Héctor
B. Olea C.
La ley 331-09 (promulgada por el Poder
Ejecutivo el 14 de noviembre del año 2009) que establece el 31 de octubre como «Día
nacional de la comunidad evangélica y protestante», es el tipo de legislación
que parece confirmar la sospecha de que una gran parte del liderazgo evangélico
representativo no está comprometido con la eliminación de ciertos privilegios,
sino con que estos se generalicen, y que a ellos también les toque lo suyo.
Lo más curioso es que el diputado Carlos
Peña, miembro de la comunidad evangélica, principal gestor del proyecto de la
ley 331-09, no pudo contar con el apoyo de la comunidad evangélica de su
demarcación; pues no pudo lograr mantener su representación en la Cámara de
Diputados en las pasadas elecciones congresuales y municipales.
Esta realidad envía una señal que, en lo
personal, he estado descifrando desde hace mucho tiempo, y que tiene que ver
con las pocas probabilidades, por un lado, y las grandes dificultades, por
otro, que marcan y rodean todo proyecto social y político tendente a lograr una
representación social significativa, vía un proceso democrático de elecciones,
a pesar de la presunción de contar con un porcentaje relativamente significativo
del electorado nacional, como hasta ahora ha presumido al menos un sector de la
comunidad evangélica.
La gran realidad es que la comunidad evangélica, aunque tiene ciertas cosas en común, al margen de serias diferencias que subsisten en su seno (de intereses, agendas, objetivos, doctrinas, metodología, etc.); también está emocionalmente comprometida (y fragmentada) con las tradicionales e históricas ofertas partidarias que han caracterizado el quehacer político partidario en la República Dominicana.
Me explico: hay un sector de la comunidad
evangélica que no concibe el ir a unas urnas y echar su voto sino es a favor de
la oferta y propuesta electoral que plantee el PRD. Igualmente, hay un sector
de la comunidad evangélica que tampoco va a ir a unas urnas y echar su voto
sino es a favor de la oferta y propuesta electoral que plantee el PLD. Y así,
sucesivamente, es lo mismo que se puede decir, aunque en menor grado, respecto
del PRSC, y otras organizaciones políticas partidarias que gravitan en la
República Dominicana. Tampoco hay que descartar la posibilidad de cierta
movilidad y capacidad de lograr ciertos acuerdos convenientes, aunque medie
alguna desavenencia e inconformidad histórica.
Otra sospecha que parece confirmarse es la
presunción de que el legislador o legisladora que antes de juramentarse ante el
Congreso Nacional, previamente se identifique como parte, como miembro activo de,
y comprometido (a) con la comunidad evangélica, hará lo mismo que el resto (a
pesar de que se supone, el que se da por sentado, que tienen distintos marcos
de referencia): legislar para su propio sector, al margen de las verdaderas y
más acuciantes problemáticas que enfrenta la sociedad dominicana, y la
República Dominicana como tal (al margen de los intereses particulares de los
distintos sectores que de una manera u otra trascienden en el quehacer
político, social, económico, empresarial, y religioso, local).
¡Comunidad evangélica! ¡Que Dios te
ayude a seguir avanzando y a reformarte cada día! También te ayude Dios a
entender mejor el papel que puedes y debes desempañar en nuestra sociedad.
Dios, y este pueblo te lo demandan; pero este último lo necesita. También creo
que, en su momento, te lo sabrá agradecer, así de sencillo.
¡Hasta la próxima!
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