Evidencia bíblica y proporcionalidad escritural
Héctor
B. Olea C.
Aunque la expresión «la
Biblia dice»
no es realmente bíblica, no es menos cierto que su uso haya fundamento en
algunas expresiones bíblicas que le son equivalentes.
La expresión en cuestión se emplea cuando la
persona cristiana quiere poner de manifiesto (o siente la necesidad de hacerlo)
la base o razón bíblica que tiene una enseñanza, opinión o punto de vista que
comunica respecto de un determinado asunto.
Pues bien, tal y como nosotros demostramos
nuestra apelación a la
Biblia mediante
la expresión «la
Biblia dice»;
es preciso reconocer que en la
Biblia misma,
principalmente en el Nuevo Testamento, encontramos algunas frases con las
cuales también se puso de manifiesto la apelación al conjunto de libros
sagrados de la fe judía, el muy conocido hoy Antiguo Testamento.
La primera frase es «escrito está», la cual
se encuentra en el NT en dieciocho (18) ocasiones, en dieciocho (18)
versículos, tomando como referencia la versión Reina Valera 1960. Un detalle
interesante es que en los evangelios, la referida expresión es típica en los labios
de Jesús de Nazaret.
La segunda frase es «dice la
Escritura », la cual se encuentra en el NT
sólo en cuatro ocasiones, y en la misma cantidad de versículos.
Otras expresiones equivalentes son: «se
cumplió la
Escritura » (Marcos 15.28); «como dice la
Escritura » (Juan 7.38); «para que se
cumpla la
Escritura » (Juan 13.18); «para que la
Escritura se
cumpliese» (Juan 19.24); «para que se cumpliese la
Escritura » (Juan 19.36); «y se cumplió la
Escritura » (Santiago 2.23); «pues la
Escritura dice»
(Romanos 10.11); «¿Qué dice la
Escritura » (Gálatas 4.30); «también
contiene la
Escritura » (1 Pedro 2.6); «conforme a la
Escritura » (Santiago 2.8).
Ahora bien, cuando planteo, como en el título
de este artículo, que hoy la expresión «la
Biblia dice»
está bajo sospecha; lo que deseo es llamar la atención respecto del cuidado que
debemos tener en el uso de dicha expresión. Pero, ¿por qué hay que tener un
cierto cuidado en el empleo de la expresión en cuestión?
En primer lugar, porque una cosa es que en la
Biblia se
afirme una cosa, o se dé por sentado la existencia de una determinada idea,
concepto o realidad; y otra cosa el que una determinada idea, cosmovisión o
punto de vista real y efectivamente sea o constituya una enseñanza propiamente
bíblica.
Por ejemplo, en el libro de Hechos (12.15), y
por ende en la
Biblia , encontramos un relato que pone de
manifiesto el hecho de que en la comunidad cristiana de Jerusalén había quienes
creían que cada persona tiene un ángel de la guarda que la acompaña; no
obstante, no es posible demostrar que tal idea constituye una enseñanza
bíblica, de la
Biblia como
un todo. De todos modos, otros dos textos usados para fundamentar tal enseñanza
son: Salmo 91.11 y Tobías (apócrifo o deuterocanónico) 3.17.
En segundo lugar, porque una cosa es que una
idea en efecto haya sido afirmada en la
Biblia , se lea y encuentre en la
Biblia , pero de manera aislada y
particular; y otra que una idea o concepto demuestre ser una enseñanza general,
recurrente, persistente y consistente en la
Biblia (habiendo
sido así, lógicamente, en el tiempo o por lo menos a partir de un punto o época
en la historia judeocristiana).
En este punto quiero llamar la atención a la
necesaria consistencia que debemos mantener para que no sólo digamos y
sostengamos en teoría, que no es adecuado articular una doctrina con base en un
solo versículo o pasaje de la
Biblia ; sino que además y, en la
práctica, nos mantengamos en guardia para actuar de manera coherente y
consistente con dicho principio.
Ciertamente es preciso evitar seguir
cometiendo el error de entender que una afirmación que aparece en un solo
versículo, que la hace un único autor de la
Biblia , en un solo libro de la misma; es
una enseñanza positiva y consistente en toda la
Biblia. No deja
de llamarme la atención el hecho de que en muchísimas ocasiones se afirme que «la
Biblia dice»,
cuando en realidad a lo que se alude con esa afirmación no consiste propiamente
en una enseñanza de la
Biblia como
un todo.
Por otro lado, quiero insistir en aclarar que
en ninguna forma estoy invitando a desconocer o negar que un autor o un
determinado personaje de la
Biblia haya
hecho alguna particular afirmación; más bien a lo que estoy invitando es a
evitar ese error cometido con demasiada frecuencia de convertir una afirmación
particular (esa afirmación particular), en una enseñanza consistente y
persistente en la
Biblia ; apelando a la afirmación (quizás
un tanto chantajista) de que «la
Biblia dice».
Además, dado el carácter situacional y muy
contextual de los libros de la
Biblia (y
de sus autores, que en realidad son muchos más de lo que imaginamos); resulta
obvio que respecto de ciertos asuntos ni siquiera es tan frecuente que un mismo
autor aborde dos veces el mismo asunto, en distintos momentos y contextos. Por
ejemplo, en términos históricos (de la figura histórica) es evidente que el
Pablo autor de Gálatas, es el mismo Pablo y autor de las dos cartas canónicas a
la iglesia de Corinto (obviamente, sin meternos aquí en los aspectos
sicológicos y vivenciales o experienciales que involucra la existencia humana,
pues en ese sentido no siempre somos la misma persona). Ahora bien, en términos
literarios, es clarísimo y demasiado evidente, que el Pablo de Gálatas
“desarrolla una “teología del fruto del Espíritu” que no desarrolla el Pablo de
1 y 2 Corintios. En ese mismo sentido, es claro que el Pablo de 1 y 2 Corintios
desarrolla una “teología de los dones espirituales” que no desarrolló el Pablo
de Gálatas (y viceversa).
Ahora bien, en relación a la forma en que
Jesús y los autores del NT apelaron a las escrituras del AT, es preciso
preguntarse: ¿Fue Jesús de Nazaret un exégeta o un crítico textual? ¿Lo fue
alguno de los autores o personajes del NT?
En el telón de fondo de la pregunta planteada
se encuentra la intención de contrarrestar la idea de que tomando a Jesús de
Nazaret y los autores del NT, es posible levantar una legítima oposición a los
métodos históricos críticos, a los procedimientos metodológicos de las actuales
ciencias bíblicas. En términos históricos es claro que Jesús de Nazaret ni
ninguno de los autores ni personaje del NT podía exhibir ni aplicar los
procedimientos del moderno exégeta o crítico textual, pues sencillamente estos
son muy posteriores a su existencia, por un lado; y por otro lado, son muy
posteriores las razones históricas, textuales y filológicas, etc., que
determinaron el surgimiento de los métodos históricos críticos y el desarrollo
de las ciencias bíblicas en general.
Además y, por otro lado, es preciso entender
que Jesús de Nazaret, ni los autores y personajes del NT apelaron al conjunto
de textos sagrados del AT de una manera neutral, inocente o desinteresada. Esto
explica los diversos métodos o acercamientos empleados por Jesús, los
personajes y autores del NT en su apelación a la
Escritura del
AT.
Para ilustrar de la mejor manera lo que estoy
planteando en este último párrafo, quiero arrojar un poco más de luz sobre la
forma en que en el NT se apela al AT. Para esto voy a traer a colación algunas
ideas importantes del libro –que obviamente recomiendo- «Vetus in Novo, el
recurso a la
Escritura en
el Nuevo Testamento», trabajo de varios especialistas y publicado por
«Ediciones Encuentro» en el año 2006. Otra obra que igualmente recomiendo
y, que en su naturaleza es similar a la anterior, es «El Antiguo Testamento en
el Nuevo», de A. W. Robertson, publicada por «Nueva Creación» en el año 1996.
Esta obra también incluye una excelente introducción a las fuentes y técnicas
judías de interpretación.
De acuerdo, pues a la obra «Vetus in Novo, el
recurso a la
Escritura en
el Nuevo Testamento», en el NT existen dos modos fundamentales de referirse a
textos procedentes, en nuestro caso, a los de las Escrituras de Israel.
El primer modo es la cita. En este caso, el
texto de las Escrituras es asumido por el escrito del NT como voz autorizada
externa que ratifica, confirma o fundamenta sus aserciones. Se reconoce como
tal por dos características literarias fundamentales: la indicación de que en
este punto se está citando otro texto, y la reproducción fiel del texto mismo.
El segundo modo es la alusión, la cual puede
ser muy variada en sus formas, pero que tiene algunas características que la
distinguen netamente de la cita. En este caso el autor asume un texto o una
imagen, o incluso una terminología, deliberada o inconscientemente, en
cualquier caso, sin explicitar la realización del recurso. Además no está
vinculado a la letra del elemento del que se apropia, sino que puede
modificarlo a su placer.
Las alusiones son una apropiación de
elementos externos (otros textos, figuras o palabras) que pasan a ser
parte integrante del discurso mismo, hasta el punto de que es posible no
reconocer su presencia sin que este hecho comprometa la comprensión del argumento,
ya que están englobados en él. El elemento al que se alude pierde así, de algún
modo, su autonomía respecto del texto que lo engloba (página 30).
Algunas modalidades concretas de la alusión
son:
1) Recurso a un texto identificable. La forma
más sencilla de alusión es el recurso a un texto de la
Escritura , de algún modo identificable
por ser una clara correspondencia verbal. El grado de correspondencia varía
muchísimo.
2) Recurso genérico a la
Escritura. Este tipo
de recurso tiene lugar cuando no se cita ningún pasaje concreto del AT sino que
se alude a toda la
Escritura , en general, como profecía de
algo que ahora se cumple.
3) Préstamo de vocabulario (o de lenguaje).
Mediante este procedimiento el autor, aparentemente, no remite en modo
alguno a la
Escritura. Pero el
vocabulario es tan característico que no puede comprenderse adecuadamente sin
conocer su uso en el AT.
4) Empleo de imágenes, figuras y géneros
literarios. Este tipo de recurso es semejante al anterior. No aparece ninguna
cita o referencia explícita a la
Escritura sino
que se emplean imágenes, figuras o tipos que, a la fuerza, piden ser
interpretados a la luz de su empleo en los libros del AT.
5) Referencia a acontecimientos. En bastantes
ocasiones el NT se remite a las Escrituras por medio de referencias a hechos
allí narrados. No se trata por tanto de una afirmación o de una profecía que se
cita. Consiste más bien en la apelación a un acontecimiento transmitido por la
Escritura en
modo general.
En cuanto a la forma del recurso, se
establecen tres formas principales:
1) La cita o alusión simple. La forma más
sencilla es, pues, la simple referencia a un solo texto.
2) Conflación y combinación de textos. Una
forma más compleja de apelar a la
Escritura es
mediante la combinación de diversos textos de tal modo que, unidos puedan
expresar aquello para lo que han sido tomados en préstamo. La forma de esta
combinación es variable.
3) Comentarios midrásicos. A veces los textos
de la
Escritura son
presentados en el NT en compañía de un comentario bastante cerrado. En su
acepción más general se puede hablar de comentarios midrásicos. Es, pues, el Midrash una
interpretación de la
Sagrada Escritura que
actualiza su significado en el momento presente. Por otro lado, el Midrash
apunta tanto a la práctica interpretativa (es un método de interpretación) como
a una interpretación concreta.
En resumen: 1) El empleo hoy de la expresión «la
Biblia dice»,
para hacer referencia al real o supuesto apoyo bíblico con que cuenta una
determinada aseveración o idea, haya su fundamento en la
Biblia misma,
principalmente en el NT, en el empleo de varias expresiones con las que también
los autores o personajes del NT querían poner de manifiesto el sustento
escritural de la afirmación o argumento que estaban desarrollando. 2) El
recurso o apelación al AT por parte de los autores o personajes del NT en
ninguna manera fue neutral, inocente o desinteresada, o se ajustó alguna vez a
los modernos principios de la crítica bíblica. 3) El empleo hoy de la expresión
«la
Biblia dice»
no debe ignorar la radical distinción entre una afirmación o aseveración que,
en efecto se encuentra en la
Biblia , y una enseñanza que, por ser
recurrente, persistente y consistente en la
Biblia , encuentra una adecuada proporción
de textos bíblicos que la apoyan (debidamente interpretados). Aquí es preciso
insistir en evitar el error metodológico de hacer o construir una doctrina con
base en apenas un solo texto o pasaje de la
Biblia. Una simple
y aislada afirmación en la
Biblia no
puede tomarse como apoyo irrefutable para el levantamiento de una determinada
doctrina.
Conclusión: Partiendo de la intencionalidad
con que hoy se emplea la expresión «la
Biblia dice»,
podemos concluir en lo siguiente: que su uso es legítimo y cumple adecuadamente
su cometido, cuando con dicha expresión se apunta a una enseñanza general,
recurrente, persistente y consistente en la
Biblia (habiendo
sido así, lógicamente, en el tiempo o por lo menos a partir de un determinado
punto o época en la historia judeocristiana), y no a una afirmación parcial,
particular y que, por ende, no puede demostrarse que persistió en la historia
judeocristiana.
En tal sentido, tenemos que evitar el error
de pensar que en la historia judeocristiana siempre existieron o se mantuvieron
sin transformación alguna, los mismos conceptos, ideas o puntos de vista.
Ciertamente y, en sentido contrario, la historia judeocristiana pone de manifiesto
lo muy dinámico y cambiable que fueron muchas ideas, pensamientos, actitudes y
algunas prácticas en la historia bíblica. En fin, el pensamiento o cosmovisión
y la praxis judeocristiana históricamente nunca han sido tan monolíticos como
quizás hemos pensado.
¡Hasta
la próxima!
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