a que la presencia de la palabra encarnada en el escenario del mundo (la creación hecha por medio de ella), éste no la conoció. Ahora, si bien no podemos estar muy seguros de la idea que estaba en la mente del autor cuando pronunció estas palabras; es posible pensar en dos posibilidades. En primer lugar, el no reconocimiento de la palabra encarnada, como sinónimo de rechazo general. En segundo lugar, que el «kósmos» no conoció a la palabra encarnada en su justa y debida proporción, con toda la dignidad que le era propia como el agente o instrumento por medio del cual Dios puso en existencia todo lo creado. Me inclino por la primera hipótesis.  

En segundo lugar, en versículo 11, pasa a describir un rechazo más específico por parte de la nación y el pueblo del cual formó parte la palabra encarnada, o sea, los suyos («joi ídioi»). En tal sentido, la referencia de la expresión «joi ídioi» en Juan 1.11 es específicamente al pueblo judío, los cuales en términos estrictos eran «los suyos» (al pueblo al que indiscutiblemente perteneció, y con el cual tuvo una historia y fe común), para el cuarto evangelio mismo (considérese Juan 2.13; 4.9, 22; 5.1; 10.24).

En tercer lugar, después de afirmar el rechazo doble que tuvo la palabra encarnada, por parte de las cosas suyas («ta ídia») en general, y por los suyos («joi ídioi») en particular; el autor del cuarto evangelio también afirma que la palabra encarnada también logró una aceptación doble, o sea, por parte de los que por un lado conformaban lo suyo, las cosas suyas, de su dominio («ta ídia»), por ser él el agente instrumental mediante el cual vino a existencia todo lo creado; y por parte del pueblo judío mismo (los suyos en sentido estricto).  

En consecuencia, a todos los que lo recibieron, a todos los que creen en él (judíos  y no judíos), recibieron la potestad de ser hechos hijos de Dios (versículo 12). Considérese 8.31; 11.45; 12.11; 13.33.

En suma: ante el hecho de que la expresión «ta ídia» apunta a todo lo que es propio de la palabra encarnada, a lo que le pertenece y forma parte de su dominio porque por medio de ella vino a existencia; podemos concluir en que en dicha expresión estamos incluidos todos, judíos y no judíos, y el resto de las cosas hechas por medio de la palabra; por otro lado, ante el hecho de que la expresión  «joi ídioi» apunta al pueblo al que la palabra encarnada pertenecía, del cual formó parte y con el cual tuvo una historia y fe común; de manera verosímil podemos concluir en que en dicha expresión no estamos incluidos todos, sino el pueblo judío como tal, en particular y en sentido estricto.   

En resumen; en la expresión «ta ídia» estamos todos, nos incluye a todos, a todo lo creado por medio de la palabra; pero en la expresión «joi ídioi» sólo están incluidos los judíos, sólo el pueblo con el cual la palabra encarnada tuvo una historia y fe común, el pueblo al que sin duda perteneció y del cual formó parte.



¡Hasta la próxima!

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